“La Cuenta Pública me pareció más de lo mismo, pero peor. O Boric endureció su posición, o bien ahora la exhibe desembozadamente. Viene a confirmar que su veleidad y el travestismo son un plan y una forma de manipulación y de desestabilización, en vistas al futuro”, dice para abrir la conversación María Lucy Oporto Valencia, desde su casa en Valparaíso.

Ensayista y filósofa (Viña del Mar, 1966), es columnista en «Ex-Ante» y doctoranda en Filosofía en la Universidad Católica de la ciudad puerto.

Autora de textos como «Los perros andan sueltos. Imágenes del postfascismo» (Usach, 2015) y «He aquí el lugar en que debes armarte de fortaleza. Ensayos de crónica filosófica» (Editorial Katankura, 2021), donde incluyó su celebrado texto de 2019, en pleno estallido social: «Lumpenconsumismo, saqueadores y escorias varias: tener, poseer, destruir», en el que hizo una descarnada radiografía del conflicto. “‘Chile despertó' y ‘Chile cambió' se han convertido en eslóganes populacheros y oportunistas. Pero Chile no ha despertado, ni ha cambiado. Lo acontecido el 18 de octubre de 2019, con la destrucción concertada y coordinada de varias estaciones del Metro de Santiago, fue el punto de arranque de una crisis social largamente preparada desde las sombras”, escribió.

—Sobre la Cuenta Pública, ¿le parece que fueron anuncios populistas? ¿Cálculos políticos con miras a las próximas elecciones?

—Principalmente, cálculo político con miras a largo plazo. Más bien, veo una forma de manipulación, en la línea del travestismo. Boric intenta posicionarse ahora como alguien que ha logrado estabilizar el país. Él y su gobierno. Pero esto es completamente falso, ya que él ha sido parte de las fuerzas que han desestabilizado este país, y ahora viene, descaradamente, a reivindicar esa preocupación para su gobierno, y para sí mismo. Se presenta como la novedad absoluta. Aludió más de una vez al llamado estallido social, lo que parece ser una amenaza. De nuevo.

—¿Le parece que un nuevo estallido pudiese existir en las sombras?

—Él nos está amenazando con eso. Ahora, si esta desestabilización continúa, podría haber una crisis social aún mayor.

—En materia de seguridad fue contundente el detalle entregado. El Gobierno se ha esforzado por demostrar avances.

—Hace poco escuchaba una noticia sobre un corte de ruta (en Colcura) por un posible desalojo de una toma, en que hubo hasta conductores amenazados con motosierra. Estamos llegando a esos niveles. No hay tal estabilidad en materia de seguridad, y es un descaro de este Gobierno pretender reivindicar su preocupación por la seguridad, cuando su sector político siempre consideró que era exclusividad de la derecha. Me da la impresión de que esto es una continuación de la llamada “batalla cultural”, otro slogan que se repite hasta la náusea.

—A propósito del “Chile cambió”, hoy habitamos otro país, perdemos la capacidad de asombro cada día. Pero la inmigración ilegal, el crimen organizado, parecen ser una misión imposible para cualquiera que esté en el Gobierno.

—Efectivamente. Antes de 2019 este país ya era un desastre, pero hoy es infinitamente peor. Se expande día a día el crimen organizado, hagan lo que hagan: hay operativos policiales, se incautan drogas y enormes cantidades de dinero. Y la inmigración ilegal venía desde antes de este Gobierno, pero Boric y su horda votaron en contra de todos los proyectos en materia de seguridad y de control de la migración irregular. Siempre fueron parte de este problema. Y para que todo eso sucediera, el país tenía que haber estado ya muy debilitado desde dentro. Como las casas abandonadas: cuando se derrumban es debido a que ya no tienen soporte alguno.

“Llevo años observando el envilecimiento del pueblo”

“Yo ya percibía esta degradación desde mucho antes. Llevo muchos años observando lo que he llamado ‘el envilecimiento del pueblo', y cómo terminó convertido en lo mismo que pretendía combatir”, añade Oporto.

—Hay frases que parecen perder fuerza. “No va a haber impunidad”, “los vamos a perseguir”, “no vamos a descansar”, le hemos escuchado al Presidente varias veces.

—Hay una retórica en descomposición. Esas frases no significan nada, es extraño que las repita tanto. Quizás Boric ha llegado al punto en que cree sus propias mentiras.

