Desde muy pequeño, en su época escolar, Mauricio Hofmann (63) supo que estudiaría Periodismo y que dedicaría su vida a las comunicaciones. “Calzo con todos los clichés del ‘nerd' de esta carrera: publicaba diarios familiares y en el colegio, desde el diario mural hasta la revista anual, y durante varios años”, recuerda.

Casado, con la también periodista Ximena Torres Cautivo, tienen dos hijas. Hofmann vivió toda su niñez y adolescencia en la ciudad de Llanquihue, en la región de Los Lagos. Es el mayor de cinco hermanos, con padres “muy católicos” que le heredaron “especialmente lo que tiene que ver con la escala de valores”. “Viví una vida de provincia, muy distinta a la actual, en los años 60 y 70. A mil kilómetros de Santiago, con Panamericana, no con autopista, y con tren ‘rápido' que demoraba como 20 horas. Lo que más extraño es ese paisaje, ese aire, esa lluvia y también ese tren”, señala mientras toma un expreso doble en un café de Vitacura.

Emigró a Santiago a estudiar Periodismo en la Universidad Católica y su experiencia laboral abarca medios como La Segunda, Mega, TVN, Canal 13 y varias radios, entre ellas, Duna, Oasis e Infinita. Hace 10 años, está en ADN Radio, donde conduce el programa “ADN Hoy”. También ejerció la docencia en universidades. “Hice clases durante 20 años, pero no he vuelto a hacerlas hace más de una década. Ya en ese tiempo sentí que me costaba mucho más capturar la atención de mis alumnos. Era solo el inicio de la masificación de los dispositivos móviles y me rendí muy tempranamente a luchar contra eso. ¡No hay valor! Ya no era lo mismo, sentí un gran alivio cuando lo dejé y no volví a hacerlo”, explica.

“No sé qué estamos haciendo mal”

—¿Cómo ve a las nuevas generaciones de periodistas? Muchos confiesan no querer trabajar en medios de comunicación.

—No me preocupa que muchos no quieran hacer periodismo (en medios), porque están saliendo tantos, de tantas escuelas, que si el 80% se va a hacer comunicaciones corporativas, los que quedan, igualmente siguen siendo muchos. Eso, de alguna manera, curiosamente no sube el nivel, porque la selección en los mismos medios tiene que ver con los recursos económicos, con que no se está pagando bien y hay mucha rotación. Las nuevas generaciones tienen un espíritu mucho más libre, en buena hora por ellos, pero que, para efectos de los medios, tiene un costo; porque tienes una rotativa permanente y no alcanzan a desarrollar una carrera ni a consolidarse. El medio no los alcanza a reconocer cuando ya se fueron. Es un círculo vicioso, muy difícil de romper. No le veo mucha salida porque los medios no están creciendo, sino que, al contrario, están administrando una crisis, están buscando cómo sobrevivir, están ajustando sus modelos de negocios. No soy muy optimista en esto, me pregunto ¿cómo irá a funcionar la democracia si esto sigue evolucionando así? Seguirán habiendo medios, pero mi temor es que sean cada vez más elitistas, para un cierto público, de nicho, que quiere estar informado con información verificada y bien procesada, creíble, pero va a haber que pagar por eso y esos van a ser cada vez menos. Es complicado.

—Usted ha trabajado en medios escritos, televisión y radio, ¿cuál es su evaluación del periodismo actual?

—Creo que el periodismo puede estar enfrentando su peor crisis desde que existe. Los medios que fueron su espacio durante un par de siglos están desapareciendo; la profesión está entremezclada con otras disciplinas u oficios, y las nuevas generaciones vienen con otras miradas de la vida. No se entienden como antes las “vocaciones”; los intereses son más volátiles, y por lo mismo los equipos son más inestables.

—¿Qué desafíos ve para los medios de comunicación en época de fake news y de inteligencia artificial?

—Tremendos. Por eso decía que el periodismo enfrenta una crisis mayúscula. No sé dónde los públicos realmente masivos van a encontrar en el futuro los referentes donde apoyarse para tomar sus decisiones. Algunos grupos sociales de las élites podrán seguir accediendo a información verificada, y habrá medios para ellos; pero me pregunto si las grandes mayorías van a poder seguir teniendo medios en los cuales creer y confiar. Son escenarios que me superan. No tengo respuestas; solo preguntas sobre esto.

—Actualmente, la gente se informa a través de las redes sociales y muchos medios pasan por aprietos económicos, con bajas en las suscripciones y en el avisaje; además hay una disminución en la confianza ciudadana en los medios tradicionales. ¿Cómo se revierte esta realidad?

—No tengo respuesta, salvo la de apostar siempre por la calidad de la información y del análisis. No tengo otra receta para construir credibilidad y confianza. Y sé que esa realidad no se va a revertir con algunas prácticas que se mantienen, como cuando se degrada la calidad de la información en TV dando espacio a las “selfie cuñas” que envían los parlamentarios, ¡y los mismos parlamentarios todos los días sin contrapreguntas! Es la degeneración máxima del antiguo comunicado que los canales difunden sin filtro.

—La primera versión del “Informe nacional 2024: Consumo de Noticias y Evaluación del Periodismo en Chile”, de la Escuela de Periodismo de la UCV, evidenció que las plataformas más utilizadas para informarse son las redes sociales (36%), seguidas por los medios online (28%). Atrás vienen la televisión y la radio, siendo la prensa impresa la última de las preferencias. Además, un 55,3% de los consultados calificó como pobre el desempeño del periodismo y un 64,6% dice no confiar en las noticias la mayor parte del tiempo. ¿Qué estamos haciendo mal en el periodismo chileno?

