La pandemia y la crisis climática son dos eventos que han marcado un punto de inflexión en la relación de la ciencia con la sociedad. La razón es simple. Ambas son crisis que requieren acciones interdisciplinarias para enfrentarlas y para ello, el conocimiento que aporta la ciencia —que en el país se desarrolla mayoritariamente al alero de las universidades— es esencial para una adecuada toma de decisiones por parte del Estado.

“Los desafíos que nos abre el cambio y la crisis climática tienen la particularidad de que necesitan conocimiento para abordarlos adecuadamente. No se trata de que sea recomendable el conocimiento para informar decisiones de los gobiernos, las instituciones y las personas, sino que es imprescindible”, explica la ministra de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, Silvia Díaz.

Es que los niveles de complejidad, incertidumbre y ambigüedad que implica el cambio climático, toda vez que se trata de un fenómeno en desarrollo “hacen del conocimiento —detalla la secretaria de Estado— una condición necesaria para enfrentarlo con responsabilidad”.

“No hablamos de la mirada de un investigador o investigadora en particular, sino de una comunidad que pone a prueba constantemente el conocimiento que genera y sistematiza, hablamos de un conocimiento riguroso, validado por pares, testeado, escalado, revisado en diferentes contextos”, sentencia.

En este contexto, las instituciones de educación superior juegan un rol fundamental, pues no solo forman personas, sino también impulsan y fomentan la investigación, el desarrollo y la innovación (I+D+i), todo en vinculación con el medio. Es decir, forman personas, generan conocimiento y lo ponen a disposición de las necesidades de la sociedad, lo que —a su vez— genera nuevo conocimiento, nuevas demandas de formación e innovación y así, en un círculo virtuoso dinámico y adaptativo.

Es así como al alero de universidades nacionales públicas y privadas han surgido destacados proyectos de investigación y centros de estudios en materia de cambio climático que han contribuido a la toma de decisión y a la definición de políticas públicas. En este sentido, un dato no menor es que, entre 2012 y 2021, 858 proyectos sobre cambio climático, realizados por universidades han sido financiados por el Ministerio de Ciencia, a través de la ANID.

“Este rol protagónico del conocimiento está expresado en nuestras estrategias de gobierno, en nuestros compromisos internacionales e incluso en nuestra legislación (Ley Marco de Cambio Climático). En este contexto, las instituciones de educación superior, en tanto generadoras de conocimiento, juegan un rol fundamental para la toma de decisiones informada. En otras palabras, sin las instituciones de educación superior como uno de los actores clave en esta dinámica, no podemos enfrentar el cambio climático en forma responsable. No solo hablamos de ciencias y tecnologías climáticas, sino que de todos los tipos de conocimiento que necesitamos para poder desplegar las transformaciones necesarias para un desarrollo productivo, inclusivo y sostenible”, sentencia la ministra Silvia Díaz.

Colaboración permanente

Otro ejemplo de la contribución que realizan los investigadores nacionales en materia de cambio climático al país es su participación en el Comité Científico Asesor para el Cambio Climático, dirigido por Sebastián Vicuña, quien también lidera el Centro de Cambio Global UC.

“Con el cambio climático, al igual que con la pandemia, los Estados han visto la necesidad de convocar a la comunidad científica para tomar decisión basada en ciencia. Ha ido ganando mucha fuerza la idea de que se necesita ciencia para tomar decisiones”, comenta.

Este grupo, antes presidido por la ministra de Medio Ambiente, Maisa Rojas, colabora en forma permanente en la articulación de la comunidad científica nacional para proporcionar evidencia y recomendaciones que orienten el diseño e implementación de políticas y planes nacionales en materia de cambio climático.

“Este comité ha sido un colaborador importante en política pública. El cambio climático y la pandemia han sido temas que han hecho que los científicos se muevan un poquito, que salgan de su área de confort, que se involucren en la discusión de lo público, aunque había un grupo que normalmente lo hacía”, asegura Sebastián Vicuña.

En esta línea, destaca que se ha producido un acercamiento con la sociedad civil, que percibe cómo la comunidad científica comprende que “la ciencia puede resolver problemas” y “lo hacemos no solo porque hay un espacio, sino también porque hay una responsabilidad. Somos personas preparadas y el Estado ha contribuido a esa preparación. Respondemos a esa responsabilidad”.

