Tras presenciar en 2021 a un candidato postular a la Presidencia desde el mundo digital (sin haber pisado el país porque tenía —y tiene aún— una orden de arraigo por pensión alimenticia), después de observar la crisis que se generó en el Partido de la Gente (PDG) tras la votación para la presidencia de la Cámara de Diputados, y en vista de la gestión que ha desarrollado un Gobierno novel que hasta hace poco tiempo decía despreciar la política tradicional, Octavio Avendaño (50) considera que la política “no puede prescindir del fenómeno de la profesionalización”.

Sociólogo y doctor en ciencia política, el próximo año publicará por LOM el libro «Políticos contra los partidos», un ensayo donde analiza el antipartidismo en Chile, y las crisis de representación relacionada con las nuevas tecnologías de la comunicación y las redes sociales.

El académico de la Universidad de Chile sostiene que este fenómeno se arrastra desde hace varias décadas en Chile y que, colectivos como el PDG, liderado por Franco Parisi, son quienes cosechan más votos en tiempos de crisis porque saben interpretar el malestar social y darle soluciones gerenciales a los problemas políticos.

Avendaño estudió entre 2005 y 2008 su doctorado en Florencia, donde se especializó en el estudio de partidos. “Algo que aprendí de la experiencia italiana fue el fenómeno del antipartidismo y de la antipolítica que estaba muy en boga en esos años. Además de las crisis de los partidos tradicionales. En los últimos años hemos vivido en Chile una crisis del sistema de partidos, una predisposición a la fragmentación, y se observan una serie de tendencias desde el punto de vista cultural que están arraigadas en el mismo sistema político, como el discurso antipartido y el discurso antipolítico”.

—El escenario presidencial de 2021 fue volátil. Los primeros candidatos eran Lavín y Jadue, no Boric y Kast. En ese escenario apareció Franco Parisi como la tercera fuerza política. ¿Qué lectura haces de ese fenómeno que de cierta forma aún perdura?

—Parisi aparece el año 2013 por primera vez. Llama la atención de que no persistió en una segunda incursión presidencial el año 2017, pero sí lo hizo en 2021, en un momento de crisis de los partidos tradicionales con una caída en la identificación por parte de la ciudadanía. Pero hay que tener en cuenta que la crisis también afecta a los nuevos partidos, porque no logran revertir ese estado de crisis, esa desconfianza, esa pérdida de legitimidad. Y eso genera un escenario propicio para la irrupción de una candidatura antipolítica como la de Franco Parisi. Él logra llegar a un segmento bastante despolitizado de la población: profesionales jóvenes o trabajadores independientes que no sienten mayor interés por la política y consideran que sus problemas se resuelven de manera individual. El discurso de Parisi logra calar hondo porque plantea alternativas respecto del tema previsional o la coyuntura económica y utiliza de manera efectiva las redes sociales que le permiten un contacto más directo con la población.

—El Partido de la Gente fue el partido que más conectó con la gente después del estallido social. ¿Por qué?

—Hubo una lectura errónea por parte de la izquierda, porque consideró que el estallido y todas las manifestaciones de protesta que se vivieron en los meses posteriores al 18 de octubre eran manifestaciones antineoliberales. Cuando en realidad eran un torbellino de manifestaciones que no tenían una conducción ni tampoco tenían una orientación clara. Y, en ese sentido, el discurso de Parisi supo leer ese desencanto que se expresó en octubre y con posterioridad a la pandemia. El PDG logró leer muy bien el malestar social.

“Hay un antipartidismo en sectores de la izquierda”

—El pronóstico para el próximo año es sombrío y la inmigración es vista como una amenaza para la seguridad y la economía.

—El populismo y el discurso antipolítico normalmente irrumpe con mucha fuerza en épocas de crisis como la actual, donde vivimos la cesantía y la reducción del poder adquisitivo. Y esto es así porque de esta forma se plantea que las crisis se revierten no a través de acuerdos políticos, sino que a través de soluciones técnicas.

—Ese tipo de política remite al “cosismo” pregonado por Joaquín Lavín desde 1999.

—Tenemos antecedentes previos de candidaturas que se muestran independientes de los partidos y que plantean soluciones de tipo gerencial. Lo vimos con la candidatura de Francisco Javier Errázuriz que también creó un partido: La Unión de Centro Centro que logró tener alcaldes, concejales, e incluso diputados durante los 90. Pero también encontramos un antipartidismo en sectores de la izquierda. Lo vimos con Marco Enríquez Ominami el año 2009 cuando crea el PRO. Y lo vemos en las organizaciones del Frente Amplio: un discurso antipolítica tradicional que termina erosionando la credibilidad del sistema de partidos en su conjunto.

—MEO utilizó mucho en su minuto una red social como Facebook para verter sus críticas. Con esa red social logró sortear el sistema político tradicional. ¿Estarías de acuerdo con eso?

—Estoy de acuerdo. Pero quiero hacer una salvedad. El año 2005 se llevaron a cabo reformas constitucionales. La Concertación, para poder llevar a cabo la agenda legislativa en el Congreso, necesitaba cohesión porque estaban los senadores designados. Por eso, cuando se acaban los senadores designados comienzan a aparecer estas figuras de los díscolos que actúan de manera individual sin seguir los lineamientos de los partidos del oficialismo. Y pasan a ser figuras disruptivas y a veces hasta decisivas en la votación de algunos proyectos de ley. Y, a partir del año 2009, cuando irrumpe la candidatura de MEO, él hace un uso bastante efectivo de Facebook. Y lo que logra es que esa red social prescinda de los partidos, lo que le permite un contacto mucho más estrecho con la ciudadanía. Y eso termina afectando a los partidos. La crisis de representación también tiene que ver con la influencia que tienen las nuevas tecnologías de la comunicación. La estructura organizativa de los partidos ya no es necesaria porque la ciudadanía logra vincularse con sus representantes a través de las redes sociales.

