Hace unos días el Tribunal Constitucional (TC) desestimó la revisión de fondo del requerimiento que buscaba anular el TPP-11, quedando así listo para ser promulgado por el Gobierno.

El argumento de la justicia constitucional para negarse al debate fue uno solo y unánime: estaba fuera de plazo. Y pese a conocer este detalle, el promotor de la idea, el senador Karim Bianchi, convenció a 42 legisladores entre ambas cámaras (necesitaba 39), marcando así un nuevo episodio de la tensa relación entre el Ejecutivo, el Congreso y el TC.

Magallánico, diputado por cuatro años y hoy navegando sin partido y con su propio comité en la Cámara Alta, cada semana se le ve a Bianchi descargando su habilidad comunicacional en el canal de televisión que fundó en su distrito. Allí profundiza con libertad su criticado lenguaje informal. Sabe lo que provoca y le gusta. Buena parte de sus méritos están en su imponente votación: 31 mil votos, el 48% en su circunscripción (Magallanes).

El regionalismo lo reafirma con su negativa en hacer escala en Santiago cuando va al Congreso. La única debilidad que reconoce es su fanatismo por AliExpress y los cajones repletos de calcetines con diseño.

— El TC dijo que estaba fuera de plazo, ¿por qué insistió conociendo el posible fallo?

—Era lo que nos quedaba, porque el Presidente no hizo lo que pudo hacer, que era retirarlo, según consta en el artículo 132 del reglamento. Yo no tengo mucha fe en el TC porque funciona desde una lógica binominal, pero es lo que me entrega la Constitución y yo me quedo tranquilo con que hice todo lo que pude y hasta más quizás, porque la preocupación de los diputados hoy es quién se queda con la presidencia de la Cámara.

—¿Habría aplaudido un veto del Ejecutivo?

—Lo que pasa es que uno puede ganar o perder, pero uno no puede ser inconsecuente, porque una cosa es que el Presidente diga “no está en mi programa”, pero otra es que deje hacer lo que sea. Entonces, ¿cuál es su programa hoy día? Yo creo que le está pasando el efecto Piñera posestallido: Boric tras el 4 de septiembre tiene miedo.

—Ya casi promulgado, ¿cuál es la piedra de tope del TPP-11?

—Quien demanda son las multinacionales y su esencia es tener sedes en todas partes. Si el gobierno de Australia me firma la “side letter” de una empresa que tenga que ver con las baterías, puede venir Samsung y decirme “mira, ustedes están haciendo baterías y no están solamente vendiendo litio, los demando”. Esa es la aprensión que yo tengo, no es en contra de los tratados, ni la ideología, es en contra de este tratado que congela las condiciones y blinda a las transnacionales de manera que nos impide hacer cualquier política pública futura.

—De todas formas logró firmas. ¿Sintió que lideró la oposición del proyecto?

—Sí. Es raro, no sé si terminé liderando o quedando solo, porque todos fueron teniendo miedo. Lo que pasa es que primero yo tuve una postura en la Cámara de Diputados. Estudié el tema, la defiendo, la mantengo, esa es una primera cosa, porque muchos no la mantuvieron, pasaron a ser senadores y no mantienen su posición. No abandoné la causa.

—¿Hubo legisladores que recularon de firmar?

—A mí me dan lástima mis colegas que tienen que votar diferente a lo que piensan y así fue que en el Senado nos faltó una firma. Ahí andaba como comisario (José Miguel) Insulza haciendo que no votaran los de su sector y así otros no se atrevieron, entonces logramos firmas con los diputados, donde creo están menos contaminados con esta discusión.

“Tengo una forma de ser que no calza con ser senador”

—En general su relación con el Senado es bien áspera.

—Me pasa que soy como porfiado y ahí navego en harta soledad. Están todos arrepentidos de haberme otorgado un comité como independiente. Eso no existía antes. Me manifiestan haberme dado un privilegio, pero yo me lo gané, y lo que pasa es que ellos quieren tener el monopolio de los comités.

—¿Por qué se arrepienten?

—Al Senado no le gusta que se expongan las cosas; le gusta que los temas se arreglen conversando internamente. Estuvimos en la cuerda de desaparecer; 200 años de historia estuvieron a un momento de irse. En ese momento todos actuaron de manera diferente. Creo que hemos tenido soberbia como institución y tenemos que hacer un cambio. El Rechazo no significa que la gente haya dicho “el Senado está perfecto”.

—La crítica también apunta a un lenguaje inadecuado de su parte.

—Es que hay como tiempos diferentes. Mi forma puede molestar, más allá de la mala palabra, siento que tengo una forma de ser que no calza con ser senador. En la Cámara de Diputados encajaba bien, quizás porque había una diferencia generacional. No me gusta, por ejemplo, que se hagan las votaciones antes que se discuta o se parlamente sobre algo; como que está todo arreglado de antes. Siento que todo lo que puede molestar adentro, puede gustar afuera.

—¿Se reconoce muy frontal?

—Sí. Me gusta. Para mí siempre hay dos principios fundamentales, cuando pierda uno de ellos o los dos, me voy de acá. Para mí lo primero es irme y dormir tranquilo, sabiendo que hice lo que tenía que hacer, aunque quizás me equivoque. Ese es un principio, no tomo pastillas para dormir ni nada, puedo dormir tranquilo.

—¿Y lo segundo?

