Supe que hoy cumple 79 años, felicidades ¿Tuvo algún regalo especial?

—Sí, recibí un sillón para la oficina de mi señora con quien me casé hace 56 años. Ella sabe que este es mi trabajo y mi hobby.

—Pensé que le podían haber llegado unas colleras; usted siempre las usa.

—Hace varios años dejé las colleras. Ahora me pongo mucho estas corbatas tejidas azules. Me sale fácil, me ordena y me veo arregladito. También siempre uso estas camisas bordadas con mis iniciales. La tradición para mí es muy importante.

En su elegante y amplia oficina del barrio El Golf, Herman Chadwick Piñera ofrece asiento. “Donde usted quiera”, dice amable. El abogado de la UC, empresario y socio principal del estudio Chadwick y Raymond, casado, cuatro hijos y trece nietos, habla rápido y responde con frases cortas. Hermano del exministro del Interior Andrés Chadwick y primo del fallecido expresidente Sebastián Piñera, hace unos días anunció que dejaba la presidencia del directorio del grupo eléctrico italiano Enel, cargo que ocupaba desde 2016. “Los italianos me dijeron que querían renovar la presidencia de Enel en Chile, y yo estuve de acuerdo. Conversé con ellos hace tres meses y no fue ninguna sorpresa”.

Añade: “En mi período se hizo toda la transferencia de las energías tradicionales o contaminantes a las renovables. Sacamos las plantas de carbón y pusimos plantas solares, de viento y geotérmicas. Fue un cambio brutal”.

—¿Enel le dio alguna preocupación más cotidiana?

—Viví algunas situaciones anecdóticas. Imagínate que a las doce de la noche me llamaba gente conocida porque le habían cortado la luz. ¡No podía creerlo! Yo les decía, “¿qué quieres que haga?” Además, creer que el presidente de una empresa maneja la palanca para dar la luz, es ridículo. (ríe).

Expresidente del Consejo Nacional de Televisión (CNTV), nombrado por el Presidente Piñera en 2010, Chadwick también es conocido como uno de los hombres más influyentes en Chile. Militante de la UDI, sus contactos a nivel político y empresarial son transversales. Ha sido vicepresidente de Intervial, director de Viña Santa Carolina y consejero del Centro de Arbitraje y Mediación de la Cámara de Comercio de Santiago (CAM). Además, es director de Inversiones Aguas Metropolitanas, de la Sofofa y del Club 50, entre otras responsabilidades.

—Sabida es su amistad con el expresidente Lagos. Hace poco dejó la vida pública.

—Nos conocimos en el programa «Improvisando» de radio Nacional. Ha sido un gran amigo; lo quiero mucho y tengo que ir a verlo. Él siempre me decía: “Tú tienes una mirada de 360 grados”. Porque, según él, podía moverme objetivamente, desde la izquierda a la derecha, o desde el liberalismo al conservadurismo.

Cuenta que con Lagos “se entendió muy bien” durante los diez años que estuvo como presidente de la Asociación de Concesionarios de Obras de Infraestructura Pública (Copsa). “Trabajé por las concesiones en el tiempo en que Lagos fue ministro de Obras Públicas y luego Presidente de Chile. Logramos muchas cosas juntos en la unión público-privada”.

“Yo creía que Sebastián iba a ser Presidente otra vez”

El padre de Chadwick Piñera, Herman Chadwick Valdés, fue nombrado por el régimen militar como conservador de Bienes Raíces de Santiago en 1977, cargo donde estuvo por 20 años. “Mi papá era muy bueno para los negocios, hizo muchas cosas, hasta construyó edificios. Nos dejó una situación económica bastante estable”, dice el mayor de ocho hermanos (seis mujeres, dos hombres).

