En dos años más, la exdiputada y actual vicepresidenta del Partido Socialista, la médico psiquiatra Fanny Pollarolo (88), podría cumplir 70 años de matrimonio con su colega Mario Vidal (97). “Somos compañeros de vida total, una vida entera juntos”, sostiene.

A su marido lo conoció mientras estudiaba segundo año de Medicina y él era médico titulado. Se enamoró cuando, en la primera cita, la invitó a pisar hojas secas al Parque Forestal. “Estábamos partiendo súper bien, porque tenía esa sensibilidad, fui encontrando mi partner y se generó un vínculo muy fuerte”, explica. Y agrega, “después vino el embarazo y tuve que ver en eso. Siempre le digo a Mario, que yo lo elegí. En esa época le dije a una amiga: ‘mi madre no me dejaría casarme, pero si estoy embarazada, sí'”. Tuvieron tres hijos, sin embargo, una falleció antes de cumplir 50 años.

“Fue la pena de esta vida, sobre todo para Mario, que no lo ha aceptado. Ella sobrevivió cinco años al cáncer de páncreas, la consideraban un milagrito, vivió muy bien, fue un ejemplo, una mujer muy linda, en todo sentido. Hice el duelo con ella, mientras vivió”, confiesa Fanny sentada en su oficina, ubicada en el primer piso de la sede del PS, en la calle París, mientras toma una taza de café. Detrás de ella, en la pared, cuelgan enmarcadas tres poleras blancas con el rostro estampado de detenidos desaparecidos.

Dos hombres marcaron la vida de Fanny Pollarolo: su abuelo materno y su padre. Su abuelo fue intendente de Linares durante los gobiernos radicales, tenía un almacén y en las bodegas instaló una linotipia y fundó el primer diario de la ciudad “El Heraldo de Linares”. “Era muy completo, humano, con una mirada social y positiva. Me fui identificando con él, con esta intelectualidad e integralidad que me gustaba mucho”, sostiene.

Su padre fue militar y falleció a los pocos días del golpe militar, debido a una hemorragia cerebral. “Tenía un gran sentido social, democrático; para él, el honor militar y la sujeción al poder democrático eran absolutos. Por eso no resistió el golpe. ‘Este no es mi ejército, me lo cambiaron', me dijo”. De él heredó el gusto por los libros. “En Santiago teníamos una casa con un tercer piso y en ese lugar me aislaba. Una de las piezas estaba llena de libros y me sentaba a leer”, recuerda. Mientras leía, se encontró con dos libros muy significativos. El primero, sobre la Revolución Rusa. El segundo, tenía en la tapa una foto de la científica Marie Curie, con su marido y sus dos hijas, en el laboratorio. “Ella había podido no sólo estudiar, sino que ser madre, se casó y pudo investigar. Eso me marcó, era posible integrar todo”, explica.

“La más beata de todas, es su hija”

—Su militancia fue primero en el Partido Comunista, ¿qué la atrajo?

—En las lecturas esa inquietud social estaba, de partida la revolución rusa, que me había dejado muy complicada. Estaba esta gran pregunta, de una sociedad que veía que no funcionaba bien. Me invitaron a una reunión y no me gustó esa cosa rígida, así que seguí como simpatizante hasta la Unidad Popular. Tuve carné de militante de una manera muy particular. Fui a armar un consultorio con los pobladores en Villa Francia. Un compañero poblador, sindicalista, me dijo: ‘mire compañera, usted es comunista y le traigo el carné'. ¿Cómo le iba a decir que no? Él encontró que estaba pintada para ser comunista. Encontré increíble que me lo trajera, era como que el pueblo me lo estaba entregando.

—En los 70 estuvo exiliada y relegada.

—Salimos con Mario y con los hijos a Argentina. Estuvimos allá lo menos posible, un año y medio. Una tarde conversamos con Mario y le dije: “a ver, ¿por qué no estamos volviendo?”. Sentía que éramos necesarios, los psiquiatras se necesitaban, porque las heridas que se estaban produciendo eran feroces, lo sabíamos. ¿Qué iban a decir, en el futuro, de los psiquiatras?, ¿qué hicimos los psiquiatras en ese minuto?

