Ha pasado algo más de un mes desde la desaparición del arquitecto Juan Pablo Mohr en la cima del K2, Pakistán, y su primo Federico Scheuch todavía se refiere a él como si estuviera presente.

“No lo siento muerto. Voy a la montaña, al cerro y percibo su energía. Es difícil olvidarse de alguien como él”, sostiene el ingeniero comercial de 33 años, director ejecutivo de la Fundación Deporte Libre y uno de los hombres que más conoció a Mohr. El 12 de febrero viajó a Pakistán con la expectativa de encontrar a su primo, socio, amigo y también referente, como da cuenta en esta conversación.

“La esperanza es lo último que se pierde”

Conocida como la “montaña salvaje” y la segunda más alta del mundo con casi 9 mil metros de altura, la K2 es considerada también una de las más mortíferas, con un dramático balance de 88 muertos a lo largo de su historia, cinco ocurridas este año, entre ellas la de Juan Pablo Mohr. La meta era escalar la montaña en pleno invierno, en una época en que este gigante asiático no contempla ascensos debido a su altísima complejidad. De ahí que la compañía nepalí Seven Summit Treck, la de mayor facturación en el mundo, invitara a Mohr como parte de una mediática campaña de marketing. El deportista ascendería sin oxígeno, ya habituado a las alturas luego de años practicando esta actividad de alta resistencia.

Al momento de subir el K2, Mohr ya sumaba cinco de los 14 ochomiles que se había propuesto. Ya había alcanzado las cumbres del Lhotse y el Everest en una sola expedición y sin siquiera bajar al campo base. “Lo consiguió en 6 días y 20 horas”, cuenta Federico Scheuch con admiración. Sin embargo, fue en esa expedición donde el deportista tuvo uno de sus primeros encuentros con la muerte cuando ya había descendido. A horas de haber logrado el Lhotse y cuando Mohr se recuperaba en el campamento base –ubicado a 8000 metros de altura–, uno de los miembros de otro equipo, el búlgaro Iván Yuriev, cayó inconsciente por un edema cerebral. El propio Juan Pablo Mohr lo describió en una entrevista como la experiencia más dura de su vida: para salvarlo, ató al búlgaro a su arnés y se fue con él (desde la base 4) camino al campamento 2. Pero al cabo de dos horas Yuriev dejó de respirar. “Fue un shock, hasta ese momento nadie había muerto junto a mí en la montaña…”, reconoció. Aún así, Mohr reanudó su tarea y cumplió con su siguiente objetivo: alcanzar el Everest. Pasó a la historia al anotar un récord Guiness como el primer montañista en coronar ambas cimas sin oxígeno suplementario—. “Ni siquiera se lo había propuesto, lo logró sólo por amor al deporte”, dice hoy Scheuch con la mirada iluminada.

—Después de estos logros, ¿alguna vez pensaste que podría morir en el K2? Dicen los que saben que es todavía más compleja…

—Confiaba mucho en las capacidades de Juan Pablo; era difícil pensar que podía perder la vida. Un gallo tan power. Nunca estás preparado para enfrentar la muerte de alguien así, aún cuando sabes que se trata de una actividad de alto riesgo, donde te estás apostando la vida.

—Esa campaña por los 14 ochomiles estuvo rodeada de muertes. Entiendo que no sólo la del montañista búlgaro...

—No fue la única. Juan Pablo se fue preparando para la muerte un par de años antes. El mismo año del rescate en el Lhotse (2019), murió también el Piña (como llamaban al cuidador del centro de escalada que tiene la Fundación Deporte Libre en el Parque de Los Reyes) de un piedrazo en la cabeza durante los días del estallido social. Al papá de Juan Pablo, el tío Raúl que vivía en Osorno, le detectaron un cáncer al pulmón y Juan Pablo se enteró en el Everest, cuando llegó al campamento base, de que le quedaban tres meses de vida. Viajó a Chile y fue maravilloso, porque pudo aprovecharlo al máximo.

Luego, el 16 de enero pasado, falleció el escalador español Sergi Mingote tras sufrir una caída en el monte K2 (mientras descendía desde el campo 1 al campo base avanzado). Lo acompañaba Juan Pablo Mohr, y fue a esta leyenda de la escalada a quien pretendía dedicarle su logro.

“Experimentó la muerte muy de cerca, pero como decía: cuando llega el momento hay que aceptarlo y valorar todavía más la experiencia de vivir, llevarla al máximo cada momento, fijarte en las cosas bonitas que tiene la existencia y aprovecharlas porque nunca sabes cuándo te puede tocar a tí....”, dice Scheuch.

—¿Aún cuando te expones a actividades de alto riesgo?

—Es que si te lo cuestionas es porque no estás seguro de lo que estás haciendo. Se necesita serenidad, confiar en tí, en las decisiones que estás tomando, seguro de que son para un bien mayor, que es alcanzar la plenitud. Y si Juan Pablo era feliz ahí (dice por el K2) entonces ése era el lugar donde tenía que estar y murió en su ley.

—¿Qué representa él en tu vida?

—Es un ejemplo como deportista, una guía para emprender proyectos, un modelo de cómo tratar a las personas y un excelente padre. Me enseñó mucho.

—¿Tienes hijos?

—No, pero si alguna vez sucede, quiero ser como él. Por la admiración que tienen por él sus hijos. La manera de enseñarles la vida a través del deporte, la montaña.

—Hablas de él en presente.

Sonríe:

—¡Sipo! Lo siento en todos lados. Es difícil olvidar a alguien como él. Voy a la montaña, al cerro, y esa energía que plasmó en el K2 y el Himalaya se expande a todas las montañas, incluso hasta la Cordillera de Los Andes. Lo siento más vivo que nunca.

