Nosotros les llamamos cerros isla, pero no queremos que sean islas, sino que sean parte de un sistema mayor integrado; como un mosaico ecológico”.

Cuando las comunidades no generan cercanía con los cerros comienzan a mirarlo con temor. Si aislamos los cerros, hay más posibilidades de que se generen actividades ilícitas”.

Si se pudiera construir un parque en el 20% de la superficie del Cerro Chena, San Bernardo tendría estándares de áreas verdes —por habitante— propios del sector oriente de Santiago. Si se reconvirtiera completamente, la comuna llegaría a los 20 m2 por persona, el mismo promedio que tiene Vitacura.

Habilitar los 26 cerros isla de la Región Metropolitana como parques urbanos, integrándolos a la ciudad, es la misión que se impuso la Fundación Cerros Isla. Con poco más de 10 años de funcionamiento, la institución ha venido desarrollando proyectos de investigación, diseño, trabajo comunitario y difusión en torno al tema.

La directora ejecutiva de la fundación, la arquitecta UC y máster en Arquitectura del Paisaje de la Universidad de Harvard, Catalina Picon, dice que la labor que despliegan “es súper importante en términos de cómo nosotros desarrollamos el valor que tienen los cerros isla para los ciudadanos y para la ciudad. Vemos actualmente que (los cerros) están en un grave descuido, muy desprotegidos y también algunos muy erosionados. Y eso viene también como desde la historia, si uno revisa para atrás, es un descuido histórico”.

Hoy la fundación está trabajando, por un lado, en la cuarta versión del «Día de los Cerros» (que el año pasado se desarrolló en octubre). También en el desarrollo de una plataforma digital (www.cerrosislas.cl) que busca orientar y facilitar el que las compensaciones por impactos ambientales se desarrollen en los cerros isla. “Nos dimos cuenta que este tipo de mecanismo no era sustentable en el largo plazo, se estaban perdiendo recursos. Entonces definimos tres lugares: los cerros de Renca, el Cerro La Cantera (San Bernardo), y el Cerro del Medio (Lo Barnechea), donde desarrollamos un plan maestro donde la idea es ir canalizando compensaciones que una primera etapa solamente son relativas al MP10 (Material Particulado Respirable). En una segunda etapa la idea es poder incorporar otras en torno a la tala de bosque nativo, por ejemplo. La idea es que nosotros funcionemos como garante de que se ejecuten bien”.

“Que los cerros se vuelvan una especie de esponja”

—Ustedes también están trabajando con propietarios de algunos cerros. ¿Cómo ha sido esa experiencia? En principio uno pensaría que esos paños generan más interés por su valor inmobiliario, pienso en las laderas del Cerro Lo Aguirre que están totalmente urbanizadas.

—Nosotros hemos venido trabajando en el Cerro La Cantera, que es de propiedad de la inmobiliaria Hasbún y Karmy. Hemos hecho todas las gestiones para que ellos logren transformar ese espacio en una especie de ‘cerro escuela', donde se generen actividades de educación ambiental, entre otras cosas. Estamos desarrollando un proyecto de infraestructura de recambio de vegetación, porque la que existe actualmente —eucaliptos principalmente—, que fueron plantados hace unos treinta años, están en mal estado generando un peligro para las personas que suben el cerro.

—Cerca del 80% de los terrenos donde se encuentran los cerros islas en Santiago son de propiedad privada, unas 5.500 hectáreas. ¿Los dueños han entendido la importancia urbana de los lugares que tienen?

—A ver, si tú me dices que recuerde cómo eran las cosas cuando empezamos hace 10 años, sí ha existido un cambio de switch. O sea, cuando partimos hicimos un primer catastro de todos los cerros isla y hubo municipios que ni siquiera sabían que tenían uno. El propietario del Cerro La Cantera dijo, “ok, yo quiero abrirlo”, y armó una fundación porque es muy difícil canalizar recursos a un cerro de propiedad privada. Entonces ha sido un tema ver las maneras de generar recursos.

