“Pese a los chistes, los debates constitucionales del siglo XIX eran cosa seria”.

Marcelo Somarriva Q.

Armando Uribe recomendaba leer “Los Constituyentes del año 1870”, de Justo y Domingo Arteaga Alemparte, porque la consideraba una de las grandes obras de la literatura chilena. Me demoré en hacerle caso y tenía razón. El libro es una galería de 109 retratos o breves biografías de miembros del congreso constituyente que ese año iniciaba una reforma a la Constitución de 1833. Sus autores, dos hermanos políticos y periodistas, pertenecían a este mismo círculo. Leerlo cuando el aire de nuestro “momento constituyente” está tan espeso es un ejercicio útil, no porque haya alivio o lecciones en el pasado. Vivimos en un planeta muy distinto; los retratados aquí son todos hombres blancos y hetero-normados, la encarnación de todo lo que hoy se quiere eliminar, y el mapa político de entonces no es el que nos divide hoy. Pese a eso, hay coincidencias que asustan, muestran cosas que parece no cambiarán nunca.

Los autores expusieron rasgos de lo que llamaron el “carácter nacional”, superstición tras la cual se advierten facetas de la sociabilidad chilena como la “idolatría de la autoridad” y la manía del asambleísmo donde “se alega, se sutiliza y se embrolla más que se habla; se maquina y se buscan los pequeños lados de todas las cuestiones antes que sus grandes aspectos y soluciones definitivas”. La palabra moderación significaba quedarse a medio camino entre el mal viejo y la mejora nueva, logrando que ambas convivieran. Era habitual que los políticos se descueraran en pasillos y sobremesas, pero nunca en público, por una “cautela del carácter”. Justo y Domingo Arteaga, en cambio, revisaron biografías, reputaciones, ideas y fisonomías a la luz, como si los descritos ya no estuvieran vivos. El resultado es un documento político indispensable y una obra de valor literario. Algunos de sus retratos son bocetos prodigiosos, como de calígrafo chino. Sus páginas más divertidas son las más crueles, como la dedicada a Alejandro Reyes: “aires de conquistador y hechos de recluta: remueve risas y cóleras, asombros y desdenes”. A veces empiezan con halagos y terminan con un varillazo, como el que dan a Enrique Tocornal: “hombre cordial, un corazón benévolo, un alma empapada en un candor infinito, un espíritu estudioso que ama el saber y lo busca con constancia, pero a quien le ha tocado mal número en la lotería de la inteligencia”.

Pese a los chistes, los debates constitucionales del siglo XIX eran cosa seria. Cuentan que, para la revolución conservadora de 1829, Pedro Félix Vicuña llamó a Ramón Freire para comandar las tropas liberales y que este le dijo ¿cómo quiere que vaya a combatir a un ejército que trae en una mano la espada y en la otra la Constitución? Cuarenta años después se trató de reformar la constitución triunfante sin éxito, pero los Arteaga creían que estas modificaciones eran menos urgentes que una reforma de la vida política: “nuestras costumbres políticas son mucho peores que nuestras leyes”, dijeron.

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Alberto Luengo Periodista y consultor comunicacional

Como una tormenta que descarga energía mucho tiempo acumulada, la escena política logró esta semana dos acuerdos que habían tardado demasiado en cristalizar. Todo indica que fue el temor a perder el plebiscito el detonador de esta descarga.

El primero de estos acuerdos fue la aprobación en el Senado, de manera transversal, de la reforma que reduce los cuórums para realizar modificaciones a la actual Constitucional. De los 2/3 que rigieron desde 1990 se rebajó a 4/7.

La derecha, que defendió durante 30 años su tercio de veto, no tuvo problemas para acceder, dado que hoy controla la mitad del Senado y mantiene así un poder decisivo en las reformas que se hagan vía Congreso.

Algunos dirán que vale de poco, ya que solo rige para la actual Constitución, la del ochenta, que ya casi nadie defiende. Pero su efecto político es relevante, porque rebaja el costo de votar rechazo a quienes se inscriben en la opción de “rechazar para reformar”. Es toda una señal política: más de la mitad de los votantes del rechazo, según las encuestas, están por hacer cambios profundos a la actual Constitución.