Fue en esos años en que ingresó a trabajar en la Vicaría de la Solidaridad, luego de haberse reconciliado con la iglesia, con la que había tenido un quiebre en su juventud, en Traiguén, cuando formó parte de un grupo de acción católica. “Parece que el cura quería que colaborara con flores o cosas así, y yo le dije que teníamos que hacer obras sociales. El cura clausuró el grupo y me dijo que era una comunista”.

—¿Cómo fue esa reconciliación con la iglesia?

—Fue en Villa Francia, con Mariano Puga. Estaba un domingo arreglando la casita que habíamos armado con los pobladores, estaba picando la tierra para poner flores. De repente, veo que al lado mío estaba una persona con un blue jeans demasiado limpio y empiezo a mirar para arriba y veo a este hombre rubio, precioso, de ojos azules y le pregunto “¿quién eres?”. “Soy el cura Mariano Puga”. Y fuimos amigos para siempre, hasta que murió. Una vez fue a mi casa, estaba mi mamá y le dijo: “señora, no se preocupe, la más beata de todas, es su hija, así que se va a ir al cielo” (ríe). Nunca me exigió nada, sino que estar ahí y compartir. Maravilloso.

—El año pasado se conmemoraron los 50 años del Golpe de Estado, ¿qué hemos aprendido como sociedad chilena?

—Es difícil decirlo. Estamos recogiendo experiencias, pero cómo elaboramos esas experiencias para avanzar en una elaboración compartida, eso es lo que nos falta. Lo que se ganó es que se instaló la doctrina de los derechos humanos y esto de poner límites. En los primeros años se hablaba de reconciliarse, pero no puedes reconciliarte si no elaboras. Eso se acabó, porque el hacer verdad y justicia ha sido un esfuerzo tremendo de los familiares y de los abogados de derechos humanos, no lo hemos hecho como sociedad entera, estamos en eso. En la vida personal uno se tiene que hacer cargo de lo difícil, en las sociedades también, hay que hacerse cargo de la historia.

—Usted participó activamente en el “En Contra” del último proceso constitucional. ¿Tenemos ese tema pendiente?

—Necesitamos reacomodarnos, estamos entrampados. Hoy, no estamos para sacar una nueva Constitución, porque estamos demasiado amarrados. Mira lo que pasó, no a la una, no a la otra, porque no lo estamos discutiendo bien. Piensa en la reforma previsional, ¿cómo es posible?, cuando es una necesidad tan grande. La política está por allá, no hay una verdadera reflexión, debate, no nos estamos haciendo cargo del entrampamiento. Hay que avanzar con más calma, pero hay que hacerlo.

—¿Cómo ve a las nuevas generaciones de políticos?

—Están los de esa nueva izquierda que nace con el Frente Amplio y que tiene este ascenso tan grande, porque cala en estas desigualdades que se venían haciendo insoportables. Sin embargo, no había liderazgo para conducir lo que fue el 18 de octubre. Pero esa nueva izquierda entendió muy bien y se vinculó a los grandes problemas que estaban tapados, llegó incluso al parlamento, accedió a niveles de autoridad, de poder político, con una tremenda juventud. Ellos representaron eso (las demandas), por eso tenemos el Presidente que tenemos y por eso lo apoyamos como lo apoyamos, totalmente.

”En el tema municipal la unidad más amplia”

—Mucho se le critica al Presidente Boric sus cambios de opinión en temas relevantes como, por ejemplo, en el de las pensiones de gracia ¿Cuál es su opinión?

—La sinceridad y honestidad de Boric es muy importante, la valoro, porque la desconfianza hacia los políticos, de la inmensa mayoría de la gente, tiene que ver con que no les creen. Estos cambios se ven como si fuera una persona que no tiene opinión. No es así, aparecen nuevos elementos, enriqueces tu opinión y, claro, eso es un cambio. Esto de las pensiones de gracia, ¿sabes de dónde partió? De la demanda que se hacía en el parlamento, desde la izquierda, para que se cumpliera el derecho, no sólo a la verdad y a la justicia, sino también a la reparación, en medio de todo este tráfago tremendo de que en democracia se violaran los derechos humanos. No es una “gracia”, es una “obligación” del Estado, pero el Gobierno se encontró con esto y tiene que ir ajustándolo. (Boric) es un tremendo demócrata, escucha y se da cuenta que no puede imponer algo y se echa un poquito para atrás. Eso es un gobernante en épocas difíciles, en que se le ponen puras dificultades. La derecha, desde el primer día, nunca destaca un avance, un logro; son todas dificultades, con una política chica, mezquina, de pequeñeces.

