Eugenio Tironi conoce a Gabriel Boric desde que era dirigente estudiantil y hoy es uno de sus consejeros más cercanos. En una oficina de la consultora que preside, dice que le tiene cariño al Presidente y que le atrae su sed aprender y cambiar.

Sociólogo, columnista y autor de varios libros, proveedor de relatos, asesor comunicacional de Patricio Aylwin y Ricardo Lagos, explica que “he mantenido un cierto diálogo sobre todo porque a él (Boric) le interesa mucho lo que fue la renovación socialista, que fue un proceso en el que yo estuve envuelto, y ese diálogo se ha mantenido con escasa intensidad; pequeñas interacciones mientras ha sido Presidente”.

Analista cercano al poder, ha sabido habitar el lugar entre la política y los negocios que construyó la Concertación. Dice compartir el optimismo de Boric sobre la idea de que el país está mejor que en 2022. “Como dice Isabel Allende, es de tonto andar contento en Chile. El optimismo es una señal de vulnerabilidad. Si uno quiere ser alguien en la vida tiene que encontrarse pesimista y descontento. Esa es la fuente de prestigio. Estamos en un momento con mucho desánimo, bastante depresivo. El aire que se llegó a respirar a raíz de la muerte trágica del Presidente Piñera se esfumó como los aires del verano”. Y agrega: “De repente uno tiene la sensación de que (Tomás) Mosciatti ganó esta guerra. Es el mundo de la segunda lectura. O sea, si usted no sospecha de todos quienes gobiernan las cosas en Chile, usted es un estúpido”.

—Gabriel Boric dijo que el golpe más duro que le ha tocado vivir como Presidente fue la derrota del plebiscito del 4 de septiembre de 2022. A ti te pasó que siendo del MAPU, también soñaste con un país, pero esa utopía se cayó a pedazos con el golpe de Estado. ¿Cómo ves esa simetría?

—Yo creo que para esta generación que gobierna, el 4 de septiembre, cuando es derrotada la propuesta de la Convención, es el equivalente a lo que para nosotros fue la implosión del proyecto de la UP que culmina con el golpe y con la muerte del Presidente Allende. Ahora, nosotros tuvimos la posibilidad de alegar algunos pretextos: que los militares, que la conspiración, que el imperialismo, que la Guerra Fría. Esta generación no tiene pretexto. Aquí hubo un error de lectura, una mirada de Chile con poca densidad histórica, hubo irresponsabilidad de algunos actores políticos que tienen trayectoria y que tampoco son jóvenes. Yo les cargo a ellos más responsabilidades que al resto. Hubo superficialidad en muchos intelectuales, ya sea para proponer cosas que sonaban bien en los papers, pero que no tenían ningún anclaje en la realidad. Fuimos débiles muchos intelectuales. Y el que el Presidente Boric, que es el vocero de esta generación, diga que esta es la derrota más importante en su vida, es positivo. Primero porque suerte la suya de sufrir esta derrota en democracia. A nosotros nos costó recuperarnos muchos años. Esta generación y este Presidente no tiene ese tiempo para recuperarse porque está gobernando, por lo tanto, ha tenido que hacer una reconversión sin detener la marcha, sin ninguna interrupción.

“Las probabilidades de un gol son bajas”

—¿Cómo concilia una persona de izquierda como Gabriel Boric, quien dijo que Chile sería la tumba del neoliberalismo y que Julio Ponce era un delincuente de cuello y corbata, haber alcanzado un acuerdo comercial con SQM y terminar siendo socio de Ponce?

—Son las circunstancias que se le ponen a todo líder que, como Boric, fue parlamentario. Y en el Parlamento se dicen muchas cosas. Pero estando al mando del Gobierno tiene que mirar al país de otra manera porque él no responde al 30% que lo apoya o al 54% que votó por él, sino que responde por todo el país. Segundo, tiene que hacerse cargo de la continuidad. Tercero, tiene que mirar los intereses del país en el largo plazo. La manera como Chile puede hacer propia la riqueza que envuelve el litio para el mundo que viene, es a través de un acuerdo de este tipo. Y si eso implicaba contradecir frases que se dijeron en el pasado, en buena hora que se contradigan. El camino pragmático y realista es el más eficaz para conseguir que el Estado de Chile entre en el desarrollo del litio.

