Cuando se le pregunta cuál es su rol en la famosa tienda en Isidora Goyenechea, la hija de Sarika Rodrik responde: “Soy el brazo izquierdo y derecho de mi mamá”. Con esto, Nikole Rosenberg Rodrik explica que no sólo se encargan juntas de recibir a los clientes, supervisar las compras o de revisar las ventas. También es su forma de describir una estrecha relación.

“Con Sarika somos simbióticas. A veces llegamos vestidas del mismo color y nos gustan las mismas cosas; ella se compra zapatos y yo quiero los mismos; y al revés... Pero pensamos totalmente distinto; cada una tiene sus ideas y yo defiendo las mías hasta el final. Entonces tenemos peleas grandes y nos decimos las peores cosas. Yo me enojo dos o tres días y ella me trata de hablar pero no le contesto. Después nos hablamos y luego hacemos como que nada pasó y tratamos de cambiar las cosas. Así son las empresas familiares, difíciles. Pero también trabajar juntas tiene su lado bueno y me encanta estar con mi mamá”.

Su padre, Samuel Rosenberg, es arquitecto y también está muy presente en la tienda. Con Sarika llevan casados 50 años.

“Ellos son full música electrónica, escuchan radio Ibiza en la casa y yo la verdad me pongo un poco nerviosa porque es desde las 10 am hasta que se acuestan. No sé si se sienten en Ibiza o qué, pero escuchan esa música sin parar. En cambio, como tengo dos hijos adolescentes (de 14 y 16 años) lo mío es el reggaetón y conozco a todos los cantantes”. Y celebra el estilo urbano que han impuesto en la moda: “Es un reflejo de la sociedad actual. Me gusta ver a los jóvenes que tienen su propia imagen y su forma de expresarse. Eso no significa que me vaya a vestir como reggaetonera porque no tengo la edad… Hay una masificación de la ropa, algo que no se veía hace 15 o 20 años, lo que da cuenta de la movilidad social que hay en Chile, donde las nuevas generaciones están abiertas al mundo; a través de las redes ven lo que pasa afuera; conocen las marcas de lujo y quieren llegar a ellas. Eso es bueno porque les crea una suerte de ambición, de querer surgir”, cuenta Rosenberg sobre la tienda que viste desde Tonka Tomicic y Diana Bolocco a los Power Peralta.

Nikole estudió Filosofía en la Universidad Católica. “En la Alianza Francesa teníamos muchas horas de ese ramo y me encantaba. Pero después de la universidad no pude aplicarlo y me crié en la tienda; del colegio me iba donde Sarika, hacía mis tareas ahí. Poco a poco me fui quedando más horas hasta que fui asumiendo más responsabilidades. Mi mamá se iba de viaje y me dejaba a cargo del negocio. Lo mío era vender y se convirtió en mi oficio”.

“Somos una familia emprendedora”

De pelo crespo y con mechones rubios, Nikole no se parece físicamente a Sarika, que aún conserva un marcado acento turco.

“Mi mamá partió desde muy joven en la fábrica de uno de mis tíos en Estambul. Hoy son las tiendas Vakko, unas de las más lujosas del país”, cuenta con orgullo.

La primera vez que Sarika llegó a Chile fue para visitar a una tía abuela materna que vivía en la Quinta Región. “Le gustó mucho acá y se fue quedando con la tía Susana y su hijo, Sammy Benmayor, que era chico”.

En la playa de Reñaca conoció a Samuel Rosenberg. Su familia había llegado a Chile arrancando del comunismo desde Kiev, la hoy arrasada capital ucraniana y que entonces pertenecía a la ex Unión Soviética.

“Se enamoraron y empezaron a pololear. Cuando ella tuvo que volver a Turquía, se escribían. Luego ella volvió, se casaron y partieron juntos a Turquía, donde nací yo. Pero luego de 6 años mi papá no soportó más vivir lejos de Chile y nos instalamos definitivamente acá, en plena recesión de los ‘80”, cuenta.

