Si estás rodeado de mucha gente, pero no sientes que conectas, eso podría hacerte sentir más solo”.

No pensaba pasar la noche más romántica del año cenando con desconocidos. Pero un amigo me envió un enlace a Timeleft.

La aplicación, que empareja algorítmicamente a seis personas para que vayan a comer juntas, parecía una mejor opción que quedarse en casa. Así que, el día de San Valentín, llego a Americana, un restaurante justo al lado de Piccadilly Circus, en Londres, con temática del sur de EEUU. El cóctel de la casa, al dos por uno, de color rosa y muy dulce, se llama de forma conspicua "Hasta el fin de los tiempos".

Timeleft se lanzó en Londres en enero, después de haber comenzado en Europa continental, ocupando un lugar entre un nuevo grupo de empresas "startup" que intentan innovar para buscarle una solución a la soledad. Se define en oposición a las redes sociales y las aplicaciones que limitan la comunicación a nuestros teléfonos, reclamando que abre la puerta a algo nuevo y real: "la magia de los encuentros fortuitos" con "gente que no habrías conocido", dice el sitio web. ¿Su propósito? "Combatir la soledad, los problemas de depresión y las familias quebrantadas".

Para iniciar la conversación, nuestra mesa de treintañeros ha recibido una lista de preguntas para romper el hielo. Pero, al menos por ahora, no optamos por explorar los recuerdos de infancia de cada uno ni las opiniones sobre si son posibles las amistades entre hombres y mujeres. Lo que realmente nos interesa es por qué estamos aquí. "Conocer gente nueva", dice Elena, que se mudó de Melbourne hace unos años y trabaja en la industria alimentaria, inventando nuevos productos. "Londres es una ciudad solitaria".

Enfrentar la soledad

El año pasado, el cirujano general estadounidense Vivek Murthy declaró que una "epidemia de soledad y aislamiento" estaba perjudicando la salud social e individual. Desde 2015, dijo, personas de todos los estratos sociales y partes del país le han dicho cosas como: "Si mañana desaparezco, nadie se dará cuenta". En EE.UU., los datos de las encuestas sugieren que uno de cada dos adultos ha sufrido soledad. En el Reino Unido, una proporción similar reporta sentirse solo al menos ocasionalmente, mientras que un estudio de la Oficina de Estadísticas Nacionales reveló que el número de adultos que reportan sentirse solos a menudo o siempre aumentó de 2.6 millones a 3.7 millones entre abril de 2020 y octubre de 2021, y se ha mantenido en torno a este nivel desde entonces.

Las cosas han empeorado desde la pandemia, especialmente para los más jóvenes, dice Noreena Hertz, economista y autora de El siglo de la soledad. Las cifras, dice, "son contundentes": en EE.UU., uno de cada cinco millennials dice no tener ningún amigo; en el Reino Unido, más de una de cada diez personas de todas las edades dijo no tener amigos íntimos y más de una cuarta parte dijo no tener mejores amigos. En su opinión, la tecnología es parte del problema, ya que hace que la gente "no tenga la capacidad de forjar conexiones en el mundo real" y traslada las experiencias cotidianas de la vida en común — las compras, el yoga, el cine — al interior de nuestros hogares.

Timeleft ha aparecido en un momento de frustración con las aplicaciones de citas. Cansados de la navegación constante, de los encuentros rebuscados y de la perpetuamente esquiva promesa del amor verdadero, los usuarios están desilusionados: una pequeña encuesta realizada en EE.UU. el año pasado reveló que casi el 80 por ciento de los encuestados sufría "fatiga emocional o agotamiento" al tener citas por Internet. La ralentización del crecimiento ha llevado a las aplicaciones a introducir opciones de suscripción más caras, que corren el riesgo de alejar a los clientes. El día de San Valentín, una demanda colectiva presentada contra Match Group, propietario de Tinder y Hinge, lo acusaba de fomentar la adicción a las aplicaciones y de priorizar los beneficios sobre los objetivos de relación de los clientes.

Timeleft no es una aplicación de citas, pero los límites entre amistad y romance son difusos. La mayoría de los asistentes a mi mesa dicen que no esperan conocer a alguien de esta forma, aunque les gustaría, y un grupo ofrece más probabilidades que conocer a una sola persona. Andre, un belga que vive en Londres desde hace varios años pero que busca "ampliar su red de contactos" tras divorciarse, calcula que los solteros representan "el 99 por ciento" de la gente del bar donde se anima a los distintos grupos de asistentes a Timeleft a reunirse para tomar algo después de cenar.

En el laboratorio de relaciones y tecnología de la Universidad Estatal de Arizona, la profesora Liesel Sharabi explica que las aplicaciones de citas son eficaces para ampliar el grupo de posibles parejas, lo que aumenta las posibilidades de conocer a alguien. Pero también pueden crear un círculo de decepción. La gente, dice, está "harta de deslizar pantallas, harta de tener conversaciones que no llegan a nada". Quieren realmente "conocer gente nueva en lugar de pasar todo el tiempo en las aplicaciones". Para solucionar lo anterior, Timeleft rechaza las trampas en línea. Los usuarios no tienen perfiles, ni voz ni voto sobre a quién conocen, y el algoritmo se enfoca en la dinámica de grupo más que en la chispa individual. Lo que conserva es la tentadora promesa de conocer gente nueva.