—¿Es un signo de madurez del Presidente abandonar el simbolismo respecto a Ponce como yerno de Pinochet y optar por un negocio práctico, ya que SQM finalmente es una empresa?

—Es realismo. Las empresas son instituciones. No son manejadas como títeres por una o dos personas. Soquimich fue una antigua empresa del Estado. Y todos somos en parte accionistas desde nuestra AFP. Yo creo que este dilema al cual se ha enfrentado Boric, es al que se enfrentan todos los jefes de Estado cuando hacen paz con sus enemigos, llegan a tratados, hacen treguas y tienen que encontrar formas de reconciliación. Si cada uno de nosotros sigue aferrado a las palabras que dijo en el pasado estamos condenados a repetir errores. Me cuesta entender por qué, en lugar de aplaudir y de celebrar y comprender estos cambios, la tendencia es a condenarlos. Bueno, vamos viendo la trayectoria para evaluar su sinceridad. Vamos reuniendo evidencia. Pero démosle el derecho a ejercer los cambios y veamos si funcionan y si son reales.

—Boric este año enfrenta elecciones municipales. Y en 2025 le toca el síndrome del “pato cojo”. ¿Crees que si este año el Presidente no mete un gol importante, carecerá de un legado político?

—Creo que las probabilidades de que un Gobierno que no tiene mayoría en el Congreso pueda meter un gol espectacular, son bajas. Por lo demás, gran parte de los goles que uno recuerda en política se producen por accidentes externos que el Gobierno enfrenta. Recordamos el gobierno del Presidente Piñera por el Covid. Y el anterior por el terremoto. ¿A Lagos por qué? Porque enfrentó, entre otras cosas, un gesto de rebeldía de los militares con el Comandante en Jefe. Algunos gobiernos se recuerdan por haber alcanzado a su adversario con un nocaut, pero en general estos son pugilatos que se resuelven por puntos. Este Gobierno puede decir: mira cómo ha cambiado la situación de la Araucanía, mira lo que está pasando con la musculatura legislativa frente a la delincuencia, mira lo que está pasando con la economía y la inflación.

—¿Qué piensas del relato que plantea el diputado Gonzalo Winter? ¿Qué significa sostener una batalla cultural en 2024? ¿Las ideas de Antonio Gramsci siguen vivas en el siglo XXI?

—Que un dirigente que forma parte de la coalición de Gobierno plantee que la batalla de este año está en el plano de las ideas, en el plano de la cultura, me parece desatinado. Porque los gobiernos no son el lugar desde donde se dan esas batallas. Hay que tener cuidado con esas batallas culturales. Eso fue lo que pretendió la Convención, que estuvo inspirada en las ideas de derrotar a las fuerzas conservadoras definitivamente y expulsarlas de Chile. Y pensó que bastaba con la mayoría en la Convención para consagrarlas en normas constitucionales para que eso se impusiera en la vida, en la forma de pensar y en las formas de hablar de las personas.

—Viviste en tu juventud una época marcada por los maximalismos ideológicos. ¿Es un llamado de atención? ¿Es decir: ¡ojo!?

—Ojo con usar el poder para imponer una visión que no es consensuada a nivel de la sociedad. Por eso no me gusta que personas que tienen compromisos de Gobierno se erijan en luchadores culturales. Eso es propio de regímenes que me resultan muy poco atractivos.

“Boric tiene más similitudes con Aylwin que con Lagos”

—Fuiste asesor comunicacional de Patricio Aylwin y uno de los artífices de la victoria presidencial de Ricardo Lagos. ¿Qué diferencias y similitudes estableces entre esas dos figuras y Gabriel Boric?

—Hay más similitudes con Aylwin que con Lagos. Lagos subió al Gobierno con una democracia ya estabilizada, luego de Aylwin y Frei, con una economía que estaba pasando por una crisis más profunda de lo que se pensó, el año 2000; pero era una economía sana. Lagos disponía de una coalición más consolidada con dos éxitos en la espalda. Él tenía un liderazgo transversal, y eso le permitió orientar su gobierno tras objetivos estratégicos de largo plazo: la infraestructura del país, el reequilibrio en la relación con los militares, la Constitución, el divorcio, el plano cultural, el Plan Auge. Aylwin asume un país parecido al que asume Boric. Las posibilidades de una irrupción social estaban ahí, había un temor fundado de que se produjeran tomas, que se produjera una gran efervescencia sindical, que se produjera una debacle estudiantil, y que el Gobierno padeciera lo que había vivido (Raúl) Alfonsín, una situación de desgobierno que avalara la reinstalación de los militares.

