PUERTAS ABIERTAS DE LAGOS

Comenzando el siglo, inició su gobierno Ricardo Lagos. Abrió las puertas de La Moneda y así como no escabullía el contacto casual con quienes pasaban, tampoco lo hizo con la prensa. Era de encuentros diarios con los reporteros y de hacer vocerías semanales.

Gustaba de juntas en off the record o de darse una vuelta por La Copucha. En los viajes internacionales a veces se subía a alguna van en que se movilizaba la prensa.

Gustaba de compartir sus anécdotas, sin olvidar nunca los apellidos de los reporteros y dándoles siempre un trato formal.

Siempre respondía consultas, incluso a veces volvía al micrófono cuando escuchaba lamentos.

Vivió dos momentos complejos: en una de sus actividades solo fueron invitados un canal y una radio. Las críticas saltaron y echó pie atrás.

El desaguisado más importante lo vivió con TVN. Apareció afirmando que podría romper relaciones con el Vaticano, si el cardenal Jorge Medina seguía interviniendo en política. Su equipo llamó al canal, alegando que la conversación fue en off y la emisora luego actuó en consecuencia. La oposición acusó “intervención”.

LA COMPLICIDAD DE BACHELET

Con Bachelet el estilo cambió, no tanto en su primer mandato como en su segundo, donde se hizo conocida por sus silencios, que marcaron su estrategia para enfrentar el caso Caval. Igual que Lagos, era de aprenderse los nombres de los periodistas y dónde trabajaban, aunque con un trato más cómplice. Ella se acercaba a la prensa y su equipo la alejaba.

También usaba mucho el off y en esas ocasiones no solo entregaba y recibía información, sino también preguntaba por la vida personal. Un periodista recuerda que surgieron “grupies” y así como había “bachemelenas” en política (seguidoras), también las había en los medios.

La cercanía llegó a tal punto que hubo “carretes”, como en Punta Arenas, donde viajó a despedir una expedición a la Antártica. En la noche un grupo de periodistas fue a un bar en la Plaza de Armas. Bachelet ya estaba allá y siguieron disfrutando todos.

LOS DICTADOS

DE PIÑERA

Sebastián Piñera no olvidaba una cara y tampoco un enojo. En su primera campaña (2006) pidió cambiar a un periodista de un medio, porque no le gustaron sus infidencias. Pero sí era de puertas abiertas.

Eso no se manifestaba solo en sus off o cuando se acercaba a algún reportero a pedir un cigarro, sino también con su equipo: ciertos tipos de trascendidos estaban permitidos si tenían algún fin estratégico o si permitían adelantarse a una publicación.

Gustaba ir a la parte de atrás del avión presidencial, a conversar con la prensa y era de bromas, no siempre comprendidas.

Hubo momentos de silencio mediático, como para el estallido social, pero eran más bien excepcionales y sus apariciones eran ritualmente definidas una vez a la semana, en un gran comedor.

Entrevistarlo no era cosa fácil: tenía la costumbre de intentar dictar a los periodistas de prensa escrita y hasta solicitaba corregir lo que había dicho.

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