Es difícil imaginar a Gonzalo Winter (37 años), el diputado más influyente del Frente Amplio guardando silencio. Eso pasó aproximadamente seis meses atrás en La Moneda. Después de una ronda de intervenciones, no abrió la boca. Sorprendida, la ministra del Interior, Carolina Tohá, le preguntó: “Diputado ¿y usted no va a decir nada?”. “No tengo nada que decir” fue la respuesta del parlamentario.

¿Cómo se explica? Unos días antes había estado en Aysén, como parte de su trabajo político. A su regreso, su pareja, la arquitecta María Dolores Reyes, lo invitó a almorzar. Aunque no es lo habitual, no sospechó nada. En un restorán del centro de Santiago, ella le contó que estaba embarazada. No tuvo tiempo de digerir la noticia. Aunque lo habían planificado, estaba impactado. “Que uno lo haya buscado no significa en ningún caso que esté preparado. Fue súper buscado, no me siento preparado, pero quiero estar”, dice emocionado.

“Cambia todo. Estoy reconfigurándome, por decirlo de alguna forma. Me da la impresión de que no hay ningún aspecto de la vida que quede a salvo de este asunto”, señala.

El nacimiento de su hijo Manuel está proyectado para el 17 de diciembre, fecha que coincide con el cumpleaños de su abuelo, el connotado abogado DC Alfredo Etcheberry, quien falleció a fines del año pasado.

—¿Por qué eligieron ese nombre?

—A los dos nos gustaba. Cada uno tiene sus propias historias, pero coincidimos en que a los dos nos gustaba mucho.

—¿Por Manuel Rodríguez?

—En gran parte. Es uno de mis referentes desde muy, muy, muy, niño. Mi madre tenía pegada “El cautivo de Tiltil” cuando yo nací. Entonces, en una época sin Spotify, me la cantaba para hacerme dormir. Es una canción que tengo muy vinculada a eso que está en tu cerebro, pero que no sabes cómo llegó ahí.

Winter quería comunicarle la noticia a todo el mundo, pero se aguantaron. Al primer mes, se lo dijeron a sus respectivas madres. Al segundo, a sus padres. Y, a partir de los tres meses, a sus cercanos.

“Con el Presidente nos juntamos, yo le quería contar personalmente. Estaba muy emocionado. Al Presidente le gustan mucho, le alegran mucho este tipo de noticias”, cuenta.

“Estoy determinado a ser un buen papá”

—¿Querías tener hijos?

—Siempre tuve ganas de ser papá algún día, pero nunca era ese día, nunca en lo inmediato. Hasta que en algún momento me di cuenta de que era ahora y también me sentí listo, no definitivamente listo, pero me empezó a pasar una cuestión muy de guata. Un día sientes, por ejemplo, que estás preparando el desayuno para muy poca gente o que podrías estar explicándole a alguien cómo preparar el desayuno.

—¿Has conversado sobre cómo enfrentar esta etapa?

—Con mis dos hermanos mayores y algunos primos hemos conversado sobre cómo cambia la vida, cómo cambian las relaciones de pareja, cómo se enfrenta el trabajo.

—Te han dado muchos consejos.

—Sí, me han dado algunos muy divertidos, no tengo idea si son buenos. Primero, que no me entregue completamente a ninguna teoría, que no me lea 25 libros e intente cumplirlos todos porque son contradictorios, que vaya encontrando mi manera. También me han dicho que tenga cuidado con algo que está muy presente en esta época y que es un sentimiento de endeudamiento respecto de cómo ser buen padre, los que sacrifican todo para hacerlo bien hasta el punto de que se vuelve un calvario. Entonces, me han dicho que intente disfrutarlo, darme cierta licencia para que no se convierta en un calvario. Así lo entendí.

—Recomendaciones para padre primerizo.

—Sí, totalmente primerizo. Llevo una vida que es muy puertas afuera, por decirlo de alguna forma, no es muy hogareña. Por el contrario, ocupo muchos fines de semana en viajar por Chile, tener contacto con otros problemas del país, con la militancia. Además, trabajo los sábados y los domingos. Gran parte de mi trabajo es representar en la Cámara de Diputados, no mis ideas, sino el sentir de mi distrito. Y en mis horarios laborales, mi distrito está en el trabajo. Por lo tanto, los políticos, pasado el horario laboral, los sábados y domingos, tenemos muchísimo trabajo, porque es el momento en que uno puede escuchar a la gente. Ahora eso se reconfigura, tengo que pasar más tiempo en la casa, pasar más tiempo entregándole amor a una determinada persona, y no a esta abstracción que es el país.

