El primer WhatsApp enviado a Fernanda Otero para realizar esta entrevista fue el 25 de septiembre de 2020. Año tras año las respuestas de esta periodista, licenciada en Filosofía y consultora en comunicaciones siempre fueron negativas, hasta hace algunas semanas donde accedió —no sin dudas— a hablar.

“Me da mucho pudor. Esta conversación la preparé para que tuviera contenido y no fueran lugares comunes”, dice y explica las razones de su negativa a aparecer en los medios: “Para ser asesora es necesario mantenerse en el rol privado, nunca he dado entrevistas en esa calidad porque un asesor no debe existir”.

Sin embargo, la muerte del expresidente Sebastián Piñera, el pasado 6 de febrero, lo cambió todo. Otero, que tuvo una larga relación de colaboración profesional con el mandatario —entre otras cosas fue asesora en su primer gobierno entre 2010 y 2014—, aceptó contar su experiencia.

—Dicen que Sebastián Piñera escuchaba mucho tu opinión y eso parece toda una hazaña en un hombre con un liderazgo bien particular. ¿Cómo lo lograste?

—El Presidente era una persona que escuchaba mucho, aunque en ocasiones diera la percepción de no hacerlo. Le interesaba tener la máxima cantidad de información para tomar la mejor decisión respecto a un tema. Además, tenía una curiosidad intelectual insaciable, tenía alma de niño. Escuchaba a todos quienes tenían conocimientos específicos sobre los temas que se estaban tratando y demandaba argumentos de fondo para las posturas que se planteaban. Efectivamente tenía poca paciencia con las opiniones infundadas y con las recomendaciones sin aterrizajes concretos, con los “hay que”.

“Le molestaban los protocolos, las reuniones alargadas”

—El Presidente tenía muchos asesores y probablemente en lo comunicacional había muchas voces opinantes. ¿Qué crees que pasó para que se te instalara en los medios como “la” gran asesora de Piñera?

—Quiero reiterar que Sebastián Piñera escuchaba a muchas personas. Pienso que en cualquier asesor, el Presidente valoraba la honestidad, que siempre hubiese una mirada global de los intereses del país y que además las recomendaciones estuvieran envueltas en los principios que a él lo animaban. Esos eran creer en un Estado fuerte para dedicarse a lo que era propio y garantizar la satisfacción de necesidades básicas a todos los ciudadanos, por el sólo hecho de la dignidad de ser persona. A la vez ese Estado debía promover y garantizar los espacios de libertad individual, ampliar las posibilidades de elegir y que las personas realmente pudiesen ser dueñas de su destino. Entonces pienso que valoraba a quien tenía una cierta formación ideológica, la honestidad de decirle las cosas tal cual eran y que esa opinión tuviera argumentos concretos y al grano.

—Dejaste de colaborar formalmente con él en 2014, pero se sabe que todas las semanas le mandabas minutas sobre temas relevantes. ¿Cómo era tu relación laboral con él?

—Trabajé como asesora parcial en el Segundo Piso y después me mantuve en una situación menos involucrada, pero siempre dando mi perspectiva con estas características: un análisis global con la distancia de afuera, pero conociendo las lógicas internas con las que se actuaba. Esa fue una relación que mantuvo con muchos otros colaboradores y asesores.

—Después de su muerte escribiste una carta en donde señalabas que “el expresidente Piñera fue una persona con un corazón aún más grande que su intelecto”. ¿Por qué crees que la gente no lo percibía como un hombre afectivo? Sus habilidades blandas no eran sus atributos muy destacados.

—Hubo una evolución muy grande en el Presidente Piñera. En su primer mandato le tocó asumir con un terremoto que dejó a muchos damnificados sin techo y a niños sin escuelas. En ese momento su manera de gobernar fue muy orientada a la acción, de ir directamente al foco, muy acelerado… la “locomotora” como fue su slogan de campaña en la senatorial de 1989. Además, estaba enfocado en seguir con su programa de gobierno en un Chile que él sentía que “había dormido la siesta”. Te diría que en esta primera etapa fue un gran jefe de Gobierno y todo lo que lo distraía de una buena gestión lo consideraba una pérdida de tiempo. Le molestaban los protocolos, las reuniones alargadas y las conversaciones de salón.