Encontrar el alma gemela

Cuando pienso en la fatiga de las aplicaciones de citas, no pienso sólo en deslizar pantallas, sino en conocer gente nueva, en encuentros auténticos pero orquestados en la vida real, en ser entrevistada y entrevistar. He conocido a muchas personas maravillosas en las aplicaciones, y conozco a otras que han encontrado pareja para toda la vida. Pero la procesión potencialmente infinita de desconocidos, ofrecida fuera de contexto por una máquina, me hace sentir cansada. Me hace sentir sola.

¿De qué hablamos cuando hablamos de soledad? En su informe, Murthy hace una distinción reveladora. El aislamiento social es "tener objetivamente pocas relaciones sociales, roles sociales, pertenencia a grupos" o interacciones. La soledad "es un estado interno subjetivo", la "experiencia angustiosa" del "aislamiento percibido" y las necesidades insatisfechas, un desajuste entre la "experiencia preferida y la real" de alguien.

Andrea Wigfield, directora del Centro de Estudios sobre la Soledad de la Universidad Sheffield Hallam, advierte que no se debe sacar la conclusión de que estamos más solos que nunca. La falta de datos históricos, dice, dificulta la demostración de un aumento, y dado que la gente auto-reporta la soledad es difícil diferenciar entre aislamiento objetivo e insatisfacción. Los defectos percibidos pueden verse acentuados por las imágenes en las redes sociales de otras personas con, aparentemente, más y mejores amigos.

Sin embargo, algo sobre la soledad está claro. "Lo esencial es tener relaciones valiosas con otras personas", dice Wigfield. Para aliviar el dolor de la soledad, "cualquier cosa que ayude a conectar con otras personas de ideas afines con posibilidades de entablar una relación valiosa" puede ser de ayuda. Salir a conocer a otras personas podría satisfacer esa necesidad, pero quizás no. "Si estás rodeado de mucha gente, pero no sientes que conectas, eso podría hacerte sentir más solo".

Otra forma de pensar en esto es la idea de conexiones de calidad. Robin Dunbar, psicólogo evolutivo y autor de Amigos, es famoso por el número 150: el total de relaciones sociales estables, vagamente definidas, que uno puede razonablemente esperar tener. Pero le interesa más una cifra menor. "Tener unos cinco buenos amigos, y eso puede incluir a la familia — ese núcleo del mundo social — afecta drásticamente la salud y el bienestar general", dice. Fundamentalmente, es posible tener demasiados, dice Dunbar. "Si tienes más de cinco, estás extendiendo demasiado tu capital social como para notar realmente los beneficios".

En los últimos años, se ha puesto en tela de juicio la cifra de Dunbar: según algunos científicos, nuestros modernos hábitats urbanos y redes sociales nos permiten mantener más conexiones que las generaciones pasadas. Personalmente, creo que es posible mantener tantas relaciones estrechas como uno quiera, siempre que se haga el esfuerzo. Pero el mensaje de Dunbar sobre los límites tiene peso. Las redes sociales, las aplicaciones de citas y las plataformas de encuentros nos permiten conocer a un número aparentemente infinito de personas. Pero todas las relaciones requieren cierto esfuerzo, y cuando ese esfuerzo se extiende demasiado, resulta más difícil estar seguro de que estamos dándoles a las personas que nos necesitan lo que necesitan, o de que lo estamos recibiendo nosotros mismos.

Cuando conocí a mis cinco desconocidos en Americana, yo era una de las 3,000 personas de todo el mundo que cenaban en ese momento mediante Timeleft, 500 de las cuales estaban en Londres. Comenzó en 2019 cuando Maxime Barbier, el afable y aparentemente sincero fundador de la compañía, se propuso construir una plataforma para "compartir sueños". De ahí evolucionó hasta convertirse en una aplicación de citas, que luego se transformó en su actual concepto de cenas con desconocidos.

La plataforma está creciendo rápidamente, abriendo en nuevas ciudades cada semana tras su lanzamiento inicial en Lisboa en 2022, y Barbier tiene un entusiasmo empresarial por desarrollar su producto en respuesta a las necesidades de los clientes. El último avance, explica, reconoce que la gente quiere algo más que conexiones puntuales. Cuando dos suscriptores coinciden en una cena, pueden conectarse a través de la aplicación, y Timeleft intentará sentarlos en la misma mesa también para una futura comida. "Para crear conexión se necesita repetición", dice Barbier.

Una nueva oportunidad

No es una mala idea. Aunque mis compañeros de San Valentín crearon un grupo de WhatsApp para seguir en contacto, creo que nos sería difícil encontrar una fecha para volver a vernos, y un encuentro individual podría ser demasiado. Pero me encantaría sentarme al lado de cualquiera de ellos en otra cena. Crearía familiaridad, un paso, quizás, hacia la verdadera amistad. Aun así, no estoy muy segura de necesitar una aplicación para eso. Y si la soledad es realmente el problema, tengo que preguntarme por qué prefiero conocer otro grupo de desconocidos antes que conocer un poco mejor a éstos.

En varios momentos de mi velada en Timeleft sentí el desánimo que surge cuando uso las aplicaciones de citas. Me gustó mucho la gente que conocí, disfruté escuchando sus pensamientos y sus vidas. Pero es agotador salir con desconocidos. Es agotador estar calibrando constantemente lo que se puede decir y lo que no, verse reflejado en los ojos de personas que no conoces.

En Americana, terminamos nuestra comida y pagamos cada uno lo que consumimos; no nos conocemos lo suficiente como para dividir la cuenta. "Entonces, ¿dónde quieres estar el próximo día de San Valentín?", pregunta Anton, con desparpajo. Se produce una respiración entrecortada, un silencio casi incómodo.

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