Lorenzo León, obrero de la construcción, no lo olvidará. La noche del 2 de febrero llegó corriendo a la casa de su padre -en Villa Independencia- para saber si estaba bien.

Sabía que las posibilidades eran mínimas. La población, ubicada en el sector alto de Viña del Mar, había sido arrasada por las llamas aquel viernes, en medio del caos, la desesperación de los vecinos y las alertas telefónicas de evacuación que nunca llegaron. O que sonaron en los celulares cuando ya nada se podía hacer.

Lorenzo León entró a la casa; su búsqueda fue rápida, pero acabó de la peor forma. Halló a su papá en el patio, muerto y abrazado a su perro regalón.

El día del incendio, vio varios cuerpos mientras recorría las calles del sector. Uno de ellos estaba tendido en el suelo. “¡Compadre, váyase!”, le dijo, creyendo que era una persona viva. Pero al tocarla se dio cuenta que estaba inerte. Era una más de las víctimas fatales que convirtieron al incendio en una de las peores catástrofes de la historia nacional.

Villa Independencia fue el epicentro del desastre. El número de fallecidos allí no se conoce aún con exactitud. Pero los pobladores creen que “deben ser la mayoría” entre los 132 muertos contabilizados hasta ayer por las autoridades.

Jaime Muñoz (66) se topó en la calle con los restos de un abuelo y de sus dos nietos. “Eran unos niños lindos, vivían acá cerca”, se lamenta. Y se entristece más cuando recuerda que el anciano se arrojó sobre los niños y los cubrió con su cuerpo, en un intento por protegerlos: “No sirvió de nada, los tres murieron”.

Otra residente, Sandra Quero (61), sentada sobre un banquito, en la terraza de la que era su casa, señala con el dedo la vereda, en avenida Gabriela Mistral: “Ahí un vecino discapacitado cayó en un hoyo. No logró salir y también murió”.

Casi en cada cuadra, los pobladores repiten historias de fallecidos. Como aquella de que los vecinos tuvieron que cubrir los cadáveres con lo primero que hallaron para ahuyentar a los perros, que merodeaban en busca de comida.

En la villa se quejan de que el retiro de los cuerpos fue lento y que algunos permanecieron 1 o 2 días a la intemperie.

Paralelamente fueron apareciendo más fallecidos, mientras policías, cuadrillas de trabajadores y los propios afectados removían los escombros.

En los días siguientes, detectives con perros adiestrados buscaron entre las cenizas. Así fueron dando con más restos.

La confusión de las cifras

Sobre los muros ennegrecidos, en distintas calles de la población, aún es posible encontrar carteles que dan cuenta de personas “perdidas”. Con el paso de los días, casi nadie tiene claro si quienes aparecen ahí siguen extraviados o si fueron hallados, vivos o muertos.

En un momento hubo en Villa Independencia y en otros sectores una verdadera “psicosis” en torno a los extraviados. En ello, concuerdan algunos vecinos, pudieron influir las abultadas cifras de desaparecidos que entregó durante los primeros días la alcaldesa viñamarina Macarena Ripamonti (RD). “Hubo desorden. Yo creo que las cifras fueron generando más angustia”, reflexiona Sandra Quero.

La jefa comunal puso distintos números sobre la mesa: 372, 243 y 199, a pesar de que no había aún estadística oficial. Esa “proactividad” la terminó enfrentando a Ripamonti con el propio Ejecutivo.

Así, los subsecretarios del Interior y de Justicia, Manuel Monsalve (PS) y Jaime Gajardo (PC), debieron salir a “poner orden”. El segundo, por ejemplo, aclaró que los municipios no figuran entre los organismos que -por ley- pueden participar en la búsqueda de personas. Y precisó que el número de desaparecidos (denuncias por presunta desgracia) estaba muy por debajo de las cantidades que dijo Ripamonti.

Ayer, de hecho, Gajardo actualizó la cifra y dijo que los desaparecidos son 11.

Ripamonti reveló inicialmente que sus cifras venían de un call center municipal. Después dejó de entregar números, pero nunca explicó el “abismo” entre sus números y los oficiales.

