“Al parecer el pueblo solo es sabio cuando hace lo que algunos quieren. Si no, es tonto, atrasado, ignorante, crédulo, yanacona y arribista”.

Marcelo Somarriva Q.

Se ha hablado bastante del movimiento del péndulo a propósito de la elección del domingo. Existen varias versiones y teorías sobre este asunto, y creo que todas son más o menos silvestres o sin mucha base empírica. Una de ellas plantea que cuando se ha alcanzado un punto elevado en la radicalización de las posturas se inicia un movimiento contrario que oscila hacia el lado inverso. Otra versión propone que cuando se cargan demasiados las posiciones extremas viene una reacción contraria que llega lenta, como un coletazo que acumula fuerza y al final se deja caer pasando por encima de los cambios y trayendo de vuelta posiciones moderadas que se suponían superadas. No sé si en la historia democrática de Chile haya ocurrido o pueda ocurrir algo semejante.

La idea del péndulo es buena porque suena a geognosia y recuerda a la figura del profesor Tornasol, el personaje de las aventuras de Tintín, caminando distraído con su pendulito captando las fuerzas del magnetismo terrestre. Pero es mejor desconfiar de estos modelos que reducen fenómenos complejos explicándolos con el movimiento de un columpio. Pensando en el plebiscito, donde un número sorprendente de personas decidió rechazar la propuesta constituyente, creo que este podría confirmar que aquí no habido péndulo alguno. ¿No será que nunca estuvimos tan radicalizados como creíamos? O como lo sugerían esas consignas que se gritaban a voz en cuello afirmando que Chile sería la cuna y tumba del modelo neoliberal o que había que quemarlo todo para refundarlo de nuevo. Por eso mismo parece tan sensata la frase del New York Times, que plantea que “los cambios propuestos buscaban convertir uno de los países más conservadores de América Latina en una de las sociedades más izquierdistas del mundo”.

No sé si seamos los más conservadores de Sudamérica, pero siempre hemos sido escépticos. Desde este ángulo no parece tan raro que la gente común y corriente haya considerado que no era buena idea tener la constitución más woke y queer del continente, por mucho que lo hayan recomendado Noam Chomsky o Mark Ruffalo.

Ahora estamos viendo cómo muchos radicales de izquierda o iluminados oportunistas de última hora están diciéndole adiós al pueblo, a ese mismo que abrazaron con tanto fervor cuando se suponía había despertado en octubre de 2019. “Haremos grandes cosas juntos” parecían decirle mientras le limpiaban sus lagañas tras treinta años de hibernación. Pero, como tantas veces, el pueblo tenía otros planes. Vino luego el despecho y ese pueblo digno y despierto volvió a ser la gente de “este país”. Lo que se ha visto en estos días es un despliegue de ninguneo y roteo espeluznante. Al parecer el pueblo solo es sabio cuando hace lo que algunos quieren. Si no es tonto, atrasado, ignorante, crédulo, yanacona y arribista.

LEER MÁS
 
Alberto Luengo Periodista y consultor comunicacional

EL RELATO

CONSTITUYENTE

La primera paradoja del plebiscito constitucional es que, pese al contundente resultado, el efecto parece haber aumentado la incertidumbre en lugar de reducirla. El consenso entre el gobierno y las principales fuerzas políticas era que, de ganar el rechazo, se convocaría a una nueva convención constituyente, opción que parecía gozar del apoyo de la mayoría del país en las encuestas.

Esta idea se sustentaba en la expectativa de un triunfo relativamente estrecho del rechazo. Pero los 23 puntos porcentuales de diferencia sobre el apruebo, que representan tres millones de votos, cambiaron el escenario.

La fuerte derrota del gobierno y las señales contradictorias emanadas del cambio de gabinete debilitaron al Presidente Gabriel Boric y fortalecieron las voces que, desde la derecha, piden reevaluar el camino previsto, a la luz de la contundencia del resultado.

Como consecuencia, la ciudadanía parece desorientada. La primera encuesta post plebiscito, realizada por Feedback, muestra que la incertidumbre sube de un 31% a un 40%, mientras que la esperanza baja de un 23% a un 19%.

