—Tengo un problema de aforo —nos confiesa esta mañana Walter Alberto.

—¿Como Camila Gallardo? ¿Metiste más personas de lo permitido en la casa? —pregunta José Tobías.

—¿Te citaron a la fiscalía? —añado.

—No es eso. Es que no sé qué hacer con los 120 litros de agua que junté. Tengo la tina repleta y me da no sé qué botarla para poder bañarme.

—Ah, ése aforo.

—Es que, según la RAE, esa palabra significa “medir la cantidad de agua que lleva una corriente en una unidad de tiempo” o “calcular la capacidad de un receptáculo”.

—¿Y por qué no usamos «capacidad”, entonces?

—Debe ser una moda que importaron los periodistas deportivos, como «forofo» u otras expresiones infames.

—«Chulo», «guay» y «flipar» se las debemos a los youtubers.

—Espero que terminemos avergonzándonos de ellas, o simplemente olvidándolas.

—Como «Pichichi».

—¿Cómo llegamos a usar ese adefesio? Espero que Bam Bam sepa perdonarnos.

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“Que la evacuación del San Borja se haya completado de manera oportuna y sin que ni un solo paciente resultara herido no es fruto de la fortuna”.

El sábado, poco después de las 7 de la mañana, cuando la ciudad recién despertaba, un incendio estalló en dependencias del hospital San Borja Arriarán, en Santa Rosa con Avenida Matta. Se trata de uno de los centros asistenciales más grandes de la capital, con una dotación de más de 500 camas, un centenar de ellas de alta complejidad, además de una de las principales maternidades de Santiago.

El fuego, que se inició en las calderas del cuarto piso, obligó a evacuar preventivamente a cerca de 350 pacientes, los que antes de terminar la mañana habían sido enviados a otros centros públicos y privados en distintas comunas de Santiago. 28 de dellos eran pacientes covid-19. En la tarea, por cierto, no solo tomaron parte los funcionarios del propio San Borja: auxiliares, técnicos, enfermeras, médicos y otros profesionales de la salud. Muchos de ellos extendieron sus turnos o acudieron, fuera de su horario de trabajo, para dar una mano. También lo hicieron funcionarios de la atención prehospitalaria (SAMU), en la organización y traslado de los pacientes, y los encargados de recibirlos en otros hospitales y clínicas. Al mismo tiempo, 37 unidades de bomberos intentaban frenar el avance del fuego. Evidentemente, pudo haber sido una tragedia. Sin embargo, y pese a la complejidad de la tarea y las circunstancias adversas —la magnitud del incendio, la cuarentena, el frío amanecer, la amenaza de una tormenta—, la evacuación se realizó de manera oportuna y sin que ni un solo paciente resultara herido.

Desde luego, esto último no es fruto de la fortuna, sino del profesionalismo del personal de salud. Ello no es una novedad para quienes han conocido de su trabajo durante la emergencia por covid-19, incluso habiendo recibido —no conviene olvidarlo— maltratos y discriminación. La última versión del informe que elabora periódicamente la Sociedad Chilena de Medicina Intensiva mostró como ha ido aumentando de manera persistente el agotamiento emocional extremo (burnout) del personal que se desempeña en las unidades de cuidado intensivo (UCI), llegando, después de diez meses de pandemia, al 87% de los trabajadores.

El extraordinario desempeño de quienes participaron en la evacuación del San Borja merece del más profundo respeto y admiración. Pero dicho reconocimiento no debe ser puramente simbólico. Exige considerar, por ejemplo, que el tratamiento de cada enfermo que ocupa una cama crítica, sea por covid u otras causas, demanda de un enorme esfuerzo físico y emocional de los encargados de su cuidado. Implica también, por supuesto, dotarles de los recursos necesarios para cumplir adecuadamente con su labor. Pero, en lo central, requiere atender, en especial en el manejo de la pandemia, al conocimiento que pueden aportar quienes se desempeñan en cada uno de los niveles de atención de salud, de acuerdo a su experiencia y sus probadas competencias.

