—Creo que, con la crisis de seguridad, cualquier candidato que ofrezca los métodos de Bukele va a concitar la simpatía de las personas —comenta esta mañana José Tobías Silva, que organizó un círculo de análisis político con sus vecinas del club de bridge.

—¿Cualquiera cualquiera, crees tu?

—Claro. Uno que prometa detenciones masivas, cárceles gigantes, fin a las garantías procesales, etcétera.

—¿Quién se irá a atrever? —pregunta María Luisa Fernández.

—Mira no más el tribunal de disciplina de la ANFP, que castigó a los hinchas de Colo Colo por los disturbios en la final de la Supercopa —dice Walter Alberto.

—¿Cómo los pillaron? ¿Trabajo de inteligencia, identificación biométrica, cámaras de reconocimiento facial, delación compensada?

—Nada de eso: a los 12.820 cristianos que estaban ese día en la galería Norte del Nacional, se les prohibió el acceso al estadio en los próximos cinco partidos.

—Ni Bukele se habría atrevido a tanto, Jota Jota.

—¿Pagarán justos por pecadores?

—Por ahí va la cosa, para que nos vayamos acostumbrando.

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“A los países de la Unión Europea se les hace cada día más difícil reclutar tropas, y los planes de rearme tienen un alto costo político”.

«Si quieres la paz, prepárate para la guerra» (si vis pacem, para bellum), la máximaatribuida a Flavio Vegecio Renato, escritor del imperio romano del siglo VI, no parece tener un significado unívoco. En ocasiones, la carreraarmamentista ha servido para atenazar el fantasma del conflicto—como ocurrió durante la Guerra Fría con la posibilidad de la destrucción mutua asegurada. Otra veces, sin embargo, fue solo el preludio de la barbarie, como sucedió, de distintas formas, antes de las dos guerras mundiales del siglo pasado. Ahora, frente a la amenaza de una Rusia que ha retomado la ofensiva en Ucrania, Europase enfrenta al desafío de hacerse cargo de su propia defensa y abandonar, al menos en sus presupuestos, la ilusión de una paz prolongada en la que habían vivido después del derrumbe de la Unión Soviética.

La semana pasada, el presidente francés, Emmanuel Macron, planteó la posibilidad de enviar tropas a Ucrania. Aunque reculó poco después, y los gobiernos de la UE se desentendieron rápidamente, la caja de pandora había sido abierta: Vladimir Putin respondió al desafío recordando que su país tiene armas nucleares capaces de destruir la civilización. Más allá de las amenazas retóricas (el secretario general adjunto de la OTAN calificó las palabras del autócrata ruso como un “intento de intimidación psicológica”), el ministro de Defensa danés ha advertido que Rusia se está rearmando rápidamente, y que podría estar en condiciones de atacar a la OTAN en tres a cinco años.

El principal problema, más allá de las bravatas de Putin, es que Estados Unidos, pieza clave en la defensa de Europa durante y después de la Guerra Fría, se está volviendo un aliado menos confiable. Nadie duda del compromiso del gobierno de Biden con la OTAN, pero ello no basta. Por un lado, el establishment de seguridad en Washington ha ido girando sus prioridades hacia el Pacífico y el poderío militar chino. Por el otro, la posibilidad de que Donald Trump, en cargo de ser elegido, prefiera contemporizar con Moscú, o simplemente desentenderse. «Incluso si el presidente Joe Biden es reelegido, puede que sea el último presidente instintivamente atlantista de Estados Unidos», escribió The Economist.

Putin ha puesto su economía en función de la guerra y está gastando el 7,1% del PIB en defensa. En la Unión Europea, en cambio, dicho porcentaje suele no superar el 2%. A los países se les hace cada día más difícil reclutar tropas, y los planes de rearme tienen un alto costo político: significa recortar servicios, elevar impuestos o aumentar todavía más deudas públicas ya enormes. La semana pasada, sin embargo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, propuso una nueva estrategia de defensa europea, que consideraun incremento notable en la inversión military también la compra conjunta de armas.

