El blanco y la luz son los protagonistas en la oficina de Gonzalo Mardones Viviani (68) ubicada en el cuarto y quinto piso de un edificio proyectado por él mismo en la calle Las Nieves (Vitacura). Solo las decenas de fotos de su mujer, sus cinco hijos y sus nietos, emergen como elementos coloridos. “Aquí paso trabajando desde las ocho de la mañana hasta casi las nueve de la noche”, cuenta.

Este año el arquitecto cumple cuatro décadas de carrera. Egresado de la Universidad Católica, ha proyectado más de un millón de metros cuadrados en Chile, Estados Unidos y Europa. En su bitácora figuran parques, viviendas, edificios de servicios públicos, teatros, memoriales, museos, oficinas, embajadas, iglesias y centros cívicos. El mausoleo del Presidente Aylwin en el Cementerio General, el colegio Nido de Águilas, la Municipalidad de Lo Barnechea, la embajada de Chile en Berlín, el Museo de Carabineros, y el Museo Interactivo Mirador (MIM), figuran entre algunas de sus obras. “Transpiro arquitectura, lo paso muy bien con lo que hago”, comenta.

El nombre de Mardones, polero desde su época universitaria, sigue siendo tendencia: premiado en bienales nacionales e internacionales, hace cinco años abrió oficinas en España y Estados Unidos. Sus casas de líneas “absolutamente contemporáneas”, requeridas cada vez más por familias chilenas en Miami, están en barrios como Coconut, Grove, Coral Gables, Key Biscayne y Belle Mead. “Esta ciudad, que hasta hace pocos años acogía a personas mayores por sus servicios y su clima, hoy se está transformando en un lugar ideal para familias jóvenes”.

Actualmente el arquitecto está desarrollando un proyecto industrial (con oficinas incluidas) para la compañía chilena de cristales Dialum en Ave María, a 180 kilómetros de Miami.

—¿Qué les atrae a los chilenos que se están trasladando a Miami?

—El desafío arquitectónico de esta ciudad es resolver viviendas y edificios aislados en torno a parques y jardines. Muchas de ellas frente al agua y con resoluciones más amplias propias de las familias americanas. Tras la pandemia cientos de familias han llegado allí por sus condiciones de ciudad segura, buenos colegios, universidades, cultura y deportes.

“En la Alameda se cometió un error enorme”

Mardones Viviani, uno de los pocos chilenos en haber sido nombrado miembro de honor de la «American Institute of Architects» (2016), repasa la inesperada muerte de su padre, el reconocido arquitecto Gonzalo Mardones Restat. Y aunque reconoce que no suele hablar del tema, pausadamente relata el trágico accidente automovilístico, donde su progenitor y dos de sus hermanos menores (él es el tercero de siete) perdieron la vida hace 50 años.

El 30 de noviembre de 1974, el exalumno del Saint George's tenía 19 años y estaba finalizando su primer año en la escuela de arquitectura de la UC de Valparaíso. Tras haberlo visitado en Viña del Mar, su padre y hermanos regresaron desde la Quinta Región a Santiago. A la altura de Curacaví, el auto que manejaba Mardones Restat, de 45 años, fue impactado de frente por un bus. El choque provocó su muerte como la de sus hijos Cristóbal (15) y José Manuel (13). Catalina, de tres años y quién también iba con ellos, sobrevivió a la tragedia.

Mardones relata que su padre formó el Taller de Arquitectura y Urbanismo (TAU), una de las oficinas más importantes de los años 60. Dice que era reconocido como un activo urbanista, profesor y también defensor del patrimonio. Y con orgullo enumera alguna de sus obras más importantes: la Villa Olímpica, la Facultad de Agronomía de la U. de Chile, el Centro de Estudios Nucleares o la Remodelación Paicaví (Concepción).

