Qué privilegio, su oficina tiene vista al puerto de Valparaíso.

—Así es veo los buques, los botes coloridos, el mar.

Osvaldo Corrales (50) además de rector de la Universidad de Valparaíso (para el período 2020-2024), preside el Consorcio de Universidades del Estado de Chile (Cuech) desde mayo de este año. En ese rol, la semana pasada, visitó La Moneda donde se reunió con el Presidente Gabriel Boric.

“Le planteamos al Gobierno nuestra preocupación por el futuro del sistema público de educación superior, fuertemente debilitado por décadas de abandono, situación que se ha agravado a partir de un diseño deficiente de la gratuidad. El Presidente se mostró receptivo y acordamos una mesa de trabajo entre el Ejecutivo y las universidades estatales”, cuenta.

Psicólogo, magíster en comunicación social de la U. de Chile y doctor en Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid, Corrales nació en Valparaíso y creció en la población «Héroes del Mar» del cerro Los Placeres. “Provengo de una familia de clase media empobrecida. Somos dos hermanos y la primera generación que fue a la universidad. Mi papá trabajó 30 años en Esval y mi mamá fue dueña de casa. Mis padres, que en paz descansen, eran DC, yo en mi juventud milité en el Partido Socialista”.

—Recientemente expuso ante la comisión de Educación de la Cámara de Diputados donde habló de “guetos”. ¿A qué se refirió?

—Sí, y un parlamentario me objetó el término. Lo usé como un llamado de alarma, porque el sistema educacional ha llevado a que los jóvenes convivan solo con gente muy parecida a ellos. Esto sobre todo a nivel básico y medio. Como el sistema municipal se fue empobreciendo, muchos estudiantes migraron al sistema subvencionado, que se fue estratificando crecientemente. Eso contribuyó a la actual desintegración social, que se aprecia en la poca adhesión a las normas sociales y en la degradación que hoy vemos en los espacios urbanos.

—En cuanto al ingreso a las universidades; se espera que la nueva Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES) procure alcanzar mayores niveles de equidad considerando la diversidad estudiantil. ¿Concuerda?

—Sí, la PAES se preocupa más de evaluar competencias que conocimientos, lo que la hace un instrumento mucho más justo en la perspectiva de favorecer una educación más inclusiva, considerando la gran disparidad educacional que existe en Chile.

—Hace poco dijo en «La Tercera» que “Chile debe ser uno de los pocos países donde las élites se alarman cuando se anuncia que se fortalecerá la educación pública”

—Se inquietan. La educación pública ha sido percibida como una amenaza por aquellos sectores políticos y económicos que durante décadas han hecho de la educación un negocio lucrativo. Esto sobre la base de una casi total desregulación del sistema. Esa laxitud permitió, no sólo que prosperaran proyectos educativos de dudosa calidad, sino que se vulneraran fácilmente las pocas prohibiciones en esta materia, como las que impedía el lucro en las universidades privadas.

“Chile se está quedando sin profesores”

La Universidad de Valparaíso recibe un aporte fiscal directo anual equivalente al 4,2% de su presupuesto. Corrales enfatiza que esto es “mucho menor” que el que se entrega a varios de los planteles privados tradicionales. “A pesar de nuestra condición pública y de nuestro carácter laico y pluralista, las universidades del Estado somos financiadas mediante un sistema de subsidio a la demanda. Esto no se condice con nuestras funciones y con nuestro papel en la implementación de ciertas políticas públicas”, explica.

—¿En qué sentido se ven obligados en materia de políticas públicas?

—Jugamos un rol distinto a las instituciones privadas en cuanto a que el Estado nos puede exigir cuestiones que a las privadas no. Por ejemplo, Chile se está quedando sin profesores, los jóvenes no quieren estudiar pedagogías. Eso hace que las universidades privadas vayan cerrando sus carreras, porque no tienen demanda. Pero como el país no puede quedarse sin docentes, les exige a las universidades estatales que mantengan esa oferta. Y dado el rol que nos asigna la ley esto es una obligación para nosotros.

—¿Cómo ve la responsabilidad de Boric con la educación superior pública?

