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“Vivir en un hotel significa concebir la vida como una novela”, dijo alguna vez Bertold Brecht, constatando la dimensión literaria de este tipo de hospedaje. Se podría hacer una lista interminable de escritores, pintores o cineastas que han desarrollado sus obras en habitaciones que funcionan como refugios, hogares o espacios secretos que desafían las normas sociales. Esta fascinación está por supuesto plasmada en el cine, desde los espacios privados del policial (escenarios propicios para el crimen) pasando por el horror y los dramas pasionales, hasta filmes que indagan en el tiempo suspendido de las vidas de hotel con cierta inquietud existencial, por mencionar algunos de los casos más habituales.

La serie “Un caballero en Moscú”, recientemente estrenada en Paramount+, agrega un nuevo matiz a la lista: el hotel como una condena. Esa es literalmente la intención de un tribunal soviético cuando, en la Moscú de 1921, juzga al conde Alexander Rostov (Ewan McGregor) a permanecer de por vida en el lujoso Hotel Metrópoli. La decisión responde a la idea de prisión domiciliaria, pero como el noble vive ahí desde hace un tiempo, está obligado a la reclusión total en su hogar. Si sale al exterior será automáticamente acribillado a balazos.

Ahora bien, la razón por la que Rostov no es inmediatamente liquidado por las fuerzas de Lenin es porque es autor de un famoso poema que inspiró a los revolucionarios a derrocar a Nicolás II. El suyo es, digamos, un castigo excepcional, a pesar de que es trasladado a una pieza deplorable y poco a poco comienza a perder sus privilegios.

“Un caballero en Moscú” —basada en la novela homónima de Amor Towles— transcurre en las habitaciones, salones y recovecos secretos del hotel. Rostov —McGregor es uno de los trabajos más inspirados de su carrera— trata de no perder la compostura, la elegancia ni la esperanza en medio de esa rutina y, poco a poco, empieza a relacionarse con personajes como una astuta niña llamada Nina o una actriz con la que mantiene un romance.

Lo interesante de la producción liderada por el director Sam Miller (“Black Mirror”) y el guionista Ben Vanstone es que, sin salir del espacio restringido de la locación, aborda décadas de horror soviético en un notable ejercicio de equilibrios. Digamos que en el albergue y en el exterior pasan cosas paralelamente. El micromundo de la vida hotelera está subyugado al macromundo de una tierra sometida a un régimen opresor. El puente entre ambos mundos es Osip Glebnikov (Johnny Harris), un agente que vigila al exconde y, de alguna manera, comienza a sentir admiración por su carácter sofisticado.

A pesar de su marco histórico, la serie tiene una liviandad atípica en este tipo de producciones. En el buen sentido de liviandad, por supuesto. “Un caballero en Moscú” no abandona el humor ni se vuelve asfixiante en el encierro o en la brutalidad del contexto. Su cuidado diseño de producción —con claros guiños a Wes Anderson— es también un plus dentro de la experiencia que ofrece esta apuesta melancólica, encantadora y bien condimentada que transmite, una vez más, la fascinación del cine por los hoteles.

A puertas cerradas

Es imposible elaborar una lista justade películas sobre hoteles. Compartimos aquí una selección recomendada —y sí, caprichosa— para descubrir en el streaming.

“Hotel du Nord” (1938)

Esta obra maestra de Marcel Carné, una de las más importantes de la historia del cine, evitó la demolición del Hotel du Nord de París en el año 1989. ¿Quién osaría destruir la locación de un filme patrimonial? La premisa responde a una fatalidad muy francesa: una pareja de jóvenes enamorados arriendan una habitación con la intención de suicidarse juntos, pero las cosas no salen como ellos quieren. Una conmovedora muestra de realismo poético que vale la pena visitar o revisitar con constancia. Está en Internet Archive.

“Hotel Monterey” (1973)

Chantal Akerman, cineasta belga cuya “Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles” fue escogida como la mejor película de la historia por la prestigiosa revista británica “Sight and Sound”, se hospedó en el Hotel Monterey de Nueva York, refugio de marginales y artistas pobres, y se dedicó a recorrer sus pasillos y habitaciones con el asombro de una exploradora. No hay sonido ni diálogos; sólo una experiencia inmersiva que forma parte de una filmografía original y única. En Filmin.

“El resplandor” (1980)

La idea es genial: encerrar a una familia en un inmenso hotel de montaña fuera de temporada y dejar que el aislamiento, la locura y lo sobrenatural se despliegue con timing perfecto. Este clásico de terror de Stanley Kubrick, con Jack Nicholson y Shelley Duvall en los protagónicos, es una muestra maestra de cómo aprovechar el espacio y manejar las tensiones. El obsesivo de Kubrick construyó los interiores en un estudio y para los exteriores usó un complejo turístico de Oregón. El filme está además repleto de referencias, como las fotografías de la malograda Diane Arbus. En Amazon Prime.

“Mystery Train” (1989)

El director Jim Jarmusch narra tres historias en torno a la figura de Elvis. Todas transcurren en Memphis, específicamente en un hotel de mala muerte que acoge a unos turistas japoneses obsesionados con el rock and roll, a una viuda italiana sin rumbo y a un grupo de marginales que se esconden en el lugar tras cometer un crimen. Humor absurdo, un elenco con onda (de Joe Strummer de The Clash al excéntrico blusero Screamin' Jay Hawking), economía narrativa y mucho neón en una obra capital dentro de la filmografía del laureado cineasta estadounidense. En MUBI.

“El Gran Hotel Budapest” (2014)

No hay duda de que “Un caballero en Moscú” tomó inspiración de esta película de Wes Anderson que se basa libremente en los escritos de Stefan Zweig. Estilizada, nostálgica y coral como todos los trabajos del director, comienza con la amistad entre un conserje y un joven empleado, y se abre como una caja de muñecas rusas a fuerza de historias que funcionan como homenaje a la Europa de comienzos del siglo XX. En Star+.

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