Me alegro de que después de tantos años, la verdad salga a la luz”

Juan Sutil, presidente CPC

5,3

millones de dólares reclama el único condenado por el caso quien habría sido defraudado por Rebolledo.

Parece argumento de telenovela: Un ingenuo empresario de origen humilde es condenado por un delito que no cometió y el cerebro del fraude queda libre. Un caso que repercute en tres continentes y que salpica hasta a las más altas esferas del empresariado chileno. Y que después de ocho años, empieza a aclararse.

La noticia saltó en 2020 cuando la agencia Reuters detectó que la exportadora de frutas chilena Frutti di Bosco empaquetaba frambuesas de bajo costo procedentes de China, de la empresa Harbin Gaotai, y las reetiquetaba como producto orgánico de primera calidad cultivado en Chile para reenviarlas a Canadá.

Según Aduanas, cargamentos por cerca de US$12 millones de la baya roja fueron distribuidos entre 2014 y 2016 a ciudades como Montreal y Vancouver por la empresa Alasko Foods del país norteamericano. Esto, justo cuando en Canadá sus autoridades sanitarias habían detectado en la provincia de Quebec un brote de norovirus, un patógeno proveniente de las fecas humanas que causa enfermedades gastrointestinales, y cuya presencia se había detectado en frambuesas chinas.

Cuando se dio a conocer, este caso generó alto impacto por las eventuales consecuencias que podría traer en la industria exportadora de frutas del país y porque la primera alarma sobre este fraude la dio una empresa del hoy presidente de la CPC, Juan Sutil.

En octubre de 2016, Frutícola Olmué, una de las principales plantas empacadoras del país que recién había sido comprada por Sutil, envió una carta a Aduanas advirtiéndole de un posible fraude comercial con exportaciones de frambuesas que habría detectado en sus primeras auditorías tras la adquisición, pues la fruta estaba fuera de la temporada de cosecha y su calidad era inferior.

“Me llamó la atención la cantidad de frambuesas que mandaba Frutti di Bosco para embalar, cuando nadie más tenía tanta fruta. Pedí que me trajeran copias de las recepciones de fruta y me di cuenta que venían de los puertos de Valparaíso y San Antonio”, cuenta Sutil.

Comedia de engaños

Las investigaciones judiciales iniciales determinaron que el responsable de este fraude era el dueño de Frutti di Bosco, César Ramírez, a quien los tribunales condenaron en 2019 por falsificar documentos de exportación y condenaron a una multa de $5 millones y dos penas remitidas de 60 días de prisión cada una.

Ramírez, un empresario de origen humilde, sin educación formal terminada y una pequeña fortuna generada gracias al comercio de fruta en Chile, se declaró culpable del delito que lo acusaban, pero siempre sostuvo que él había sido víctima de quien consideraba el cerebro de esta operación: Mauricio Rebolledo.

Rebolledo había sido jefe de Ramírez hace unos años en una empresa agroindustrial y fue quien le ofreció hacer un negocio exportador con Alasko, empresa de la cual había sido broker. Como lo conocía y sabía de su conocimiento exportador, Ramírez, quien era el hombre del capital, confió y creó la empresa quedando como único propietario, pero el manejo contable y comercial lo dejó en manos de Rebolledo, según cuenta el abogado de Ramírez, Mauro Figueroa.

Rebolledo, inventando una norma inexistente que ni sus agentes de aduanas advirtieron, cuenta Figueroa, le aseguró a Ramírez que no había nada ilegal en etiquetar toda la frambuesa que exportaran como chilena, si el 51% de la fruta era de ese origen. El resto, si era chino, daba lo mismo, pues cumplía esa falsa “norma”.

Y así lo hicieron entre 2014 y 2016, cuando saltaron las alarmas. El problema es que en este periodo Rebolledo también defraudó, según Figueroa, a su socio sin que éste se percatara. Originalmente Frutti di Bosco le facturaba directamente a la canadiense Alasko Foods por la fruta que le enviaba. Sin embargo, Rebolledo convenció a Ramírez de que era mejor facturar a través de otra empresa, Mr Best Food en EE.UU., la que a su vez le pagaría a Alasko Foods. Pero resulta que Mr Best Food era una empresa que Rebolledo había creado en Miami, por lo que se pagaba a sí mismo. En esa triangulación, la empresa chilena dejó de percibir US$5,3 millones que quedaron en el camino, dinero que, según Ramírez, se quedó en manos de su socio, por lo cual se querelló por apropiación indebida en su contra.

En el juicio inicial, Rebolledo “salió libre de polvo y paja”, reclama Figueroa, pese a que era el cerebro de la operación. Pero confía en que en esta oportunidad, no podrá desligarse. Esto, porque descubrió que Rebolledo continuó con su modus operandi. Con otra empresa, llamada Ecoberry, propiedad de Jorge Ducros, realizaba la misma operación: traer fruta de distinto origen, en especial de México, etiquetarla como chilena y reexportarla a Canadá, según el informe policial.

Con estos antecedentes, la Fiscalía pidió la detención de Rebolledo, quien tras ser formalizado la semana pasada, quedó con arresto domiciliario.

“Me alegro de que después de tantos años la verdad salga a la luz y quede transparentado lo que pasó”, dice Sutil, quien resalta que fue envuelto injustamente en un delito que él desenmascaró.

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