En la izquierda no hay una lectura común de la derrota. La multiplicidad de hipótesis explicativas del desplome del apruebo incluyen el efecto de una vasta una campaña de desinformación, el castigo a las excentricidades de muchos convencionales, el rechazo el maximalismo del texto emanado de la Convención y la persistencia del malestar ciudadano contra las instituciones, entre otras.

En la derecha crecen las voces que ponen en duda la necesidad de elegir nuevos convencionales y comienza a tomar forma la idea de una comisión de expertos designados por los parlamentarios.

Lo único cierto hasta ahora es que los líderes de todos los partidos, con excepción los Republicanos, han acordado impulsar una nueva Convención y están trabajando a toda máquina para que el paso del tiempo no diluya los compromisos. El objetivo es completar todo el proceso en menos de un año y que el nuevo plebiscito de salida sea antes del 11 de septiembre de 2023, cuando se cumplen 50 años del golpe militar.

La ciudadanía, sin embargo, está fatigada y recelosa de que los políticos tomen en sus manos un proceso que comenzó como un estallido ciudadano.

Se vienen tiempos complejos.

LEER MÁS
 

“Bien podríamos inspirarnos hoy en ese sentido de urgencia, e ir con rapidez a conquistar el futuro”.

Gonzalo Cowley P.

Estando en el distrito cívico de Londres, poco después del inicio del estallido social, camino al Cabinet de Winston Churchill, por esas pequeñas calles en torno a Downing Street, apareció de improviso el hoy exprimer ministro Johnson en su auto, con otro de escolta y un par de motos que lo anunciaban. La velocidad era mínima y la seguridad de contexto nada espectacular, considerando que en ese instante se desarrollaba en esas cuadras la cumbre de la OTAN, con principales dignatarios de los poderosos países que lo componen.

Nada de despliegues excéntricos que limitaran drásticamente las libertades ciudadanas. Sí, algunas medidas de seguridad a la vista y, con toda certeza, muchas otras que no alcanzamos a apreciar.

Ya en el Cabinet, aquel bunker donde Churchill se enfrentó al nazismo con la perseverancia, tesón y convicción que le han dado el merecido lugar que le guarda la historia de la democracia, la experiencia es ciertamente sobrecogedora. Y no solamente por la prolijidad museológica y la espléndida didáctica con que se puede recorrer un lugar fascinante y precisamente retratado por el cine en “Las horas más oscuras”, con un descollante Gary Oldman. A medida que se va recorriendo, el paso se hace cada vez más lento y más profundo, de mayor interés y es posible adentrarse en esos primeros años de la década de 1940, donde muchos objetos, salas y documentos se mantienen en el exacto lugar que quedaron una vez finalizada la segunda guerra.

En torno a discursos, reproducciones audiovisuales, fotografías o mapas de época, apareció la esencia de lo que algún político chileno denominaba como el rol principal del Estado: mover papeles. Recibir una carta, transformarla en memo, distribuirla entre quienes pueden actuar en torno a sus contenidos, los que al recibirla hacen lo propio, hasta llegar a la ejecución de la tarea, cuando aquello es posible.

Y ahí estaba el papel del antiguo primer ministro, con su frase “action this day”, queriendo decir que la tarea era para cumplirla de inmediato, o “para ayer” como se diría en Chile. Se imaginarán que desatender el “action this day” de Churchill, en medio de la guerra, podría constituir un acto de desobediencia en grado sumo.

Poco después, en Berlín, con la curiosidad histórica propia de conocer el búnker nazi, al llegar al lugar, sólo se veía un simple cartel en la vereda que indicaba que aquel estaba enterrado y clausurado. Quizás un retrato del espíritu de ambas naciones en torno a un convulso período de la historia y un genuino sello del carácter de cada una.

Hoy, en medio de nuestros acontecimientos nacionales, podríamos inspirarnos en ese “action this day”, o el sentido de urgencia, e ir con rapidez a conquistar el futuro. Las nuevas tecnologías pueden ayudar mucho, así como la recompensa que ofrece la capacidad de diálogo.

LEER MÁS