—Tú viajaste a Pakistán a buscarlo al cabo de una semana de su desaparición. Hasta ese momento pensabas que podía estar vivo...

—La esperanza es lo último que se pierde…

Más serio añade:

—Obviamente sabíamos que las probabilidades eran muy bajas, pero confiábamos en la tremenda capacidad de Juan Pablo. Además, si nos rendíamos nosotros, qué más quedaba para el resto…

En esa semana y algo más que estuvo en las faldas del K2 el golpe con la realidad fue intenso. “Me chocó; el panorama era distinto a lo que veíamos desde este otro lado del mundo, aunque ayudó verlo con nuestros propios ojos…”.

—¿En el fondo no había mucha expectativa?

—Claro. Las posibilidades de encontrarlos con vida eran muy bajas. Todos nos daban sus condolencias… Y el primer día además llegaron desde el campamento base las mochilas y los bolsos de Juan Pablo… Es muy duro encontrarte con eso. Pero no me arrepiento. Fue una de las mejores decisiones haber estado ahí y entender cómo eran las cosas, vivir a concho el momento y dar la pelea hasta el final. Como le hubiera gustado a él.

—¿Cuándo finalmente asumieron que estaba muerto?

—Cuando hablamos con Sajid, el hijo de Alí Sadpara. Ahí tuvimos que asumir la realidad, porque él fue el último que estuvo con ellos y los esperó en el Campo 3 durante 20 horas, con tormenta y todo. No le quedó otra que devolverse y abandonarlos, por así decir.

El 18 de febrero, luego de dos semanas sin noticias, Juan Pablo Mohr, el islandés John Snorri y el paquistaní Muhammad Ali Sadpara —que habían iniciado el 5 de febrero la parte final de la ascensión— fueron declarados oficialmente muertos por el gobierno pakistaní.

—¿Qué crees que pasó?

Silencio…

—Que hicieron cumbre tarde y bajando se tienen que haber desorientado. Entonces aumentó el viento, se hizo de noche, y esa desorientación los tiene que haber llevado a tomar malas decisiones y tal vez se perdieron, a lo mejor sufrieron un accidente… No sé.

—Tamara Lunger, quien fue una de las últimas personas en verlo, destacaba el carisma que tenía Juan Pablo en la montaña y de su entrega a quienes recién lo conocían, como le pasó a ella.

— Él era así, un tipo muy alegre, siempre con una sonrisa, muy cálido, y eso se irradiaba en la gente; era muy rico estar con él.

“Saber leer la montaña es saber leer la vida”

Antes de abandonar Skardu, la puerta de entrada a la cordillera del Karakorum, la montañista Tamara Lunger, quien era parte de la expedición, junto a Federico Scheuch y Juan Pablo Diban, realizaron un homenaje a los deportistas desaparecidos a los pies del río Indus, que rodea el pueblo.

“Fue bien bonito. Estuvo también Sajid Sadpara y la familia de Ali. Fue una buena manera de cerrar una etapa allá y de mantener ahí la alegría”, afirma.

—Y parece que la mantienes…

—Trato de pensar como Juan Pablo y en cómo le habría gustado que nos hubiésemos tomado esto. En las últimas conversaciones que tuvimos me decía Fede, tenemos mucha pega, no te dejes estar mientras siga acá en el K2, tenemos mucho que avanzar… En eso estoy.

— Juan Pablo Mohr dejó una serie de proyectos que le sobreviven, como la Fundación Deporte Libre.

—El proyecto más grande, la misión y objetivo principal es acercar a la montaña a las personas y educar a través del deporte. Eso implica facilitarle los accesos, recursos, las herramientas necesarias a las personas para que puedan ir a la montaña. Estamos desarrollando la primera etapa para construir un refugio en cada región del país. Y no es sólo levantarlos, sino todo un modelo de gestión, manejo, autorizaciones en cada uno de los lugares. Vamos a partir por el Volcán Tronador en la X Región, que es donde estamos avanzados; son refugios públicos y privados, abiertos a la comunidad, con buena tecnología, sustentables. Marcar la diferencia y poner a Chile en un mejor estándar, como lo merecen nuestras montañas. También queremos aportar a los planes de educación en los colegios. El cerro es una de las mejores herramientas para crecer como ser humano y el mejor sicólogo que puede existir; un niño aprende a ser paciente, a contemplar, a desconectarse de la televisión, a escuchar, a interpretar las señales de la naturaleza, porque la montaña te educa, te dice cosas a través del clima; cuando está nublado, si corre viento, si se derritió la nieve. Hay que saber leerla, que es también saber leer la vida.

—Entiendo que planean volver al K2 durante el verano pakistaní a buscar el cuerpo de Juan Pablo.

—No puntualmente. La expedición va sí o sí en julio, (verano en Pakistán). La dirigirá Sajid, el hijo de Alí, pero nuestra misión será continuar con el proyecto social de Juan Pablo. Queremos trabajar en una zona para abrir nuevas rutas de escalada, instalar muros de entrenamiento en escuelitas locales. Y su familia quiere conocer el último lugar donde estuvo él e instalar ojalá una placa en su honor en la zona de monumentos que hay cerca del campo base. También quieren compartir con la familia de Sergi (Mingote) que estará presente. Al final la montaña nos une.

—Entonces el objetivo no es necesariamente recuperar a Juan Pablo…

—Pero es difícil para la familia no ver el cuerpo; es complejo de asumir. Hay que entenderlo.

Y agradezco a toda la gente que nos ha estado siguiendo y que nos ha apoyado. Que se integren, que sean parte de la Fundación Deporte Libre (deportelibre.cl) y se hagan socios, es la mejor manera de aportar un grano de arena al legado de Juan Pablo Mohr.

LEER MÁS