Trayectoria de un falangista

Las pasiones y el odio político se fueron acumulando en los últimos años de la década de 1960 y a comienzos de 1970. Asimismo, irrumpió la violencia política y avanzó la polarización, llegando incluso a producirse asesinatos de figuras relevantes de la política nacional. El primero de ellos fue el general René Schneider, a manos de un comando extremista de derecha, después de la elección del 4 de septiembre de 1970. El 8 de junio de 1971 otro crimen sacudió al país: el de Edmundo Pérez Zujovic.

Pérez Zujovic, nacido en Antofagasta el 11 de mayo de 1912, era una de las figuras más conocidas y relevantes de la Democracia Cristiana, corriente a la que se había incorporado desde tiempos de la Falange Nacional. Era un hombre de provincia, hijo de Servando y Ángela, descendiente de inmigrantes por ambos lados, con sangre española y croata. Su papá murió cuando Edmundo tenía solo 18 años, lo que tuvo no solo un impacto emocional, sino que decidió en parte su vida futura: se puso rápidamente a trabajar, dando inicio a lo que sería su vida profesional y empresarial.

Aunque dejó poco escrito, conocemos sobre su vida a través del relato —cariñoso, emotivo y dolorido— de su hija María Angélica (Marisi), quien lo acompañaba al momento del crimen en 1971. El libro “La gran testigo. El asesinato de mi padre durante la Unidad Popular” (Santiago, 2013), narra “la novela de amor” entre Edmundo y Lidia Yoma Amed, “Lala”, como la llamaban, a quien conoció en una actividad de la Acción Católica: tuvieron nada menos que nueve hijos, cuatro hombres y cinco mujeres. Por entonces el joven antofagastino se vinculó también a la Asociación Nacional de Estudiantes Católicos (ANEC): “Bernardo Leighton me metió allí”, recordaría después, lo cual le permitió conocer a Eduardo Frei en 1933 (en “El verdadero Pérez Zujovic”, Ercilla, N° 1.874, 16 al 22 de junio de 1971). Posteriormente participó en la Juventud Conservadora y la Falange Nacional. En algunas actividades demostró ser un gran organizador, así como dio vida al periódico El Debate, en Antofagasta, ciudad donde emergieron otros importantes falangistas como Radomiro Tomic y Juan de Dios Carmona.

Pese a estas incursiones en el ámbito público, su mayor ocupación era su labor empresarial: “Pérez Zujovic construye lo que Pérez Zujovic fabrica”, decía la propaganda, que precisaba contar con materiales propios y personal especializado para la construcción. Con el paso del tiempo se convirtió en una de las principales empresas contratistas del norte chileno.

En 1957 fue uno de los fundadores del Partido Demócrata Cristiano. Al año siguiente Eduardo Frei Montalva encabezó la candidatura presidencial DC, en la elección que culminó con Jorge Alessandri en La Moneda y con Salvador Allende con la segunda mayoría relativa. Esa noche, recordaría Enrique Krauss años después, fue el propio Pérez Zujovic, “generoso, valiente y decidido”, quien levantó los ánimos: “La personalidad de mi compadre [Frei] está por encima de estos cálculos pesimistas. El país no se puede perder un líder como este. Les apuesto que salimos adelante”, poniendo su trabajo y recursos a disposición del partido. En 1964, seis años, después vendría la anhelada victoria.

El ministro. Logros y amarguras

Edmundo Pérez Zujovic era “franco, directo y claro, en la acción de gobierno y en la política”, sostiene Carlos Figueroa, subsecretario de Agricultura y ministro de Economía durante el gobierno democratacristiano. Su carácter le permitía generar adhesiones fuertes, pero también detractores. Además tenía un marcado espíritu realizador, propio de su vocación empresarial, que pondría a disposición del primer gobierno de la Democracia Cristiana, liderado precisamente por su amigo y máximo líder falangista, Eduardo Frei Montalva (1964-1970).

Durante esa administración Pérez Zujovic ejerció en tres ministerios distintos: Obras Públicas, Economía e Interior. Eran tareas diferentes y momentos políticos también distintos, de un gobierno que prometía la “Revolución en Libertad”, pero que tenía adversarios en la derecha y en la izquierda y, más importante todavía, encontraba problemas dentro de la propia Democracia Cristiana, donde se habían conformado tres grupos: freístas, rebeldes y terceristas. Él, por cierto, era freísta desde hacía muchos años, y lo seguiría siendo en esos difíciles años de polarización política, embrujo revolucionario, irrupción de la violencia política y sensación de crisis permanente, que denunciaban oficialistas y opositores.