“Y, en efecto, hay una pérdida de la capacidad de asombro, lo que es espantoso. Me preocupa que yo también pueda perderla. Si ocurre eso, es porque se ha perdido completamente el espíritu en una sociedad. Ese fenómeno está empeorando cada día”.

—El nuevo proyecto de ley de aborto legal también dividió a políticos de distintos sectores.

—El año pasado estuvo en peligro de desaparecer la ley de aborto en tres causales. Afortunadamente, no ocurrió. Es un tema de salud pública, con problemas sociales y económicos asociados, por lo que si va a haber una discusión sobre aborto, tiene que ser del más alto nivel. Pero ahora vuelve a ser puesto en escena en la misma línea de otras manipulaciones. Se lo puede comparar con esa oportunista bandera de lucha de la educación gratuita y de calidad. No puedo olvidar: los estudiantes que protestaron en 2006 y 2011 acabaron siendo traicionados. De la educación pública y de calidad no queda nada. Los liceos históricos han sido destruidos. Entonces, no me extrañaría que las mujeres que votaron por Boric acaben siendo igualmente traicionadas. En el fondo, él y los suyos solo giran en torno a sus intereses. Han vivido y vivirán por y para el poder.

—El aborto pone en juego un asunto “moral”, concepto que ha sido degradado también, según le escuché en «Crónicas de Wilson». Hay diputados que se pararon de la sesión y salieron.

—Es una posición unilateral y dogmática. La necesidad de que sea discutido ampliamente de modo consistente y sólido, es ya apelar a un sentido moral. Se tiene que resolver sobre la base del pluralismo, ser capaces de escuchar otras consideraciones. A veces puede haber una argumentación brillante, pero inaceptable en términos morales, por ejemplo. Es un problema complicadísimo y no puede ser reducido a convicciones personales inamovibles. Estoy de acuerdo con que exista una ley sobre aborto, la mejor ley posible, pero no bajo este Gobierno. No les importa. Es solo una moneda de cambio.

—¿Usted perdió la fe en el Gobierno? ¿Porque votó por Boric o no? Entiendo que se identifica con el mundo de izquierda.

—Yo nunca tuve fe en este Gobierno, si bien en 2011 tenían un discurso correctamente argumentado. No voté por Boric. Cuando el voto no era obligatorio, yo no votaba. Nunca he militado en nada. Comparto ciertas ideas de izquierda, pero no todas. Eso es más preciso. Considero muchas otras teorías. Además, la filosofía supone pensar las cosas ampliamente. Agustín Andreu afirma que la ideología conduce a una dictadura del entendimiento sobre la realidad, y que es necesaria una humildad ante la complejidad de los fenómenos que se presentan. Esto también tiene que ver con un sentido moral, ya que no puedo acomodar ni hechos, ni personas a lo que yo pienso.

—Usted tuvo que salir a explicar sus dichos sobre el travestismo y al mismo tiempo, distanciarse de Kast, aclarando que utilizó el término en el sentido de “la ocultación de la verdadera apariencia de alguien”.

—Mi problema realmente no es con Kast, sino que yo sea considerada pretenciosa y prejuiciadamente una extensión indiferenciada de alguien o de algo. Son proyecciones de gente incapaz de vivir sin depender de un grupo de pertenencia. La única identidad que me interesa es la mía, que me ha sido muy difícil formar, y no la determinada por colectivos.

—¿Y qué le parece el revuelo que provocó entre académicos e intelectuales? Alfredo Joignant dijo que no entendía “el afán por consagrar a Lucy Porto” y salieron en su defensa otros como Pablo Ortúzar y Cristián Warnken, quien señaló que “en estos tiempos de incontinencia verbal, incluso a los supuestamente sensatos, se les puede salir, en un tuit, un inquisidor”.

—Estoy totalmente de acuerdo con Warnken. Agradecía públicamente a quienes me defendieron, incluidos Ortúzar y Warnken, por supuesto.

—El abogado y académico Cristian Riego dijo que “para ser un intelectual interesante es casi requisito estar fuera de la academia”.

