Cuando se celebra en el mundo el centenario de “Ulises”, de James Joyce, llegó a Chile la adaptación que hizo del último capítulo de la obra el aclamado director belga Jan Lauwers.

En Santiago a Mil aterrizaron él y su musa, Viviane de Muynck, para presentar “Molly Bloom”, la pieza que fue ovacionada en su estreno en Madrid, y para trabajar junto a Gaby Hernández, quien tomó el desafío en Chile. “Ellos son muy famosos en Europa, talentosísimos, generosos, simpáticos, me ayudaron muchísimo, desde que comenzamos con los ensayos por zoom. Con Viviane somos dos mujeres mayores, pero muy diferentes, así que Jan hizo una dirección muy diferente también. Estaba muy contento”, relata Gaby.

“La actriz entrega una verdadera masterclass”, señaló la crítica de El Mercurio sobre Hernández y la pieza que vuelve a fines de agosto al Teatro UC, coproductores con FITAM y Needcompany. Es de esperar que con aforo completo, ya que el mundo del teatro se unió a la Campaña Volver a Vivir, con la que la Red de Asociaciones de Música Chilena piden bajar las restricciones y proteger al mundo de las artes ante la pandemia.

Gaby sube a escena como la mujer que encuentra a su marido inconsciente tras una noche de juerga y comienza a reflexionar sobre el matrimonio, la vida sexual, los amantes y la libertad en el Siglo XX. “Un monólogo endemoniado sin signos de puntuación”, escribió El País.

“Es la corriente del subconsciente, todo lo que ella piensa de sus relaciones. Uno lo puntúa en la cabeza, es muy difícil, pero muy entretenido. Salí airosa. A Joyce lo leí a los 17 años. Yo ya quería ser actriz y soñaba con ese monólogo. Y mira, pasé mis 83 en el escenario y con el público cantándome el Feliz cumpleaños”, dice.

—¿Te desvela una obra como esta? ¿Cuánto tiene que ver contigo?

—Claro que sí. Estudio mucho, horas y horas y horas. Leí mucho también sobre Joyce, su mujer era también una mujer muy especial. Y tiene que ver con mi propia vida también, que soy una mujer libre, sin prejuicios y nada convencional. Nunca lo fui. Me aburren las convenciones, las respeto, pero conmigo no van.

—Ella decía siempre ‘sí' a la vida, “si no hay riesgo, ¿para qué molestarse?”.

—Así es. Los desafíos me encantan. Hay que buscárselos. Salir de viaje o leer, que es una muy buena manera de vivir.

—¿Cómo llegó la reflexión de los 83 años? ¿Hiciste todo lo que has querido?

—Casi todo. Pero estoy muy conforme con mi vida, me autosicoanalizo siempre. He tenido buenas relaciones, enriquecedoras, he viajado mucho, tengo amigos en muchos países y acá también, amigas desde los 10 años.

—¿Te consideras feminista? Pienso en los pasos que diste siendo muy joven.

—Absolutamente. Yo nací feminista, no tuve que hacerme feminista. Por suerte tuve un padre español, republicano, ¡republicano español, que quede claro! Y tres hermanas, todas profesionales. Él siempre nos dijo: “Ustedes son chicas inteligentes, tienen que tener una carrera y una vida propia. Si se casan bien, pero nunca vivan al alero de un hombre. Nunca serán media naranja de nadie. Ustedes serán naranjas enteras que se juntan con otras naranjas. Nada de depender de otras mitades”. En la segunda república existían el divorcio, el aborto libre, ¡eran mucho más avanzados que nosotros ahora!

Acali, la balsa del sexo

Gaby es hija de un español proveniente de Castilla y de madre chilena, dueña de casa. “Ella sufrió de mielitis hasta que se descubrió la penicilina, se le desprendían astillas de los huesos, sufría muchos dolores. Pero tuvieron un matrimonio muy bueno. Se reían mucho y jugaban a las cartas por la noche. Ella no era muy adelantada, pero aceptaba todo lo adelantado que era mi padre”, recuerda.