Y agrega: “Con el tiempo fue virando a jefe de Estado y dándose cuenta de que sí eran relevantes las instituciones republicanas, porque eran una garantía de la continuidad del Estado más allá de la persona. El protocolo le ayudó a él mismo a interactuar con escalones más altos y de un modo más pausado, en donde lo importante no solamente era escucharte, sino además hacerte sentir que te escuchaba. Comenzó a mirar más a las personas, a tener mayor reposo y si uno observa la evolución del Presidente en las fotos, más allá de las canas, se revela ese peso más profundo y específico que ganó. Todo el mundo ha destacado su inteligencia, pero Sebastián Piñera tenía un corazón muy grande, siempre tuvo gestos muy notables.

—¿Contigo tuvo alguno de esos gestos?

—Varios. Te puedo nombrar uno de cariño con mis niños que personalmente experimenté.

—¿Cuál?

—Nosotros siempre lo habíamos convidado al matrimonio de nuestros hijos y nos tocó un matrimonio más pequeño y solamente le mandamos una participación. La semana misma del matrimonio el Presidente llegó temprano a la casa, tocó el timbre para sorpresa de todos; venía con un paquete de regalo y preguntó por la novia. Al encontrarse con ella y haciendo gala de ese humor particular que tenía le dijo: “Así que usted era la que no me quería convidar a la fiesta” y le entregó un cuadro de regalo. Él era así, de gestos muy concretos.

—Loreto Daza, una de sus biógrafas ha dicho que “su sentido del humor a veces era cruel”. ¿Qué opinas al respecto?

—Tenía un humor cáustico y cuando tú eras sujeto de sus tallas, era signo de cercanía. Sus chistes, finalmente eran un gesto de cariño. El usaba mucho el humor para relajar el ambiente y como le costaba expresar el cariño, lo usaba como una herramienta para distender.

—También se ha dicho que no era rencoroso. ¿Consideras que esa es una habilidad política obligatoria para ser un líder relevante?

—En política se da mucho la susceptibilidad, los orgullos heridos. Y a él la oposición le pegó de una manera increíble, pero también lo hicieron sus aliados por no entender, a mi juicio, lo que era lo más prudente para el país. Para el estallido le pedían mano dura con herramientas que no existían y en un escenario que no era lo conveniente. Él era capaz de olvidar eso y avanzar. El caso del presidente Boric es bien notable porque fue un crítico brutal de Sebastián Piñera y estoy segura que durante el actual mandato probablemente existieron muchas más reuniones de las que sabemos, en las que el expresidente Piñera le debe haber ofrecido su ayuda sin ningún resentimiento.

“El «Rechazo» fue un momento de alegría para él”

—En una entrevista a «La Segunda» el exdirector de la Secom, Jorge Selume, dijo que “la gente cree que lo de Piñera es micromanagment, yo te digo que es un error… es nanomanagment. Él está muy encima, es muy intenso”; ¿compartes esa visión?

—Pienso que el Presidente tenía una mirada global y era muy mateo, extremadamente estudioso. Deduzco que él pensaba que desde lo pequeño se llegaba a lo grande y exigía eso. Pero si uno lee los testimonios, el Presidente efectivamente exigía, pero una vez que estaba de acuerdo daba el visto bueno y los ministros actuaban solos. Entonces lo que me planteas es una caricatura, porque los empoderaba fuertemente.

—Casi todo el mundo concuerda que el momento más difícil de Piñera fue el estallido y uno de los más felices el rescate de los mineros. ¿Recuerdas otro en que lo viste muy contento?

