Arquitecto, hincha de la U y políglota (maneja el inglés, el francés y el latín), Carlos Maillet (44) dice que el patrimonio no es un mero asunto de arquitectura. Es elaboración de políticas públicas, construcción de sociedad, de bienestar ciudadano, de reconocer su valor.

Sabe de lo que habla. Master en Historia y Gestión del Patrimonio (con una tesis sobre el legado urbano de Vicuña Mackenna); exdirector de gestión patrimonial de la Municipalidad de Santiago y exdirector del Servicio del Patrimonio Cultural (durante el segundo mandato de Sebastián Piñera), Maillet estuvo en las conversaciones con el grupo de expertos que la Unesco envió a Chile para asesorar al Estado chileno en la gestión del área protegida como Patrimonio Mundial en Valparaíso.

El organismo internacional publicó la semana pasada un informe con 31 recomendaciones, donde señala que la zona patrimonial de la ciudad-puerto está sometida “a una serie de circunstancias que pueden afectar su valor”. Y advierte que si no se solucionan la pérdida de habitantes, la inseguridad, el vandalismo o el deterioro de inmuebles patrimoniales, entre otros, “se podría transitar hacia un (...) deterioro irreversible”.

Maillet prefiere ver el vaso medio lleno. “El informe destaca la rehabilitación del palacio Subercaseaux, del castillo San José y del edificio del bar Liberty; el proyecto de la Biblioteca Regional, del Museo del Sitio del Muelle. Estamos hablando de ‘proyectos detonantes', iniciativas que pueden ayudar a mejorar el estado de la ciudad”.

Dice que sin una estrategia que abarque al Gobierno, los privados y la sociedad civil, es poco probable que la Municipalidad de Valparaíso pueda sola con la rehabilitación de la ciudad. “Los municipios están todo el rato respondiendo a la contingencia cotidiana y el tema patrimonial queda en un segundo o tercer plano”, explica el también director de la Escuela de Arte y Conservación Patrimonial de la U. San Sebastián.

—Uno podría decir que el informe no es bueno, pero al menos no consideró el área protegida como “zona en peligro”.

—Hay gente en Chile que ve como una buena señal que digan que el patrimonio “está en peligro”, porque de esa forma se presionaría políticamente para hacer algo, como lo que pasó con las salitreras en el norte que estuvieron declaradas por la Unesco como zonas en “peligro”. Luego fueron retiradas de la lista porque se atendieron las recomendaciones y se hicieron proyectos de conservación. En el caso de Valparaíso, las peticiones de la Unesco son súper pertinentes en relación a lo que debe hacer el Estado, el municipio y la sociedad civil.

“El patrimonio no puede competir con otras urgencias”

—En el informe se advierte que si no se solucionan una serie de problemáticas, se podría llegar a un punto de no retorno: hoy esas dificultades, como el deterioro urbano, no tienen aspecto de solución.

—Creo que más allá de ver cuánto falta para poder responder a todas los problemas, lo importante es que ya fueron identificados. Cuando hablamos de un sitio de Patrimonio Mundial, no es solamente su cáscara arquitectónica, hablamos de esfuerzos que tienen que ver con la vivienda, los grafitis, el vandalismo o la seguridad. Lo otro es encontrar una solución en cuanto a la capacidad del Estado para asignar recursos a esos planes de recuperación, en especial la inversión en recursos humanos: personas capacitadas en el análisis de la situación de la ciudad.

—Bueno, se ha dicho hasta el cansancio que lo que le falta a la gestión urbana de Valparaíso es dinero.

—En países mucho más evolucionados como Canadá tienen glosas presupuestarias asignadas directamente a los sitios de patrimonio. Aquí se podría tener una discusión que apunte a no alojar todo el presupuesto para patrimonio en el Ministerio de las Culturas, sino que directamente en las zonas de Patrimonio Mundial que tenemos. Aquí las autoridades que manejan los presupuestos deben saber que aquello podría impactar directamente en la población. Una glosa directa puede servir en cosas muy necesarias, como que la gente no viva informalmente en esas zonas, que no haya tugurización de los arriendos, que haya formalización del comercio, etc.

—Ahora, un debate larguísimo que se dio fue cómo Valparaíso se gastó la plata que el BID entregó (US$25 millones) luego que la ciudad fuera nombrada “Patrimonio Mundial”. Se criticó que el dinero financió burocracia u obras poco relevantes.

—Ese dinero fue entregado en 2007 y hoy la discusión patrimonial en Chile ha cambiado muchísimo. Hoy la participación ciudadana es clave: no puedes impulsar mejoras sin tener un diálogo efectivo con los vecinos y que no considere a los Pueblos Originarios o el patrimonio inmaterial, por ejemplo. En esa línea se han desarrollado estos “proyectos detonantes” que te mencioné. Lo que sí es que el patrimonio no puede competir por la misma plata con otras urgencias municipales.

—En la recomendación 17 del documento de la Unesco, se habla que debe existir claridad y certidumbre en torno al fomento de la colaboración público-privada. ¿Aquello es posible? Digo, Valparaíso está en un estado que hace poco atractivo eso.