Y agrega: “También me pasa algo súper fuerte y muy emocionante, que tiene que ver con mi trabajo político. Cuando fui a la primera ecografía, tomé conciencia de que lo que hagamos o no hagamos en política hoy determina muy directamente el país en el que va a vivir mi hijo. Y eso le da una seriedad, le da una profundidad, una trascendencia que se vuelve más delicada. Incluso, cuando decimos, por ejemplo, ‘echar a andar la economía'. Si mi hijo vive en un país pobre por malas decisiones que tomemos hoy, va a tener una vida mucho menos feliz. Y si vive en un país próspero puede tener más tiempo libre para amar y disfrutar la vida”.

—Tiene un impacto también en tus planes.

—Tengo una incertidumbre muy grande por no saber cómo voy a funcionar como papá. Cuestiones tan sencillas como ¿cuánto sueño voy a tener? No lo puedo saber, porque no sé cómo va a dormir mi hijo. Y por lo tanto, ¿qué porcentaje de mi energía va a tomar esto? Es una incertidumbre, una linda incertidumbre. No lo planteo como algo malo.

—¿Te inquieta?

—Me quita certezas. No entiendo bien cómo voy a funcionar como papá, sí sé que estoy determinado a ser un buen papá.

—¿Qué significa ser un buen papá?

—No lo tengo claro.

—¿Qué idea te has formado?

—En las distintas etapas de la vida de las personas, ser un buen papá son cosas distintas. La primera tiene mucho que ver con gestión. Hay que hacerlo sobrevivir, darle apego, estar ahí, estar presente. Después, supongo, vendrán desafíos más complejos de analizar. Cada caso es distinto. Me imagino que es encontrar los momentos correctos para decir “te quiero”, “te equivocaste”, “estás castigado”, no decir ninguna de esas en exceso, no decir ninguna de esas, decirlas cuando corresponde, estar presente para cuando sea el momento. Tengo la suerte de tener una experiencia positiva con mis padres. Me quisieron mucho, me retaron mucho, me hicieron sentir muy amado y, a la vez, desafiado a ser mejor. Tengo que averiguar cómo funciono. Y también tengo que conocer a mi hijo, no sabemos cómo es. Y me imagino que mi paternidad tendrá que ajustarse a las características de mi hijo. Hay un debate en el fútbol en el que dicen que hay dos tipos de técnicos: los que tienen un esquema fijo y que eligen a los jugadores en la medida en que sirvan para un esquema. Y los técnicos que, viendo a los jugadores que tienen a disposición, deciden cuál esquema usar. Tengo que ser el padre que mi hijo necesita.

“Las circunstancias en que trabajo van a cambiar”

—Tu rutina va a ser distinta, con muchos cambios.

—De hecho, nos vamos a cambiar de casa en unos días. Vivíamos en Ñuñoa y ahora vamos a vivir en la comuna de Santiago, por una serie de detalles técnicos. Por eso, no hemos armado cuna ni el closet de la guagua. Todo eso está en cajas para el cambio de casa. También las circunstancias en que trabajo van a cambiar, vamos a recortar el trabajo de los fines de semana. Tenía un sueño que quedó suspendido: recorrer todas las comunas del país, imaginar a Chile como un puzzle.

—¿Cómo una campaña presidencial?

—No, no, es más bien una pulsión que tengo desde muy niño, pensar que somos 20 millones de piezas y que los deseos, esperanzas, dolores de cada uno, son una pieza de un solo puzzle con el que podría entender a Chile.

—¿Lo planificaste para el próximo año?

—No, lo estaba ejecutando lentamente, cada vez que tenía un espacio. He logrado ir a lugares a los que es muy difícil llegar como Melinka. Eso va a quedar suspendido, porque ahora ya no existe el tiempo en que no hay nada en la agenda, porque ahora siempre hay algo en la agenda que es estar con mi hijo. El tema de quedarse en Valparaíso, creo que también se va a modificar. Y veremos cuánto tiempo queda, porque también tengo una relación muy estrecha con mi partido, trato de participar lo más posible en mi comunal.