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Licitación del 5G

Señor Director:

En relación a la nota publicada el jueves pasado, respecto de las empresas que compiten en el proceso de licitación del 5G, que se resuelve en los próximos días, es una cuestión estratégica que merece una mirada más amplia que el foco técnico y económico. Se trata de un bien nacional de uso público concesionado por 30 años y de ello depende no solo la red que dará servicio al Estado y a la empresa privada, sino que a toda la población. Es una infraestructura crítica de la cual dependen la conectividad, gestión de datos y la posibilidad de avanzar hacia un Chile Digital con buen servicio, precios razonables y cobertura urbana y rural.

Es importante considerar que por esta concesión a 30 años no se pagan patentes, por lo que se debe asegurar la inversión directa, constante en el tiempo y que genere puestos de trabajo; evitando los intermediarios, y donde la capacidad de la supervigilancia del Estado es esencial. Ad portas del cierre del proceso, nos enteramos de que, más allá de las empresas tradicionales (Movistar, Entel, Claro y Wom, entre otras), aparecen oferentes prácticamente desconocidos en la industria a nivel global. La cuestión de fondo tiene que ver con la relevancia estratégica y de seguridad nacional de esta concesión. La transparencia del proceso no sólo depende de la mejor oferta técnica y económica, sino de características que permitan asegurar acceso y calidad de la infraestructura, así como un marco de protección de datos personales robusto.

La cuestión fundamental se centra en cautelar que el Estado de Chile no quede vulnerable en términos de la conectividad que la sociedad espera y exige, con un sentido estratégico y enfocado en el bien común. Una mala opción en la adjudicación del 5G implicaría un nuevo factor de desigualdad estructural para la sociedad chilena.

Guillermo Holzmann

Académico U. de Valparaíso

Lo urgente

Señor Director:

Veo con preocupación que en el debate público se haya dejado de hablar de temas tan urgentes como la pobreza —muchas veces solapada— o de dar soluciones habitacionales a las familias que viven en campamentos y en condiciones muy precarias. Hoy se discute mucho sobre la despenalización del aborto o la eutanasia; son temas importantes de los que debemos hacernos cargo, es sano que eso se discuta y se zanje democráticamente, pero como dijo Laura Rodríguez, muchas veces lo importante deja de lado lo urgente.

Marcelo Rebolledo Abello

Golpes bajos

Señor Director:

Parece un chiste de mal gusto que un señor, habiendo utilizado una plataforma ministerial (Defensa) para perfilarse como presidenciable, decida propinarle golpes bajos al gobierno del cual formó parte hasta hace muy poco.

Ignacio Garay P.

GameStop

Señor Director:

Para los historiadores de las finanzas, la saga GameStop marcará decisivamente la primera parte del siglo XXI: un caso de populismo anclado en una narrativa maniquea y estrecha en donde David (las personas a pie) se enfrenta a Goliat (los hedge funds). Como todo fenómeno populista, las emociones de indignación asfixian la racionalidad.

“¡Encarcelen a los banqueros!”, “¡Fin a la Reserva Federal”, “¡La voz unida del pueblo puede detener todo!”, “El mercado de acciones es un casino”. Wall Street, ciertamente, es un villano fácil al cual adosarle todos los males del mundo.

Demócratas y republicanos se pusieron del lado de los inversionistas jóvenes que hicieron mucho dinero con la jugada. Si bien la llegada de Joseph R. Biden a la presidencia fue gracias a un mensaje centrista y moderado, la manía GameStop evidencia y reactiva las profundas desconfianzas de los estadounidenses con sus instituciones. La “revuelta contra Wall Street” es un nuevo capítulo de la telenovela titulada “Populismo”, que en el capítulo del 6 de enero de 2021 vimos como el Capitolio era asaltado por muchedumbres.

Camilo Barría-Rodríguez

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HARAKIRI

Ayer en el artículo “Los dueños del comando de Sichel” (Top Secret, p. 12), por una confusión se consignó que el equipo del candidato se consiguió un “piso completo”, cuando en realidad se trata solo de un departamento.

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