“El próximo Albert Einstein o la próxima Marie Curie perfectamente puede venir de América Latina y por qué no de Chile”, ha dicho Komal Dadlani.

La CEO y cofundadora de Lab4U ha sido premiada internacionalmente por su laboratorio de bolsillo que busca acortar el analfabetismo científico y digital en Latinoamérica.

Bioquímica chilena, de 34 años, hija de inmigrantes indios, ganó en 2015 el Cartier Women's Initiative Awards y fue destacada entre los 35 Innovadores latinoamericanos, menores de 35 años, por la revista del MIT. Ya había ganado el año anterior el Intel Global Challenge, el mayor encuentro de innovación tecnológica, en la U. de Berkeley, EE.UU.

“El talento es universal, pero las oportunidades no. Puede sonar cliché, pero es lo que veo en colegios que visito en distintas partes del mundo. ¿Por qué no le podemos permitir a los niños desarrollar habilidades y pensar en grande?”, señala ella en una de sus breves paradas en Chile.

“Cuando uno piensa en los objetivos de desarrollo sostenible, los esfuerzos tienen que ser glocales, porque tienen un impacto local y global”, sostiene.

“Y si no es el próximo Einstein o Curie, que sea el próximo Pablo Valenzuela o María Teresa Ruiz”.

En 2013, Komal mientras estudiaba en la U. de Chile, supo de “Start-Up Weekend”, evento auspiciado por Corfo y Start-Up Chile. “El aviso decía ‘Change The World in 54 hours' ¡y yo pensé que me iban a enseñar a cambiar el mundo en 54 horas!, pero nada que ver”, relata riéndose. “Entré a un mundo que no conocía, yo no sabía nada de emprendimientos ni tecnología”.

Ahí conoció a Álvaro José Peralta, ingeniero informático, su socio en Lab4U. Les pidieron presentar un problema y ella pensó en la falta de equipamiento de los laboratorios, incluso en su misma universidad. “¿Cómo puedes aprender a andar en bici leyendo un libro? La ciencia es experimentar. Empezamos a investigar y vimos que laboratorios de bajo costo existían en otras partes del mundo, pero seguían siendo caros para Latinoamérica. Ante la precariedad de nuestras escuelas, ¿cómo vamos a fomentar la ciencia y tecnología?”.

—¿Y cómo comenzaron a crear este proyecto?

—Empezamos a probar distintas aplicaciones, hardware físicos conectados a software, yo pensando en el diseño del experimento y Álvaro en la tecnología. Él me dice: “¿Podremos hacer experimentos usando los sensores del celular?”. Y probamos. Empezar a hacer mediciones, capturar data, ocupamos la cámara del celular. Fue mucha investigación antes de lanzar los primeros prototipos. Yo con 23 años y Start-Up Chile me apoyó con 40 mil dólares, ¡que jamás en mi vida había visto! Ahí sentí que esto era real. Estábamos los dos en la U, terminando magísteres, yo con beca de excelencia académica, pero algo en el estómago nos decía que lo que teníamos era muy potente. ¿Y si lográbamos democratizar la enseñanza de la ciencia?

—Partieron con un par de colegios en 2014, imagino que no debe haber sido fácil.

—Fue súper difícil. Algún estudiante nos tiró el celular en la cara, varios colegios tenían prohibidos los celulares, los primeros cuatro o cinco años fueron de mucho golpear puertas. Ahora veo lo que presentamos ese año y me da vergüenza (risas). ¡No tenía ni colores! Hasta que la empresa de juegos Zynga invierte en nosotros y ahí yo me voy a Silicon Valley. Porque los premios que nos habíamos ganado era por la tecnología y por la idea, no necesariamente por la implementación en el aula. Sabíamos mucho de ciencias, pero de app móviles, experiencias de usuario, de UI, UX, interfaz... ¡Zynga nos destruyó el primer producto! Lanzamos una nueva versión en 2016 y empezamos a ver la motivación en los estudiantes, pero nos enfrentamos con la resistencia de los profesores. Armamos un portal del profesor. Observamos que el cambio de paradigma es muy difícil de movilizar.

