“Hace más de dos décadas que el medio ambiente es el foco de mi creación; la naturaleza es el motor de mi vida y valor espiritual”, dice Denise Lira-Ratinoff mirando los coloridos jardines de Lo Matta Cultural, en Vitacura, donde está presentando hasta el 18 de diciembre una instalación sensorial realizada especialmente para el lugar.

“AIR(E), Tormentas de fuego” se llama la obra que realizó junto al artista Patricio Aguilar Díaz, diseñador, director de Arte en cinematografía y supervisor de efectos especiales, su marido, y compañero de reflexiones.

La artista que vive entre Estados Unidos, Alemania y Chile, estudió Licenciatura en Artes Visuales y se especializó en La Habana, Cuba, en litografía. En 2008 cursó el Master of Fine Arts, Photography en Savannah College of Art and Design en Georgia, Estados Unidos y ha expuesto en Europa, Asia y América.

Ha experimentado en pintura, grabado, instalación, intervención, video y fotografía, con la relación entre el ser humano y la naturaleza como centro de toda su obra.

“He abordado la contaminación por plásticos, la contaminación acústica oceánica, y el año pasado lanzamos el disco ‘Hadal', cuatro composiciones de paisajes sonoros que reflexionan sobre las profundidades del océano llegando hasta la corteza más profunda de la tierra, la Fosa de Las Marianas a 11.034 metros. Pasaron los meses y me sentí destrozada al escuchar a diario las noticias de los incendios en Australia, vi a los animales escapando, en California, Tierra del Fuego, los humedales… dramático como nos estamos destruyendo, muy doloroso. Junto a Patricio ahí fue donde pensamos en que era el turno de comunicar esta crisis pero desde la belleza del fuego”.

“AIR(E)” comienza en una sala oscura con un mapa de la NASA que muestra a través del sitio de FIRMS (Fire Information for Resource management System), que registra información vía satelital de zonas de calor e incendios activos en el planeta, con solo tres horas de desfase, lo que anuncia un panorama aterrador. Una alfombra de pasto real y 22 celulares suspendidos en el espacio, que marcan el año 2022, con imágenes únicas de la naturaleza, bosques milenarios, océanos, fuego y testimonios de dolor y esperanza de voces humanas. Simultáneamente, el sonido 7.1 envuelve la sala con viento, aves, cetáceos, explosiones y, al fondo, una pantalla gigante donde aparecen —en imágenes cinematográficas— las llamas, que se reflejan en un espejo de agua en el piso.

“Cada un minuto, en el planeta, se queman el equivalente a 16 canchas de fútbol en incendios forestales. Y el 99% de los incendios están causados por el ser humano, por descuido, negligencia o intencionalidad”, advierte la artista, días antes de que una espiral de incendios forestales afectara las regiones de Valparaíso, del Maule y Metropolitana.

—Tú te expusiste al fuego también. Apareces en la película con un traje que crearon especialmente para esta instalación.

—Efectivamente. Siempre necesito vivir la experiencia. Tuve un entrenamiento profesional severo. Uno es un animal y al experimentar el fuego controlado sobre tu cuerpo, es un acto de entrega y sobre todo convicción de querer transmitir el poder de parar el sobreconsumo y muchas veces la ambición humana. Realizamos un traje de cuero especial. Y tuvimos dos jornadas de entrenamiento de fuego controlado. Comienzas con un brazo; lo prenden y el fuego va subiendo, el otro brazo, la espalda, las piernas, movimiento y calor. La mente desaparece y tienes que estar en apnea, porque no puedes respirar toda esa materia. Yo estaba enfocada en transmitir esta urgencia así que me entregué completamente al sentir la reacción animal. Soy otra persona después de mi experiencia con el fuego.

—¿En qué sentido?

