Nona Fernández (51) está sentada a todo sol en la terraza de la cafetería del Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM). Pide un latte sin lactosa y guarda el teléfono celular, dispuesta a conversar sin prisas sobre aquellos temas que la han mantenido ocupada el último tiempo, en su triple rol de actriz, escritora y feminista.

Por estos días está de cabeza ensayando «La casa de los monstruos», del dramaturgo y escritor Marcelo Leonart, una tragicomedia “muy política” que estará en la cartelera del GAM desde el 19 de agosto hasta el 10 de septiembre. “Es una obra que retrata lo que estamos viviendo, pero lo curioso es que fue escrita mucho antes del estallido social”, comenta.

—¿Y quiénes son los monstruos?

—La obra habla de este claroscuro, de estos momentos de grandes cambios y transformaciones sociales, de estos cambios de piel que sacan lo mejor de una sociedad, pero también lo peor. Y así empiezan a emerger los monstruos. Dependerá del punto de vista del espectador definir quiénes son esos monstruos. La obra te pone en jaque. Porque en tiempos intensos, como el que estamos viviendo, de radicalidad y polarización, el que piensa distinto es un monstruo. Quien no cree lo mismo que yo, quien no ve lo mismo que yo, es un monstruo. La obra habla de la resistencia a los cambios y de cómo ese miedo nos hace ver al resto como monstruos.

La autora de «Mapocho», «Avenida 10 de julio» y «Space invaders», entre otras novelas, cuenta que ya está trabajando en un nuevo proyecto literario, del que aún no puede adelantar detalles. En el ínterin prepara también una versión teatral de su ensayo «Voyager» (2019).

—Tus historias suelen conectar con el tema de la memoria y las violaciones a los derechos humanos en dictadura. ¿Cuánto hay de activismo en tu literatura?

—Me cuesta tener una mirada sobre lo que hago y sobre lo que soy. Es más fácil para el resto ponerme esas etiquetas. El trabajo que hago, en todos los planos de mi vida, es intentar entender y procesar la realidad. En mi escritura y en mi trabajo teatral se me filtra la crítica a la realidad, las ganas de observar cosas que no se están observando. Y eso puede ser visto como activismo, no tengo problemas con eso. Si toda mi obra tiene que ver con la memoria, es porque tengo una opinión sobre eso y porque esa opinión cada vez se va problematizando más y no termino de salir de ella. No es porque tenga las cosas muy claras al respecto, voy investigando, pero si hay algo que me desasosiega es el afán del olvido, ese querer dejar atrás ciertas historias.

“No me gustaría estar en los zapatos de Boric”

En algún momento tu nombre sonó como posible ministra de las Culturas. ¿Llegó ese rumor a tus oídos?

—(Se ríe). ¡No! No, no, no. Jamás.

—¿Qué tan cercana eres del Presidente Boric?, ¿son amigos?

—No. Decir que soy cercana ya es mucho decir. Al Presidente lo conozco desde hace algún tiempo porque él fue alumno de un querido amigo mío, que es un poeta de Punta Arenas y era su profesor de Lenguaje. Es a partir de ese vínculo que lo conozco, y a partir de su genuino interés por la cultura, la escritura y el teatro. Como hace diez años, cuando él era dirigente estudiantil, fue a ver una obra de teatro nuestra que se llamaba «El taller», y ahí lo conocí en persona. Mantenemos una vinculación cariñosa, pero no somos amigos. Tenemos una cercanía y un respeto mutuo.

—Sobre él has escrito puras cosas buenas.

—Es que miro con mucho respeto el desafío que tomó. No me gustaría estar en sus zapatos. Hay que estar muy preparado, y creo que él lo está. Tú me preguntabas recién si yo podría haber asumido como ministra de Cultura: te digo que es algo que yo no haría jamás. Tomar ese tipo de responsabilidades públicas está muy lejos de mi órbita, no solamente por las expertises que hay que tener, que yo no las tengo, sino también por la responsabilidad social que implica, que es tremenda. Y el bagaje cultural que tiene Boric es algo que también agradezco, no por ser una trabajadora de la cultura, si no que como ciudadana. Me gusta que me hablen desde un lugar distinto, apelando a las emociones, al corazón, a la idea de poder construir algo juntos y juntas.

—En una de tus columnas en «The Clinic» dices que “su rostro en la pantalla de los televisores visitando el discurso de Salvador Allende me hace creer que retomamos, por fin, el curso de la Historia”. ¿Por qué?

—Es lo que yo pienso y siento: la cápsula de la dictadura es algo que se ha mantenido en el tiempo y que ha sido más larga de lo que hemos querido aceptar. Y eso tiene que ver con la Constitución que nos rige hasta el día de hoy. Somos una sociedad que desde el ‘80 en adelante ha sido regida por una Constitución ilegítima, escrita por los militares. Ha sido modificada, yo lo sé, y reafirmada por la presidencia de las democracias posteriores, por supuesto, pero el origen ilegítimo y dictatorial nos ha mantenido en un paréntesis. Y eso es lo que ahora queremos modificar con el Apruebo. La figura del Presidente Boric siempre ha estado presente en el empuje por las transformaciones que estamos pidiendo y llorando hace tiempo. Entonces verlo en la pantalla del televisor, retomando el discurso de un Presidente democrático anterior de la Constitución del ‘80, me parece que conecta un hilo histórico, un hilo que comenzamos a retomar. Yo sé que este es un Presidente que está ahí porque quiere implementar cambios.

—¿En qué se parecen Boric y Allende?