“Como mi papá fue un arquitecto de domingo a domingo, lo acompañé a visitar muchas de sus obras. Me acuerdo que todo lo explicaba mediante sus croquis y dibujaba muy bien. Alcancé a trabajar en su taller doblando planos. Él probablemente fue también mi mejor amigo, la persona más cercana que tuve. Además, fue un gran deportista, escalafón en tenis, buen golfista y en bridge representó a Chile en varios sudamericanos”, cuenta.

—Me imagino que su padre estaría orgulloso de los logros que ha obtenido en la arquitectura.

—No lo sé. Yo creo que estaría feliz de que yo hubiese optado por la arquitectura. Un sueño mío hubiera sido poder trabajar con mi padre y haber aprendido más de él.

En medio de la conversación, se dirige a una estantería desde donde saca un texto de arquitectura chilena. “Mira, este libro lo escribió mi papá antes de morir, le preocupaba demasiado la ciudad. Él tuvo hace 50 años la visión de advertir en estas páginas el drama que sucedería en nuestras ciudades por el fenómeno de la ciudad extendida. Hoy tristemente comprobamos que la realidad de nuestras metrópolis es horrible y seguimos sin corregirlo. Hay más de mil campamentos en tomas ilegales y más de cien mil familias en estos lugares. Chile está viviendo una crisis que no había habido nunca, faltan más de un millón de casas; una cosa de locos”.

—¿Y qué se puede hacer?

—Mucho, pero se está haciendo poco o nada. Se debería, por ejemplo, volver a tratar de recuperar el concepto de metrópolis que tuvimos. Y eso es muy fácil. Santiago originalmente fue una ciudad maravillosa, europea, con proporciones perfectas, con densidad. Veredas con sol, sombras y árboles. Hoy no tiene árboles y tenemos una ciudad absolutamente descontrolada que nadie gobierna.

Y agrega: “En la Alameda se cometió un error enorme. En vez de crear grandes veredas y dejar una línea de árboles al medio, hicieron un gran parque al centro donde nadie puede caminar. Imagínate multiplicar por dos las veredas de la Alameda, entre La Moneda y la Estación Central, sacar ese parque perdido y hacer un boulevard con cuatro corridas de árboles a la manera de la avenida de los Campos Elíseos en París”.

—¿Cómo se podría recuperar el centro de Santiago, hay esperanza?

—Primero que todo con seguridad. Piensa lo que hizo Londres. Hace 20 años no podías entrar a Wembley, uno de los estadios más importantes del mundo, con los hinchas que hacían disturbios, los hooligans. Hoy ahí tienes hasta tiendas de Cartier con fachadas de cristal que nadie toca. Yo nunca he escuchado a un Presidente de Chile que hable y ponga el foco en la ciudad. Y es tan importante. Las buenas metrópolis disminuyen la pobreza y producen miles de millones de dólares. Los políticos y algunos economistas chilenos no entienden que la ciudad puede ser en términos de crecimiento más importante que el cobre. Lo hemos hecho mal; en cambio en los países cultos todo pasa por las ciudades. ¿Un buen ejemplo? Todas las ciudades de España han mejorado en las últimas décadas compitiendo entre ellas, porque su turismo de ciudad es muy potente.

—Pero acá estamos segregados entre barrios acomodados y sectores muy vulnerables.

—Es que no hay integración, porque no hay un proyecto de ciudad amarrado a buena arquitectura. Piensa en este absurdo: los más pobres, que trabajan en la zona donde están los más ricos, viven más lejos, en la periferia, y viajan más de dos horas a sus trabajos con costos familiares incalculables para el país.

—¿Al Presidente Boric le interesa el concepto de ciudad?

—Por lo que se ve hasta ahora, no lo creo. Pero el Presidente Boric podría salvarse y dejar un legado si liderara un cambio frente a la situación dramática de nuestras ciudades y territorios.

“Y otra cosa: frente a los tacos no hacer más carreteras urbanas. Lo que hay que priorizar es la vialidad pública y seguir con el Metro para potenciar el transporte público”.