“Hay quienes siguen buscando a sus seres queridos”

Según los vecinos, a diferencia de los primeros días, ya no hay una búsqueda activa de cuerpos en la población. Ello coincide con lo observado por La Segunda en un recorrido por el sector.

En la villa no se ven rastreos de cuerpos. Hay policías, pero están abocados a tareas de seguridad o de control de tránsito. Tampoco andan carros del SML.

Ello parece coincidir con el hecho de que las propiedades arrasadas ya fueron despejadas. Salvo excepciones, los sitios están -en general- limpios, pues los escombros fueron sacados a la vereda o llevados a un explanada donde se han ido formando unos verdaderos “cerros” de desechos, de casi 10 metros de alto.

El avance es tal, que en algunas de las propiedades se acumulan ya sacos de cemento, tablas, fierros y otros materiales. En otras, incluso, los residentes ya partieron con la reconstrucción.

. “Yo creo que ya salieron todos los muertos, no creo que aparezcan más por acá”, opina Jaime Muñoz, en calle Augusto D'halmar. Al menos en su sector, los últimos cadáveres fueron detectados la semana anterior. Después de eso, según él, no ha habido nuevos hallazgos.

Coincide con Muñoz el vecino Alexis Vera, del pasaje Queullén. “Los cuerpos aparecieron los primeros días. Los policías buscaron casa por casa, hasta con perros. A estas alturas, si hubiese más, yo creo que ya se sabría”, conjetura.

Pero no todos piensan igual. Algunos residentes piensan que todavía es posible hallar más fallecidos, pese a las casi dos semanas transcurridas desde el siniestro.

Dicen que hay todavía (cuerpos). Y puede ser. Ese día la gente corrió para todos lados”, recuerda Magdalena Arredondo (76), mientras recoge ropa donada por particulares, en calle Neruda.

Y es que, en su desesperación, muchos vecinos terminaron escapando por cerros y quebradas. En teoría, pudo haber personas que cayeron y perecieron en esos u otros sitios, distintos de las casas o las calles de la población.

“Yo no sé si han ido a buscar a los cerros. Capaz que haya más muertos”, expone Lorenzo León, a la entrada de su destruida vivienda, en el sector Rogers.

Al otro lado de la población, en Gabriela Mistral, donde se quemaron decenas de autos de personas que trataban de escapar, Sandra Quero, auxiliar de una clínica, concede que en los últimos días no han aparecido nuevos cuerpos.

“Pero creemos que puede haber más fallecidos, hay gente que sigue buscando a sus seres queridos”, opina, junto a la carpa que le sirve de refugio.

Las hipótesis de estos vecinos se alinean con el anuncio que hizo ayer el subsecretario Gajardo. Tras entregar las nuevas estadísticas de fallecidos y desaparecidos, dijo que se están desarrollando rastreos en lugares distintos de las poblaciones, sin individualizarlos.

“Estamos haciendo un trabajo específico de búsqueda en aquellos lugares que ya no son territorios urbanos (...), lugares donde tenemos antecedentes de que se podrían encontrar personas desaparecidas”, informó.

Específicamente, habló de quebradas. De hecho, un nuevo cuerpo -de una persona que figuraba como desaparecida- fue encontrado el lunes, en Quilpué, justamente en una quebrada.

“Se hizo un barrido en todo el sector urbano, donde encontramos 131 fallecidos (cifra que se mantenía hasta ayer). Hoy estamos extendiendo eso a sectores no urbanos, quebradas, distintos lugares donde presumiblemente podríamos, según los últimos reportes que nos dieron las personas que denunciaron la desaparición, encontrar a estas personas (...). Como tenemos 11 (presuntas desgracias) y capacidad de saber donde específicamente fueron vistas esas 11, estamos haciendo un trabajo con mucho detalle”, remarcó.

En línea con lo anterior, el Ministerio Público está llamando a las familias que reportaron desapariciones, de modo que se hagan exámenes genéticos en el SML para determinar si sus seres queridos se cuentan o no entre los cuerpos que permanecen aún como N.N. en las morgues.

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