—Hace tiempo que no teníamos un programa de Gobierno que explícitamente tuviera un compromiso con las universidades del Estado. Me reuní con el Presidente cuando era diputado y precandidato presidencial para conversar sobre este tema. Boric comprende lo importante de contar con una educación pública robusta y de calidad para garantizar una efectiva igualdad. Pero, lamentablemente, las instituciones estatales cada año representamos un porcentaje menor de la matrícula en educación superior: hoy solo alcanza al 16%.

—¿A qué cree que se debe esto?

—A que a partir de la reforma universitaria de 1981 nos dijeron que teníamos que competir, pero en condiciones sumamente desiguales. Hoy, para crecer necesitamos infraestructura y recursos. Pero las universidades estatales no podemos endeudarnos a largo plazo, solo podemos hacerlo por el período presidencial. Tenemos una cantidad abismante de limitaciones con grandes barreras para expandir la matrícula. Estamos sujetos al régimen de la administración pública, a controles que hacen que nuestros costos operacionales sean mucho más elevados que los de una institución privada. Eso lleva a que el desarrollo de la oferta en la educación superior favorezca a los actores privados.

—¿Y qué esperan del financiamiento a las universidades públicas?

—Que se cambie la forma de financiamiento desde el subsidio a la demanda, hacia un modelo que esté articulado en torno a aportes basales. Para 2023 se aprobó un aumento del 15% en el aporte a las instituciones estatales, con diez mil millones adicionales, pero hay que discutir cómo se distribuye el conjunto de los recursos considerando factores como los mayores costos de transacción que tienen los planteles del Estado o el hecho de que no es lo mismo ser una universidad en Santiago que en zonas extremas como Magallanes o Arica.

“Públicos para el control, privados para el financiamiento”

—Bajo el alero estatal, ¿cómo ha sido está convivencia con el Estado?

—Efectivamente durante 40 años hemos tenido un gran jefe, el Estado, que nos ha dejado más bien solos. La educación superior pública fue privatizada de facto hace 40 años; hemos sido públicos para efectos del control, de regulaciones, pero más bien privados para el financiamiento. Porque nosotros, tenemos que salir a competir por la matrícula. Pero lo hacemos en condiciones muy desventajosas. Estamos afectos al sistema de compras públicas, por ejemplo, y si hay una oferta de computadores, no podemos aprovecharla.

—Usted ha plateando que la crisis financiera de las universidades públicas se debe a un diseño deficiente de la gratuidad, ¿cómo lo mejoraría?

—La gratuidad tiene un problema de diseño en torno al artículo 108 de la ley de Educación Superior, que establece que se financia a los estudiantes sólo por el total de semestres que dura su carrera. En caso de atrasarse pierden la gratuidad y las universidades solo podemos cobrarles a esos estudiantes el equivalente al 50% del arancel durante el año siguiente. Pero muchos ni siquiera tienen los recursos para pagar ese costo. Esto hace que, finalmente, haya un subsidio de los planteles al sistema de gratuidad.

—Como presidente del Cuech estuvo a favor del borrador de la nueva Constitución, donde se instauraba un sistema gratuito de educación superior garantizado por el Estado.

—En el Cuech acordamos que el apartado relativo a educación era satisfactorio, porque garantizaba un sistema mixto, pero obligaba al Estado a encargarse del financiamiento de las instituciones públicas de educación superior. Hoy, no hay ningún cuerpo normativo que establezca esa obligación. En Chile suena súper disparatado, pero es más o menos la norma mundial. Cuando voy a otros países como Brasil, con universidades estupendas, la educación pública es financiada con recursos estatales.

—¿Y qué espera de la nueva Constitución en este nuevo proceso?

—Que promueva una revalorización de lo público. Una parte de la crisis social que vivió el país en 2019, viene de la desarticulación de educación pública en todos los niveles. Aunque la educación superior es el segmento que ha sido más resiliente, es indudable que a partir de los 80 se produjo un proceso de degradación de la educación pública, especialmente como consecuencia de la municipalización del sistema escolar. Como dije, esto fue segmentando al sistema educacional y contribuyó a la desintegración social de Chile. A pesar de ello, un elemento distintivo de las universidades del Estado es que seguimos siendo un espacio de encuentro entre estudiantes de distintos estratos sociales; jóvenes como yo, que fueron primera generación universitaria y que vivían literalmente en la punta del cerro.

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