—¿Si lo llamaran de este Gobierno para asesorarlos en este tema, aceptaría?

—Siempre he estado cercano a distintos gobiernos en lo que es ciudad. Quizás, un fracaso de los arquitectos es haber tratado de influir durante décadas y no lograrlo. Pero la gran mayoría de los políticos chilenos son muy básicos y no caen en la cuenta de la urgencia de este tema. Chile sobrepasó el millón de familias sin vivienda. Un drama que hoy viven más de cuatro millones de chilenos y el Ministerio de Vivienda no cae en la cuenta de que el sector construcción está prácticamente parado. Y que las razones de su deterioro son la falta de claridad en las ordenanzas, la tardanza de la permisología, la falta de claridad de los planes reguladores y de la cero visión de cómo deben crecer nuestras ciudades.

“Un Presidente que entienda que la ciudad puede ser maravillosa”

—Entre 2010 y 2014 asesoró al Presidente Piñera y al Ministerio de Vivienda en la redacción de la Política Nacional de Desarrollo Urbano. A diez años, ¿cómo evalúa este plan?

—No tiene ningún sentido seguir con eso. Fue una buena inspiración del Presidente Piñera que continuó la Presidenta Bachelet; ambas iniciativas, a mi juicio, con cero resultados. Lo que se requiere, y con urgencia, es un Presidente que entienda que la ciudad puede ser maravillosa con pocas pero buenas ideas. Sea de izquierda o de derecha, pero que no sea un Presidente inmediatista.

—¿Piñera hizo ciudad a corto plazo?

—Al Presidente le tocó el terremoto. Él lo que hizo muy bien fue la recuperación de la Sexta, Séptima y Octava regiones. Hizo un milagro y en un tiempo récord revivió tres ciudades. Piñera con varios arquitectos recorrimos estas regiones enteras que estaban en el suelo. Además, en esas zonas, incluyendo la Región Metropolitana, hicimos 50 iglesias; su finalidad fue levantar espacios temporales para los fieles, quienes no tenían dónde rezar y despedir a sus deudos.

—Junto con el Presidente Piñera estuvieron muy interesados en la construcción de estadios. ¿Cómo evalúa el nivel de estos recintos en el país?

—Con Piñera viajamos a Europa y aprendimos cómo se hacen los grandes estadios. Fuimos a ver conferencias en Londres en el estadio de Wembley. Pero en Chile no se ha hecho nada. La Fundación Futuro, que presidía Piñera, le regaló al gobierno de Michelle Bachelet 20 proyectos para hacer estadios de nueva generación a lo largo de todo Chile. Pero ni a la Presidenta ni a (Harold) Mayne-Nicholls, en ese entonces a cargo del fútbol, les interesó. En Chile seguimos haciendo estadios de fútbol que se ocupan cada quince días cuando deberían ser plazas que se usen las 24 horas los siete días de la semana.

—Y hablando de emergencias, en una columna en «La Tercera», en diciembre de 2022, usted escribió sobre “reconstruir los cerros de Viña del Mar”. ¿Qué se puede hacer en Valparaíso a dos meses de los incendios?

—Lo de Valparaíso es tan fácil como primero cortar el pasto, pero como nadie lo hace, llegan tres delincuentes, prenden tres fogatas al mismo tiempo y 800 familias se quedan en la precariedad máxima. ¿Y qué hace el Gobierno? Les presta un poquito de plata para que armen lo mismo en el mismo lugar. Es un absurdo, porque así, esas casas en Valparaíso se volverán a quemar. Sigue el mismo pasto seco invitando a que un loco tire una bengala. El Gobierno debe mantener calles con vialidad. Los bomberos no pudieron llegar a Valparaíso porque los carros no cabían; por eso murió la gente. Todavía sus calles no están diseñadas para emergencias. O este país despierta o estamos fritos.

LEER MÁS