“Era un lugar fantasmagórico por el contraste entre la magnificiencia de la arquitectura y la decadencia”. Gonzalo Martner, dirigente del FIEP.

“Era estar en el centro de la política, cerca de La Moneda y el Congreso. Los estudiantes podían salir organizados a defender la Unidad Popular”. Cristián Pérez, académico UDP.

El 24 de octubre de 1972 el diario Clarín publicó una pequeña nota de prensa: “¡Por fin la ensenÞanza media tendrá su casita prooooopia!”. En ella se anunciaba la entrega del Palacio Pereira a las federaciones de alumnos secundarios de la época. Un acto que, al día siguiente, estuvo presidido por el ministro de Educación del Partido Radical Aníbal Palma, con el objetivo de satisfacer “un antiguo anhelo de los estudiantes de tener un hogar social donde reunirse y programar actividades culturales y deportivas”.

“Nosotros no teníamos un lugar donde hacer asambleas con los estudiantes nocturnos porque en los liceos no había ninguna condición. Entonces, hicimos un petitorio al Ministerio de Educación, solicitando que nos dieran un espacio donde poder reunirnos”, cuenta Ricardo Pizarro, presidente de la Federación de Estudiantes Vespertinos y Nocturnos (Fevenoch), y uno de los primeros jóvenes en entrar al inmueble fundado en 1874 por el político y empresario Luis Pereira Cotapos y diseñado por el arquitecto francés Lucien Hénault.

De un momento a otro, el espacio ubicado en Huérfanos 1515 fue conocido como “La casa de las federaciones”, lugar que hasta el golpe de Estado albergó en seis salas a jóvenes entre los 13 y 25 años de todas las clases sociales. Allí se juntaban la Fevenoch, una parte de la Federación de Estudiantes Secundarios de Santiago (FESES), la Federación de Estudiantes Industriales y Técnicos de Santiago (FEITES), el Frente de Izquierda de Estudiantes Particulares (FIEP), y el Frente de Estudiantes Revolucionarios (FER), que era la rama estudiantil del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). “Deben haber pasado, en promedio, 100 a 200 personas diarias”, dice Milton Lee, quien fue líder del FER.

Las principales actividades consistían en reuniones donde se planificaban los trabajos voluntarios, los debates en los liceos y las asistencias a las marchas. En esos años, dicen, los hechos sucedían más rápido y contra el tiempo. “Para nosotros se trataba de impedir que se extendiera el proceso de paralización y huelga, que la oposición de la época quería instaurar en todos los colegios particulares con la lógica de hacer caer al gobierno de Salvador Allende”, recuerda Gonzalo Martner, dirigente del FIEP y militante del MIR de esa época.

Para el historiador Cristián Pérez, académico de la Universidad Diego Portales, conseguir este lugar en Santiago, les significó a los secundarios nuevas posibilidades de organización. “Estar ahí era estar en el centro de la política, porque estaban cerca de La Moneda y el Congreso Nacional. Era una ubicación estratégica de donde los estudiantes podían salir organizados a defender la Unidad Popular, los socialistas y comunistas”, explica el autor de “Vidas Revolucionarias”.

Eran días de alta tensión política y de disputas callejeras. Los escolares defendían los valores de la izquierda con los materiales que tenían a la mano. Así lo recuerda Pizarro al describir la vez en que la oposición se acercó a manifestarse a las afueras del palacio. “Vino una facción de la federación que manejaba este cabro Allamand y nos rodearon”, dice. En el segundo piso, el Ministerio de Educación aún mantenía las bodegas donde guardaba resmas de papel, libros y goma, las que luego fueron eliminadas. En ese momento, las cinco personas que estaban en el inmueble “sacaron de arriba unas botellas con goma líquida y se las tiraron a los que se estaban manifestando abajo”.

El ambiente de politización y polarización también se vio reflejado en las elecciones de la FESES de noviembre de 1972, las que terminaron con una federación dividida, al declararse ambos contrincantes ganadores. La lista de la Democracia Cristiana al mando de Miguel Salazar se quedó en la calle Fanor Velasco, y la de la Unidad Popular a cargo de Camilo Escalona se dirigió a Huérfanos 1515.

“Nosotros considerábamos que había que hacer el esfuerzo por reagrupar al movimiento estudiantil y apoyar la institucionalidad democrática que ya estaba en peligro. Esa era la gran discusión política de la época”, comenta Escalona sobre el proceso que lideró a sus 17 años. Y agrega: “El gran debate era cómo evitar el golpe de Estado. Era evidente que el país podía sufrir un quiebre institucional tremendo”.

Compañeros nuevos

Durante los meses que las federaciones se reunieron en el palacio, nadie lo llamó así. No lo parecía, no tenía ni pinta de palacio, dicen. Tras el terremoto de 1971 ocurrido en La Ligua, las ruinas eran el diseño imperante de la decoración interior. Si bien Pizarro explica que se habían hecho algunos arreglos, como la instalación de vidrios o la limpieza del primer piso, casi todos lo recuerdan como un lugar en mal estado, incluso peligroso.