—El fuego es mágico, bello y al mismo tiempo muy violento, hipnótico, dramático a la vez. Es absolutamente veloz y vivo. Yo me siento muy tranquila trabajando con Patricio, porque él es totalmente profesional. Detrás de este proyecto hay todo un bello grupo humano trabajando. Es muy profundo el control que tienes que tener. Se escucha “Acción”, las llamas, y caminas. Todo está iluminado con hogueras de fuego en donde el calor se siente que penetra por la piel. Hasta que te apagan y te enfrían. Es impactante y llegué a perder el miedo por completo al fuego, pero el respeto es la clave para no tener un accidente. Filmamos ocho horas de material de alta calidad, solo de fuego. Se editó llegando a tener 1 hora 35 minutos, luego a 32 minutos y terminamos haciendo una película de 14 minutos y 10 segundos. Imagínate toda esa edición para lograr comunicar un recorrido por nuestro interior en torno al planeta en llamas.

—¿De qué manera te transforma a ti?

—Es muy bonito pensar hasta qué punto uno lo entrega todo. Yo me hice montañista, con un entrenamiento riguroso, cuando quise llegar a las altas cumbres. Aprendí a bucear por la necesidad de transmitir lo que no muchos pueden llegar a ver. Cuando estás registrando en el cráter del Láscar, el volcán más activo del norte de Chile, sientes que eres un ser minúsculo frente a la inmensidad de las montañas. Nos vamos a extinguir por la violencia con la que tratamos a la naturaleza. Tenemos récords terribles. Chile es el país que extrae más algas del planeta y puedes estar viendo 16 ballenas Fin cerca de la costa y al otro lado los camiones llevándose toneladas y toneladas de algas. Somos el país que tiene más fiordos del planeta, ¿y qué hacemos? Industrias contaminantes, como las salmoneras.

“A fin de siglo vamos a desaparecer”

“Nosotros con cada instalación sensorial logramos conmover. ¿Pero cuál es el propósito final? La educación. En niños y adultos, porque no hay más tiempo. Es ahora con alta urgencia cuando hay que hacer los cambios. El calentamiento global nos está derritiendo. Lo que era muy a futuro se adelantó”, sostiene Patricio, que se pasea supervisando la instalación.

Denise agrega: “A fin de siglo vamos a desaparecer. Si mantenemos la misma dinámica de sobreconsumo y nivel de emisiones, según cálculos científicos. En 80 años más, no queda nada. Hace unos días vino un niño de ocho años que nos dijo que esto le dio ‘miedo, pero miedo del bueno'. Esa reflexión nos dice: ‘Hagan algo por nosotros'. Nunca olvidaré en ‘Cronómetro' a una persona no vidente que volvió a la muestra por segunda vez y comentó: ‘Vine a ver el océano a través del sonido'. Esto es lo que te da sentido para seguir creando y no perder la esperanza”.

“Cronómetro” es la obra más importante de Denise y Patricio. Ella —que es embajadora de Plastic Oceans, asesora de The Nature Conservancy y del Fondo de Naturaleza en Chile—, revolucionó la escena en 2019 con esta instalación de más de 1.200 fardos de residuos sólidos (polímeros), en el MAVI, con la que enfrentaba a la audiencia a su propio legado de basura de plástico junto a diversos cantos de cetáceos y a la devastación de los océanos contaminados por ruido. Fue elegida la Mejor Exposición de ese año. “Unos meses después salió la ley que prohibía las bolsas en los supermercados”, recuerda Denise.

En 2019 fueron seleccionados por las Naciones Unidas en la “Semana mundial de acción por el clima” en Nueva York, con la instalación ‘Respirar”, un proyecto audiovisual en la majestuosa selva valdiviana en pleno invierno.

—Planificaste una trilogía en ocho años. En 2007 comenzaste dos años en los glaciares, dos años recorriendo los cinco océanos y dos en el desierto de Atacama.

—Fue una experiencia transformadora; de cada fotografía podría contar una historia. Yo hago retratos de naturaleza, no soy fotógrafa de naturaleza, no es lo mismo. Hago muy pocas fotos: y solo imprimo cinco más dos pruebas de artista. Las imprimo en Düsseldorf, en el mejor laboratorio del mundo para mi estilo de fotografías. Ese año tuve el honor de conocer a Constantino Kochifas, capitán del barco, que me tocaba la puerta de la habitación a cualquier hora para ir contemplar escenas magníficas y únicas de los icebergs. Recuerdo también que una vez estábamos el botero y yo, en un bote chico frente a un iceberg gigante. Yo le decía: “Vamos más allá, más allá”… “Yo tengo familia”, me dijo él. Y era natural su miedo. La vida y la muerte están siempre de la mano. Creo que siempre hay que realizar los sueños porque desde ahí nace la fuerza para lograr crear lo que no existe.

