“Aquí está muriendo gente”, advierte Guillermo Portales Riesco, socio mayoritario del Cementerio Metropolitano, con un 28,9% de la propiedad. Suena preocupado, pero…

—… eso suena como algo bueno para el negocio, ¿no?

Es que no se refiere al negocio de la muerte, aclara. Habla de sus familiares-rivales. Y es que si bien las empresas familiares suelen tener peleas entre herederos, pocas han llegado a un conflicto de la magnitud de los socios del Cementerio Metropolitano. Un conflicto familiar ininterrumpido por 50 años de tensísimos directorios llenos de peleas, rencores, “traiciones” inclusive, dice, y una pila de demandas y querellas criminales, intervenciones de Carabineros mediante, qu,e asegura, ya han ido finalmente calando en la salud de los socios y rivales familiares.

“Todos los conflictos familiares internos se llevan a la empresa, y ahí se agravan en el contexto del negocio. Juan Ignacio Riesco (su tío) falleció por un derrame cerebral después de una discusión muy fuerte. Julio Riesco (otro tío, socio y a veces rival) tiene paralizada la mitad izquierda de su cuerpo por el estrés de las peleas constantes, y Víctor (tío y también rival) se mantiene alejado hace un año del cementerio por motivos de salud mental. Yo estoy seguro que el cáncer que se llevó a mi madre fue agravado por este conflicto de una vida”, asegura. “Esto tiene que terminar ahora”, sentencia en su primera entrevista a un medio.

Ahora busca la liquidación del negocio familiar, pero, inquirido al respecto, no esconde sus otras motivaciones: “Pedí la liquidación. Que todos los que quieran plata, se queden con plata, y si puedo, porque tengo las lucas, comprarlo yo y hacer los cambios que tanto se necesitan”.

“Nunca perdonaron eso”

El Cementerio Metropolitano, ubicado en la comuna de Lo Espejo, fue fundado en 1964 por su abuelo, Juan Ignacio Riesco. Este heredó a sus hijos Víctor, Julio y Juan Ignacio (fallecido) un 22% de la empresa a cada uno, y lo mismo a su hija, la madre de Riesco, cuyo 22% heredó Guillermo a su muerte. Su abuelo le heredó directamente otro tanto, que suma ese casi 30%. Otro grupo, importante en el conflicto, son minoritarios que tienen cerca de un 2,5% de la propiedad, pero que por una serie de estatutos especiales, reciben 25% de las utilidades del cementerio.

—¿Cuáles son esos “cambios que tanto se necesitan”?

—Al cementerio le quedan 10 años de venta de sepulturas, su actual negocio principal. El terreno no es infinito. Yo quiero hacer servicios funerarios a los clientes del cementerio, crematorios, nuevos caminos para el negocio, pero los otros socios no han querido.

—¿Por qué?

—Hay un tema etario, yo creo. Los demás socios (minoritarios y sus tíos) tienen sobre 60 años. No quieren invertir, no quieren hacer nada diferente, no quieren tomar riesgos, porque son viejos y el cementerio ya da mucha plata, pero no lo hará por siempre, si sigue así. Hice una comida con gente de Funespaña, un grupo gigante español que quería comprar un pedazo de la funeraria y hacer negocios. Invité a todos, ¡y no llegó ni uno de mis tíos! Me dejaron con la mesa puesta. Quise entrar a Uruguay, Perú, montar cementerios en Concepción, Puerto Montt, Arica. No, no, no.

Pero no puede ser todo solo por algo etario.

—Creo que hay algo familiar en el fondo. Aquí los problemas familiares, los rencores, se llevan a la empresa; ahí revientan. Siempre fui el más querido por mi abuelo. Sus hijos lo trataban pésimo, y yo lo defendía. Uno incluso lo demandó. A su propio padre. Yo viajé y estudié el tema funerario en España, me relacioné mucho con mi abuelo por esto, y él me puso sobre sus hijos. Por eso me dio esa participación que me hace el socio mayoritario. Nunca perdonaron eso. Nunca vi un gesto de cariño de ellos con mi abuelo.

“Ni se ha muerto y ya están avisando a una funeraria”

Escritos legales dice que usted es dueño de Provenza, empresa de servicios funerarios que operaba en el cementerio. Se le acusa de hacerlo sin pagar un arriendo a valor de mercado y que se opuso a que esto cambiara.

—El año 2000 nos instalamos dentro del cementerio previo a una resolución sanitaria que nos permitió funcionar dentro de él. Hicimos un acuerdo: a cambio, Provenza entregaría servicios funerarios gratuitamente al cementerio.

En estos escritos se autorizó que se sacara a Provenza con auxilio de la fuerza pública por este tema.

—Nosotros pagábamos el arriendo dando los servicios funerarios gratuitamente. Mis tíos me dicen que “¡No! ¡No pagaste ese acuerdo! ¡No acordaste nada con tu abuelo!”. Se me demandó por subir el sueldo a mis trabajadores y por no repartir utilidades entre los socios, pero un informe de PwC dejó claro que por el flujo de ventas, el negocio no tenía utilidades. La semana pasada, carabineros agarraron los muebles de Provenza y los dejaron en la calle.

—¿Qué piensa de las críticas de la FNE al negocio de servicios funerarios?

—La FNE necesita que protejan a la gente frente al fallecimiento de un ser querido. Lo que pasa es que, incluso antes de que este muera, algunos enfermeros ya están llamando a funerarias con las que tienen “arreglos”. No se ha muerto la persona y la funeraria ya está ahí. A quien se le haya muerto un ser querido, entenderá de lo que hablo. Estás totalmente desprotegido, te cobran lo que quieren. Eso es lo que veo en el fondo del informe.

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