Al principio de “Cuatro bodas y un funeral”, el personaje de Hugh Grant no recuerda a cuál boda de sus amigos acaba de llegar tarde. "¿Quién se casa hoy?", pregunta de manera descortés, mientras se apresura a sentarse en su banco. Personalmente, no estoy seguro de haber ido nunca a tantas bodas como para que se me olvide quiénes son las parejas implicadas. Pero me pregunto si eso puede ocurrir con los cumpleaños de amigos que cumplen 40.

Parece que todos mis amigos están cumpliendo 40 años, incluso los que van a cumplir 41 pero no pudieron celebrar los 40 por culpa de la pandemia.

Lo bueno de una fiesta para celebrar el cumpleaños número 40, a diferencia de la de 18 o 30, es que no termina con un silencio incómodo sobre la cuenta y un viaje a un antro. Nadie vomita. Nadie te roba el abrigo. Pero el formato es un poco incierto: ¿Se requieren discursos? ¿Se esperan homenajes? Y eso refleja una pregunta persistente: ¿Son los 40 realmente un hito?

Empecemos con la frase "la vida empieza a los 40". Su popularidad se remonta a un exitoso libro de autoayuda de 1932 con ese título, escrito por un curioso académico estadounidense llamado Walter B Pitkin. Probablemente debería haber pasado de moda con John Lennon, quien escribió una canción titulada "La vida empieza a los 40", pero nunca la grabó porque le dispararon dos meses después de cumplir 40 años.

De hecho, ya nadie dice que "la vida empieza a los 40" por una razón diferente: sería un intento transparente de ocultar el declive. Mis amigos intentan fingir que no hay declive.

Hoy, los 40 años no se perciben como un nuevo comienzo: lo más probable es que, en términos de vida, estés a mitad de camino. Para empezar, es posible que todavía estés preocupado por niños pequeños. A principios de los ´80, casi tres cuartas partes de los niños del Reino Unido nacieron de mujeres menores de 30. Ahora la mayoría nacen de mujeres treintañeras. Por lo tanto, la posibilidad de quedarse en cama hasta tarde cada mañana no comienza a los 40. Tampoco puedes unirte a un club de golf o tener un despertar espiritual, dadas las exigencias del horario de la escuela de tus hijos.

Al mismo tiempo, muchos de quienes nos acercamos a los 40 no nos sentimos realmente adultos. No llevamos corbata. Tenemos la suerte de tener a nuestros padres con buena salud. No hablemos de los costos de vivienda y pensiones, que nos infantilizan financieramente. En resumen, nos sentimos como si jugáramos a cumplir 40, pero sin hacerlo realmente.

Las encuestas sobre la felicidad también refuerzan la impresión de que las cuatro décadas no son una línea divisoria: sugieren que nuestra satisfacción disminuye desde los 20 años hasta los 40. Que la vida empieza de nuevo a los 50 años sería un resumen acertado.

El argumento de que los 40 son un hito se basa en parte en la longevidad. Según el sitio web de la Oficina de Estadísticas Nacionales del Reino Unido, los hombres que cumplen 40 años tienen ahora una esperanza de vida de 84 años. Estamos más o menos a mitad de camino. En las últimas elecciones generales británicas, los 39 años fueron el punto de inflexión a partir del cual era más probable que alguien votara por los conservadores que por los laboristas.

Si le sumamos el hecho de que todos los hitos invitan a la comparación y a la reflexión, cumplir 40 años puede adquirir un carácter trascendental. Es mejor que hagas las cosas ahora si es que alguna vez las vas a hacer. No es demasiado tarde ni demasiado pronto.

Buscando orientación sobre cómo debería sentirse tener 40, busqué el librode Pitkin, “La vida empieza a los cuarenta”, y su continuación de 1933 “¡Más poder para ti!”. Sostiene que, después de cumplir los 40, los lectores deben llevar una Vida Simplificada. La crianza de los hijos debe reducirse al mínimo, como parte de un esfuerzo por ahorrar energía. Otros consejos son: "Nunca abras el correo de segunda clase. Eso te ahorra varios cientos de calorías al año" y "Nunca recojas lo que se le ha caído a una mujer sana". Decidí omitir esta sabiduría.

En su lugar, recurrí a la canción de Baz Luhrmann, “Todo el mundo es libre de usar protector solar”, cuya letra es un supuesto discurso de graduación. Se publicó al final de mi adolescencia; supongo que esto se consideraba un consejo de vida antes de los podcasts motivacionales. "Pero, créeme", dice, "dentro de veinte años [es decir, ahora] verás tus fotos antiguas y te traerán tales recuerdos que no podrás por menos que afirmar cuantas posibilidades tuviste y que maravilloso lucías en esa época".

Una bonita idea, pero que lamentablemente no se ve confirmada por las fotos. La canción continúa: "No pierdas el tiempo con la envidia: algunas veces ganas, otras pierdes. La carrera es larga, y al final, es sólo una carrera contra ti mismo". Ahora sí. Me encantan estas declaraciones edulcoradas, aunque no puedo afirmar que tengan mucho impacto: No siempre me pongo crema solar.

Poco antes de mi última serie de celebraciones de los 40, encontré una lista de "103 consejos que desearía haber sabido" del escritor Kevin Kelly. En su mayoría eran prácticos. Por ejemplo: "La mayor mentira que nos decimos a nosotros mismos es ‘no necesito escribir esto porque lo recordaré'". (Cierto: hay que anotar las cosas). “No existe la ‘puntualidad'. O llegas tarde o temprano. Tú eliges". (Cierto, pero difícil.) "Es emocionante ser extremadamente educado con extraños maleducados". (Cierto, pero imposible.)

Y así sucesivamente. Los 103 consejos de Kelly son lo suficientemente sensatos como para formar un buen conjunto de propósitos para los 40 años. Al leerlos, me sentí decididamente no viejo. No fue tanto que hicieran énfasis en el mundo de posibilidades que hay por delante, sino que me di cuenta de que yo nunca escribiría una lista así.

La lista de Kelly se destaca por su confianza: acaba de cumplir 70 años y vive en California. Mientras tanto, yo, con casi 40 y viviendo en Londres, sencillamente no me había formado un juicio acerca de qué es una buena vida.

Hablando con mis compañeros de 40, ellos tampoco se sienten viejos. Sin embargo, sí han dejado de sentirse jóvenes. Nacidos a principios de los ‘80, somos millennials, pero sólo por un tecnicismo. Somos unos intrusos y en realidad no pertenecemos a ese grupo demográfico más interesante. Admiro la honestidad de estas generaciones más jóvenes con respecto a la salud mental, pero no me identifico con ellos. En momentos de tranquilidad, puedo admitir que su uso de la tecnología me desconcierta. Pero si no puedes sentirte joven, lo mejor es no sentirte viejo.

En “Sin blanca en París y Londres”, George Orwell escribió sobre la "sensación de alivio, casi de placer" que produce el quedarse en la miseria. "Has hablado tantas veces de irte a la ruina; y bien, aquí está la ruina, has llegado a ella, y puedes soportarla. Te quita mucha ansiedad". Durante años, el número 40 se ha alzado en el horizonte como una cuesta abrumadora. Pero cuando llegas allí, ya lo has asimilado. Otra cima se asoma ahora. ¿Los 50 años? Eso sí luce feo.

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