Es también madre de una hija –María José Montero, ilustradora– y abuela de un nieto. “Los adoro, no soy mucho de almuerzos familiares, pero ellos saben que cuentan conmigo para siempre”.

“A principios de los 60 viajé a Buenos Aires con la compañía Los Mimos de Enrique Noisvander, ganamos premios allá, también el premio de la crítica en el Teatro Solís de Uruguay. Y en 1964 protagonicé ‘La Pérgola de las Flores' en el Teatro UC”, explica. Recorrieron Chile e hicieron una exitosa gira en México. Ella tenía 24 años y un productor le ofreció un exclusivo contrato en Televisa. “Todos regresaron a Chile y yo me quedé. Y no volví en cinco años. Fui bailarina del Latin Show Ballet, en la mejor boite de México, éramos los teloneros de Chavela Vargas. Hice teleseries y mucho teatro. Allá conocí al padre de mi hija”.

Gaby se casó con el antropólogo uruguayo José María Montero, con quien se fue a Washington, Estados Unidos, para acompañarlo en su beca. “He ido a EE.UU. mucho, me he quedado a vivir algunas veces”.

—¿En EE.UU. viviste tu época más hippie?

—Esa época se vivía en todo el mundo, pero sí, fuimos a Woodstock en agosto de 1969, en dos van con un grupo de uruguayos. Éramos bien hippies. Después nos fuimos a Amsterdam compramos una van y recorrimos toda Europa y norte de África, después no nos dejaban volver jajaja. Vivimos casi un año arriba de una combi. Comprábamos unos libros que se llamaban “Europa a 5 dólares por día”. Hoy eso ya no existe. Yo esa época la gocé.

—Hay mucho de desapego en tu vida, para poder dejar casa y partir...

—¡¿Qué casa?! (risas) Cuando nació María José teníamos casa, pero viajábamos igual para todos lados. Es que siempre soñé con tener una hija y vivir en un hotel. ¡Qué me iba a interesar una casa! Conocimos a tanta gente, recorrimos el Sahara, tuvimos tantas aventuras, incluso peligrosas en Argelia. La vida cotidiana es entretenidilla, pero la vida de aventuras es la realmente entretenida. Tenemos una sola vida, porque yo no creo en la reencarnación ni en nada de eso. No tengo religión, pero las respeto. La vida tiene su ciclo y punto. 80 años de vida es tan poco, creo que por eso decidí ser actriz, porque he podido vivir muchas más vidas en una.

—Tu marido se hizo famoso por vivir algo así como el primer reality del mundo a bordo de Acali, una embarcación que en los ‘70 atravesó el Atlántico para observar el comportamiento humano. “La balsa del sexo”, le decían.

—Y a los 18 años había recorrido solo el Amazonas. Lo de la balsa fue cuando María José ya tenía 1 año. Se han hecho muchos documentales al respecto, en México hay hasta una estampilla Acali. Yo a él le di libertad absoluta, nos dimos libertad absoluta siempre. Me encontré con un alma gemela y vivimos grandes aventuras durante 17 años, hasta que ya nos aquietamos un poco.

—101 días de viaje y 11 personas de 10 nacionalidades diferentes viviendo de todo. Claro que él escribió después que “la vida sexual en ese ambiente tan promiscuo no fue lo que la gente se imaginó. Fue pobre y escasa”.

—Nooo, no fue tan fome. ¡Espero! (risas). En el Paris Match salió en la portada como “La balsa del sexo”. Era un experimento de etología. Es que para mí la fidelidad va por el alma, el pensamiento, no por el sexo. Jamás fue tema, ¡por Dios! Yo nací así... Mi mamá, supongo, sufrió un poco.

“Necesitamos un Chile más igualitario”

Gaby que fue un fenómeno social con su personaje en “Pituca sin lucas”, sigue siendo un éxito absoluto con “Viejas de Mierda”, la obra de Rodrigo Bastidas y Magdalena Max Neef, que la tiene a ella en escena con Gloria Münchmeyer y Gloria Benavides, con nuevas funciones en el Teatro San Ginés.

“Siempre me imaginé trabajando cuanto más pueda, porque llevo más de 60 años haciendo esto y me encanta. El teatro es un aporte para el espíritu de la gente”, sostiene.