Anterior al terremoto, el lugar había recibido durante los años 60' al Liceo Nº3 de Niñas Mercedes Marín del Solar y a fines de esa década al Centro Humanístico Científico Santiago Centro, conocido como Liceo 26. Pero de eso ya no quedaba nada.

A sus 15 años, Martner lo veía como un lugar impresionante, “una copia de los palacios aristocráticos europeos, pero en un estado completamente derruido. Era un lugar medio fantasmagórico por este contraste entre la magnificencia de la arquitectura, los frisos, los espacios y, al mismo tiempo, que estuviera todo tan en decadencia”.

Antes de cambiarse al palacio, la federación que dirigía el hijo de Gonzalo Martner García, ex director de la Oficina de Planificación Nacional (ODEPLAN), se ubicaba en la UNCTAD III, actual GAM. “Era fantástica. Había un gran comedor, con colaciones baratas para universitarios y secundarios. Era todo mucho más glamoroso. En cambio, este era un palacio oscuro, muy frío en invierno y sin ningún servicio. Era un ambiente hiper-militante”, recuerda. Por lo mismo, una de las primeras cosas que el FIEP hizo al entrar fue pintar un mural.

Durante no más de una semana, cerca de cuatro personas lideradas por María Isidora Mena graficaron y pintaron unas figuras de hombres, mujeres con vestidos medios hippies y niños que, con sus puños en alto, participaban de una marcha. De tres metros de alto y siete de ancho, aproximadamente, todo estaba pintado con tierra color terracota, porque era el único tono que había. “No es que al grupo entero lo que más le preocupara fuera el mural. No era el centro de la actividad, estamos hablando del 72', o sea, había poco tiempo. Estaba difícil el cuento, estaba álgido todo lo que estaba ocurriendo como para hacer murales tan tranquilamente”, apunta Mena.

Las cicatrices de un inmueble

A inicios del siglo XX, pero en Rusia, se había producido un hecho similar al del Palacio Pereira. Cristián Pérez recuerda que “cuando Lenin y Trotsky deciden tomar el poder, las fuerzas salen de ahí, de un instituto llamado Smolny. Ese lugar lo usaba el partido como cuartel general”. La similitud con la idea de un lugar cercano a los centros de poder y que había pertenecido a la aristocracia es evidente, salvo por una excepción: “Ni los estudiantes de Santiago, ni los partidos de la izquierda tuvieron una capacidad político militar como para tomar el poder, a diferencia del partido bolchevique que sí lo hizo”, explica.

El resquebrajamiento de la realidad política de Chile impactó fuerte a la izquierda y, para el año 73', las discusiones estudiantiles se habían vuelto más feroces y, principalmente, se daban en torno al proyecto de Escuela Nacional Unificada (ENU) promovido por el Sindicato Único de Trabajadores de la Educación (SUTE). Los ánimos eran otros. “Fue una época con bastantes dosis de surrealismo, o sea, de repente se producían estos episodios con balaceras y personas heridas, pero básicamente era gente en la calle movilizándose a favor o en contra del gobierno”, recuerda Martner.

El 15 de junio de ese año, un alumno del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile murió acribillado en San Martín con la Alameda, a tres cuadras del Palacio Pereira. “Recuerdo que cerca de ese lugar fue asesinado un estudiante brasileño que se llamaba Nilton da Silva, por disparos provocados por oponentes. Él también estaba vinculado al MIR”, comenta Lee.

La tensión escaló hasta que el 29 de junio se produjo el intento de golpe de Estado denominado Tancazo. “La casa de las federaciones” se mantuvo firme, pero tras el 11 de septiembre, dice Lee, fue allanada por los militares y cerrada. Los protagonistas de esta historia debieron esconderse o partir al exilio y el edificio quedó completamente vacío. Nunca más recibió estudiantes, ni visitas de otros militantes del MIR.

“Vi un par de veces a algunos dirigentes del MIR, Bautista van Shouwen, que era el número 2 del MIR, brazo derecho de Miguel Enríquez y que fue tomado preso el 73', y a Víctor Torres, que era un dirigente poblacional. Pero yo te diría que era una cosa esporádica y no era para nada un local del MIR”, acota Martner.

A meses de recepcionar a los futuros constituyentes, el espacio que ahora cuenta con 6.467,45 mts 2, pudo ser visitado por algunos de sus antiguos residentes. Según la ministra de las Culturas, Consuelo Valdés, se trata de un lugar en el que “dialoga muy bien el espacio patrimonial e histórico con lo moderno y contemporáneo”, el que “formará parte de la discusión de esta carta magna que orientará a las próximas generaciones”.

“Históricamente, tuvo una conexión directa con la toma de decisiones, con diferentes actores, que pasaron de las clases más acomodadas hasta estas personas que lo habitaron por los azares de la vida”, señalan desde el equipo de investigación museográfico del Palacio Pereira, el que estuvo integrado por Victoria Maliqueo, Natalia Scopesi e Isidora Neira.

Para la socióloga y las historiadoras de arte, el edificio puede ser pensado como un testigo de los distintos contextos. “Ahí hay un valor súper grande y que ha sido invisibilizado, por lo menos en esta etapa de los 70', donde estuvieron las organizaciones estudiantiles”, sintetizan.

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