¿Qué palabra sería una infaltable en la nueva Constitución?

–Libertad. En especial, libertad de expresión.

La casa de veraneo de Patricia Stambuk mira hacia el lago Ranco. Está ubicada en una colina y da hacia la isla Huapi y la cordillera. “Disfruto viendo cómo la luz crea franjas cambiantes de azules y grises en este lago que se hace respetar, por algo su nombre significa ‘aguas tormentosas'. A diario controlo las salvajes enredaderas que abrazan estos árboles nativos, le hablo a mis plantas, nado en el lago y remo en mi kayak. Escribir algo que no sea un compromiso ineludible se me hace algo titánico en este pequeño paraíso”.

De origen magallánico, la periodista hizo un alto en medio de su “oasis sureño” y como vicedirectora de la Academia Chilena de la Lengua habló del rol que podría ocupar esta entidad en la redacción de la nueva Constitución. Stambuk comenta que esta institución, fundada en 1885 y parte de la Real Academia de la Lengua (RAE), no registra antecedentes históricos de participación en la redacción de alguna Carta Magna chilena. “La Academia tiene 136 años y hubo presencia de muchos destacados políticos. Se estima probable que más de alguno de sus miembros haya contribuido en alguna Constitución a título personal”.

De igual modo, cuenta que desde que se fundó la Convención Constituyente, hace ocho meses, al interior de la Academia se comentó una posible asesoría en la redacción del texto constitucional. “Contamos con destacados lingüistas, gramáticos, filósofos, escritores, periodistas, profesores y abogados. Todos tienen una probada excelencia en la expresión escrita, como en el estudio y la aplicación del idioma”.

Y enfática aclara: “Si recibiéramos la propuesta de participar, nuestro rol estaría enfocado en la parte formal, en la redacción, no en sus contenidos. La Academia vela por el buen uso del idioma y podemos dar orientaciones generales. Pero no imponemos, ese no es nuestro espíritu”.

La vicedirectora es parte de la institución lingüística desde 2014 y es la primera mujer periodista en ingresar a la Academia Chilena de la Lengua desde su fundación. En esta organización, Stambuk, con nueve libros, entre ellos la primera biografía de Violeta Parra (1974), “Rosa Yagán Lakutaia le Kipa” (1976) y “1520, Cuentos del Estrecho de Magallanes” (2019), participa en la comisión de lexicografía de la Academia. Con cuatro textos editoriales dedicados a pueblo originarios (yagán y rapanui), en esta entidad contribuye con su portafolio de memorias contemporáneas. Ellas abarcan temas étnicos, migratorios y de identidad nacional. Comenzó escribiendo estos materiales históricos en los 70, cuando estudiaba periodismo en la Universidad de Chile. “En la mayoría de mis obras he reconstruido aspectos de la historia contemporánea chilena, con las voces de muchos protagonistas, y conservando sus formas de hablar. Esas investigaciones me han permitido ampliar el conocimiento del castellano en nuestro país, con sus variedades de vocabulario, pronunciación y modismos. Son matices de las diferentes culturas que nos enfrentan aún más al dinamismo incontenible del idioma”.

–El colectivo Apruebo impuso la necesidad de ajustar el uso del lenguaje en la nueva Constitución para evitar ambigüedades en la interpretación de sus normas. A juicio de Agustín Squella, integrante de esta agrupación, “el lenguaje es un texto jurídico que debe estar desprovisto de ambigüedades para que sus lectores tengan menos dificultades de comprensión del espíritu que lo anima”.

–Solicitar que concurran expertos en lenguaje me parece una decisión adecuada si subsisten ciertas inseguridades. Squella, profesor de derecho, sabe muy bien de qué habla. Sin duda, una Constitución no es solo una declaración de buenas intenciones para el país, establece regulaciones y derechos fundamentales que, por ejemplo, aluden a técnicas jurídicas universales. Pero si la Carta Magna es la casa de todos, deseamos que sea escrita en un lenguaje de uso común entre los ciudadanos y que sea comprendida por la totalidad de los chilenos.

–La doctora española en filología, Claudia Poblete, dijo que son necesarios los tecnicismos en la nueva Constitución; pero que se pueden utilizar estrategias para entenderlos.

–Concuerdo en que son necesarios los tecnicismos y en que podemos recurrir a habilidades comunicativas para traducir más fácilmente su comprensión. Explicar conceptos dentro de su texto podría entregarnos una Constitución demasiado extensa y paternalista, como si estuviera dirigida a personas de escasa formación cultural. Con el propósito de alcanzar una amplia comprensión pública, preferiría adjuntar un documento explicativo al texto fundamental. Serviría a los establecimientos educacionales para retomar la educación cívica y acercar conceptos de la Constitución a los chilenos en edades tempranas.

–A su juicio, ¿Qué se debería evitar en términos lingüísticos en este texto constitucional?