—Uno de los temas que los urbanistas han planteado continuamente es la mala conservación de los cerros en Santiago, muchas veces utilizados como terrenos para pastoreo, canteras y hasta circuitos para motos.

—Claro, entonces es súper importante ponerlos en valor tanto en términos ecológicos como sociales. Desde el punto de vista de su servicio ecosistémico, si los cerros están en buen estado puede ayudarnos a que las lluvias puedan ser absorbidas evitando que caigan rápidamente generando inundaciones. También sirven para rellenar los acuíferos; por ejemplo, la Laguna de Aculeo se vació precisamente porque no había agua subterránea. Eso es lo que tenemos que tratar de hacer, que los cerros se vuelvan una especie de esponja.

—¿Cómo has visto la transformación de los cerros en parques urbanos?, ¿esa estrategia ha ido avanzando? Hay a lo menos tres proyectos dando vueltas: los cerros Calán, Chena y Renca.

—Sí, se ha ido avanzando. En esos tres cerros que son de propiedad pública, hay proyectos que las autoridades han impulsado. En el caso del Cerro Chena, durante la gestión del intendente Claudio Orrego en el segundo gobierno de Bachelet, hubo un concurso que nosotros asesoramos para convertirlo en un parque metropolitano. Por a, b o c motivo, estallido social, pandemia, entiendo que la constructora que iba a ejecutar las obras quebró; pero el proyecto ya está listo y hoy se está activando. Ya se ingresó la licitación, que ya está adjudicada y que se está terminando de revisar. Ahí mismo hay un proyecto que está impulsando el Gobierno Regional, la iniciativa «Maipo Resiliente», donde se están instalando sistemas de infiltración con la idea de empezar a absorber aguas del mismo cerro, para evitar su erosión. En el caso del Cerro Renca se está desarrollando un plan maestro para su renovación. En el Cerro Calán, en la gestión del alcalde Lavín, nosotros desarrollamos las bases de una licitación de un concurso público para construir un parque natural urbano. Esas obras continúan.

—Una cosa son los recursos, pero otra y no menor es la relación entre los ciudadanos y los dueños de estas áreas, donde se generan no pocos conflictos. Hace un par de años el exfutbolista Mark González se involucró en una pelea con unos cuidadores de un cerro en Lo Barnechea mientras hacía trekking.

—En algún momento se empezó a decir “abran los cerros, los cerros son de todos”, pero a ver, todos los terrenos son de alguien. Nosotros hicimos una investigación donde concluíamos que el sendero es una pieza muy mínima, pero que te podía ayudar tanto a generar accesibilidad a un área natural, pero también limitarla. Es decir, genero un acceso y cuido. Esto ayuda a facilitar la gestión de los terrenos privados, como pasa en Inglaterra donde tienen el freedom to roam (libertad para deambular), donde los usuarios se responsabilizan en términos de llevarse su basura, pero también de no salirse de la huella del camino. Nosotros visitamos unos senderos en Boston, donde a la entrada uno ve carteles en el que aparecen las reglas de uso del lugar: no acercarse a cierta distancia si ves una casa, no arrancar plantas, no llevar perros, entre otras cosas. En el fondo, si ya que se pide a los propietarios abrir estos terrenos, también uno como usuario debiese tener ciertas reglas de uso.

“Las montañas son la postal de Chile”

—Claro y ahí entramos en el tema del uso de los espacios públicos, la cierta irresponsabilidad de la gente que va a los cerros. No es infrecuente, por ejemplo, saber de personas perdidas en el cerro Manquehue, un lugar tampoco tan complejo.