—Las redes sociales crean la ilusión de que es posible eludir la mediación y los acuerdos. Por eso, quizás, la nueva generación de políticos no tiene paciencia para negociar.

—Antiguamente un parlamentario para informar respecto de las decisiones que estaba tomando el Gobierno, la dirigencia de su partido, o lo que se estaba discutiendo en el Congreso, tenía que ir a los territorios. Hoy en día esa labor ya no es necesaria que la realicen los parlamentarios o los dirigentes de los partidos. Porque para eso están los medios, las redes sociales y las tecnologías de la información que logran informar de manera simultánea. Entonces esa labor de mediación se va perdiendo en los partidos.

“No hay ningún partido que tenga presencia nacional”

—La antipolítica se vincula con la fragmentación del sistema partidario. ¿Por qué los partidos políticos tienden hoy al deterioro organizativo más que a su fortalecimiento?

—Porque no existen estímulos institucionales que permitan fortalecer los partidos. La ley de partidos es bastante limitada a este respecto, así como también los procedimientos electorales. Hoy día tenemos partidos que tienen una votación ínfima, incluso parlamentarios que han sido electos con una votación ínfima. Entonces, el sistema incentiva la proliferación y la fragmentación de partidos más que el fortalecimiento de su estructura organizativa. Incluso yo hablo de la desnacionalización de los partidos. Hoy no hay ningún partido que tenga presencia a nivel nacional, que tengan sedes partidarias en diferentes zonas. Las sedes del partido, como las conocimos en los 90, con la DC en todas las comunas del país, ya no existen. Los militantes de un partido no tienen estructura organizativa porque consideran que no es necesaria o porque la organización está tan debilitada que no cuenta con las condiciones para arrendar un local. Más bien lo que existe en algunas zonas son redes de WhatsApp.

—Después del triunfo del Rechazo la DC está sufriendo un éxodo de militantes a partidos como Amarillos o Demócratas. ¿Qué representan esos partidos y qué pasa con el centro político?

—La DC fue perdiendo la capacidad de representar al centro político y proponer propuestas alternativas. Al quedarse sin propuestas programáticas se transformó en un partido pragmático, en una maquinaria electoral, y eso afectó la base de apoyo. También hay que tomar en consideración la crisis de la Iglesia Católica o la disminución del número de personas que se consideran católicas; todo eso influye en la crisis que ha experimentado la DC. La aparición de Amarillos y Demócratas y otras fuerzas políticas, tiene que ver con la posibilidad de copar un centro político que en este momento está huérfano. Y eso quedó en evidencia con el resultado del plebiscito: hay una ciudadanía moderada que estaría dispuesta a respaldar una opción de centro.

—¿Por qué la centro izquierda está más dispersa que la centro derecha?

—Tenemos una crisis que afecta a todos los partidos, pero a quien más afecta es a la centro izquierda y al mundo de la izquierda. La izquierda ha estado mucho más fragmentada en los últimos años. Pienso que el gran problema que tiene la izquierda es la indefinición de ciertas propuestas programáticas. En los partidos de derecha existe una definición precisa respecto del rol del Estado, respecto de lo que significa una economía neoliberal o respecto a la defensa de ciertos valores que tienen que ver con el individuo.

—En la Convención se quiso equiparar a los partidos políticos con los independientes y los movimientos sociales. También se quiso borrar el Senado. No obstante, ese organismo le dio el presupuesto a las organizaciones de derechos humanos que la Cámara Baja le había negado. ¿Cómo analizas esa paradoja?

—La Convención intentó equiparar a los partidos con los independientes y los movimientos sociales y eso fue un error. Lo que tenía que hacer la Convención era apostar por un fortalecimiento de los partidos y no reproducir el antipartidismo que está presente en la Constitución del 80. Hay un desconocimiento absoluto de lo que es la representación, porque los roles de los movimientos sociales son distintos a los roles que desempeñan los partidos. Ahora, respecto a los recursos para los organismos de derechos humanos, es la expresión de que era un desacierto la eliminación del Senado. Había un sesgo ideológico. Es cierto que el Senado hoy tiene mayor presencia de la derecha y por lo tanto con menos posibilidad de apoyar transformaciones que la Cámara de Diputados. Pero eso se resolvía modificando la forma de representación del Senado para evitar que estuvieran sobre representados algunos sectores y que hubiese una representación más fidedigna con lo que es el país.

—¿Qué tan fundamental es la política profesional en una democracia moderna?

—La política no puede prescindir del fenómeno de la profesionalización. Porque la política tiene que ser asumida de manera permanente, estable, y no puede ser asumida de manera ocasional. Las democracias contemporáneas exigen eso. Exigen personas dedicadas exclusivamente a la actividad política. En todos los ámbitos donde la política interviene es necesario que existan personas que estén dedicadas permanentemente a ello. Profesional significa: persona dedicada exclusivamente a la política. Es una persona que vive de y para la política, tal como lo definió Max Weber en su libro «La política como vocación».

—Se inauguró la estatua en homenaje al expresidente Patricio Aylwin. Boric fue crítico de la política de lo posible y ahora le toca ejercerla. ¿Cómo interpretas esa situación?

—Hay ahí una muestra del desconocimiento que ha tenido esta generación, que ha denostado a la política tradicional. Todas las experiencias antipartidos han fracasado cuando llegan al Gobierno. Fracasan porque se ven en la necesidad de recurrir a los políticos tradicionales que son los que tienen más experiencia, más sabiduría, y mucho más manejo en las situaciones de crisis que estos liderazgos oportunistas, mesiánicos, que aparecen en contra de los partidos.

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