—¿Cómo vio el actuar de Boric ante la repentina muerte del expresidente Piñera?

—Este hombre hace todo el esfuerzo por hablarle a la inmensa mayoría, por buscar ese equilibrio. Por lo tanto, conduce, fue una respuesta que unió ante el drama de la muerte, porque se muere un Presidente de manera trágica y ese tono tenía que estar. Soy de las que piensa que se les pasó la mano a los medios de comunicación y la derecha, porque se trató, al final, como de endiosar (a Piñera). Algo que me parece muy vergonzoso es que la solidaridad con el drama de los incendios en Viña desapareció de los medios de comunicación, era solamente la muerte de Piñera. En ese clima, él (Boric) hizo lo que le correspondía hacer.

—Hubo sectores de izquierda que lo tacharon de negacionista.

—Lo comprendo perfectamente, porque ¿quiénes fueron? Los que han vivido personalmente la barbarie. Ahora, Boric marcó mucho, al repetir varias veces, esto de que él (Piñera) fue siempre ligado a las instituciones, al derecho y al sistema democrático. Él (Piñera) no fue un defensor que se haya destacado en la doctrina de los derechos humanos. Él jugó un mal papel el 18 de octubre, al considerar que era una guerra. El hoy comandante en Jefe (en esos días jefe de Defensa Nacional, Javier Iturriaga) fue el que dijo que no estaba en guerra con nadie. Pero él (Piñera) no recogió las demandas, que es lo que tendría que haber hecho en democracia.

—Piñera consiguió que se unieran las fuerzas democráticas para lograr el acuerdo del 15 de noviembre.

—Porque no había otra salida, él no tenía ninguna, estaba bien paralizado. Si uno lo mira objetivamente, es como los seres humanos, que tienen luces y sombras; lo que pasa es que, en una cosa así, las sombras las dejas a un lado… después las dirás.

—También llama la atención de Boric su honestidad, como cuando llegó tarde a una actividad y dijo que era porque estaba en terapia. Usted como psiquiatra, ¿cómo lee esto?

—Extraordinario, es una de las características de personalidad que permiten sentir confianza. Las democracias se han debilitado, porque la política empezó a hacer algo de lo cual el pueblo empezó a desconfiar. Este gesto, de colocar la normalidad humana —necesito terapia, la hago y lo digo—, es el mejor modelo. Todos necesitamos ayuda y terapia en un momento. Tenemos un hombre que dice “tengo necesidad de terapia”. Maravilloso, eso es madurez política.

—¿Cómo ve el trabajo de las dos almas del Gobierno, Apruebo Dignidad y el Socialismo Democrático?

—Estamos en medio de una situación tan difícil, bastante empantanada, donde se dificultan los avances que quiere hacer el Gobierno. Estamos en una debilidad y en una asimetría tremenda. Considerando todo eso, en el PS llamamos a la unidad amplia, para hacer funcionar las cosas, es lo que se necesita, porque entendemos que la correlación de fuerzas es mala. Tenemos una derecha muy obstructiva. Tenemos una sociedad que está confundida, que no cree en los políticos, que anda pensando en autoritarismo, que mira los autoritarismos de otros países y los quiere traer para acá. Necesitamos la unidad amplia, es obligatoria. Esto de las dos almas no tiene hoy, políticamente, la importancia que podría tener en otras condiciones. Hoy, es obligación acumular fuerzas democráticas.

—¿Y en las municipales? Importantes miembros del PS han entregado su apoyo al exconcejal por Santiago Ismael Calderón por sobre la alcaldesa Irací Hassler del PC.

—En el tema municipal, unidad y la más amplia posible. Es una obligación. Sería la inmadurez política más grande, en una situación como la que vivimos, romper o entrar en conflictos mayores.

LEER MÁS