Si en las carteras “técnicas” se realizó y mostró sus virtudes ejecutivas, en el ministerio del Interior vivió un duro final, asociado a la matanza de Puerto Montt. En marzo de 1969, un grupo de pobladores participó en una toma en Pampa Irigoin, en el sur del país, la que no se resolvió de manera pacífica, sino que terminó con doce muertos por acción de carabineros. Rápidamente se generó una discusión pública dura y descalificadora, que recordaba a Frei la matanza de El Salvador (en marzo de 1966) y que mostraba la radicalización política que vivía Chile. En la cámara alta, el senador Salvador Allende manifestó sin titubear: “No queremos subversión ni violencia. ¡Pero basta ya de asesinatos aleves! A la violencia reaccionaria y asesina, responderemos con la violencia revolucionaria” (Sesión 36ª, 13 de marzo de 1969).

En esa ocasión el ministro del Interior asumió la responsabilidad política, incluso “contra la opinión de muchos de los colegas del ministerio y del propio Presidente Frei”, como recuerda Enrique Krauss (entrevista 23 de enero de 2018). Pese a ello, consideraba que por estar a cargo de la principal cartera del gabinete representaba una obligación enfrentar dicha situación de esa forma y salvar el prestigio y la dignidad de Carabineros; por otra parte, ello contribuía a que dicha responsabilidad no escalara hacia Frei.

La prensa y la oposición de izquierda sindicaron rápidamente a Pérez Zujovic como el gran culpable del suceso, e incluso existió un intento fallido de acusación constitucional contra él. Sin embargo, en la práctica su figura quedó asociada al suceso, e incluso en la juventud y en el sector rebelde de la propia Democracia Cristiana había acusaciones abiertas o veladas contra su “camarada”. “Preguntas por Puerto Montt” fue el título de la canción de Víctor Jara, que atacaba al ministro del Interior: “Usted debe responder/ señor Pérez Zujovic/ Por qué al pueblo indefenso/ contestaron con fusil./ Señor Pérez su conciencia/ la enterró en un ataúd/ Y no limpiarán sus manos/ ni toda la lluvia del sur”.

Finalmente, Edmundo Pérez Zujovic presentó su “renuncia indeclinable” al ministerio por razones personales, para volver a hacerse cargo de su empresa, tras la muerte de su socio principal. Frei Montalva agradeció sus servicios y amistad, recordó que había sido “injusta y malévolamente atacado”, pero que gozaba de “un bien ganado prestigio” en todo Chile. En la Junta de la DC tras la elección del 4 de septiembre de 1970 propició una fórmula que no tuvo acogida en el partido: integrarse al gobierno de Allende. Pese a no estar en política activa, su nombre aparecía cada cierto tiempo en alguna prensa que repetía ataques y campañas en su contra. En buena medida, había dejado de ser un adversario político y lo habían convertido en un enemigo, lo que tendría dramáticas consecuencias.

El crimen de Pérez Zujovic

El primer año del gobierno de Allende transcurrió con relativo éxito para el gobierno y con una oposición anonadada tras el inicio de un proyecto que, a juicio de sus detractores, podía conducir al establecimiento de un régimen comunista en Chile. Las elecciones municipales de abril habían dado un triunfo a la UP y el 21 de mayo el Presidente de la República había delineado “la vía chilena al socialismo”. Poco después se produciría el hecho que modificó la política nacional en aquellos años.

El día escogido para asesinar a Edmundo Pérez Zujovic fue el 8 de junio de 1971. A las 10:45 de la mañana salió en automóvil con su hija María Angélica, ocasión en que fueron seguidos durante algunas cuadras y luego agredidos por tres personas: los hermanos Ronald y Arturo Rivera Calderón y Heriberto Salazar, quien actuaba de conductor. Los tres pertenecían a la Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP), organización revolucionaria bastante marginal dentro de la izquierda. Después de matar a un comerciante, el grupo había amenazado: “también caerán los perros guardianes de los intereses de la burguesía, los tiras y los pacos, quienes serán ejecutados por la guerra revolucionaria de los vopistas” (citado en “La VOP Vanguardia Organizada del Pueblo (1969-1971). Historia de una guerrilla olvidada en tiempos de la Unidad Popular”, Santiago, Colecciones Memoria Negra, 2012)

“¡Muere, perro desgraciado!”, gritó uno de los asesinos, según señala la hija María Angélica, quien lo acompañaba. Doce balas lo atravesaron en la cabeza, las piernas, los brazos y el tórax, luego fue conducido luego al Hospital Militar, donde murió al poco rato de ingresar. Pronto llegó su mujer, quien recibió la triste noticia. También llegó el ministro del Interior, José Tohá, quien quería ver a la familia y presentar las condolencias oficiales, pero Marisi le mandó a decir: “¡Que se vaya! Nadie del gobierno tiene nada que hacer aquí. Sabemos perfectamente quiénes son los culpables de lo que pasó, así que ni se atrevan a acercarse” (en “La gran testigo”). La demonización y el odio hacia Pérez Zujovic habían alcanzado un desenlace fatal.

