“Mido 1.76 en un país donde la estatura promedio de la mujer es 1.59 y siempre me sentí ocupando más espacio del que debería”.

Así explica la psicóloga, doctora en sociología y académica del departamento de Sociología de la U. Andrés Bello, Alejandra Energici, su interés por el estudio del cuerpo y la apariencia. Su propia experiencia fue clave cuando su estatura y su pelo crespo llenaban el lugar al que llegaba. Cree que el no cumplir con los estándares clásicos la incentivó a ahondar, desde el mundo académico, la forma en que las sociedades abordan estos temas.

El curriculum de Energici no es menor en un tema que muchas veces parece superficial. La experta ha dirigido diversas investigaciones sobre cuerpo y gordura. Actualmente, es la investigadora responsable del proyecto Fondecyt “Cuerpo, gordura y diseño: entramados materiales discursivos de la discriminación del cuerpo gordo”. También es miembro de la International Society for Theoretical Psychology y recientemente fue reconocida por la International Society of Critical Health Psychology con el «Emerging Research Award» 2023.

Esta conversación trata un tema tan común —en un país donde la obesidad alcanza a casi la mitad de la población— como delicado: la gordofobia. Hay frases fuertes, realidades dolorosas y un asunto del que nadie o muy pocos quieren hablar. “Yo no he vivido mucho afuera, pero uno se da cuenta que en Chile el ser ‘inescondible' por tus características físicas es particularmente incómodo” comenta al iniciar esta entrevista.

“Acá la estética es muy estricta”

—En un artículo académico en el que participaste se dice que “los estudios sobre gordura han sido escasos en el mundo de habla hispana”. ¿Cómo abordamos el tema de la gordura en nuestro país?

—Chile se un país muy estricto respecto a qué es ser gordo. Cuando partí estudiando el tema encontré los “fat studies” (estudios sociales críticos sobre gordura) que particularmente cuentan con datos de Estados Unidos, Australia e Inglaterra y me di cuenta de que cuando ellos hablan de “fat” piensan en otro tamaño de cuerpo. Hace unas semanas hicimos un estudio en el sur en el que necesitábamos entrevistar a personas gordas, y cuando llegaron, lo primero que pensé fue: “está malo el reclutamiento, estas mujeres no son gordas”. Pero toda su experiencia sí ha estado basada en ser consideradas gordas en Chile, porque finalmente la gordura es un tema social y la obesidad es un tema médico.

—¿Cómo es esa experiencia de una mujer considerada gorda en Chile?

—Es la de una mujer tremendamente rechazada y violentada, lo que nos permite concluir que en este país ser considerado gordo cuesta muy poco. Si tu dijeras en Estados Unidos que una de esas mujeres que asistieron al estudio son gordas, te mirarían con cara de ¿en qué parte de la cabeza te pegaste? Acá la estética es muy estricta y la tendencia a la homogeneidad es muy alta. En Chile no nos gusta resaltar, verse bien es como “no verse”, no nos gusta que se note que nos arreglamos o que nos maquillamos por ejemplo. Por eso es muy interesante estudiar casos que escapan de la norma como la gordura, la vejez o la discapacidad, pero que finalmente te muestran la norma. Mi tema de interés no es la gordura propiamente tal, me importa mucho obviamente, pero me interesa ante todo lo que nuestra mirada de la gordura nos dice de la sociedad que somos. Entonces, si en nuestro país el “no verse” es “verse bien”, un cuerpo gordo está en un gran problema porque por defecto no puedes pasar desapercibido.

—¿Cómo evalúa nuestra sociedad la apariencia?

—Hemos estado estudiando el cómo se hace ropa para personas gordas en nuestro país y finalmente terminamos estudiando cómo se hace ropa en general. Una de las mujeres que entrevistamos trabajaba en el retail y elegía la ropa para Chile, Argentina, Perú y Colombia. Ella nos relataba que para nuestro país siempre tenía que elegir negro, blanco, gris o animal print. El animal print se usa mucho acá, algo que nos llamó mucho la atención, porque tiene que ver con esa metáfora del camuflaje. Somos una cultura tremendamente homogeneizante; ¿con qué tiene que ver? Ahí estamos tratando de dilucidarlo. Lo que sí tenemos claro es que hay una cosa muy violenta cuando uno no cumple esa norma de vernos todos igual.

Y agrega: “En Chile hablamos mucho de ‘atreverse' y está muy en boga decir que ‘la gente no se atreve', eso tiene un relato tan épico como agobiante, ¿por qué te tendrías que atrever?, ¿atreverte a qué?, ¿a verte distinta? Y claro, hacerlo en una cultura como la nuestra conlleva un riesgo de violencia social, que muchas veces no es una violencia explícita, pero es violencia al fin”.

—Siempre asociamos la gordura, no la obesidad, con un problema mayormente femenino. Las mujeres lo hablan más y nuestra tendencia es a relacionarla con un problema de las mujeres; ¿compartes esa idea?

—No tengo claro que sea un tema femenino. Pienso que hay un asunto de medición, porque cuando se busca la evidencia lo que primero que aparece es el tema de la gordura en las mujeres, por lo que hay un sesgo académico importante. Socialmente también está feminizado, porque cuando se instala la discusión la gente de inmediato habla de “gordas”. Eso no implica que la gordura no sea un tema en los hombres, quizás ellos no lo han hablan porque cuentan con menos redes afectivas que nosotras.

—Pero una mujer gorda lo vive distinto que un hombre. Según un estudio del 2012 de la socióloga Abigail Saguy, “la mujer gorda es más proclive a ser verbalmente agredida y físicamente amenazada e intimidada”.