—Es que yo puedo salir a caminar a cualquier parte: puedo ir a una fiesta popular en mi zona o en otro lugar. La única vez que me insultaron fue en el estallido, me metí a una marcha, alguien me insultó y después terminó trabajando en mi campaña, se dio vuelta la situación y valoró que yo estuviera ahí. Para algunos esto es una cosa de vida o muerte, para mí no, es una experiencia, una oportunidad linda en la vida, un honor.

“(Carlos Bianchi) tiene más prudencia que yo”

—¿Esta instalación suya se desmarca o reafirma el sello de su padre, el diputado Carlos Bianchi?

—A veces me confundo un poco cuando escucho la palabra “diputado”, me siento diputado. Se entiende poco a nivel nacional, pero en Magallanes se entendió súper bien. Ambos fuimos primera mayoría nacional.

—Esto de hacer política con la familia, suena a vieja política.

—Más que castigarse, se valoró que hubiese una dupla y más que confundirnos por el apellido, nos diferencian muy bien.

—¿Una dupla significa que con el diputado se ponen de acuerdo?

—Nosotros a veces armamos cosas juntos, pero la verdad es que él es mucho más político que yo. Él vive la política diferente, yo en la vida familiar trato de no hablar de política. Tratamos de ponernos de acuerdo para buscar puntos de encuentro y solucionar algo que pase en la región, cosas así, pero no estamos como en una especie de fuerza política, no. Soy más kamikaze, él tiene más prudencia que yo.

—¿Como los Coloma, pero independientes?

—Siento que somos muy diferentes a los Coloma, porque representamos otra forma de hacer política, estamos fuera de los partidos, con un sentido regionalista. Representamos algo diferente que va en paralelo al poder ya establecido en el Congreso.

—Si no es poder, ¿qué buscan?

—Lo que sustenta al poder es alguien que es instrumental a defender una determinada ideología, a un determinado grupo de intereses, económico o político; nosotros tenemos libertad en eso. Yo estuve en una campaña muy austera, casi no gasté: tuve cero aporte reservado y cero aporte de partido. Yo te diría que en eso se desafía al poder establecido.

—Manejan un canal de televisión local y aparecen siempre, ¿eso no es poder?

—Sí. Pero lo vendí, fui director, fundador, trabajé en temas de radio. Me manejo y me gusta mucho la edición de videos. Estaba la experiencia como jefe de prensa, director, medio pobre, pero era un medio.

“Ninguna esperanza

de un cambio profundo”

—Su presencia también se sintió antes del plebiscito, cuando se acordó los 4/7 para reformar la Constitución. ¿Cuál fue la señal?

—Estuve ahí porque era la única posibilidad de que un grupo de derecha se abriese a aceptar esto, entonces participé y lo apoyé. No era mi proyecto, pero lo hice pensando en eso, en que podamos facilitar ciertos cambios, ciertas cosas más allá de lo que era el proceso constituyente en particular.

—¿Y hoy cree que el Senado es competente para administrar un nuevo proceso constituyente?

—Lo veo cada vez más lejano. Creo que ya no hay expectativa de muchas cosas, creo que la posibilidad se perdió, porque justamente están haciendo un proceso con freno de mano donde las decisiones nunca se pueden tomar, porque tocan el interés de uno o de otro. Cuando intentas no tocar a nadie, el espacio que tienes para poder hacer cambios es casi nulo. Hoy día lamentablemente no tenemos ninguna esperanza de un cambio profundo.

—¿Cómo ve al Gobierno en esta etapa?

—Creo que el Gobierno no ha sido capaz de tomar un liderazgo, entonces si no disfrutas lo que estás haciendo, si no hay pasión en lo que estás haciendo, esto va a terminar siendo más estresante. Yo veo al Presidente muy agotado y es súper joven.

—¿Usted cree que es por presión?

—Yo conozco a Gabriel Boric, pero no conozco al Presidente de la República. ¿Qué quiero decir con esto? Que no veo al rebelde, a la persona que yo conocía, veo a otra persona que está demasiado contenida, demasiado presionada, lamento que no pueda desarrollar lo que él quisiera, y en esto creo que comete un error, que es dejar que el tema lo vea el Senado, porque le dio miedo el Senado.

—¿En qué posición se siente cuando el ambiente huele a reivindicación de partidos?

—La gente valora cuando te siente una persona libre. Yo estoy del lado del sentido común; a veces el sentido común puede ir zigzagueando, pero no significa que uno no tenga una línea. Con el tema del TC, a mí me dio lata ver cuando decían “oye, pero quién firmó en mi partido”, entonces, ¿dónde está la autonomía de cada uno?

—Algo parecido piensa el Partido de la Gente. ¿Ve allí una posible alianza?

—Yo no me siento identificado con eso, porque una cosa es lo que dicen y otra cosa cuando llegan al poder, no me siento identificado con sus líderes y con el manejo que han tenido. Creo que se levantan como una tercera fuerza muy populista, muy mediática, pero sin mucha sustancia, que se afirma solamente en su diversidad. No siento que haya una proyección de eso, creo que si ellos llegaran a alcanzar algún poder no sabrían qué hacer.

—¿Lo ve riesgoso?

—Me parece riesgoso que una persona que ni siquiera está en Chile tenga la votación que tiene, entonces me parece de un mundo surrealista lo que pasó con él y con su historial. Ellos funcionan como células, donde es un botín de plata estas candidaturas que tienen hartos votos, que gastan muy poco y funcionan como merchandising. Me parece un concepto muy norteamericano de promover algo que no parece un partido político, sino que un club de socios de algo.

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