Sentada en su escritorio, Rosita Lira conversa de cómo fue volver a encerrarse en una cuarentena que recién terminó hace un par de semanas. A fines de abril, desde su casa en Vitacura, añoraba la caminata a la galería que creó junto a su socia, María Elena Comandari, hace 27 años, en lo que hoy está transformado en un polo de arte, gastronomía y moda: “Alonso de Córdova tenía un espíritu fantástico… el mismo alcalde nos hablaba de ello, este era un boulevard donde la gente venía a caminar, a vitrinear, a conversar, a estar en familia, a encontrarse con amistades. El proyecto era precioso, él estaba encantado con que hubieran galerías de arte. Se fue formando un barrio fascinante”, cuenta de su llegada junto con Arte Espacio al barrio. “Es una calle preciosa, bien cuidada, con tiendas lindas, limpísimas”.

Eso es lo que fueron a decirle al alcalde Raúl Torrealba hace más de una década, con preocupación por el sector, que con el rumor de un nuevo proyecto comercial, el hoy polémico Zoocalo de Vitacura, “se iba a ensuciar”. “Él dijo ‘pero, ¿por qué no les gusta, por qué están en contra?'. Y fuimos claras: en todas las partes que hacen estacionamientos subterráneos se echa a perder la seguridad, tratan de hacer locales comerciales y no resultan. Hay tantos casos en la ciudad que han sido así y no queríamos eso”.

—¿Qué les dijo?

—“No, chiquillas, no se preocupen, si no va a pasar”. Nosotras nos quedamos bien tranquilas. Como dos años después volvimos, por lo mismo. Y la misma cosa. Pero ya en octubre o noviembre del año pasado los vecinos empiezan a hablar de que en enero partía la construcción. Casi nos morimos.

—Entonces se agruparon y conformaron una asociación.

—Sí, Asociación Alonso de Córdova y Nueva Costanera. Es que se corrió la voz de que esto se concretaría. Y no hay nada más fuerte que el boca a boca. Se corrió la voz y todo el mundo… no todo el mundo, porque nosotros después le contamos a mucha gente que estábamos convencidas que sabían, pero no… esto se concretó sin contarle o preguntarle a nadie. En la Municipalidad todos sabían que estábamos en contra del proyecto, porque sabíamos que iba a perjudicar a los vecinos. Y nada, no se le contó a nadie. Fue bien duro y nos dimos cuenta de que teníamos que defender nuestro barrio como fuera. Hace tiempo habíamos pensado en formar esta asociación, pero con la pandemia, con el trabajo tan fuerte de todos no lo habíamos concretado, pero lo logramos. Empezamos inmediatamente una batalla que fue in crescendo –hoy son cerca de 70 miembros-, y conseguimos abogados.

Aunque quedaban solo dos meses para que empezara la construcción, que significaría intervenir la calle durante meses, por medio de un grupo en Whatsapp consiguieron coordinarse junto a sus asesores Guerrero Olivos & Pellegrini y, en marzo pasado, tras una consulta presentada a Contraloría –que se sumó a dos anteriores y ante las cuales aún se espera un pronunciamiento- desde la Dirección de Obras Municipales, se suspendió la edificación. En su requerimiento, los vecinos afirman que el municipio pretendió “modificar el proyecto sin ajustarse a derecho”, pues las bases de licitación solo consideraban estacionamientos y no locales comerciales. Hoy, la propuesta que se desarrollaría entre calle Bicentenario y Francisco de Aguirre, incluye a un supermercado, locales comerciales, oficinas y un gimnasio.

“La experiencia terminó siendo sumamente entretenida. Nos sentimos muy acompañados todos, porque realmente ha sido un trabajo de grupo, con el que hemos conseguido logros y cuando un grupo unido quiere hacer algo, resulta”, señala Lira. “Aún así sigue la preocupación, porque no es que se cancelara el proyecto. Puede retomarse y nosotros todo lo que hemos dicho de lo que se pretende hacer lo sacamos de la información que ellos mismos han compartido. Eso incluye ensanchar las veredas, por ejemplo, lo que podría significar un cambio en el uso del suelo, abriendo la puerta a proyectos de edificación en altura. Algo que los vecinos rechazamos rotundamente en un plebiscito. Queremos vida de barrio”.