—Muchos papás dicen que “cuando mi hijo crezca lo voy a llevar al estadio”. ¿Qué te gustaría hacer a ti?

—Me encanta la idea de ir al estadio con él, de seguir al mismo equipo de fútbol (es hincha de la Universidad de Chile), a la selección chilena. Me fascina la idea del camping. Alguna vez fui de camping con mi papá y lo recuerdo como algo muy bonito. Uno tiene distintas experiencias fascinantes con sus progenitores. Mi mamá y yo podemos hablar horas, ininterrumpidamente, de cualquier cosa, en cualquier circunstancia. Podemos tener una conversación profunda en la sala de espera del médico, lo cual nos salva de exigirnos mutuamente producir determinadas instancias. Por un tema práctico y económico, uno desearía que sus hijos tuvieran intereses similares a los de uno. Yo disfruto mucho de las humanidades, me gusta mucho la historia, la poesía y si mi hijo también las disfruta, se resuelve un problema.

Añade: “Hace poco alguien me dio un consejo. Me dijo que lo mejor que él había hecho por sus hijos era incluirlos en sus actividades, en todos sus oficios y trabajos. Y sentía que era la forma más sincera que había encontrado de relacionarse con sus hijos. Fue un consejo que me pareció bien interesante. Ahora, un temor que tengo y que te lo confieso es que no sé si a mí me gustaría ser hijo de político. No sé si es una experiencia bonita. Soy una persona bien expuesta. Sin nunca proponérmelo, me he ido convirtiendo en una persona polémica, cosa que está muy lejos de mis intereses”.

—¿Sin proponértelo?

—Sin proponérmelo. En general, lo llevo bien, tengo cierta resistencia a tener un estadio gritándote cosas, aunque cierto nivel de crítica también me afecta.

—Cuando te califican de abajista.

—Obviamente no es cómodo. Pero depende de cómo se diga. Porque puede ser un análisis, puede ser una crítica, puede ser una burla. Las tres cosas provocan sentimientos distintos, pero no lo encuentro descabellado. Cuando alguien me lo dice me dan ganas de preguntar: “¿Usted qué piensa que yo debería ser? ¿Cuál es el lugar en el cual estoy obligado a vivir?” Porque yo jamás, pero jamás he negado aspecto alguno de mi biografía. Por el contrario, los expongo abiertamente.

—¿Cuáles son las críticas que más te afectan?

—Siempre las que más me afectan vienen de personas, las conozca o no, a las que debería representar algo, no las críticas de un bot republicano. Me banco cierto nivel de exposición y de crítica, pero para un hijo puede ser complicado o doloroso. Eso es algo para lo cual no tengo todavía una respuesta. No tengo idea si seguiré siendo político o hasta cuándo lo seré. Eso es una incógnita.

—Eso es lo que está en tus planes inmediatos.

—Tengo pocos planes posnacimiento o posmarzo del 2026, pero tengo que ver cómo se lleva él con la idea de un padre expuesto. Es un tema bien relevante, porque además la política está muy dura. Para mi familia es complicado. Mi mamá me ha dicho: “Yo prendo la televisión y la gente te ve muy seguro, ve como un bigote y una nariz que saben lo que quieren decir, pero lo que yo veo es el fruto de mi vientre, es mi guagua”. Entonces, verme expuesto al conflicto no le es placentero. Cuando empecé, sobre todo a mis hermanos chicos, les afectaba ver a la gente hablando de mí en Twitter. Creo que ya se acostumbraron. Vamos a ver cómo lo lleva mi hijo. Y también vamos a averiguar si yo puedo ser otra persona.

—Los dirigentes del Frente Amplio han postergado la maternidad y la paternidad.

—Somos parte de una generación que, en todos los estratos sociales y dedicados a la política o no, fuimos padres más tarde que sus padres. Pero, además, nuestro mundo se entregó a la actividad política de una manera absoluta y total.

—¿Tienen menos interés en un proyecto de familia?

—No tengo idea, porque yo lo tengo ahora. Como no soy sociólogo, solo te puedo contar historias personales. Cuando yo nací, mi mamá tenía 25 y mi papá 31, y cuando yo tenía 25 o 31, el nivel de energía, tiempo y pasión que me absorbía la política era absoluto, no había una célula de mi cuerpo que no estuviera de algún modo entregada a algo que yo creía en ese momento.

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