Ivana Trump, la glamorosa empresaria checo-estadounidense cuyo matrimonio de alto perfil con el expresidente Donald Trump en la década de 1980 los consagró como una de las parejas poderosas neoyorquinas por excelencia de esa época, murió el jueves en su casa de Manhattan. Tenía 73 años.

Trump anunció su muerte en un comunicado en Truth Social, la plataforma de redes sociales conservadora que fundó.

La policía de la ciudad de Nueva York investiga si Ivana Trump se cayó por las escaleras de su casa en el Upper East Side, según dos funcionarios con conocimiento del asunto. Uno de los funcionarios dijo que no había señales de entrada forzada en la casa y que la muerte parecía ser accidental. Una portavoz de la oficina del médico forense de la ciudad dijo que investigará el fallecimiento.

Ivana Trump recibió casi tanta atención de los medios de comunicación como su esposo, ya que ayudaron a definir la década de los ochenta como una época de excesos llamativos entre la élite social, una imagen que Trump utilizó para alimentar su giro como personalidad televisiva exagerada antes de su candidatura a la Casa Blanca en 2016.

Fue ella quien rebautizó a su esposo como “the Donald”, un apodo que se convirtió en un elemento fijo en la prensa sensacionalista de Nueva York, donde ella era una presencia regular y bulliciosa. Tan ambiciosa como su esposo, le gustaba presumir que “dentro de 50 años, seremos los Rockefeller”.

Más que una socialité

Mientras que su esposo era descarado y a menudo grosero, Ivana Trump se presentó ante la élite adinerada de la ciudad como encantadora y sofisticada, abriendo las puertas de exclusivos círculos sociales que Trump pudo frecuentar después.

Fue más que una socialité: aunque Donald Trump a menudo presumía de su singular destreza en los negocios, Ivana Trump desempeñó un papel fundamental en la construcción de su imperio inmobiliario, que comenzó poco después de su matrimonio en 1977.

A menudo descrita como adicta al trabajo y obsesiva de los detalles, trabajó junto con su esposo en varios de sus primeros proyectos emblemáticos, como el desarrollo de la Torre Trump en Manhattan y el Trump Taj Mahal Casino Resort en Atlantic City, Nueva Jersey.

Fue la vicepresidenta de diseño de interiores de su empresa, la Organización Trump, y gestionó una de sus propiedades más preciadas, el Hotel Plaza, todo ello mientras criaba a sus tres hijos.

El divorcio de la pareja en 1990, impulsado en parte por la aventura de Trump con Marla Maples, con quien se casó más tarde, le dio mucho material a la prensa sensacionalista durante semanas. En una declaración, Ivana lo acusó de haberla violado, aunque más tarde dijo que no había querido decirlo literalmente.

El divorcio la convirtió en una especie de heroína para las esposas despechadas de todo el mundo; incluso tuvo un cameo en la película de 1996 El club de las divorciadas, en la que le dice a un grupo de mujeres divorciadas descontentas: “¡No se queden enojadas, quédense con todo!”.

También empleó su habilidad para los negocios con gran efecto. Desarrolló líneas de ropa, joyas y productos de belleza, que promocionó a través de puntos de venta como Home Shopping Network y QVC. Invirtió en el sector inmobiliario, tanto en el país como en Europa, y escribió varios libros, entre ellos The Best Is Yet to Come: Coping with Divorce and Enjoying Life Again (1995) y, más recientemente, Raising Trump (2017), unas memorias sobre su matrimonio.

De la Checoslovaquia comunista

Ivana Marie Zelnickova nació el 20 de febrero de 1949 en Gottwaldov, Checoslovaquia, ahora conocida como Zlin y ubicada en la República Checa. Su padre, Milos Zelnícek, era ingeniero eléctrico y su madre, Marie (Francova) Zelnickova, era telefonista.

Dotada atléticamente desde niña, Ivana era particularmente experta en esquiar y compitió con el equipo nacional juvenil checo, una experiencia que le permitió ver algo del mundo más allá de su pequeño pueblo. Asistió a la Universidad Charles en Praga y terminó una maestría en educación física en 1972.

Estuvo brevemente casada con Alfred Winklmayr, un instructor de esquí austriaco, en lo que luego definió como un “matrimonio de la Guerra Fría”, lo que le permitió tener un pasaporte austriaco y mudarse a Canadá. Ella dijo que nunca vivieron juntos y que el matrimonio se “disolvió” en 1973.

En Canadá, trabajó como instructora de esquí y como modelo promocionando los Juegos Olímpicos de 1976 en Montreal. Fue mientras trabajaba en una recepción en Nueva York que conoció a Trump, quien a los 29 años apenas comenzaba a planear su ascenso a la cima del mundo inmobiliario de Manhattan.

El ascenso

Se casaron menos de un año después. Uno de los primeros grandes proyectos de Donald Trump fue la remodelación del viejo Hotel Commodore, adyacente a Grand Central Terminal en Midtown Manhattan. Ivana Trump, quien en ese entonces estaba trabajando en su licencia de diseño de interiores, participó en el proyecto. Al principio supervisó a plomeros y electricistas y, casi al final, inspeccionó “cada almohada, cada mesa y silla, y cada columna”, como dijo en 1988.

El hotel reabrió en 1980 como el Grand Hyatt, un deslumbrante símbolo de una nueva década de rápido desarrollo y excesos materiales, cualidades que se convertirían en sinónimo de la marca Trump. Hizo hincapié en la opulencia: fue ella quien eligió el mármol rosa y el bronce reluciente de la Trump Tower, en la Quinta Avenida. Aunque insistía en que su esposo era el jefe, también estaba claro que ella estaba entre sus confidentes más cercanos, aconsejándolo, por ejemplo, sobre su decisión de ingresar al negocio de los casinos en Atlantic City.

Tenía aún más influencia sobre la creciente familia Trump. En la introducción de su libro Raising Trump, se jactó de Donald Jr., Ivanka y Eric y no se anduvo con rodeos sobre su responsabilidad en su educación.

La pareja usó su riqueza para conquistar la escena social de Nueva York, pero terminaron proyectándose mucho más allá gracias a los estudios de televisión y los medios estadounidenses que los hicieron conocidos muy lejos de los rascacielos del Midtown. Se convirtieron en personajes de las columnas de chismes, los perfiles de la revista People e incluso en los segmentos de Saturday Night Live.

Sin embargo, poco después, su matrimonio comenzó a desmoronarse. Tras el divorcio, en 1992, Ivanna comenzó a construir su propio imperio empresarial centrado en la moda y la belleza y, lo que es más importante, buscó construir una identidad separada de la de su famoso exmarido, pero siempre llevó su apellido.

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