—¿Volvieron a hablar con el alcalde?

—La verdad es que nunca hablamos con él, porque consideramos que ya habíamos hablado tanto sobre esto… después de lo amigos que habíamos sido siempre todos, de todo lo que lo habíamos ayudado para que la alcaldía estuviera genial. Nos encantó el edificio, hicimos exposiciones ahí, teníamos la mejor de las relaciones. Entonces, confiábamos mucho. Si nos decía “no se preocupen”, no teníamos de qué preocuparnos.

—-Lo sintieron como una traición, entonces…

Mira, lo que pasó no tuvo nada que ver con la amistad que habíamos tenido siempre. Por este acuerdo que teníamos con el alcalde de mejorar la comuna siempre, si nos pedía algo, no dudábamos un segundo en decir que sí. De hecho, hicimos un proyecto precioso en el Parque Bicentenario, con esculturas. Entonces, esta actuación no correspondía a la relación de más de 20 años.

“Hemos llenado los barrios de arte”

Arte Espacio abrió sus puertas en 1995 con un gran objetivo: difundir, promocionar y comercializar a artistas contemporáneos, incentivando así el coleccionismo y la circulación del arte. “Abrimos, al mismo tiempo, tres o cuatro galerías, pero después se instalaron muchas otras más. Pasaba todo el día lleno. Nosotros éramos cuatro personas, tuvimos que contratar a otra porque no podíamos atender a la gente”, recuerda. Esa dinámica, confiesa, sólo cambió cuando los estacionamientos de la calle se empezaron a pagar. Categórica, afirma: “Ahí empezó nuestro drama”.

—En ese momento en que abren, el arte era lejano para una mayoría, salvo el Bellas Artes o el MAC, no había un espacio consagrado como este donde conocer el trabajo de los artistas de cerca.

Cuando partimos, el Museo Bellas Artes estaba bien tristón porque se llovía. En esa época tuvimos que hacer exposiciones para dar a conocer lo que estaba pasando en arte en Chile, porque era difícil que se hicieran las exposiciones en el museo. El MAC siempre ha estado, después se arregló y empezaron a hacer buenas muestras. Pero todas las galerías hemos hecho una exposición al mes, por lo menos, y de repente, otras actividades más.

—Más de 350 muestras y proyectos especiales, solo en Arte Espacio…

Sí, e hicimos grandes simposios de cultura en Ciudad Empresarial, en que se convidaban a seis artistas extranjeros y seis chilenos a hacer esculturas in situ. Ciudad Empresarial, que financiaba todo esto, los recibía con un taller para cada uno, y un trozo enorme de 2 x 2 metros, o de 1 x 1 metro, de mármol travertino de Atacama. Precioso. Ellos venían con una maqueta hecha, la traían pensada y empezaban a trabajar ahí. Convidábamos a colegios, a adultos mayores, a las juntas de vecinos, a todo el mundo a ver cómo se hacían las esculturas. Era emocionante, fascinante. Olvídate cómo se transmitía el conocimiento entre escultores entre sí, las amistades que se hacían.

Y añade:

También desarrollamos visitas guiadas, creamos una editorial y “Arte Espacio exterior”: exposiciones en distintas partes de la ciudad. Hicimos una en la Plaza de Armas, de esculturas. También, junto al alcalde Torrealba, hicimos una muestra para celebrar el año 2000 en el bandejón central de Américo Vespucio, que en paz descanse. En medio de estos árboles enormes, preciosos, pusimos 60 esculturas de gran formato. Imagínate lo que fue. Tú sabes que cuando las quisimos sacar, porque duraba tres meses el proyecto, el alcalde nos dijo: “me han llegado mil cartas para que por favor no las saquemos”. Las tuvimos que dejar seis meses. Eso era para que la gente apreciara lo que es tener obras de arte en los espacios comunes. Así hemos llenado los barrios de arte.

—Generar nuevas audiencias. Ese ha sido históricamente un desafío importante, quizás el mayor.

Lo es. Y nosotros hemos abonado a eso porque nos agrupamos. Ahora tenemos una asociación de galerías, AGAC. Por medio de esta, nos poníamos de acuerdo para hacer inauguraciones el mismo día. Entonces, una persona que era invitada por nosotros, podía ir a todas las galerías. Todos iban a todas partes y la gente quedaba encantada con eso, porque si vas viendo todos los meses distintas cosas, se te van formando los ojos, el arte empieza a encantarte. A lo mejor la primera vez dices: “Uy, el arte contemporáneo, qué raro, no lo entiendo”. Mira, a la tercera vez ya se te acostumbró el ojo y estás feliz.