Abrió un Instagram (@gabyhernandezactriz) —“para mantenerme vigente y compensar la falta de trabajo durante dos años”— y ya suma más de 141 mil seguidores. Ahí presentó a sus hermanas: Nieves, de 91 años, médico, la primera neurofisiatra de Chile. Y Naldy, de 87, bioquímica y actriz. “Ella ha hecho mucho cine, y acaba de estrenar ‘El pa(de)ciente', junto a Héctor Noguera, Amparo Noguera, Daniel Muñoz y otros. Ojalá hubiéramos actuado juntas, ella trabajó mucho con Griffero. Y recibió el Premio a la Excelencia (Roberto Parada) por su trayectoria artística”.

Su cuñado, el doctor Osvaldo Olivares, cumplió 103 años. “Lee todo y está más al tanto de política que cualquiera”.

—¿Esta longevidad familiar te parece un don o te asusta?

—Me parece bonito, un don, porque mi papá murió a los 60 años, fumador empedernido como era. Raro que hayamos salido las tres tan longevas. Pero ojalá que cuando se termine mi vida sea cortito, de sopetón. Y espero que se apruebe la ley de Eutanasia, tengo gente amiga que ha muerto después de tantos años de sufrir, de arruinarse. Sufren por ellos y por los demás.

—Está lo complejo que resulta enfrentar el Alzheimer. Después de tu operación de cadera, también sufriste olvidando ciertas cosas.

—Claro y estaba grabando la teleserie “Casa de muñecos”, un personaje con Alzheimer. Tuve una operación complicada, me pusieron tres pernos para sujetarme el fémur de la cadera. La anestesia, a la edad de uno, te deja muy perdida. Perdí la memoria por casi tres meses. Al trabajo volví a las 5 semanas, con burrito y bastón, que no se veía en las tomas. Y mi memoria estaba bastante feble. Estudiaba mucho, me sabía todo antes de dormir, pero llegaba al set y no me acordaba. Algunos tuvieron mucha paciencia conmigo, no todos. Fue terrible trabajar con la memoria en esas condiciones, pero creo que ya la recuperé (sonríe). Hoy mi memoria es mi bien más preciado. Y mis ojos para leer.

—Y por Zoom participas de conversatorios con adultos mayores también.

—Lo hago mucho, pero siempre advierto que no soy ningún buen ejemplo. Ni de salud ni de buena educación (risas). Me llaman de municipalidades y converso con los adultos mayores y se llena. Les cuento cosas y me cuentan otras, podríamos estar horas. Los mayores asisten a todos los talleres, quieren aprender, esta es absolutamente la cuarta edad.

—De todos modos, hay que decir que esa caída y operación fue la primera en tu vida. Es una gracia.

—Es verdad. Pero nací con un solo riñón, he tenido problemas toda mi vida. Tengo osteoporosis, me quebré la cadera y me quebré la columna después. Un tiempo estuvieron por sacarme el riñón malo, pero se calmó y me lo dejaron, me da dolores muy fuertes. Eso sí, siempre me gustó el baile, desde el Manuel de Salas, donde nos formaron inquietos por la cultura. Hice todo tipo de yoga, pilates, Chi Kung. Igual siempre me matriculaba en algo, me salía una teleserie y perdía todo, porque las teleseries te comen la vida.

—¿La pandemia ha sido amable contigo?

—Muy difícil para todo el mundo del arte, hemos sido muy abandonados por el Ministerio de Cultura. Hice varias obras por zoom, que se vendieron bien. Yo tengo mis ahorros, pero uno piensa en los demás. Por eso voté por quien creo que piensa en los demás, tengo fe en el nuevo gobierno. El otro día fui a urgencias, porque tengo gastritis, y estuve 5 horas. Me salió un millón y medio, porque me hicieron un par de scanners. Mi isapre me cubrió 400 mil y yo el resto. La gente que no cuenta con ese dinero ni en sus sueños, ¿qué hace? Vuelve a su casa, se mete en su cama y espera morir. Necesitamos un Chile más igualitario.

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