Dos caras tiene la vida de Ronald Bown: una estable, con 32 años a la cabeza de la Asociación de Exportadores de Fruta (Asoex) que en septiembre llegan a su fin, y otra movida, la de su infancia, en la que pasó por diez colegios.

Vivió en Viña, Venezuela, Alemania, volvió a Santiago y gracias a las gestiones de su madre consiguió un certificado de egreso de la educación media en Venezuela. Entró a la Escuela de Negocios de Valparaíso que en esa época dependía de la PUCV, donde participó en la primera toma universitaria.

-Ronald Steve Bown Fernández, 76, ingeniero comercial, casado con María Teresa Sepúlveda, siete hijos, presidente de Asoex, Opus Dei, golfista y escorpión. ¿Falta algo?

-No soy del Opus Dei.

–Usted es miembro del directorio de la Fundación Nocedal, que pertenece al Opus Dei y tiene los colegios -Nocedal y Almendral- en La Pintana. Hay que pertenecer a la Obra para estar en la fundación.

-Fui parte del Opus Dei durante bastante tiempo y mi mujer también. La Obra es bastante abierta y dentro del directorio han habido otros que no han sido miembros de la Obra.

-¿Aplaudió o le costó que su hijo Ronald, subdirector del colegio Tabancura, decidiera ser numerario del Opus? Entre otras cosas, puede que no haya un Ronald Bown III.

-Me costó mucho, no lo entendí, porque a veces las cosas suceden en forma abrupta. Fue casi de un día para otro, a los 16. Hay un Joaquín Bown, hijo de Tomás. No creo que a otro le vaya a colocar Ronald. No lo ha insinuado.

-Pasó casi seis años sin tener descendencia. ¿Rezó mucho o hizo mandas para lograr que fueran cinco mujeres y dos hombres?

-Fueron muchos intentos, pero nunca pensando en que había un problema. No recuerdo que haya sido tema.

-Ronald es ingeniero civil de la UC; Carol, abogada de la UC; Denise, historiadora; Astrid, médico de la U. de Los Andes; Emilia, publicista; Tomás, abogado de la UC, y Teresita, que tiene síndrome de Down, pinta. No hay un ingeniero comercial. ¿No les dio un buen ejemplo?

-Ganaron los abogados, parece que se necesitan muchas defensas por parte de ellos. La vida no es de ingenieros comerciales solamente.

Diplomático, es descrito como “político” en el gremio de los exportadores de fruta, porque intenta ponerlos a todos de acuerdo.

Tuvo una radio infantil

-¿Ha seguido de cerca el papel de convencional de su hija Carol, ex subsecretaria de Carabineros en Piñera 1 y de la Niñez en Piñera 2?

-Conversamos habitualmente. Yo soy una persona muy política y por serlo, no confío en la política. Me gusta no tener una aproximación que amarre las manos y la mente. Recuerdo que en la universidad era considerado un momio de izquierda: tenía pensamientos sociales avanzados, de trabajar por el bien común, y relaciones con todos.

Entra a un asunto que le agrada y se extiende: “La primera toma de universidad en Chile fue en (junio) de 1967 en la PUCV. La Escuela de Negocios dependía de la Católica de Valparaíso. Participé en la toma, fui jefe de abastecimiento y salí a las calles a buscar comida, y fui abanderado del desfile de los estudiantes por la calle Pedro Montt. Queríamos cambiar la estructura de manejo de la PUCV, muy dependiente del Arzobispado. Creía y creo que la Iglesia no debería tener tanto poder. Duró como una semana y parece que teníamos razón: se creó un consejo superior con participación del estudiantado.

-¿Comparte los dichos y convicciones de su hija Carol?

-Era y sigo siendo momio de izquierda. ¿Se entiende?

-No mucho. ¿Usted tiene una postura más social que ella, que milita en la UDI?

-Momio de izquierda significa tener una posición en que uno acoge a todos y quiere el bien de todos, y está dispuesto a trabajar por el bien de todos. Uno puede tener el mismo pensamiento, pero los medios para lograrlo pueden ser distintos. Seguramente vamos a tener varias cosas que no compartimos.

-Su hija Emilia postuló a Core por San Antonio como independiente. ¿Alguna influencia suya por la cosa pública en la familia?

-No me lo han dicho. Los jóvenes de hoy son bastante parcos. Pero creo que sí ven actitudes, hechos importantes: yo intenté e invertí en un momento en que este país necesitaba una cierta luz, algo novedoso, en lo que se llamó la radio de los niños.

Cuenta que compró una frecuencia AM, le puso Mundo Nuevo, estuvo un año al aire, “fue en 1989, el último año del gobierno militar, le fue muy bien en audiencia, pero económicamente muy mal, perdí gran parte del patrimonio que había logrado”.

El “pana” Ronald

-Tenía la tradición de viajar una vez al año con uno de sus hijos. Carol contó que lo acompañó al Atillo, en Venezuela, donde usted pasó su infancia. ¿Cómo fue ese capítulo de su vida?

-El Atillo es un pueblito muy bonito, colonial, a 20 kilómetros al sur de Caracas y, como está en altura, hace un poco de frío. Iba al colegio a Caracas, a media hora. Lo pasé muy bien. Mi papá (se refiere al segundo marido de su madre Heinz Doebbel) tenía una revista de caza y pesca, organizaba torneos. Por eso, también vivimos un año en la playa, cerca de La Guaira, con Charlie, mi hermano mayor. Viví en Venezuela casi 10 años: desde los 7 a los 17. Entremedio, un año y medio en Alemania, fuimos de paseo con mi madre, porque le dio anemia y la mandaron a viajar, con mi abuela, una tía y mi hermana recién nacida. A los seis meses, ellas se fueron y nos quedamos con Charlie en un internado muy pirulo en Berg, Bavaria, al lado de un lago muy bonito. Antes estuve en un liceo en Stamberg, muy cerca de Berg.