—Pinochet era Comandante en Jefe del Ejército.

—Pinochet era Comandante en Jefe. Tenía vínculos directos con el mundo empresarial, tenía el control del Congreso a través de los senadores designados y tenía instancias como el Consejo de Seguridad Nacional. Aylwin estaba probando una coalición que había ganado con el No. Muchos de sus integrantes tenían trayectoria en la oposición a la dictadura, pero jamás habían gobernado juntos. Era juntar el aceite y el vinagre. Eso eran los socialistas respecto a los democratacristianos que se habían enfrentado bajo Allende y gobernar juntos era una faena que no se había ensayado nunca. Aylwin tuvo que inventar mucho sobre la marcha, generar el clima. Porque la Concertación se crea en el gobierno de Aylwin. Ahí se crea el animus societatis, las confianzas, ahí se crea aquello que siempre requiere una coalición transversal: un grupo de personas que se juega en función del bien de la coalición más que de los intereses de una de las facciones.

—¿Cuál sería la misión de Boric?

—Aylwin recibió un país, igual que Boric, con una economía sobrecalentada que estaba destinada a estallar, porque Büchi había soltado la billetera para intentar ganar el plebiscito. Entonces, Aylwin tiene que congelar la economía, enfrentar el problema de los derechos humanos, construir su coalición y hacer reformas. Y a Boric le toca un Gobierno parecido. Una economía sobrecalentada por la pandemia, los retiros, con una situación de efervescencia social congelada pero que estaba a punto de irrumpir de nuevo, sin coalición —porque el Frente Amplio (FA) son partidos, pero con poca consistencia— y además su programa estalló por los aires con la Convención. Todo esto incorporando a sectores del Socialismo Democrático a quienes Boric no conocía, con un Partido Comunista a quien le gusta gobernar, lo hace bien, pero que no se subordina a la suerte de un Gobierno porque tiene un proyecto de largo plazo.

—¿Cuál será la contribución de Boric entonces?

—Paz social, equilibrio de la economía y creación de una coalición. Y algunas cosas que son importantes como el acuerdo SQM-Codelco; y algo más si se logran reformas en pensiones o en lo tributario. Boric tiene hacia los partidos y las coaliciones la misma sensibilidad de Aylwin. Aylwin nunca le sacó un ojo a lo que estaba pasando con los partidos. Él sabía que eso era vital para su sobrevivencia y proyección. Mientras que Lagos, Bachelet o Piñera eran menos sensibles, Boric es más parecido a Aylwin. El haber forjado este acuerdo del FA no es una cosa menor y facilita mucho la posibilidad de crear una nueva coalición, ordena mucho nuestro escenario.

—El Presidente le rindió honores a la estatua de Allende cuando llegó a La Moneda. ¿Cómo interpretas ese acto? ¿Él se siente deudor de ese proyecto?

—No creo que deudor. Creo que se siente alguien que ha aprendido de Allende. O sea, si Allende hubiese tenido una fracción de la flexibilidad que ha tenido Boric a lo mejor no habríamos llegado al desenlace que tuvimos. Si Allende hubiese tenido una coalición que lo respaldara en su intento de acercamiento a la Democracia Cristiana, tampoco habríamos llegado a ese desenlace. Creo que Boric es una persona que aprendió de Allende. Aprendió a no rendirse al fanatismo. Aprendió a no ceñirse ciegamente a un programa cuando las circunstancias cambian. Aprendió a admitir que las coaliciones de fuerzas se modifican y eso te obliga a cambiar la trayectoria. Aprendió que tiene que mantener unida su coalición, mantener el liderazgo y conseguir que esta lo respalde; cuestión que ha conseguido. Y esto es lo que hoy en día nos permite vivir en Chile. Estar pensando quién va a ganar la próxima elección presidencial y no quién va a liderar un golpe de Estado.

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