De chica Nikole acompañaba a su mamá a comprar y vender su ropa. “Iba con ella en sus viajes a unos barrios más o menos en París donde estaban los comerciantes mayoristas, que entonces eran todos franceses, no como hoy que son todos chinos. Me quedaba todo el día esperando que escogiera su mercadería, prenda por prenda. Así aprendí”.

La primera tienda de Rodrik fue en un departamento pequeño arriba del Coppelia de Providencia.

“Después tuvo un primer local con unas socias en Las Urbinas. Su primera tienda propia fue en General Holley; era un barrio precioso, con un montón de boutiques, como Orquídea, Atilio Andreoli, etc… Pero como pasa con tantos barrios lindos, se chacreó y se llenó de bares que trajeron delincuencia y mala vida. Por esa época el dólar estaba a 56 o 59 pesos y surgió la posibilidad de venirnos acá a mediados de los ‘90. Este local se hizo con mucho esfuerzo y se volvió emblemático por la fachada y la arquitectura, que es de mi papá. Somos una familia emprendedora. No hay pymes sin apoyo familiar; es la única forma para que funcione. Por eso da tanta rabia que nos roben cuando nos hemos sacado la mugre durante décadas”.

Nikole se encontraba con sus padres y otros cinco empleados cuando fueron los asaltos, dos en menos de una semana (el primero, el sábado 23 y el segundo, el miércoles 27 de abril). La noticia alcanzó conmoción pública en las redes sociales y en los medios. Los registros del último robo, en pleno mediodía, con decenas de personas en los restoranes y en la calle, se hicieron virales. En ellos se ve a cuatro asaltantes ingresar y salir con ropa, por más de 20 minutos, hasta un auto parado en Isidora Goyenechea mientras el chofer realizaba disparos al aire.

Uno de los empleados más antiguos, Jaime Arellano, luchaba con ellos y ponía barreras en la entrada para impedir que se estacionaran afuera de la tienda.

“Lo que hizo fue una locura, pero si no pone las barreras, habrían estacionado acá mismo y ahí sí que se llevan todo. Gracias a Dios que no lo mataron porque hoy te disparan por cualquier cosa… Los gritos que se escuchan en los videos son míos. Yo les decía: ¡no vayas a salir con mi ropa, suelta todo! Hasta que otro asaltante que estaba en el piso de arriba apareció en la escalera y gritó ¡dispárale hueón! Me tuve que quedar callada porque tengo dos hijos… Es atroz ver que mi mamá ha trabajado toda su vida para que tenga que pasar por esto…”.

De pie ante el mesón, con pantalón y chaqueta azul, perfectamente peinada, cero maquillaje, Sarika Rodrik revisa unos papeles; los guarda en una carpeta y se une brevemente a la conversación.

“Fue súper duro… He dormido bien pero con pastillas; despierto entre saltos porque en los sueños veo sus caras (de los ladrones) detrás de la puerta… (e indica hacia la imponente mampara de cristal en la entrada). Me levanto temprano y hago gimnasia con la TV encendida… Las imágenes de la balacera en Estación Central (en Meiggs) me dejaron súper angustiada. Mis amigas dicen que es mejor no ver los noticieros pero una tiene que saber en el país donde está, en qué lugar estás parada. No puedes hacerte la tonta... No porque vives en el barrio alto todo va a estar bien… No saber nada es peor…”.

—Pero mamá, ¿por qué no te sientas un rato?

—No, me voy al banco, tenemos que pagar sueldos…—, dice con cierta ironía.

—No se te ocurra ir sola… ¿Por qué no cierran las protecciones? (dice por la reja que hay en el exterior).

—¿Tú crees?

—Pero mamá, si nos tienen de caseros…

—¿Sabes lo que creo?, que a veces uno piensa en esas cosas y ocurren…

—No Sarika, todos me advirtieron que podrían volver. Mejor nos aseguramos.