Obviamente, es más fácil decirlo que hacerlo. Como ha dicho el mismo Economist, «eso significa aumentar el gasto en defensa a un nivel no visto en décadas, restaurar las descuidadas tradiciones militares europeas, y reestructurar sus industrias armamentísticas». Todo ello sorteando, además, la farragosa burocracia de la UE y cada uno de sus miembros. Pero esta vez hay conciencia, a lo largo del continente, de que, aun cuando el mejor lugar para detener a Putin sigue siendo Ucrania, de cualquier modo la amenaza rusa obligará a Europa a una nueva actitud en materia de defensa.

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Intromisión

Señor Director:

El asesinato del ex militar venezolano Ronald Ojeda, al que Chile dio refugio y comprometió protección, trae consecuencias que recién comienzan, y orientan tantas especulaciones que rodean estos hechos. Un rapto por narcotraficantes del Tren de Aragua u otros criminales, sin cobro de rescate y con el sólo propósito de demostrar poder, aumenta la confusión, en el siempre enredado mundo de las operaciones de inteligencia. En definitiva queda la versión más plausible, una acción de contrainteligencia por quien tendría el mayor interés de acallarlo y mandar un poderoso mensaje de advertencia: el régimen de Venezuela.

Estos servicios jamás reconocen su accionar, pues quedarían vulnerables y mostrarían sus métodos. Seguramente no habrá ninguna reacción oficial venezolana, a menos que pesquisas profundas logren encontrar la verdad. En todo caso, la responsabilidad se atribuirá al país donde ocurrió, o se culpará a criminales, para que se debata localmente y oculte la acción extranjera. A ello han apuntado las declaraciones de Diosdado Cabello, negando todo involucramiento, añadidas las burlas y menosprecio a nuestra seguridad.

Ojalá se siga avanzando en las investigaciones en curso, y se evalúe sus consecuencias internacionales, sin priorizar las discusiones y rencillas internas, lo que precisamente los presuntos mandantes buscan, para distraer un incómodo caso de intromisión en nuestra soberanía.

Samuel Fernández Illanes

Académico U. Central y exembajador

Pacto fiscal

Señor Director:

El 8 de marzo no solo se conmemora el Día Internacional de la Mujer; también se cumple un año desde que la Cámara de Diputados rechazara la idea de legislar la reforma tributaria del gobierno del presidente Boric. Además de recaudar más recursos para el Estado, la reforma buscaba avanzar con medidas contra la evasión y elusión tributaria y en modernizar o actualizar algunos aspectos de la gestión pública. Transcurrido un año, y con la posibilidad de volver a ingresar el “pacto fiscal”, se avizora que la discusión será áspera respecto a las materias que aborden alzas de impuestos. Sin embargo, se vislumbra un mayor consenso en las medidas anti evasivas y elusivas y en aquellas que impulsan la modernización del Estado. Sobre estas últimas, sería recomendable retomar algunas propuestas que contenía el texto constitucional rechazado en diciembre, como la creación de un Consejo de Evaluación de Leyes y Políticas Públicas de carácter autónomo, el establecimiento de un nuevo régimen general de la función y el empleo público, y la instauración de una Agencia Nacional contra la corrupción, avanzando de esta forma en probidad y transparencia.

Nicolás Villar Mena

Pensar en Público

Delincuencia

Señor Director:

El caso de Hans Pozo, en marzo de 2006, conmovió profundamente a todo el país. Casi 20 años después, la escalada de violencia y el deterioro moral han alcanzado niveles sumamente graves. Por ello es difícil encontrar casos que generen una sensación similar, lo que nos hace recordar la famosa frase de Josef Stalin: “La muerte de una persona es una tragedia, la de un millón es una estadística”.

Como sociedad, es crucial no perder sensibilidad hacia las vidas y familias afectadas por la delincuencia. En el escenario crítico en que nos encontramos, el gobierno debe tomar la seguridad como su causa principal.

Es indispensable que el oficialismo adquiera real conciencia del daño crónico, irreparable y progresivo que esta crisis de seguridad implica. En caso contrario, será la ciudadanía quien por muchos años, pague las injustas, violentas y desgarradoras consecuencias de una gobernanza que parece no estar a la altura de un problema de esta envergadura.

Cristóbal Quiroz N.

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