—Esos números dan cuenta de lo que decía antes, pero con datos. No sé qué estamos haciendo mal, porque no es la calidad del periodismo en aquellos medios que mantienen el foco en ella lo que está en tela de juicio. El buen periodismo se sigue haciendo, con las reglas probadas de siempre, pero muchas veces es contrarrestado y sumergido por el aluvión de información caótica, heterogénea, errónea, falsa, fabricada, que circula por las redes sin control ni contrapesos. Si el buen periodismo ha perdido espacio frente a esa “competencia”, no creo que corresponda hacer lo mismo para recuperar terreno, porque lo más probable es que se comience a hacer mal periodismo.

—Usted ha entrevistado a muchos políticos, intelectuales y líderes de opinión. ¿Quién es el que más le ha llamado la atención o lo considera un logro en su carrera?

—Han sido demasiados, lo que tiene que ver con mi opinión personal sobre el género de la entrevista, que considero sobreexplotado. Más todavía en un país chico, donde la elite de entrevistados posibles es pequeña y donde todos los medios repetimos tanto a los mismos personajes. ¡Hay ministros que están en ronda de entrevistas continua! Sí justifico la entrevista cuando el entrevistado puede dar realmente una noticia; cuando no ha estado antes en la competencia; cuando se necesitan sus respuestas para iluminar la actualidad; cuando hay una respuesta pendiente sobre algo importante; cuando es necesaria una explicación experta para algo que es difícil entender.

“Las redes son una caricatura grotesca de la sociedad”

—El 11 de marzo pasado entrevistó al Presidente Boric. El Mandatario dijo que recibió un país con condiciones muy difíciles y aseguró que “hemos normalizado el país”. Usted le preguntó “si asume su responsabilidad o la de su sector en esa desestabilización, porque eso tuvo mucho que ver con el estallido social que ustedes avalaron”, además de recordarle el apoyo a los retiros de las AFP, entre otras cosas. ¿Cómo recuerda ese momento?

—Esa parte de la entrevista tuvo hartas reproducciones y muchos comentarios. Creo que había que plantear esos puntos, con argumentos, con contundencia, y con respeto. Así lo hice, trato de que sea mi forma de preguntar siempre y el Presidente reconoció que en parte de esos problemas había efectivamente responsabilidades, al menos, compartidas.

—El Presidente ha tenido varios episodios de enfrentamientos con los medios de comunicación, como cuando dijo, en una cena de la Sofofa, que “es impresionante el afán por preferir las malas noticias” y luego se refirió a El Mercurio, La Tercera y La Segunda. ¿Qué opinión tiene de estos episodios?

—Es una pregunta complicada, porque se presta para esas respuestas que generan la impresión de “defensa corporativa”, pero no la eludo. Creo que el Presidente se equivoca al relevar como preocupación muy central, y muy frecuente, lo que los medios dicen o no dicen de él o de su Gobierno. Más allá de si tiene razón o no. Porque en cualquier democracia, es obvio que los medios menos afines o derechamente opositores van a acentuar lo negativo y despreciar o dar menos espacio a lo positivo. No sé de ningún país, de ninguna democracia, donde sea distinto. En toda la TV abierta del mundo lo que manda es el rating, no las inauguraciones oficiales, salvo en las televisiones gubernamentales de las dictaduras. Me parece comprensible y hasta humano que los gobernantes estén más o menos pendientes de lo que se dice de ellos, de sus administraciones, de sus obras y de sus actos públicos, pero ponerlo en evidencia tan notoriamente me parece que no los deja bien parados.

—Hace unos días, Eugenio Tironi decía en La Segunda que “de repente uno tiene la sensación de que (Tomás) Mosciatti ganó esta guerra. Es el mundo de la segunda lectura. O sea, si usted no sospecha de todos quienes gobiernan las cosas en Chile, usted es un estúpido”. ¿Usted cree que nos está pasando algo de eso?

—A ratos pareciera que sí. Sobre todo, mirando las redes, leyendo los comentarios en los medios. Pero ese es un mundo reducido, donde las expresiones más presentes son las más histéricas, las más extremas, las más fanáticas. Las redes son una caricatura grotesca de la sociedad. Quiero creer que la gente, en su inmensa mayoría, es mucho más sensata, menos ocupada maliciosamente de los demás, más ocupada de su bienestar y el de su familia; y mucho más cercana al sentido común que a las conspiraciones.

—¿Cuál cree que es la responsabilidad que tienen los columnistas y periodistas que utilizan el micrófono o que tienen tribuna en algún medio, en el análisis que se hace de la realidad actual?

—La de no pisarse la cola.

—De todas formas, es una profesión que le ha traído satisfacciones.

—Sí. Siento que he sido testigo, seguidor y relator, y finalmente participante, de una historia mayor, que he tenido la oportunidad de cubrir muchas veces por dentro, en el día a día, y de transmitir hacia afuera, en los medios en que he trabajado: la dictadura, especialmente la economía y sus crisis durante los 80, porque desde un comienzo hice periodismo económico; la recuperación de la democracia; todas las elecciones desde entonces; el desarrollo del país que cambió tanto durante 20, 25 años; las crisis que en la última década han detenido o cambiado ese rumbo; las catástrofes naturales, mientras el mundo vivía los cambios globales de la guerra fría, la caída del muro, las guerras del Golfo, el terrorismo, las guerras actuales, la globalización y el cambio climático. ¡La pandemia! No sólo he sido testigo de todo esto como toda la gente de mi edad; he tenido que cubrirlo, a veces investigarlo, analizarlo, interpretarlo y contárselo a lectores, televidentes o auditores, todos los días.

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