Su madre sale acompañada de un guardia de seguridad armado. Retoma Nikole:

—Este lugar ha sido la pasión de mi mamá; pasa más tiempo acá que en su departamento. No tiene hobbys, no juega golf, no hace yoga; se levanta, hace gimnasia y se viene al local de lunes a sábado. Ha salido adelante porque es positiva y por la inmensa fe que tiene. Aunque nos han robado tres veces (la primera fue un alunizaje en 2018), jamás vamos a bajar la cortina ni nos mandaremos a cambiar a Miami. Tenemos que levantarnos con la mejor cara y con fe. Dios está de nuestro lado, no del de los delincuentes. Eso es lo que mi mamá me ha transmitido. Quiero que el país vuelva a ser lo que era antes y podamos salir a la calle sin miedo. Pero la gente está desesperanzada; se ve en la rabia que percibes en la calle o en la agresividad que hay en Twitter. Se están perdiendo los valores… Yo soy judía, pero de haber tenido en las noticias al cura Hasbún, ahora nos están quemando las iglesias…”.

—¿En qué va la investigación, han sabido algo más de los responsables?

—La fiscal aún no da orden de investigar… Es indignante. Me ha escrito mucha gente que está en la misma; robos que sufrieron en el 2019 y todavía no hay una investigación. El dueño de Bagir me contó que quebró porque su tienda en el centro fue saqueada un montón de veces. El dueño de PC Factory tuvo que blindar su local de Las Condes porque los tienen de caseros… Y así hay montones de pymes. También hay pequeños negocios como botillerías y almacenes en el centro, La Florida, Renca, Cerro Navia, que los asaltan todos los días y trabajan asustados. Así un país no crece, no progresa… Si la Fiscalía no actúa, si estos casos no se persiguen y no hay mano dura, seguirá cada vez peor. En la Araucanía escuché a una señora decir: ‘no dejaremos que nos quiten nuestro esfuerzo de toda la vida…'. Nos hemos sacado la mugre —repite—, ¿por qué habría que entregarlo? ¿Dónde está la Fiscalía, están los fiscales metidos que no han pillado a nadie?

—A lo mejor están colapsados…

—Colapsados de qué si no pillan a nadie… En el saqueo al supermercado en Talagante (los carabineros) dijeron que habían tomado mal el parte y los soltaron a todos… Y ahora con lo de Meiggs que dejaron a los imputados con restricción domiciliaria… No hay intención de imponer mano dura…

—¿Cómo evalúa el rol de los distintos gobiernos en el combate a la delincuencia?

—Piñera prometió que iba a parar este desbande y no lo hizo. No tuvo pantalones. Habló de terminar con la puerta giratoria y aquí estamos. Pero reconozco que esto es algo que no partió con él sino que viene desde mucho antes, desde el señor Lagos para adelante. Este socialismo que va confundiendo entre lo que sí y lo que no…

—¿El socialismo?

—Son los nuevos valores que ha impuesto esta ideología… Han ido matando a nuestras instituciones, se le va quitando el poder a Carabineros, instituciones que antes en Chile eran sagradas.

—¿Cree que el actual gobierno pueda hacer algo?

—Espero que las cosas cambien. Hay que tener esperanzas. Así como la ministra (Siches) les dio a los camioneros hasta las 4 de la tarde para deponer el paro y funcionó, que acá actúe con la misma firmeza para parar la delincuencia, porque las pymes merecemos trabajar en paz, y así como ella quería invitar a dialogar a todos los afectados de los saqueos del estallido, nosotros que somos una pyme, también queremos estar…

—¿No será con ustedes distinto el trato por ser una tienda de ropa de lujo?

—Son prejuicios; es un problema de limitación mental. Estamos hablando de sectores que necesitan mover la economía y para eso necesitamos trabajar en paz. Ahora estamos calculando los costos con las aseguradoras, pero desde el estallido las pólizas han bajado la mitad la cobertura sin avisarle a nadie. Y cuando nos toque renovar el contrato, obviamente que aumentarán las primas. Es muy difícil trabajar sin paz ni seguridad. Pero nos defenderemos con todo (advierte). Ahora tenemos un guardia muy equipado… En estos días llegarán los blindajes y estamos preparados para todo. A los delincuentes no les va a resultar fácil. Tendremos todos que dar la pelea a la delincuencia.

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