—Tú arriesgas todo en estas circunstancias.

—Absolutamente. Es que es la vida misma. Uno tiene que salir de la zona de confort. Yo vivo de esta manera, me entrego por completo. Por eso yo no me muevo de mis instalaciones porque quiero conversar con las personas. Ayer una pareja nos dijo: “Gracias por permitirnos pasar nuestro aniversario aquí, en este lugar tan bello y con este regalo transformador”. ¿Cómo no va a ser emocionante? También vino el gran Federico Assler y nos escribió que era “una obra extraordinaria, un acontecimiento único”. Eso es hermandad y amor profundo por nuestro crear. Necesitamos tomarnos de las manos para crear en colaboración y respetar lo que nos rodea. Me llegó a alma escuchar a Luis Poirot que vino junto a su mujer, la gran fotógrafa Fernanda Larraín. Nos quedamos largas horas compartiendo sobre lo relevante que es conversar con la audiencia y el regalo que queda para cada uno al compartir ese diálogo y tiempo.

—¿Y cómo fue tu experiencia en los océanos y en el desierto?

—Primero mi trabajo fue solo sobre el océano, porque empecé a registrar desde lo audiovisual bajo el océano tiempo después. Utilizamos diversos medios de transporte para obtener cada toma. Mientras trabajaba en los océanos empecé a mostrar las fotos de los glaciares en Nueva York y se empezaron a vender. Tuvieron mucho éxito, así que la serie de la trilogía continuaba. Y llegué al desierto, pero al estar ahí, me vi rodeada de cordones montañosos y decidí que tenía que hacer montaña. Luchito, mi guía, me entrenó rigurosamente por bastante tiempo para hacer ese sueño realidad. Empezamos a trabajar en la relevancia de respirar y en cómo poder soportar los diversos fenómenos del clima. Mi primera montaña fue el Toco. Después el Lascar, el Licancabur y así. Es transformador estar arriba. A veces me demoraba tres semanas en hacer una foto, solo observando las líneas del desierto.

“Siento que hablo por el océano”

Denise es hija de Denise Ratinoff, la destacada martillera de Christie's, y del doctor Exequiel Lira del Campo. “Tengo una familia muy unida. Mi padre era un gran médico cirujano y trabajaban juntos, primero desde la enfermería, luego desde el arte. Mi padre fue rotario 50 años, hicieron un trabajo social bello. Desde chicos nos dijeron: ‘Hagan lo que sientan, pero háganlo bien. Sobre todo si tienen vocación'”, relata Denise, quien tiene ocho hermanos.

“Mi mamá es mi partner, mi compañera de vida. Hablamos todos los días. Tenemos trabajados muy distintos, pero una relación muy de colaboración. Mi papá era tremendo artista también, pintaba caballos. Y sus amistades eran cautivadoras y entretenidas. Nos enseñaban, como los artistas Mario Carreño o Gonzalo Cienfuegos, entre otros. Mi papá los operaba a todos. En nuestra casa había una colección, en especial, de artistas chilenos. Y mucha literatura”, señala.

“Recuerdo cuando era niña un verano en la casa de mi abuelo en Manzanillo, en México, en la playa enterrada solo con la cabeza afuera, venía el agua y sentía muy pesada la arena sobre mí, como si esa hubiera sido mi primera intervención del cuerpo. Después de 40 años, siento que hablo por el océano”.

—Tuviste una vida de acceso a viajes, a artistas, a museos, ¿fue clave en este camino?

—Mis padres siempre nos decían que la mejor herencia eran los viajes y las vacaciones familiares. Siempre viajamos juntos a distintos territorios y culturas. Tuve una vida donde entiendes que no existen las fronteras. La comunicación es mágica cuando usas todos los sentidos para transmitir lo que quieres decir. Hasta la alimentación se torna un ritual, un tesoro cultural, y cada territorio es el origen.

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