Los Chadwick Piñera vivían en una casa estilo francés en la calle Presidente Errázuriz 3642, pero pasaban harto tiempo donde sus primos Piñera Echenique. “Éramos como hermanos y vivíamos muy cerca”. Y recuerda cuando su tío José, padre del expresidente Piñera, regresó a Santiago tras vivir en Nueva York como funcionario de la Corfo. “Sebastián llegó a Chile de cinco años pestañando mucho. La tía Picha, su mamá, estaba preocupada por eso; creía que era porque había visto mucha televisión en Estados Unidos”, ríe.

—Se ha catalogado a su familia, los Chadwick Piñera, de clase alta, de tradición inglesa.

—No sé si es clase alta. Es una familia bien constituida. Mi papá era más conservador, de centro derecha. Mi mamá, era muy falangista y progresista. Por lo tanto, más que clase alta o media, era una familia moderna y de muchos principios. De hecho, ninguno de los ocho hermanos es separado, somos todos de un solo matrimonio. Nos criamos totalmente libres. Por eso entre mis hermanos, tenemos un poco de todo y somos igual de amigos. La María Teresa, está casada con José Antonio Viera-Gallo, que es socialista, Andrés y yo somos de la UDI y mis hermanas son demócratascristianas.

Y agrega: “Mi hermano Andrés fue gremialista y yo no. Yo creo que, en ese sentido, tuve una vida universitaria más libre y progresista”.

—¿Qué sacó del lado Piñera?

—Los Piñeras son inteligentes, habilosos, progresistas y actuales. Por eso quizás yo he tenido mucha inquietud política.

—¿Y qué tenía en común con su primo Sebastián?

—Piensa tú que fui su padrino de Confirmación. Por eso siempre lo molesté mucho con que yo tenía que cuidarlo. Y aunque siempre fuimos bien unidos, yo te diría que hace unos 30 años éramos muy compinches. Los últimos años lo vi menos por sus inquietudes. Él quería tener amigos a los que les gustaba andar en helicópteros, subir cerros, y yo soy más tranquilo. Aunque, según mi señora, los dos teníamos en común el gusto por el peligro.

—¿En qué sentido?

—En cuanto a los desafíos. A mí tampoco me gusta quedarme atrás.

—Usted dijo que él no era muy expresivo.

—Sí, pero conmigo siempre tuvo cariños especiales. Cuando me dio un derrame cerebral hace ocho años, estuve bien mal, internado tres semanas. Imagínate que Sebastián, siendo Presidente, aparecía a verme por los rincones de la clínica donde no se podía entrar. Además, todo su cariño lo continuó con mi hija María Irene, que fue directora de Programación de La Moneda en su primer gobierno.

—¿Cómo tomó su muerte?

—Fue muy triste, penoso. Pensaba que Sebastián tenía mucho que hacer todavía por su familia y por Chile. Yo creía que Sebastián iba a ser Presidente otra vez.

—¿Lo planteó en el último tiempo?

—No, pero cuando se tocaba el tema sonreía. Yo creo que si él hubiera visto que tenía la posibilidad de ganar la próxima elección, habría ido. Pero si hubiera sabido que iba a perder, no habría arriesgado su nombre. Había vuelto a la escena pública como nunca y estaba recuperando su popularidad. A Sebastián el mundo privado nunca logró satisfacerlo. Siempre tuvo una gran inquietud pública, por algo fue Presidente dos veces.

“No sé lo que es estar desocupado”

En su oficina, rodeada de muebles clásicos, dos imponentes cuadros de Roberto Matta resaltan a primera vista. Además, hay decenas de fotos familiares y con figuras como la Madre Teresa de Calcuta, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y su primo Sebastián Piñera. “Esta oficina es como el living de una casa. Mi señora tiene mucho gusto. A los dos nos gusta mucho tener bonitos los espacios donde nos desenvolvemos, como las casas que tenemos”, comenta.

Una de sus propiedades es la antigua parcela familiar de San Damián, en Las Condes, cuya parte le compró a su hermano Andrés cuando su madre murió hace quince años (en 2010 fue avaluada en unos US$8 millones). “Es el punto de encuentro con los hijos y nietos. Los Piñera han ido mucho. Siempre hacemos un par de eventos al año en el jardín. Ahora tengo que ver qué hacer con ella, porque no puede seguir siendo parcela”, dice.

