El sociólogo Daniel Chernilo escribió en enero pasado una columna en «El Mostrador» titulada “La nueva fronda conservadora chilena”, generando polémica en redes sociales y círculos académicos ya que el texto daba cuenta del ascenso del pensamiento conservador en Chile y aludía a cuatros columnistas conocidos del país.

Chernilo, que es profesor en la Universidad Adolfo Ibáñez, argumentaba en el artículo que, el éxito mediático de esta corriente intelectual, representada por autores como Hugo Herrera, Daniel Mansuy, Josefina Araos y Pablo Ortúzar, radicaba en su capacidad para “ofrecer explicaciones simples frente a los desafíos de una sociedad compleja, diversa y que ya no se ajusta a los esquemas del pasado”.

Doctor en Sociología en la Universidad de Warwick, y director del doctorado en Procesos e Instituciones Políticas de la UAI, conversó con «La Segunda» para explicar sus dichos. Dice que Herrera, Mansuy, Araos y Ortúzar, proponen una visión anacrónica del país que, de prevalecer, obstaculizaría el progreso educativo, la emancipación femenina y la garantía de derechos en Chile. “Este terror al futuro, por un lado, y esta versión bien parroquiana del conservadurismo de este grupo es lo que me llamó a escribir la columna”, dice en su departamento ubicado en la comuna de Ñuñoa.

Si bien el académico comenta que profesa “el mayor respeto por la tradición del pensamiento conservador global”, piensa que sus epígonos chilenos tienen un “pensamiento bien pobre, limitado, insular. Que hace una especie de mezcla entre ideología política y relaciones públicas”. Y agrega: “Es un tipo de pensamiento conservador que exacerba este miedo a la diversidad y que, en el fondo, (piensa que) todos seríamos tantos más felices si nos pareciéramos un poco más a ellos”.

“No tienen densidad filosófica”

—Dices que ofrecen explicaciones simples para una sociedad compleja. ¿Piensas que el pensamiento conservador usa el concepto del sentido común como una suerte de muletilla para justificar su falta de ideas?

—Esta idea de la inflación de los títulos que se puso de moda (con el libro “Sueños de Cartón” de Pablo Ortúzar). No hay evidencia de eso. Mi colega Bernardo Lara escribió una columna (en «La Tercera») en la que refutó ese tipo de argumentos. O que el pueblo tiene esta aspiración de pureza. Todas esas ideas no tienen ningún asidero, Ni en investigación académica ni en investigación histórica. No tienen densidad filosófica, lo que reproducen es un cierto sentido común conservador que aparece como idea.

—¿Piensas que el pensamiento conservador carece de un relato propio y se articula más bien en oposición a ideas progresistas?

—No. El pensamiento conservador tiene un relato propio. Es el relato de que vivimos en un país híper polarizado, donde la izquierda tiene un cierto monopolio del mundo intelectual, donde el pueblo está siendo permanentemente acosado por las promesas de cartón y por estas ideologías alienantes que les prometen cosas que no se van a cumplir o derechos que están más allá de su alcance. Tiene un relato, pero es un relato que no ofrece ninguna evidencia. Por eso me parece que es más bien una expresión de relaciones públicas de un determinado sector de la sociedad que tiene una visión conservadora, al que le duele un Chile donde las mujeres tienen derechos, que tiene experiencia universitaria y que reclama si el Estado no cumple con sus derechos.

Chernilo dice que Herrera, Mansuy, Araos y Ortúzar defienden un modelo de país que promueve el orden establecido. “Ellos prefieren un Chile donde los sectores populares o pobres, las clases medias bajas, no tenían las aspiraciones para acceder a los beneficios a los que el país ha accedido durante los últimos 30 años. Ellos estarían más contentos con un Chile donde los estamentos, las clases, las diferencias, estuvieran más claramente definidas, donde pudieran saber con certeza que, como pertenecen a la clase alta, sus hijos van a contar con los recursos, las redes, para seguir manteniendo esa posición de elite”. Y sentencia: “Si hay algo que muestra la evidencia es que Chile sigue siendo un país tremendamente desigual. Por tanto, el llanto, la queja, frente a este Chile prístino que está en disolución a mí me cuesta entenderlo”·.