—El triunfo del «Rechazo» el 4 de septiembre fue otro momento de alegría para él, porque reconstituía su confianza en el sentido común del Chile en el que siempre creyó.

—¿Qué es lo que más destacas de su legado?

—Voy a usar el estilo del Presidente Piñera, que le gustaba tanto, de puntear las ideas: Primero, haber demostrado dos veces que la derecha puede ganar elecciones por mayoría absoluta. Segundo, generar una coalición que logró unir a todos los partidos de centroderecha antes de llegar al Gobierno; él era un convencido de que sin unidad interna no es posible triunfar ni gobernar. Tercero, convocar a cientos de profesionales muy preparados con inquietud en la cosa pública y entusiasmarlos con el Gobierno, porque sabía que se necesitaban para una buena gestión. Cuarto, tener la profunda convicción que lo público les corresponde a todos: al Estado y al sector privado, a los políticos y a los ciudadanos, y que sólo con espíritu colaborativo se puede avanzar. Quinto, el haber creído siempre en la democracia y en el respeto de los derechos humanos, ser coherente con ellos en toda circunstancia y en momentos muy duros. Por último, soñar en grande y a la vez poner todos los medios para que eso sueños se hicieran realidad. Tenía sentido de urgencia y de realidad.

—Bajo tu punto de vista: ¿Quién tomará la posta del liderazgo de Piñera? ¿Es Evelyn Matthei la sucesora natural?

—El liderazgo del Presidente Piñera no tiene reemplazo, es multifacético y distinto. Evelyn tiene atributos muy importantes para liderar el país, una vasta experiencia política, tiene carácter para tomar decisiones, convicciones profundas, capacidad de armar equipos y mucha claridad en el tema de la seguridad. En lo personal le tengo mucha admiración y cariño, y creo que es una de las mejores cartas para liderar el país en los años que vienen.

—¿Crees posible la unidad en la derecha a la que el expresidente aspiraba? Él hablaba de un acuerdo desde republicanos hasta Amarillos y Demócratas.

—Es un imperativo llegar a acuerdo si tu quieres ser Gobierno y hacerlo bien. Esta administración dejaría un tremendo legado si se aprobara una reforma de elecciones que evitara tantas fuerzas políticas que hacen muy complejo llegar a acuerdos. En la derecha lo que se tiene que tratar de globalizar es un paragua con los grandes lineamientos que la unen; después obviamente que puedes tener diferencias, pero tienes que encaminarte bajo ese paragua que privilegia la unidad.

—Eso no conversa con los liderazgos que crecen en el mundo tipo Milei o un Kaiser en nuestro país. ¿No te preocupa la irrupción de estas figuras?

—Confío en la ciudadanía chilena que ha demostrado en las últimas elecciones que no quiere posturas extremas y que valora los acuerdos. Si no llegamos a acuerdos y se mantiene esta pérdida de amistad cívica se puede generar un ambiente para que triunfen figuras populistas. No quiero poner ningún nombre en este momento, pero existen muchos populismos independiente de la corriente política. En política siempre hay que tener claro que lo que tienes al frente son adversarios, nunca enemigos y que no se puede aspirar a refundar un país, los cambios siempre son a partir de lo que hay. Esas son convicciones que uno espera que este Gobierno, que llegó tan joven, las haya aprendido.

—¿Piensas que Gabriel Boric y su Gobierno lo están haciendo?

—Creo que este es un Gobierno con muchas coaliciones distintas tironeando y un Presidente que navega dentro de ellas.

—¿El Presidente Boric no logra con su liderazgo permear en sus aliados un espíritu para recomponer la amistad cívica?

—Creo que es un Presidente con señales contradictorias, que en momentos tiene reacciones propias de un jefe de Estado y en otras sigue actuando como el líder de una coalición. Hay muchas acciones en donde uno ve que las distintas almas del Gobierno conviven en un mismo Presidente.

LEER MÁS