-¿Y entendía algo de alemán?

-Cuando llegamos de vuelta a Chile sabíamos más alemán que castellano. Me preguntaban cuál es el artículo de una oración y no sabía. A los tres meses nos echaron del Colegio Alemán. Éramos muy populares, revoltosos, jugábamos muy bien handball. Un día llegamos atrasados, corriendo y al final de la escalera estaba el director, que era muy jodido, no teníamos la chaqueta y nos echó. Y nos fuimos al Thomas Morus. Nunca entré a una clase formal, no salimos con título de egresados. Mi madre se consiguió unos certificados en Venezuela de que habíamos rendido todas las humanidades.

Ordena su trayectoria: el primero fue un colegio inglés en el Cerro Alegre; en Venezuela pasó por cinco; dos en Alemania y dos de vuelta en Chile.

El acento con el que regresó de Alemania a Santiago era totalmente venezolano. Y con costumbres como saludar en la calle y en el ascensor que todavía conserva. “En Venezuela todos se tratan de igual a igual. Ese fue el choque más grande cuando volví. Mi madre era la secretaria ejecutiva del señor más rico de Venezuela, don Eugenio Mendoza. A veces, yo ayudaba a Andrés, el junior. Un día subimos al ascensor, entra don Eugenio y le dice ‘hola Andrés, ¿cómo estás? Epa Eugenio, ¿cómo estás tú?, ¿cómo está la familia?' Eso era Venezuela”.

Jugador y autor del himno UC

“A Heinz (su padrastro) siempre lo presentamos como papá. Entre mi madre y él se trataban de Goyito y Goyita, así que yo le decía Go. A mi padre biológico lo volví a ver de regreso a Chile. Recordaba que de niños nos llevaba al Café Santos”.

Carlos Bown era periodista, trabajó en las revistas Estadio, Zig Zag y fue locutor para el Mundial del 62. “Cuando lo fui a ver a Zig Zag, de regreso a Chile, él se levantó y me preguntó ¿qué necesitas? Soy su hijo Ronald. No nos vimos más de cinco veces”.

A pesar de la distancia, heredó una afición de su padre Carlos: ser hincha de la Católica. Y ocurrió porque su madre, al ver que su hijo seguía a la U, “estaba enamorado del Ballet Azul”, le contó las hazañas de su progenitor en la cancha. “Mi padre fue jugador de la Católica, con el Sapo Livingstone. Y fue el autor del himno de la Católica y así está declarado en los derechos de autor”.

Abuelo de siete nietos -cuatro hombres y tres mujeres- nunca ha fumado ni tomado alcohol, pero sí le gusta coleccionar. ”Debo tener unas 300 campanitas”, algo menos de elefantes, y heredó y continuó la colección de cucharitas de su madre.

De los remedios a la fruta

Partió en el área farmacéutica: fue gerente de marketing y gerente general de Laboratorio Chile “cuando era de las cajas de previsión”.

Schering-Plough, un laboratorio estadounidense, se lo llevó como gerente comercial y en 1986 le ofreció irse a Miami como gerente de marketing para Latinoamérica.“Teníamos todo listo, pero la persona a la que iba a reemplazar tuvo problemas para cambiarse de cargo. Pasaron dos meses, me ofrecieron la dirección ejecutiva de Asoex y dije que no. Como seguía atrasándose la oferta de Schering, llamé a Asoex y pregunté si seguía en pie, y acepté el puesto”.

-¿Cuál es el episodio más difícil que vivió en sus 36 años en Asoex?

-El de las uvas envenenadas en 1989. Demandamos al gobierno de Estados Unidos y lo tuvimos bastante por las cuerdas. Comprobamos desde el punto de vista físico-químico que era imposible que dos uvas con alto contenido de azúcar pudieran haber envenenado a alguien con cianuro. El cianuro cuando entra en contacto con azúcar se transforma en cianhidrina y no causa daño. Rasputín no se moría con el cianuro, porque se lo ponían en pasteles. La contramuestra fue enviada a un laboratorio de Cincinatti y nunca encontraron cianuro en las uvas. Llegamos hasta la Corte de Apelaciones de Filadelfia y perdimos 5 a 4 por la tesis de que un gobierno no podía demandar a otro. Debimos a lo mejor demandado a una entidad.

-¿Qué ha plantado en su vida?

-Tengo una parcela de media hectárea con palta hass, en el Camino de la Fruta (en Santo Domingo). ¿Dónde más podría estar? Es para consumo familiar y venta. Es excelente, la mejor palta.

-No es un gran productor, pero ha tenido horario de agricultor. ¿Sigue levantándose a las 6:15 o se relajó ahora que los hijos emigraron?

-Ahora que no tengo que llevar hijos al colegio me levanto a las 7:15 y trato de estar entre 8 y 8:15 en la oficina.

-¿La misa matinal diaria continúa?

-Me he sentido choqueado con algunas situaciones que por ningún motivo han permeado mis creencias. Soy bastante menos acucioso desde el punto de vista de las formalidades. Los domingos voy a veces.

-El 1 de septiembre asume su sucesor Iván Marambio en la presidencia de Asoex y usted se retira. ¿Qué planes tiene?

-Voy a estar disponible para traspasar el cargo, lo que puede durar un par de meses. Después quiero escribir mis experiencias para dejárselas a mis nietos.

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