—Escribiste que el pensamiento conservador tiene una obsesión por el pueblo y la pureza. ¿Cuál es la relación entre pensamiento conservador, el nacionalismo y la identidad chilena?

—El pensamiento conservador tiene dos raigambres. Una es ser conservador en el sentido más ideológico, religioso, en el sentido de que se opone al aborto, al matrimonio igualitario; a esa agenda valórica. Otra raigambre es una concepción nacionalista que ve en el pueblo el espacio donde se anclan los valores más profundos de la nacionalidad. Esa forma de comprender la nación es propia del fascismo. Es el lenguaje de lo telúrico, de lo esencial, que le gusta tanto a Hugo Herrera. El lenguaje del nacionalismo anda en busca de que el pueblo exprese esa identidad impoluta, no contaminada en alguna expresión cultural. Y en ese sentido, paradójicamente, se comporta de manera similar a la izquierda más radical, inspirada en Gabriel Salazar, que cree que el pueblo es esencialmente revolucionario y tiene una carga de transformación social predeterminada.

Le pregunto por la admiración que han manifestado Cristián Warnken y Hugo Herrera por el escritor y promotor del nacionalsocialismo, Miguel Serrano, y me responde: “No es casualidad que Serrano sea el paradigma de las teorías conspirativas, antisemitas, nazis, del pensamiento chileno del siglo XX. Para mí lo más preocupante de este pensamiento nacionalista proto fascista tiene que ver con que la elite intelectual chilena está muy perdida cuando no ve en el lenguaje, en la forma de escribir, cuán cercano al fascismo es ese tipo de pensamiento”.

—¿Cuál sería ese lenguaje?

—El lenguaje de apelación a la tierra. El vínculo con el paisaje, con los terremotos, con esta idea de que el clima y la geografía chilena son los que determinan la forma de ser de los chilenos. Y eso se expresa de manera irracional en eventos de distinto tipo. Entonces, el rol del líder político sería encauzar esa pulsión esencial del pueblo.

—¿Te molesta esa argumentación porque es pensamiento mágico?

—Es pensamiento político. Y como pensamiento político tiene un nombre: se llama fascismo. A mí lo que me preocupa es que eso no sea visible y que colegas de la elite intelectual chilena me digan que ahí hay una forma liberal de pensar. Cuando (mis) colegas me dicen eso me pongo nervioso, porque vengo de una familia judía, de sobrevivientes del holocausto, y he visto la forma en que le extrema derecha gana terreno en todo el mundo haciendo esta clase de apelaciones. El que hoy en día sea un lenguaje aceptable me parece que habla muy mal de la discusión pública en Chile.

“Son híper moralizantes”

En 2020, Chernilo escribió una columna en Ciper en la que documenta la presencia de las ideas nazis en la cultura chilena. “Ese tipo de pensamiento laico está fundando en la filosofía de un pensador nazi como Carl Schmitt y su recepción en el nacionalismo chileno como es el caso del historiador Mario Góngora”. Dice que cuando escribió ese artículo, Hugo Herrera le respondió acusándolo de estar mintiendo,“y que estoy envenenando el debate público con el uso de recursos públicos porque yo tengo un proyecto de investigación Fondecyt”.

—Cuando la expresidente del Consejo Constitucional, Beatriz Hevia, habló de los verdaderos chilenos. ¿Te hizo ruido?

—Sí, me hizo ruido porque la idea de los verdaderos chilenos solo es posible sobre la premisa de que hay chilenos falsos. Entonces la pregunta es cuáles serían los atributos de esos verdaderos chilenos, o de esos chilenos falsos. Y ahí volvemos a lo que te decía. Para este mundo conservador los verdaderos chilenos son los chilenos que se parecen a ellos, los que piensan como ellos.