—Yo creo que falta educación. A pesar de que vivimos en un territorio montañoso, le damos la espalda a la montaña, le damos la espalda a los cerros en vez de mirarlos como nuestro patio, como un respiro. Cuando tú vas a Europa, te planificas para visitar todo el patrimonio cultural que existe allá. Cuando tú vienes a Chile, el patrimonio que tenemos y que es reconocido a nivel mundial, es nuestra naturaleza. Entonces, las montañas son la postal de Chile y nosotros deberíamos aprender a valorarlo. Nuestra pega ha sido visibilizar todo esto y creo que hemos llegado a un gran público, pero nos falta. Mira, después de la pandemia, yo iba al cerro Manquehue y era como el Paseo Ahumada, algo nunca visto. Y, lamentablemente, ahí observé que no había conciencia de las responsabilidades del usuario en las áreas naturales, o sea el aumento de la erosión, la basura, mascarillas, entre muchas otras cosas, fue impresionante.

—¿Hay cierta complejidad en este tipo de cerros, no? Son un ambiente urbano abierto a la ciudadanía, pero también un área de protección de la naturaleza; digo no es llegar y construir un sendero.

—Sí, son terrenos complejos. Yo creo que todavía no se valoran tanto y eso está relacionado con que somos un país subdesarrollado y finalmente, hay muchas personas que todavía no tienen techo. Entonces, gran parte de los recursos se van más a hacer viviendas que a construir parques. Por suerte, el Consejo Nacional de Desarrollo Urbano ya los tiene incorporados a su ámbito de acción. Nosotros les llamamos cerros isla, pero no queremos que sean islas, sino que sean parte de un sistema mayor integrado; como un mosaico ecológico, que estén integrados a los ríos, a los canales, a los parques, a la cordillera. O sea, si tú dejas a un cerro isla realmente como una isla, que es lo que está pasando ahora, cortas todos los diferentes flujos que pasan, ya sea de flora, de fauna, entre otras cosas. Y eso limita como el desarrollo de biodiversidad.

—¿Cómo es la gestión de este tipo de proyectos desde el punto de vista de la participación comunitaria? Uno tiene la sensación, desde la distancia por cierto, que quizás las prioridades de un vecino de Renca o San Bernardo estén puestas en otras cosas más urgentes que en recuperar cerros.

—Nos hemos sorprendido muchísimo porque, de hecho, hay muchas comunidades de base que ya están haciendo cosas. Muchas de las actividades que se desarrollan para el Día de los Cerros, las hacen los vecinos porque ellos están súper camiseteados con proteger el cerro, generar educación, cuidarlo, protegerlo. Eso nos ha sorprendido para bien. Cuando las comunidades no generan cercanía con los cerros comienzan a mirarlo con temor. Si aislamos los cerros, hay más posibilidades de que se generen actividades ilícitas. Desde esa perspectiva es mucho mejor que el cerro se ocupe, un poco como lo que pasó en Medellín, Colombia, donde hubo toda una planificación para integrar esos lugares al espacio urbano, es decir que se ocuparan, que hubiera más luz, erradicar la inseguridad, etc. Ellos se dieron cuenta del potencial que tenía y generaron infraestructura en torno a sus cerros.

—¿Cómo has visto la recuperación urbana del centro de Santiago después del estallido y la pandemia?

—Pucha, súper lenta, a mí me da pena. Teníamos como el medio patrimonio ahí. Mira, el año pasado invitamos a un profesor de Harvard que es biólogo a dar una charla y a mostrarle los casos de los cerros isla en Santiago. Fuimos a comer a un restaurante en Lastarria y en algún momento nos dijo, “ok, podríamos irnos caminando”. Mi reacción, con muchas dudas, fue “ya, bueno”. Caminamos por la Alameda desde la Plaza Italia y te juro que era como un descampado, él estaba impresionado y yo trataba de explicarle un poco lo que había pasado; pero él vio como estaban las cosas, una ciudad como muerta, totalmente llena de grafitis, nada de lo que fue en su minuto. Ahí me dijo “no comprendía, pero ahora entiendo lo que me tratabas de decir, ya tomémonos un taxi”. Pero bueno, de a poco se están haciendo cosas y esperemos que siga eso. También los mismos ciudadanos tienen que darse cuenta de que tenemos una ciudad preciosa, lugares históricos y zonas con mucho potencial patrimonial.

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