—Habría que hacerse la pregunta de ¿cómo un privado puede participar de mejor manera en un espacio así, ya sea remodelando un edificio, llevando oficinas y no yéndose a otros espacios? Eso se puede hacer fomentando que los permisos del Consejo de Monumentos o del municipio tengan una facilidad: que el privado que compra, vende, remodela o mejore un inmueble, sepa bien cómo coordinar su proyecto con los requerimientos de una zona patrimonial. Eso promueve la inversión en estos lugares. Una “ventanilla única” de proyectos sería muy pragmático y favorecería el trabajo de los privados.

—¿Cuál es el principal problema de Valparaíso en cuanto a su gestión patrimonial?

—El tema tiene tantos matices, pero personalmente me parece que para el patrimonio es muy necesario la educación. Es algo que nuestro sistema educativo no ha tomado de la forma más coherente y de largo plazo. Y no me refiero solo a Valparaíso, sino que a todo el país: lo que pasa en Chiloé tiene un impacto en Valparaíso, lo que pasa en Valparaíso tiene un impacto en cómo se mira Sewell; especialmente en cómo se gestionan estos sitios. La respuesta al problema no la puede dar sólo una municipalidad o un gobierno regional, sino que todos los actores. Lo de Valparaíso es una cosa de conocimiento: dar a conocer los valores excepcionales que tiene y que lo llevaron el 2003 a ser declarado Patrimonio Mundial. Y esos valores no se pierden, pueden degradarse, pueden tener períodos malos como ha tenido, pero esos valores hay que conservarlos.

”Valparaíso y Santiago tienen problema bien similares”

—¿Cómo has visto la gestión del alcalde Sharp?

—A mi me gusta pensar de manera constructiva. Los municipios responden a necesidades muy contingentes, aseo, ornato, salud, educación, administración, etc. En el caso del alcalde a mí me parece bien, puede ser en algunos lados sea más eficiente que en otros o mejorar en algunas cosas. Pero él articuló acuerdos importantes en el momento en que nosotros estuvimos (en el Gobierno), es decir con gente de un signo político distinto al suyo. Coordinar la creación de una corporación municipal para administrar el área patrimonial, sumar actores, trabajar en el traspaso del castillo San José, fueron buenas acciones. Y eso, asimismo, habla bien del equipo con que trabaja. Las personas que él ha puesto a cargo del tema son personas capacitadas.

—Te lo pregunto porque una de las críticas que hace el informe es cómo se gestiona el patrimonio en Valparaíso.

—Creo que señalar a una institución en específico es fácil de hacer, pero en este caso hay que rescatar ciertas cosas. La ciudad es una entidad viva que requiere de una articulación de muchas personas, equipos y trabajo burocrático, en especial cuando es una zona declarada Patrimonio Mundial. Se están acogiendo las recomendaciones hechas; pero obviamente que producto del estallido, la pandemia y la crisis, tal vez no se estén tomando con la velocidad que uno quisiera.

—La Unesco puso de relieve el tema de la gentrificación: cómo en los últimos años se ha ido despoblando Valparaíso de sus habitantes originales, siendo reemplazada por gente de mayores ingresos. ¿Cómo enfrentar el asunto?

—En este caso y puede que sea una discusión que le pertenezca a los urbanistas, pero no sé si aquí se configura un caso de gentrificación propiamente tal, acá hay un abandono, hay gente que se ha ido porque no están las condiciones dadas para vivir, por la falta de seguridad y servicios. No es que venga alguien de afuera, con más dinero, a comprar propiedades. Ahora, es vital que se haga un trabajo de largo plazo para evitar que ello siga ocurriendo.

—¿Quién tiene peor diagnóstico: Santiago o Valparaíso? Al margen de sus diferencias, ambas comunas tienen problemas en común.

—Tienen problemas complejos bien similares: un centro histórico degradado, vandalización, falta de seguridad, etc. Creo que en ambos casos hay que comenzar con acciones concretas, conquistar ciertos espacios. Lo más de fondo, sin embargo, es que hay que dar a conocer cuáles son sus potencialidades, sus valores, su historia. Ese es un elemento por el cual hay que partir, porque no se puede amar lo que no se conoce. Lo que sucede en estas capitales impacta en otros centros históricos y por eso la importancia de educar en el conocimiento de los lugares.

—¿Lo del centro de Santiago es reversible?

—Son problemas muy complejos y por lo tanto no se pueden alojar todas las soluciones en el municipio. El desafío de la municipalidad es saber articular a los ministerios, la participación ciudadana y entidades privadas. El trabajo de recuperación tiene que ser de largo plazo, independiente de las autoridades de turno. Uno de los grandes ejemplos de ello fue la reconversación de calle Bandera en paseo peatonal. Ese es el tipo de proyectos que tienen un impacto positivo en varios aspectos.

—¿Cómo has visto la gestión del Ministerio de las Culturas en el tema patrimonial? La ministra Julieta Brodsky, ya tuvo que enfrentar una huelga en el Servicio del Patrimonio Cultural.

—El primer año de gestión de cualquier autoridad tiene un proceso de inserción que tiene altos y bajos, y muchas veces más bajos que altos. Lo importante es que el próximo año se empiecen a concretar los planes y en ese contexto, el aumento del 16% real en el presupuesto del ministerio va en esa línea. Buena parte de esos dineros van hacia temas de infraestructura cultural y eso significa fuentes de empleo, bibliotecas, centros culturales. Hay que esperar, hay que tener paciencia.

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