—Dices que los conservadores han rearmado su fronda conservadora con las voces de Herrera, Mansuy, Araos y Ortúzar. ¿Cómo describirías las ideas principales de esa corriente?

—Yo creo que hay tres características. La primera es que tienen esta obsesión por el pueblo puro que no está contaminado por ideologías alienantes, ni por un afán transaccional, ni por el resentimiento de la nuevas capas ilustradas. La segunda es que son híper moralizantes; están buscando permanentemente quiénes son los verdaderos chilenos pero acusan de moralizante a todo el resto. Y en tercer lugar, ofrecen una forma bien mediocre de anti intelectualismo. Esas tres características, dan vida a esta idea de que aquí hay una pequeña corte, generacionalmente homogénea, de conservadurismo local.

—¿Cómo puede el pensamiento conservador hablarle a una sociedad laica y heterogénea como la actual?

—Yo creo que le habla poco y mal. Por eso buscan estos eslóganes, estas caricaturas, por eso hacen estas apelaciones. Tienen muy poca capacidad para comprender el Chile real. El Chile de las diversidades sexuales, el Chile de familias diversas, donde hay mucha persona sola. ¿Qué le puede decir esta clase de pensamiento al cambio demográfico que está viviendo el país, con bajas en las tasas de natalidad? Absolutamente nada en términos de debate de ideas, dado que la calidad de las ideas es baja, dado que no hay evidencia empírica que las sustente. Ellos les hablan poco y nada a los cambios impresionantes que suceden en el país.

—¿Piensas que el pensamiento conservador tiene una visión paternalista de la sociedad chilena?

—El paternalismo es una característica del pensamiento conservador global. En términos de que hay alguien que te puede decir cómo son las cosas y te ofrece una visión del mundo que, aunque tú no te des cuenta, es mejor que la que tú eres capaz de producir por ti mismo. Lo propio del paternalismo es que la autoridad del padre, la autoridad de la familia, la autoridad de la propiedad y la autoridad de la masculinidad, es una autoridad que no se cuestiona. Y si hay algo que vemos todos los días es que la autoridad del paternalismo está siendo cuestionada en la sociedad. Entonces el paternalismo es la expresión de que no solo no conocen, sino que no entienden o no les interesa hablarle a la sociedad a la que dicen estar tratando de interpretar.

—¿Piensas que el debilitamiento de la Iglesia Católica ha dejado desamparado al pensamiento conservador?

—La Iglesia Católica nunca ha sido una sola, es diversa. Va desde la Teología de Liberación hasta el Opus Dei. Y si quieres pensarlo en términos de cartografía política, el declive de la Democracia Cristiana —que hoy día es un partido que prácticamente no existe— es parte de la crisis de la identidad católica de la clase media de este país que fue tan significativa entre los años 60 y el 2010. ¿Qué es lo que queda de presencia católica en este mundo conservador? Su universidad más conservadora, la Universidad de los Andes. Por eso no es casualidad que varios de quienes hemos estado conversando (Mansuy, Araos, Herrera) son profesores o estuvieron asociados a esa universidad. Entonces, el reagrupamiento del pensamiento conservador se da fundamentalmente en una universidad (los Andes) y en la facultad de Derecho de la Católica, que es donde está prácticamente la totalidad de esta forma de conservadurismo.

—¿Qué debería proponer intelectualmente el pensamiento conservador para conectar con el pueblo? ¿La libertad y el orden alcanzan para estructurar un pensamiento?

—No seré yo el que le diga al pensamiento conservador qué es lo que tiene que hacer. Pero el pensamiento conservador, en general, cree harto en el orden, pero no demasiado en la libertad. Ese mundo no cree en la libertad en el sentido de que los individuos somos capaces de tomar decisiones respecto a nuestro cuerpo y con quién queremos dormir. Su idea de libertad es una idea que tiene que ver con que ojalá el Estado se mantenga lo más lejos posible de nuestras decisiones.

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