“Tenemos alta escolaridad, pero sin aprendizaje”

En Chile comenzaron con el Colegio Alberto Blest Gana y el Altamira. Lo primero que hicieron fue el proyecto de física (Lab4 Physics) y luego de varios años implementaron Química (Lab4Chemistry) y Biología (Lab4Biology). “Cuando se hablaba de prohibir los celulares en la sala de clases, nosotros escribimos una carta para explicar que la evidencia demuestra que si uno le da un buen uso, el impacto es positivo”.

Hoy tienen más de 9.500 estudiantes activos en todo el mundo. ¿Su último triunfo? Lab4U es la primera startup chilena en participar en un programa de aceleración de Morgan Stanley. En el Demo Day en Nueva York, a donde viajó con su equipo, ella expuso frente a más de 300 inversionistas. Su foto aparecía tamaño gigante en un emblemático edificio de Broadway. “¿Qué piensa una chica chilena nacida en Arica? Uno tiene un sueño, pero cuando es realidad es muy extraña la sensación”, comenta.

Le dieron un aporte de capital y una completa asesoría. “Diría que soy la primera latinoamericana seleccionada, con empresa en Latinoamérica al menos. Hoy en nuestro directorio hay un miembro de Morgan Stanley. Ante cualquier desafío, tenemos una red muy potente”.

Otro hito que Komal recuerda fue la alianza con el BID en 2018, para hacer una evaluación de impacto en México, en 4800 estudiantes durante un año. “Yo estaba nerviosa, pero cuando nos llamó la directora del BID para felicitarnos, empezó a cambiar la historia de Lab4U. De los seis indicadores, tres tuvieron un impacto positivo: los alumnos aumentaron su conocimiento en física, su autopercepción del conocimiento y su motivación por estudiar una carrera STEM”.

El impulso final lo dio el coronavirus. “Nos empezaron a llamar de todo el mundo y ya no dábamos abasto para responder mensajes, con las descargas que teníamos… La pandemia fue una gran aliada. Vimos a profesores de EE.UU. y México muy motivados”.

—El BID calcula que el 88% de los colegios de Latinoamérica carece de laboratorios debido a su alto costo.

—El Banco Mundial tiene un reporte que dice: “We are schooling without learning”. Tenemos altas tasas de escolaridad, pero sin aprendizaje. Qué triste. Los gobiernos no están invirtiendo en educación. El Human Capital Index dice que los países que más invierten en educación tienen mayor Producto Interno Bruto, como Singapur, Finlandia, Taiwán...

—Falta invertir entonces en Investigación y Desarrollo, promover carreras STEM…

—STEM, I+D. La Cuarta Revolución Industrial habla de la alfabetización científica, digital, cívica etc. Si no hacemos un cambio drástico hoy, el dolor social va a aumentar.

—Según el Banco Mundial, por cada millón de latinoamericanos, sólo 509 se dedican a I+D. Una cifra diminuta en comparación con los 4.018 de EE.UU. y los 5.389 de Japón.

—Y en Singapur creo que son más de 6 mil. Hay un desafío grande. Y no podemos decir que es solo responsabilidad del Mineduc, hay que hacer cambios desde el sector privado, políticas públicas, inversión. Según la ONU, el 2050 el 75% de los trabajos van a estar relacionados a carreras STEM, pero solo el 16% de los estudiantes están interesados. Y en Chile llega a un 18%; de esos, muy pocas mujeres. Cuando se habla en las empresas de diversidad y políticas de equidad de género, ¿de dónde van a sacar las ingenieras si no hay? Hay que invertir desde el colegio.

—¿Cómo fue para ti? Partiste muy joven en este mundo donde aún predominan los hombres...

—Cuando iba a eventos siempre me preguntaban a quién acompañaba. “Yo vengo a presentar”, tenía que explicar. “¿Y dónde trabajas?”. Porque una mujer CEO era raro. En los eventos de Endeavor, a quienes les tengo mucho respeto y cariño, eran puros hombres. Ahora están entrando dos o tres mujeres, extranjeras casi siempre.