–El exceso de adjetivos, de frases demasiado extensas, reiteraciones prescindibles y abundancia de oraciones intercaladas que obligan a retroceder en la lectura para su comprensión. Para lograr claridad y precisión no se debe temer la utilización del abundante vocabulario del diccionario de la Real Lengua Española.

–Algunos han destacado la claridad lingüística de la Carta Fundamental del 80, ¿podría nombrar alguna Constitución a nivel mundial que le llame la atención en este sentido?

–No soy constitucionalista, solo me atrevo a nombrar el inicio de la Constitución de los Estados Unidos, por su inspiración. Esas primeras líneas son una declaración de lo que el pueblo norteamericano se proponía y prometía. Establecer justicia, promover la defensa común y asegurar a los ciudadanos y sus descendientes los beneficios de la libertad. El único problema es que al decir “We the people”, el pueblo olvida a los esclavos y personas sin derechos ciudadanos que había en ese país en 1787, cuando esa Constitución fue redactada. Otro texto jurídico que merece admiración lingüística es el Código Civil de Andrés Bello. Como dijo mi amigo y destacado jurista Alejandro Guzmán Brito, sin duda guarda una singular maestría en su vocabulario y estilo gramatical. En términos más modernos, Bello parece un buen ejemplo a considerar.

“A través de las palabras se aspira a impulsar cambios culturales”

–En 2018 usted comentaba a este medio que los pueblos originarios han sido ignorados como los verdaderos fundadores de la cultura.¿Por qué cree que es necesario que la nueva Constitución esté escrita en lenguas ancestrales de pueblos originarios?

–La diversidad lingüística de Chile es un patrimonio invaluable. Habla de nuestros orígenes, de nuestros primeros habitantes, de los forjadores de culturas singulares y extraordinarias. Es un símbolo de reivindicación de nuevos tiempos. Es a la vez respetuoso que haya versiones en lenguas ancestrales en uso. Digo en uso, porque en algunos casos quizás ya es imposible traducir un texto complejo como es una Constitución. En mapudungun, rapanui o aymara probablemente no habrá dificultades, pero sí puede haberlas en otras lenguas. No tenemos hablantes tehuelches o aonikenk en Chile. En esas lenguas habrá evidentes limitaciones, porque son pocos hablantes y nadie domina el idioma; solo existe un manejo rudimentario, con saludos y frases simples. La lengua yagán es hablada hoy con propiedad solamente por mi querida amiga yagana Cristina Calderón, de 93 años.

Y añade:

–En estas lenguas podría haber al menos traducciones de los principales artículos. Cada pueblo deberá hacer presente su realidad para tener sus versiones; con mayor razón si en la nueva Constitución se establece la plurinacionalidad.

–La ex presidenta de la Academia Chilena de la Lengua, Adriana Valdés, manifestó que en este nuevo texto constitucional se necesita “un lenguaje que sea igualitario y emancipador de antiguas servidumbres”.

–La palabra igualitaria es importante y realista. Dudo que haya tendencias numéricamente importantes que voten por mantener el androcentrismo. Al parecer, esta discusión en particular es un punto ganado. El tema es con qué palabras, de qué forma, para no caer en incoherencias lingüísticas, en redundancias o en versiones que generen conflictos.

–¿Entonces, desde el derecho constitucional con perspectiva de género, sería aconsejable utilizar un lenguaje neutral?

–Es fundamental ponerse a tono con las realidades de la época y promover un lenguaje que aminore y elimine la invisibilidad de las mujeres. Se pueden utilizar alternativas en la redacción de la Constitución, sin caer en la redundancia de los pronombres. Al interior de la Convención se han barajado alternativas válidas, como el uso de la palabra persona. En esa misma línea, sería absolutamente justo adaptar los contenidos a quienes tienen discapacidades como falta de visión y de audición. También para quienes tienen poca comprensión del idioma castellano porque hablan otras lenguas del territorio.

–Usted ha dicho: “el lenguaje es dinámico, va expresando las necesidades y también es empujado a veces por la política”. ¿En qué sentido?

–El lenguaje va expresando sensibilidades, realidades y también, algunas veces, es empujado por la política. No solo porque en ese medio se incorporan palabras de moda para explicar mejor, sino porque a través de las palabras se aspira a impulsar cambios culturales. Así surgen los neologismos, como algunos nuevos verbos derivados de sustantivos o préstamos desde otras lenguas. También desaparecen otros términos por falta de uso o porque los objetos que representaban ya no existen.

Y concluye:

–Un ejemplo de dinamismo y política es justamente el pronombre ‘elles', que junto con el adjetivo ‘todes' son los más comentados del lenguaje inclusivo. Son palabras inaplicables en la gramática española, que surgen de movimientos reivindicativos de las diversidades sexuales. Ellas tienen un propósito que sobrepasa a la mera comunicación, que busca visibilizar ante la sociedad una determinada realidad para promover su aceptación. Conllevan la aspiración específica de una tolerancia e integración ciudadana, cualquiera sea el género de la persona. Desde esa perspectiva es un aporte para hacer entender el concepto de sociedades resquebrajadas e intransigentes como la nuestra.

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