—Y desde ese roce constante con la gente, ¿cómo ves que ha ido creciendo esa conexión no solo con una nueva audiencia, sino que también potenciando el coleccionismo en Chile?

Es impresionante, ha crecido muchísimo. Coleccionistas ha habido siempre, buenos coleccionistas, pero no muchos, esa es la pena. Hoy de repente llegan jóvenes. De partida, la edad de mis clientes ha bajado 20 años. Llegan personas de 28 o 30 años, que están recién trabajando y que quieren comprar arte, que se enamoran del arte, y saben quién es Bororo y Francisco Gacitúa También hay muchos que dicen: “mira, yo no sé nada de arte, pero me encantaría saber”. Y para eso estamos ahí, les mostramos toda la galería, les contamos quiénes son los escultores, les mostramos las obras. El arte y su difusión, para mí y mi socia, es nuestra pasión.

Cómo sobrevivir: online

Desde que Vitacura volvió a Fase 2, Rosita Lira regresó a su espacio de trabajo natural, los salones blancos de la galería que mes a mes se transforman en el soporte perfecto para apreciar el trabajo de artistas como Francisca Garriga –actualmente en el segundo piso- o Verónica González, ambas parte del catálogo de las galeristas. Con aforos limitados, previa coordinación y con la presencia de los autores de las obras para hacer una visita personalizada, se trata de los primeros indicios de recuperar el quehacer de Arte Espacio.

—Cuando tuvieron que cerrar, fue sin saber hasta cuándo ¿Cómo se potencia una galería en lo virtual?

El año pasado cuando partimos encerrándonos nos preguntamos eso: ¿cómo vamos a hacer esto? ¿cómo pagamos los gastos mensuales? Online, fue la respuesta Y partimos de distintas formas. Hicimos unos catálogos con ofertas de obras, que ahora los estamos haciendo de nuevo, y que se difundía por redes sociales. Tenemos uno de Francisca Garriga, otro de Roberto Matta, uno de artistas jóvenes de grabado, otro de grabados en general. Y nos ha ido muy bien. El año pasado cuando inauguramos esto estábamos sorprendidas porque no tuvimos que pedir crédito, que era lo que más temíamos. Este año ha sido más difícil, pero esperamos que empiece a mejorar. Además, a nuestros clientes, de vez en cuando les mando fotos de obras preciosas, que sé que les van a gustar y les pongo: “para tentarte”. Y resulta (se ríe), porque los conozco.

—Arte Espacio se reconoce por ser vitrina de artistas jóvenes, ¿Cómo ha sido el trabajo para que ellos, golpeados también por el covid, puedan seguir?

—Efectivamente siempre hemos tenido preocupación por ellos, de hecho el año en que inauguramos hicimos un concurso de pintura llamado Arte Espacio Joven, con puros artistas de hasta 35 años. Fue un exitazo, era una muestra con 50 artistas seleccionados. Después empezamos a coordinar exposiciones nosotros, de los artistas que representábamos, y no nos quedaba espacio. Tuvimos que dejar de hacerlo. Pero lo retomamos, estamos en la sexta versión y es fascinante. La última convocatoria fue hasta los 30 años y se presentaron más de 150. Ya cerramos ese proceso y haremos una exposición de al menos 25 jóvenes.

—En pandemia, el retail abrió marketplaces de arte, ¿qué te parece esto?

A ver, nosotros potenciamos el hacer muestras impecables en un espacio diseñado especialmente para eso. Un espacio que lleva años haciendo eso, que tiene su público, al que todos los meses llega gente nueva, donde la obra de arte se ve en toda su magnitud, como se lo merece. El retail a veces tiene cosas de muy mala calidad, que no vale la pena gastar en ello. Claro, fotos seriadas, originales es otra cosa, pero me gusta más cuando se vende en un espacio consagrado para el arte. Y eso es una ayuda enorme para el artista y para la galería también, para mantenernos. Imagínate después de 27 años tener que cerrar, si estamos en plena juventud.

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