—Totalmente. Si ninguna duda son fenómenos distintos. Por ejemplo, un hombre sí se puede deshacer de su condición de gordo, en el sentido que socialmente se le puede perdonar. Te voy a dar un ejemplo muy burdo, pero a un hombre en un auto carísimo, que usa un Rolex y que se viste con marcas de lujo le podemos disculpar que sea gordo; igual va a encontrar pareja o lo van a considerar atractivo. En cambio, en una mujer da lo mismo si tienes plata o una gran carrera, siempre serás “la gorda con plata” o “la gorda exitosa”. Súmale que en la tradición histórica todas las cuestiones de apariencia se piensan como un asunto femenino y eso opera como un foco de violencia a todas luces.

“La gordura produce un rechazo que es muy visceral”

—No se puede negar que la obesidad es un problema en el país. Según un reciente estudio de «The Lancet» Chile es el segundo país de Latinoamérica donde más aumentó la obesidad en los últimos 30 años.

—Me ha costado mucho sacar la discusión de la obesidad, de hecho, hay mucha gente que me dice “estás promoviendo la obesidad”. Al hablar de “cuerpo gordo” desde la sociología, el debate de inmediato se va hacia la obesidad. Mi tema de estudio es lo que nos provoca esta materia, porque la gordura produce un rechazo que es muy visceral y eso siempre me ha impactado mucho. Hay un estudio australiano en la que los hombres declaran que encuentran a las mujeres gordas “asquerosas”, es muy fuerte. El asunto de la obesidad es tremendamente complejo y ahí no me atrevería a pronunciarme, tiene muchas variables de autocuidado y ante todo socioeconómicas. Lo que sí es claro es que la discriminación a la gordura, irónicamente, produce más obesidad.

—¿Cuáles son las razones?

—Las personas gordas evitan una serie de prácticas porque se las discrimina. La que está muy documentada es la consulta médica, una de las instancias relatadas como de las más violentas. Una mujer va al oculista y le dicen que está gorda, entonces evade cualquier visita al doctor; porque, además, está súper demostrado que el personal de la salud es muy maltratador en esta materia. También evitan la actividad física porque es un foco de violencia. Hay un relato de un estudio que hicimos en el que una mujer está haciendo ejercicio en las máquinas de una plaza y la gente le gritaba garabatos muy ofensivos. Entonces ¿qué ocurre? Obviamente que te automarginas de todas esas situaciones que promueven una vida más sana o de autocuidado. Finalmente, son experiencias muy traumáticas, sabes que todo el mundo está mirándote. Te terminas aislando para protegerte y es un círculo vicioso: ¿cómo no se va a deprimir alguien que tiene que encerrarse en su casa para sentirse seguro?

—Hay estudios dramáticos, como uno que se realizó en 2010 con estudiantes universitarios norteamericanos, en el que se mostró que los sujetos prefieren como pareja a una cocainómana o alguien con antecedentes de enfermedades de transmisión sexual antes que a una gorda.

—Es muy fuerte y si revisamos las entrevistas que hemos realizado hay algo que aparece muchísimo en los relatos de mujeres gordas: el consejo que sus familias les dieron desde niñas que si seguían siendo gordas se iban a quedar solas. Eso ha sido tremendamente doloroso porque viene de sus vínculos afectivos de manera explícita y muchas veces desde la genuina preocupación.

—Es una encrucijada difícil, porque ninguna familia quiere que discriminen a sus hijas, pero es una realidad que vemos a diario.

—Cuando hablamos de este tema tenemos que abordarlo como un problema de apariencia y dejar de tratarlo como un problema de salud. Nosotros somos con nuestra apariencia, no nos podemos deshacer de ella. Parte del trabajo que estoy haciendo es levantar el tema de la apariencia como un problema académico y dejar de mirarlo como contenido de una revista de papel cuché; nuestra apariencia es tremendamente determinante en cómo nos tratan los demás. Debemos poner el asunto de la apariencia en la mesa, problematizarlo y dejar de considerarlo como algo frívolo, porque claramente no lo es. Si me preguntas ¿cuál es el problema de la gordura en nuestra sociedad? La respuesta es que es poco atractiva; entonces hablémoslo como un problema de atractivo, no como un problema de salud. Sólo basta pensar en ¿cuánta gente se inscribe en el gimnasio en septiembre porque tiene el colesterol alto y cuánta lo hace porque viene el verano? Es un tema del que nadie quiere hablar porque no dejamos que la gente diga que “se siente fea” y ojo que no es una percepción psicológica, la sociedad realmente te trata como si lo fueras.

—Hoy el movimiento «bodypositive» tiene mucha presencia en las redes sociales y cada día hay más influencers promoviendo una causa que genera mucha sintonía. ¿Qué opinas al respecto?

—No critico en ningún caso a los grupos que han instalado el «bodypositive» en Chile, han hecho un excelente trabajo, no obstante, sí me parece que es un movimiento que fue cooptado por la publicidad. Cuando se trivializa se empiezan a instalar frases como “quiérete a ti misma” y eso individualiza un problema que es social, por lo que le pones otra capa de complejidad a quienes han vivido siendo rechazadas. Muchas veces las mujeres gordas son juzgadas por confesar que no se sienten bien en su cuerpo. Entonces, les estamos exigiendo mucho, porque ¿cómo le pides a alguien que ame aquello que la hace vulnerable?, ¿o que quiera algo que la ha hecho sujeto de agresión? Me parece tremendamente violento, pero insisto, mi crítica no es a los grupos que han instalado el tema, sino a quienes trivializan la discusión.

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