El oficialismo de izquierda había visto de reojo cómo avanzaba esta opción en el Senado, impulsada por la DC Ximena Rincón, y eso motivó el urgente llamado del Presidente Gabriel Boric, quien el 1 de agosto “instó” a sus dos coaliciones a buscar acuerdos para comprometer reformas en caso de triunfar el apruebo.

El acuerdo llegó finalmente ayer, con propuestas para realizar reformas en cinco puntos, el primero de los cuales es el espinoso asunto de la plurinacionalidad, el consentimiento indígena y el pluralismo jurídico.

El objetivo es también hacer más fácil votar apruebo al amplio segmento ciudadano que está por “aprobar para mejorar” y para quienes, según diversas encuestas, la plurinacionalidad es el tema más difícil de tragar.

Todos los sondeos de intención de voto hasta hoy muestran una leve —pero consistente— ventaja para el rechazo, peligro que parece haber sido el motor del oficialismo. Enfrentar una derrota en el plebiscito de salida sin haberse jugado todas sus cartas resultaba inviable. Habría sido más que un error, un suicidio político.

Las cartas están echadas. Falta ahora el veredicto de las urnas.

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“La gestión del Estado hace rato que dejó de ser un simple indicador controlado por algún tecnócrata de turno”.

Gonzalo Cowley P.

La revolución tecnológica nos trae continuamente novedades, junto con anunciarnos que nada de lo que experimentaremos en el futuro será cómo lo vemos hoy. Quizás el efecto de la pandemia ralentizó la vertiginosa conversación sobre la agenda de cambios a la vista, al tiempo que, de manera simultánea, aceleró procesos que de otro modo se habrían ido asentando con mayor gradualidad.

En salud, llegó la telemedicina y con ello se hizo visible que parte importante de la atención primaria puede abordarse con gestión digital, resultando una relación tan eficiente como eficaz, al tiempo que humanitaria si se aplica con visión. En educación y capacitación, las clases en línea dieron una muestra clarificadora de que es posible, en escenarios determinados, combinar la formación con fenómenos híbridos, no reemplazando el contacto y la convivencia. En nuestras vidas laborales, la revolución del teletrabajo está cambiando culturas organizacionales, y buscando combinar el trabajo bien hecho con el bienestar de la buena y equilibrada vida, aquella que permite ocuparse también del espacio personal de la familia, del ocio y del descanso.

Y qué decir de nuestra manera de consumir. Los sobrevivientes del sector comercio y servicios, aquellos que pudieron salvarse del tsunami viral, instalaron nuevos modos y formas como el delivery y el negocio de la «última milla», actividad que hoy inunda los centros urbanos.

¿Y cómo va nuestra democracia? Las nuevas tecnologías también tienen impacto para ella. No hay que ir a ningún lugar para moldear la opinión, y la mediación, en otra época otorgada indiscutiblemente a los partidos políticos, hoy es disputada por organizaciones de los más variados signos, por influencers e intelectuales, medios de comunicación por doquier, cuentas en redes sociales y desde luego, por la mano invisible de las fake news.

Para la consolidación del sistema democrático, la gestión del Estado es fundamental en calidad, eficiencia y eficacia; aquello hace rato que dejó de ser un simple indicador controlado por algún tecnócrata de turno, para pasar a constituirse en una obligación ética en tiempos de expectativas desbordadas y de democracia desacreditada, tan importante —además— como resulta la pedagogía política que explica hasta donde se avanza y cuál es el camino.

Son tiempos disruptivos, innovadores, descalzos, algo desordenados. La desventaja es que no sepamos salir de ahí y quedemos en medio de un movimiento permanente sin destino. La ventaja, en contrario, es que pueden ser tiempos creativos que faciliten que la expresión de los espíritus de la libertad, aquellos que se producen cada tanto en todos los sectores de la sociedad, den un paso adelante y faciliten el mapa.

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