—Por mi parte, pongo el mismo cuidado al escribir las columnas que al escribir mi tesis doctoral. Cambia el formato. No tengo relaciones con los llamados pares académicos. Me considero una académica en el sentido amplio y tradicional, porque estudio y publico libros. Pero en un sentido restringido, no lo soy, ya que no califico en sus estándares burocráticos y cuantitativos. No me interesa competir con nadie. Necesito tiempo y energías para mis trabajos. Algunos amigos de la academia me han contado historias de terror. Como la evaluación de los “pares ciegos”. Hay ciertas maniobras, como ocupar bibliografía favorable a ellos mismos. Hay también autores de papers que se citan entre ellos, porque eso les da puntaje. Todo esto parece ser un gran negocio, pero yo estoy fuera de eso. En mi caso, sería un suicidio.

“Defiendo mi derecho al pudor”

Lucy guarda su vida personal con recelo. “Porque no corresponde exhibirla. Defiendo mi derecho al pudor. No soy muy sociable tampoco, pero sí me interesa comunicarme y establecer vínculos verdaderos con las personas. Y si no, que no haya nada. Porque los vínculos por interés, por cálculo político, no me interesan. Son aberrantes. Hay hasta visos de psicopatía en ese tipo de relaciones”.

Tampoco tiene redes sociales, ni le interesan los debates que ahí se instalan. “En ese plano, degradan el lenguaje. Algunos dicen que son ‘una alcantarilla social'. Y yo no deseo participar de eso”.

—¿Qué opina del lenguaje inclusivo que también es bandera de este Gobierno y de una nueva generación también? Es el mismo que a veces termina polarizando y excluyendo a las anteriores generaciones, que no lo comprenden ni lo aprueban.

—En la práctica, es inútil dado que produce problemas de concordancia muy difíciles de resolver en un escrito. Genera problemas de concordancia absurdos, torna el lenguaje muy pesado. Segundo, se instala por razones ideológicas, y no me parece correcto que se trate de imponer. Yo ya venía viendo esa postración de los mayores ante esta juventud en el poder. Tampoco es toda la generación. Hay juventudes que sí respetan el pasado y a sus mayores.

—¿Somos una sociedad infantilizada? Fernando Savater, en «Ethic», decía que “hay una afición por divertirse hasta morir”. ¿Hay algo de esto también en la política?

—Yo no infantilizo nada, porque es restar gravedad a los fenómenos. Y lo relativo a la diversión es una descripción propia del hedonismo de la sociedad de consumo, que de infantil no tiene nada. Es perverso y destructivo. Sí hay una incapacidad de hacerse cargo de las palabras y acciones, a todo nivel. Esa falta tiene más bien que ver con la destrucción de la educación en Chile, con la paternidad y la maternidad irresponsables. Los padres y madres de Boric siempre lo están protegiendo, aconsejándolo, disculpándole todo porque es tan joven. Algunos declaran: “Tenemos Boric para rato”. ¿Por qué? ¿Porque tiene que madurar? Basta ya de esas infantilizaciones.

—¿Y qué le parece la transformación que ha tenido Valparaíso?

—Valparaíso es un desastre completo. La ciudad está entera rayada, sucia. Ni hablar de la demolición del Monumento a la Solidaridad, de Mario Irarrázabal (decretada por la municipalidad). Es un escultor importantísimo, formado en la filosofía y teología, con una trayectoria enorme, obtuvo tres premios en la Bienal Internacional de Arte de Valparaíso y, mientras su monumento era demolido, se desarrollaba una nueva versión de esa Bienal. ¿Alguien dijo algo al respecto? Yo también considero esta afrenta contra su obra como una segunda vandalización.

—El científico Ramón Latorre, miembro de la Academia de Artes y Ciencias de EE.UU., lleva años luchando por instalar un centro de neurociencia que pretende darle otra existencia a la ciudad. ¿De qué manera se vive allí?

—Supe sobre ese obstaculizado proyecto. Es lo que decía sobre las casas abandonadas: terminan derrumbándose desde dentro. Yo, por tiempo, no puedo salir mucho, pero cuando salgo, es insufrible. La inmundicia es insoportable, hay problemas con la locomoción, no se puede salir de noche. Desaparecen fuentes de trabajo, negocios tradicionales. Yo sí tengo miedo y no me avergüenza declararlo. Aquí nadie quiere reconocer que tiene miedo. Afortunadamente, no me paraliza, pero me mantiene alerta. Es todo muy deprimente. Espero llegue un alcalde que pueda poner orden, pero no le veo mucho futuro. A veces pienso que esta ciudad está maldita, porque fue la cuna del golpe de Estado. Esa herencia se paga.

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