Solo el tiempo nos permite discernir. Y sí, es difícil renunciar a eso, a que tu dibujo sea “viral”, porque te dicen ‘genia', ‘seca'. Es literal una droga”.

Mi psiquiatra me dice que deje de ver noticias, porque no puedo cambiar el mundo. Por eso uno trabaja y llora”.

“Leo todos los diarios de Chile y varios del extranjero. Me parecen esenciales los libros, en papel. Me dan espacio para crear y pensar. Y no transo las palabras matutinas que escribo cada día en este cuaderno”, dice la ilustradora Javiera Ortega Reszcynski y muestra su tesoro.

—¿Y qué escribiste hoy?

—Sobre la guerra de Israel en Gaza: “Van más de 14 mil niños muertos… No arruines mi desayuno, Javi”.

Una mañana, 10 am, subió a su cuenta de Instagram @HolaMirona la viñeta titulada “La metamorfosis/¡seguimos (cambiando)!”, con nueve versiones de Gabriel Boric. 10:10 am el mismísimo Presidente la comenta: “Está bueno. Desafiante pensar que puede venir a tus ojos (me imagino que el último expresa esa incertidumbre). Un abrazo”.

Con 40 años recién cumplidos, esta licenciada en Filosofía de la Universidad Católica, magíster en Cine Digital de la Universidad DePaul de Chicago, es ilustradora de «Las Últimas Noticias» y profesora de la escuela de Diseño de la Uniacc. “Cuando dibujo directo en el iPad no es lo mismo. Porque en el papel está el factor de lo impredecible. Si la línea tomó otra dirección, estás obligada a hacer algo con ese error”, explica en el escritorio donde dibuja a diario, en su departamento en el Barrio Italia.

Los seguidores que tiene hace una década le mandaron ideas para el título: “¿Qué Boric eres según tu signo?”, “El metaverso de los Borics”, “Los Gabrieles”.

“Yo había hecho un video que se volvió viral en su campaña, ‘Boris Love', porque mi mejor amiga me lo pidió. El equipo de Boric lo viralizó después y me llamaron, pero yo no quería aparecer. Él lo viralizó. Cuando lo dibujé como «The Truman Show», me empezó a seguir, cuando todos estaban amándolo. Eso nos pasa harto en Chile, este es un país muy emocional”, dice riéndose.

—Dime, ¿quién es quién en estos nueve personajes?

—1) El Boric joven y lleno de esperanza. Rebelde. Con resentimiento y rabia contra el mundo, con ganas de cambiarlo todo. Le daba color a todo (risas). 2) diputado, con esa camisa grunge, hippie de los 70. 3) Con parka sin mangas roja, acercándose a Jadue. Se cortó el pelo y se arregló la barba para ir a los debates, pero se empieza a distanciar de la izquierda y se vuelve más universal. 4) Gana y cambia completamente. Súper serio. 5) Su época «Winnie the Pooh». Osito, pero con el cierre abajo (carcajadas). 6) El Merluzo, con la cabeza separada del cuello, medio desconectado. 7) Con corbata, republicano. Amigo con Piñera. 8) Carabinero, en la distopia. “No tengo otra”. Tiene que conciliar. Es que esto es muy humano. Imagínate que Boric siguiera con el discurso anticarabineros, sería heavy. Una guerra civil. Yo creo que él es una buena persona, y eso es harto decir de un gobernante.

—¿Y el 9? ¿Ese último verde con pinchos?

—El hombre mutante que no puedo abrazar. Alguno podría interpretarlo como alguien que no puedes querer, pero yo pienso en cómo se puede sentir. “¡Déjenme en paz!”, como diciendo “hago lo que puedo”. Ya se disculpó mil veces.

—Y te escribió el Presidente.

—Lo encontré humilde. Él me mandó un mensaje hace algunos días. Después de que fui a un programa de Julio César Rodríguez en la radio. Y me decía que esperaba que toda esta polémica que se armó con mi dibujo haya ayudado a visibilizar aún más mi trabajo, porque de verdad encuentra que es excelente. “Esto es como un efecto mariposa. Gracias, Presidente. Chao”, le dije yo.

—Él mismo explicó en tu Instagram que “no es lo mismo ser activista, dirigente de una causa particular legítima, ni diputado, o ser presidente de todo”.

—“Sin humor estaríamos muertos”, dijo también. Es que él es un líder muy carismático y cercano a las nuevas generaciones, lo que es muy fuerte para la anterior, esa que eligió a Piñera, de mucho protocolo. Parece que la gente joven quiere mucho a Boric porque es real, sensible, empático.