—Se habla de usted como uno de los hombres más conectados de Chile. ¿Ha sentido el poder de cerca?

—Influyente puedo ser en algunas materias, pero no sé lo que es ser poderoso. Si es que tienes algo de poder, hay que cuidarlo mucho, porque el que se ejerce permanentemente molesta mucho. En cambio, el que se practica de repente, para rectificar algo que uno ve mal es necesario.

—Dijo hace poco en «La Tercera» que, ahora que no está en Enel, se dedicará a ordenar su sucesión.

—Es un tema en el que estoy trabajando. Pero yo quiero seguir ejerciendo en mi estudio de abogados. Trabajo desde los 17 años, no sé lo que es estar desocupado. Y mi sucesión no es tan grande, es la normal de una persona que ha trabajado toda su vida. Lo que sí me dice mi experiencia como abogado es que debes dejar las cosas muy ordenadas para evitar que cualquiera en la familia piense que hay alguna desigualdad. Estoy trabajando en cómo dejar a mis cuatro hijos y a mi mujer muy protegidos. También una de las cosas que quisiera ver es la producción en un campo que tengo en Tierra Blanca, cerca de Catapilco. Tiene como 200 hectáreas y una casa bien simpática. Tengo hartas cosas, pero nunca tuve mucho tiempo para dedicarme a ellas.

—¿Y le cerró las puertas a lo público? Fue alcalde de Providencia, candidato a senador por la Cuarta Región donde perdió por poco y concejal por Santiago.

—Fui alcalde de Providencia dos años (1981-1982) y lo pasé muy bien. Yo trabajaba en el sector privado y estaba en Londres con mi señora cuando me llamó el general Carol Urzúa, entonces intendente de Santiago, para proponerme el cargo. Dije que sí y terminé el viaje un poco antes para instalarme en la alcaldía. Fue un desafío fantástico, pero me tuve que retirar antes para volver al mundo privado, porque tenían mis cosas botadas.

“Si hubiera optado por algo, pero ya estoy viejo para eso, habría sido por algún municipio. Hoy es un cargo muy cuestionado, hay que pensar que el rol de alcalde es muy delicado, porque se administran muchas platas, ahí está el centro del poder más que en el Congreso”.

—En una entrevista del año 2004 en «La Nación», defendió el legado del gobierno de Pinochet. ¿Sigue con esa postura?

—Tengo la opinión de que su gobierno hizo muchas cosas por el bien de Chile. Implantó un sistema económico nuevo, luchó bastante por la pobreza y ordenó el país. Pero evidentemente una vara muy difícil de pasar fueron los derechos humanos. Yo escribí mucho en ese tiempo, en columnas en «La Segunda», contra el exilio. Y si bien participé del gobierno de Pinochet, creo que critiqué débilmente el tema de los derechos humanos.

—Dijo esa vez que esperaba que Pinochet no supiera de esos atropellos y sostuvo: “Quiero creerle al general Pinochet”.

—Uno va cambiando de opinión, hoy creo que él sabía. Es una lástima, porque no era tan difícil haberse preocupado más de los derechos humanos; haber evitado muchas cosas que estuvieron de más.

—¿Con su primo Sebastián tuvo diferencias en este tema?

—Él me decía: “No los defiendas tanto”, solo eso.

—¿Y cómo ve el momento que vive Chile, al gobierno de Boric?

—Estamos en un momento regularcito, no hay que decir malo. Puede haber temblores políticos, pero terremotos políticos no hay. Puede que uno no esté de acuerdo, pero a nadie le puede caer mal Boric. Representa muy bien lo que es su movimiento político y lo que es el Gobierno actual. No creo que se le pueda pedir más de lo que está dando, porque está muy incómodo. Él quiere sacar el país adelante y hay que ayudarlo.

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