Puente

Como director del Centro de Cambio Global UC, Sebastián Vicuña no duda en señalar que para enfrentar temas de la complejidad del cambio climático la interdisciplinariedad es esencial.

“Hemos trabajado, principalmente, en temas de adaptación, escenarios climáticos y cómo preocuparnos de los riesgos e impactos en distintos temas desde biodiversidad hasta infraestructura eléctrica y hemos tenido una vocación de ser un puente entre la ciencia básica y no tan básica que se produce para llevarla a quienes toman las decisiones, sector público, empresa privada, organismos multilaterales”, afirma.

Agrega que el Centro de Cambio Global UC ha sido “bien activo” para apoyar los diseños de los planes de adaptación, escenarios de mitigación, proyectos de empresas privadas que buscan cómo adaptarse al cambio y reducir sus impactos.

Otro referente en esta materia es el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, dirigido por René Garreaud, que está celebrando 10 años de existencia, tiempo en el cual también ha contribuido de manera importante en la ley de cambio climático y en la definición de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), compromisos voluntarios que suscriben los países con el objetivo de reducir la emisión de gases de efecto invernadero.

“Si bien se trata de medidas que implementan los Estados, nosotros siempre hemos colaborado, aportando la mejor información posible para que el Estado de Chile pueda optimizar su mitigación”, afirma el director del centro de excelencia.

En este sentido, René Garreaud precisa que “el cambio climático llegó para quedarse y frente a eso, solo queda adaptarse y cómo se adapta uno, sabiendo cuál es la amenaza a la cual se está expuesto y en eso hemos hecho una investigación notable respecto de cuáles son los principales riesgos del cambio climático para Chile”.

A su juicio, estos centros de investigación son especialmente importantes para el país, porque “permiten hacer estos proyectos asociativos de los cuales salen muchas de ideas nuevas. Creo que Chile tiene mantenerlos y potenciarlos. Para el país es muy importante, porque basa gran parte de su economía en los recursos naturales y, por otra parte, tiene exposición al clima que es muy clara”.

Chile es altamente vulnerable al cambio climático.

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“Las matemáticas son el lenguaje con el que Dios ha escrito el Universo”. La famosa reflexión de Galileo Galilei, que supone la comprensión de todo cuerpo, materia o realidad como una creación perfecta, es consistente con los esfuerzos de otras ciencias por proyectar el impacto del cambio climático, con fiabilidad.

“Ese aprendizaje nunca será experiencial. El escenario que se dará no puedo experimentarlo desde la vida. Entonces, para analizarlo se instalan variables en modelos abstractos que simulan la realidad”, dice Fernando Córdova-Lepe, director del Doctorado en Modelamiento Matemático Aplicado de la Universidad Católica del Maule (UCM), acreditado por 5 años por la CNA.

En esta línea, el también doctor en Modelamiento Matemático Aplicado precisa que “con las matemáticas podemos proyectar las consecuencias del cambio climático en los sistemas y subsistemas. Por ejemplo, al analizar el calentamiento global sabemos que, según la latitud dentro del planeta, la proyección se expresa como una temperatura creciente en promedio, a cierto ritmo, con una variabilidad más ancha”

Un modelo predictivo es capaz, explica, de evaluar incluso los efectos de una invasión de insectos en territorios nuevos, producto del incremento de la temperatura media.

“Hay vectores de enfermedades, como la vinchuca, que antes la conocíamos desde la Quinta Región hacia el norte y que ahora tenemos ad portas de la Región del Maule. Podríamos ver variables y estudiar el impacto en la salud futura del ser humano de esa presencia que a lo mejor aumentará”, sostiene.

Para el doctor en Física Felipe Valencia, académico del Doctorado en Ingeniería de la UCM, la simplicidad, objetividad, estabilidad y universalidad de las matemáticas han sido claves en sus experimentos sobre químicos capaces de almacenar hidrógeno verde.

“El hidrógeno es uno de los gases más volátiles que existen; al contacto con el aire se genera combustión. Por eso exploramos teóricamente materiales porosos que permitan guardar la mayor cantidad posible de hidrógeno, como si fuera una esponja lavaloza, para transportarlos como si fueran lingotes”, puntualiza.

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