—Se parecen en que ambos tienen los ojos puestos en los sectores sociales que más lo requieren, en toda esa gente que no ha sido considerada durante décadas por nuestras democracias y por nuestro sistema tal cual está. Chile necesita un Presidente que no esté sólo enfocado en el crecimiento económico, porque ese crecimiento es fabuloso, nadie quiere no crecer, pero queremos que ese crecimiento sea democrático, que le llegue a todos.

Fernández hace un alto para recordar un episodio que, según confiesa, la emociona hasta el día de hoy: “En el primer discurso que da Allende en la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, cuando asume como Presidente, en un podio improvisado, grabado con muy mal sonido, él habla de ‘la pasión y el cariño' como aquello que requerimos para construir una nueva sociedad. Es muy bonito. Pasión y cariño. Yo siento que ahí hay una diferencia enorme y profunda, por el hecho de conocer el lenguaje emocional que una sociedad requiere para crecer y sobrevivir. Y eso también lo tiene el Presidente Boric, sin duda”.

“La revuelta social es la guinda de la torta de décadas de estar en la calle”

—El año pasado dijiste que “décadas de marchas pacíficas no sirvieron de nada”. ¿No te parece una exageración?

—¿Tú crees que sirvieron de algo? No han servido de nada. Los grandes cambios que estamos teniendo hasta ahora son producto de un estallido social. Sin el estallido social no tendríamos un cambio democrático. Hubo intentos por tener una nueva Constitución, estuvimos en asambleas y cabildos con la Presidenta Bachelet, jugando a la posibilidad de una nueva Constitución, porque sabíamos que ahí estaba la clave para poder arreglar los problemas de la salud, la educación, las pensiones, la desigualdad. Sin embargo eso no ocurrió, y no ocurrió, y no ocurrió. Y pacíficamente nos hemos ido manifestando una vez, y otra vez, y los cambios que hemos tenido son cosméticos.

—Me parece injusto decir que las marchas pacíficas no sirvieron de nada.

—No quiero decir que este proceso constitucional que estamos teniendo sea únicamente el resultado de una revuelta social. No. La revuelta social es la guinda de la torta de décadas de estar en la calle, pacíficamente, intentando ser escuchadas y escuchados, teniendo negociaciones. Pero los cambios han sido cosméticos, no son los cambios radicales que requerimos, no están a la altura de las transformaciones culturales en las que el país ya se mueve. Desgraciadamente se llegó a un estallido social, y estoy completamente segura de que si esa violencia no se hubiese desbordado como se desbordó, hoy no estaríamos en un proceso constitucional. Ya tenemos el antecedente de las marchas pacíficas y no ocurrió nunca nada. Lo solicitamos de todas las formas, se hizo todo lo civilizadamente posible, y así y todo, no ocurrió nada de lo radicalmente necesario.

—No quiero interpretarte mal, pero con esa lógica uno podría justificar la violencia.

—¿Por qué la gente sale a manifestarse? Porque hay una violencia basal, previa, que circula en nuestro día a día. Esa violencia normalizada, agotadora, que ha tenido a la sociedad haciendo colas, sin acceso a la salud, con las pensiones de mierda que tienen nuestros abuelos, eso es brutalidad, una violencia sistemática, organizada y pensada. Y la violencia que emerge en el estallido social es completamente orgánica, es una reacción.

“Es una realidad que este país está dividido”

—¿Cuál es tu pronóstico para el 4 de septiembre?

—Yo tengo una postura al respecto, y me quiero aferrar a ella: el próximo año se cumplen 50 años del golpe militar y de verdad no puedo creer que vayamos a pasar por esa conmemoración teniendo aún la constitución de Pinochet rigiendo nuestras vidas. Quiero creer que la sociedad chilena es más sabia, es más lúcida, y comprende que necesitamos hacer ciertos cambios. Mi pronóstico es que va a ganar el Apruebo y que ese será el punto de giro para poder comenzar un nuevo diálogo.

—Como feminista, ¿qué les dirías a las mujeres que votarán Rechazo?

—Esta propuesta constitucional contiene normas que no estarían ahí si no hubiese sido por las mujeres. Por ejemplo el tema de reconocer los “cuidados”, algo que me emociona profundamente, algo por lo que mis compañeras feministas han estado luchando tanto tiempo. Las mujeres pensamos el mundo de una manera distinta, somos el 50% de la sociedad, y esta nueva Constitución contiene armas que van a cambiar la vida de las mujeres, como el tener una democracia paritaria. La paridad es un “desde” de perogrullo, ¿cómo estar en contra de eso? A las mujeres que van a votar Rechazo les diría que no se resten del futuro del país.

—¿Qué autocrítica falta hacer en el oficialismo?

—Tengo una crítica, en la que me incluyo: pecamos de ingenuos. A partir de la revuelta social pensamos que los cambios podían ser mucho más rápidos y más radicales. Que podíamos correr el cerco mucho más, diez pueblos más allá. Es lo que se veía en las ganas de cambios, en la pasión, en la desesperación de muchas y muchos. Entonces cuando aparece esta posibilidad, uno la toma con todo, y lanzas la caña lejos, tiras el tejo muy pasado. Pero luego vino una alerta, la segunda vuelta presidencial entre Kast y el Presidente Boric, y ahí dije “mierda”, a veces se nos olvida que Chile es el país que es, un país conservador, donde las elites son importantes y tienen control sobre las cosas. Es una realidad que este país está dividido.

—¿Qué pasará si gana el Rechazo?

—Si gana el Rechazo me voy a deprimir profundamente. Me va a venir una depresión tremenda. Y además de tener que invertir en pastillas y psiquiatra, lo que se va a venir es mucho trabajo, para seguir empujando los cambios.

LEER MÁS