El gobierno decretó duelo nacional y Santiago fue declarado bajo estado de emergencia y toque de queda. Los autores del asesinato fueron descubiertos en la comuna de Independencia, comenzando una balacera que se extendió por varias horas, la noche del 12 al 13 de junio. En el enfrentamiento —con presencia de más de un centenar de efectivos de Carabineros, del Ejército y detectives— murió Ronald Rivera, a quien se encontró una carta a su madre: “Estamos felices de haber muerto a Pérez Zujovic”. Su hermano Arturo se suicidó. El 16 de junio Heriberto Salazar ingresó al Cuartel General de Investigaciones, con una metralleta y un cinturón de dinamita, que terminó causando su muerte y la de algunos detectives.

Desde entonces circuló el rumor de que los miembros del VOP fueron muertos rápidamente, en vez de ser capturados, porque habrían tenido lazos con el director de Investigaciones Eduardo “Coco” Paredes. Este reconoció a Edmundo Pérez Yoma que habían tenido noticias previas sobre un posible atentado contra figuras de la DC entre los que estaba su padre: Pérez Yoma reprendió a Paredes por no avisar ni ofrecer protección, sin encontrar respuestas al respecto.

El asesinato de Pérez Zujovic fue un momento crucial durante el gobierno de la Unidad Popular y, ciertamente, se podría decir que existió un antes y un después. Desde entonces, la DC se distanció del gobierno, y si bien la izquierda condenó el asesinato, había algunos problemas de fondo que los falangistas consideraban muy graves. Quizá el más importante era el clima de odio que se estaba instalando en Chile, que sintetizó Frei Montalva en un discurso en homenaje a su exministro: “la mentira sistemática, la calumnia como instrumento, la grosería sin límites que son el rasgo habitual con que hoy día algunos hacen el negocio de la publicidad y esos, esos son los responsables morales de lo que ocurre. Son ellos los que con su dedo van marcando las víctimas y quedan en la impunidad para que después unos perturbados sean los que disparen el gatillo y produzcan el crimen y la tragedia” (en Óscar Pinochet de la Barra (selección y prólogo), “Eduardo Frei M. 1911-1982”. Obras escogidas 1931-1982, Santiago, Centro de Estudios Políticos Latinoamericanos Simón Bolívar/Fundación Eduardo Frei Montalva, 1993). El mismo problema advirtió el cardenal Silva Henríquez, cuando sostuvo que era necesario “matar el odio, antes de que el odio envenene y mate el alma de nuestro Chile” (en “Todo un hombre. Perfil y rasgos de Edmundo Pérez Zujovic”).

Más delicado todavía, algunos líderes de la VOP habían sido indultados por el presidente Allende al comenzar su gobierno, sea para que se sumaran a la “vía chilena” o por la genuina convicción de que podían abandonar las acciones armadas. “Jóvenes idealistas”, los llamó Allende en un discurso ante el Partido Socialista meses antes, el 28 de enero de 1971, fórmula que sus adversarios le recordarían muchas veces. Pocos meses después algunos de esos jóvenes acribillaron a Edmundo Pérez Zujovic. Quizá por eso el Departamento de Pobladores del PDC sostuvo que “el principal responsable del asesinato es el Gobierno del señor Salvador Allende”, por su actitud condescendiente ante los grupos armados y por los indultos a los miembros de esas organizaciones. El presidente del PDC Narciso Irureta, llamó a “poner término al terrorismo y a la violencia en Chile” (ambos textos en Política y Espíritu, N° 322, junio de 1971).

Un grupo de criminales puso fin a la vida de Edmundo Pérez Zujovic, y con ello se producía un profundo y decisivo cambio en la historia política chilena.

Ficha de autor

Profesor de la Universidad San Sebastián y la Universidad Católica de Chile. Director de Formación del Instituto Res Publica. Director general de Historia de Chile 1960-2010 (U. San Sebastián).

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