—¿Y tiene este que ver con el “travestismo político” del que habló José Antonio Kast o al que aludió Lucy Oporto, aunque se distanció de Kast?

—Primero, ser travesti no tiene absolutamente nada de malo, para quitarle la connotación negativa. De hecho, hay que ser muy hipócrita para no sentirse travesti en la vida. Todos cambiamos y cambiamos todo el tiempo. Es bueno ser libre, vestirte como quieras, es un arte también. Diría que el dibujo de Boric tiene que ver más con travestismo, que con una metamorfosis profunda. Porque él es joven todo el rato. Yo dibujé a Sebastián Piñera mil veces, de mil formas, pero no lo dibujé cambiando con el tiempo, porque no lo conocí tanto. Esta persona va cambiando, pero no su forma. En filosofía, la forma es la esencia de las cosas. Eso lo dijo Aristóteles. En ese sentido, le achuntó Gabriel Boric, se vio. ¿Y sabes qué? Creo que incluso tus principios pueden cambiar con el tiempo. Un nacimiento, una muerte, te cambian. La guerra, la desesperación, el sufrimiento también. Puedes cambiar de religión incluso. La Presidencia de la República, inevitablemente, te cambia.

“El mismo José Antonio Kast también ha cambiado. Su discurso era peor antes, pero se fue acercando a la Presidencia y empezó a moderarse. Y está bien, si no cambiáramos los discursos, no habría política”.

“El mito está instalado”

“Además, la mentira y la política van de la mano”, añade Javiera. “Se imaginan al candidato diciendo: ‘Miren, voy a tratar de ser el Presidente de todos los chilenos, pero no, quizás no me va a resultar'. O ‘voy a intentar reformar la policía, pero puede que no resulte'. Hay que tener cuidado porque todos somos un poco hipócritas. Zizek dice que la hipocresía sostiene la sociedad y es la base de la civilización. Es una idea muy antigua, que presenta Platón en el siglo IV a.C., en «La República», cuando era muy importante elaborar discursos, aunque fueran ficticios. Filo con la verdad, la pega de los políticos es convencer. Historias de héroes, de glorias. El mito está instalado en nuestra vida”.

—Las redes sociales no perdonan. Seguramente tú te has arrepentido por algo que dijiste o dibujaste y que sigue dando vueltas por ahí.

—Oh sí. Me han funado dos veces. Una vez por una portada en «LUN» con Evo Morales con traje de baño y alitas de patito. Se llamaba “Echando la talla con La Haya”. Todo el mundo, supongo que de izquierda, en contra. La segundo, en mi magíster, en Chicago, cuando hice un video que se llama “Los Burócratas”; solo puertas cerrándose en EE.UU. Y yo estudiando con beca. Hipócrita de mi parte, supongo. Pero yo era profesora, trabajaba con personas oprimidas y era algo que tenía en mi corazón. Un grupo de compañeros me funó en Facebook reclamando que los profesores me ponían puros 7, y yo no hacía lo que me pedían, que lo hacían porque yo era mujer... en fin, año 2010.

—Le pasa al Presidente Boric también que, ante cada anuncio, alguien reflota un tuit de antaño con algún comentario poco apropiado al respecto.

—Por eso siempre les digo a mis alumnos: tiempo, respiren, aléjense de las redes sociales. Es fácil decirlo, porque tengo hartos seguidores, pero eso es trabajo. La gente que trabaja, al final, encuentra a su público, donde sea. Hay que tener cuidado y yo creo que él también aprendió la lección. Igual que yo y la gente de mi generación. Estábamos todos vueltos locos para el estallido social, una acumulación de rabia, por las mismas demandas que no se han solucionado. Yo empecé a hacer dibujos reactivos. No puedo decir que me arrepiento, pero he botado muchos. Ahora estoy preparando mi libro para el 2025 y saqué todo lo del estallido, tallas pesadas que hice en pandemia, que tuvieron muchos likes, y yo me embalé pensando que eran buenos. Y no necesariamente lo eran. Reales sí, buenos no creo (risas).

—Efecto redes.