—El hacerte respetar y que tu voz se escuche en estos ambientes es un tema, lo he escuchado varias veces.

—Yo ya aprendí: muestro los números. Esto es el producto, esto hemos logrado. De todos los billones invertidos de venture capital, solo el 2.7% va a mujeres. Ya estoy cansada de oír “vamos a mentorear a más mujeres”. ¡No!, hay que invertir en ellas de la misma manera en la que le dan 2 millones de dólares a un compadre con un power point. Muchas veces vi menos métricas, menos ventas y grandes cheques. Ha cambiado el discurso sí, porque hay una obligación. Yo invierto en empresas lideradas por mujeres, no tengo mucho dinero, pero hay que devolver la mano.

—¿Tienes una meta concreta donde llegar ahora?

—Hoy estamos activamente con 30 colegios, entre Chile y México, vamos a llegar a 40. Y estamos sumando Colombia. Esperamos de aquí al 2030 llegar a 1 millón de estudiantes. Queremos demostrar que seguimos teniendo impacto en estos colegios, que somos sustentables en el tiempo, queremos llegar a profitability con números positivos. Si logramos aumentar los estudiantes en las carreras STEM, misión cumplida. Y queremos generar talento para las compañías, por lo que estamos haciendo alianzas con empresas.

“Entré a la Sociedad de Debate para defenderme”

Komal habla de “no olvidar sus orígenes ni tampoco el camino recorrido”. Su papá hoy junta cada entrevista suya, “para él es un orgullo muy grande”, explica. Sus padres se dedicaron al comercio para darle la mejor vida a ella y su hermano menor. “Mi papá llegó a Punta Arenas hace 35 años, cuando no habían muchos indios en Chile. Se casó con mi mamá, la trajo y se mudaron a Arica, trabajaban en la Zofri”, relata.

Ella fue muy influenciada por su madre. “Una india muy tradicional, para la que los estudios eran muy importantes. La clásica Tiger Mom, como dicen los asiáticos. Imagínate que, cuando yo tenía 5 años, le dijo a mi papá: ‘O nos vamos a India o nos vamos a Santiago, porque quiero que mis hijos estudien en un buen colegio'”.

Se trasladaron a la capital. “Ellos trabajaron día y noche, hasta las 4 de la mañana. No íbamos de vacaciones, porque el foco era pagar una buena educación. Creo que fuimos un par de veces de vacaciones a India, pero me mandaban al colegio allá también”.

—¿Y cómo lo pasaste en el colegio?

—Yo era muy ñoña, me iba a la biblioteca en los recreos. Con mi hermano sufrimos muchísimo bullying; por ser de un color distinto, por tener nombres distintos, yo vegetariana además. En un Colegio privado en Providencia donde la mayoría de los niños eran blancos. Ellos me decían: “Si pintamos la sala de negro, Komal se pierde”. El bullying era muy intenso. Mi mamá reclamó muchas veces. Quise mucho que me cambiaran, pero no podían porque la cuotas de incorporación eran muy caras. Al menos me trasladaron de sede. Yo dije: ¿Cómo puedo hacer para que no me afecte el bullying? Ser muy buena y que me pidan el cuaderno; así pude escapar.

—¿De qué te aferrabas?

—Mi empoderamiento era más espiritual: “no saben lo que están haciendo estos niños”, pensaba. “Bendiciones para ellos”. No somos este cuerpo, somos el alma. Mi mamá siempre fue muy espiritual. Y entré a la Sociedad de Debate para poder defenderme, eso me ayudó mucho. Tercero y cuarto medio estuve en el Centro de Estudiantes, iba a competencias; hice la transición desde el bullying a la ciencia. Esa resiliencia fue la que me forjó. Eso y mis años de universidad que viví junto al cáncer terminal de mi mamá. Ella falleció justo cuando comencé Lab4U. A mis 23 años, ya había vivido harto sentía yo. Ella no alcanzó a verme. Cuando ella murió, salió el resultado de Start-Up-Chile. Creo que fue una bendición.

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