—Claro, las redes se rigen por esta lógica de la inmediatez y la emoción del momento. Solo el tiempo nos permite discernir. Y sí, es difícil renunciar a eso, a que tu dibujo sea “viral”, porque te dicen “genia”, “seca”. Es literal una droga, te infla el ego. Quiero pensar que en 50 años más, ojalá, alguien mire mi libro y pueda sentir lo que pasaba en este país, reírse con eso. Como «El espíritu de los 365 días» de Martín Morales, humorista gráfico español, que significa mucho para mí. Lo visceral se olvida. En la vorágine de este tiempo de los datos y los egos, no nos dan tiempo para pensar. Heidegger hacía una diferencia entre pensar y operar. Para él pensar tiene que ver con hacer. Lo estoy parafraseando asquerosamente, pero operar tiene más que ver con teclear, con darle like, actividades que hacemos automáticamente. En este mundo reactivo, es muy difícil hacer política.

“El éxito nunca es individual”

En 2021, Javiera publicó «El oasis de Latinoamérica» (RIL), que “sintetiza en imágenes irreverentes y lenguaje sarcástico lo que fue el 2020, con sus raíces en 2019 y sus extensiones hacia el 2021. No sabemos aún si lo peor ya pasó o si nos aguardan calamidades mayores. En cualquier caso, te sugiero atesorar este libro”, escribió Alejandra Matus. Antes hizo «ESC», como el botón del teclado, protagonizado por una perra tecnológica que desconfía de internet. Una sola copia hizo, interpretando a su filósofo favorito de la época, Byung Chul Han.

“En este mundo de la inmediatez se habla mucho del éxito como algo individual. El éxito nunca es individual. Ni para Hemingway. Siempre hubo una madre que te quiso para empezar. O un profesor, un amigo, un editor. Cierto que hay personas que no tienen nada de eso, porque la vida es injusta”, sostiene.

Fue en Estados Unidos que descubrió su propia ilustración. “Me fui por un hombre, que fue mi pareja hace 20 años. Hasta ahora con él somos muy amigos. Apenas terminé mi carrera, postulé a un Corfo para hacer un magíster allá. Tenía financiamiento solo para un año, así que trabajé de niñera, en bares, de casi todo en realidad. Sobreviví. Hacía clases de inglés para inmigrantes. Hice muchos amigos, pero fue duro. Salía a las 7 de la mañana y llegaba a las 11 de la noche”, relata. Se quedó trabajando en una productora audiovisual con Scott Erlinder. “Hacíamos documentales sobre el mundo, en ese tiempo sobre Ruanda. Yo era asistente, investigaba y escribía. Y la gente siempre me quería comprar los storyboards”, añade riendo.

—¿Siempre con una carga político-social?

—Siempre. Me afecta mucho lo que le pasa al resto. No puedo sacármelo de la cabeza. Es que se ha normalizado tanto el horror, que si uno lo enfrenta, no puedes vivir. Mejor hacerse el leso. Entonces no puedo ayudar. Mi psiquiatra me dice que deje de ver noticias, porque no puedo cambiar el mundo. Por eso uno trabaja y llora. Y sigue.

—¿Tienes referentes en el humor gráfico?

—MalaImagen fue el primero que conocí que se dedicara a esto. Muy buena onda, me dio consejos. También Karlo. Es que yo empecé en el comic en 2017, aunque como ilustradora llevo 12 años. Recién este año conocí a la Sol Díaz, pero sigo su trabajo hace mucho. La verdad, mi inspiración para meterme al humor político viene del Stand Up Comedy. Cuando conocí el trabajo de George Carlin, el 2012, me cambió la vida. Después conocí a Joan Cornella, ilustrador español, y pensé que eso era lo que deseaba hacer.

—¿Tu nuevo libro sigue esta senda?

—Por ahora lo llamo «El viejo desorden mundial», aborda estos últimos tres años. Con un bonus track de chistes sobre millennials, “la generación de cristal”. Somos tan sensibles, pero nos pasaron un país andando. Quizás nuestros padres la tuvieron más difícil que nosotros, seguro nuestras mamás. Tuvimos acceso a internet. No como los niños de ahora que tienen un gran desafío, porque ¿qué mundo van a formar a través de las pantallas? Nosotros tuvimos libros y discos. Cuando llegó Napster, formamos las primeras tribus. Buscábamos una identidad. Nos dicen progres, cuicos, abajistas, sí, puede ser. Yo fui a colegio cuico y a la universidad, pero tengo conciencia de mi privilegio y creo que, por lo mismo, tenemos una responsabilidad sobre el resto. Responsabilidad social. Algunos la tienen, otros no. Tenemos que preocuparnos por la gente que no ha tenido las mismas oportunidades.

—¿Tu trabajo lo sientes como un aporte?

—Yo esto lo hago por necesidad. Por salud mental. Y ahora por plata también, por suerte. Yo solo estoy tratando de hacer un buen libro. Si la gente conecta, se volverá útil.

LEER MÁS