Si hay alguien que sabe de cuarentenas médicas, es Alejandra Arratia, directora ejecutiva de Educación 2020.

La primera, la vivió hace poco más de 23 años, con su primer embarazo. Eran mellizos, y durante dos meses debió enclaustrarse (en su pieza del segundo piso) para guardar cama y evitar un parto prematuro. “Solo podía pararme para ir al baño. Tenía muchas contracciones, estaba con remedios cada cuatro horas”, cuenta.

Los chicos nacieron bien, “con cuatro minutos de diferencia” y hoy lideran la prole a la que luego se sumaron dos adolescentes que están en educación media.

La segunda cuarentena que le tocó vivir, también fue por razones médicas. Estando en Australia –mientras ella cursaba un doctorado en la Universidad de Melbourne- sus cuatro hijos cayeron enfermos de manera simultánea. “Fue un mes encerrados los seis, en un país que no es el tuyo y con menos redes de las que quisieras. Pero eso nos aclanó, nos hizo desarrollar mucho rito interno que ha sido fundamental en la pandemia”, dice la psicóloga.

De una mascada a la vez

Hace exactamente 10 meses que está con teletrabajo, proceso al cual –sin darse cuenta- se fue adaptando desde antes, porque en julio del 2019 la fundación decidió cambiarse al edificio de Colunga, en Bustamante. Allí instalaron una oficina con espacios abiertos, sin puestos personalizados (salvo las personas de administración contable), con zonas de trabajo individual y muy pocas para reuniones. “Uno llega, ve dónde puede ocupar y se instala con su computador personal. ¡Ni que hubiésemos sabido que venia la pandemia!”.

Hoy está teletrabajando desde su casa, compartiendo espacios con su esposo (también en teletrabajo) y sus cuatro hijos. “Puse una mesita en el living para trabajar, al lado del comedor, y con mis perras dando vuelta. ¿Ha sido complejo? Sí, pero nunca olvidemos que uno no se puede comer un dinosaurio entero, hay que comerse una mascada a la vez”, dice.

En abril de 2018 llegó a Educación 2020, la organización ciudadana que nació en 2008 de la mano de Mario Waissbluth con la idea de impulsar calidad, equidad e inclusión en el sistema.

-Educación 2020 partió con una meta bien concreta: que al año 2020 el 20% más pobre tuviera la misma educación que el 20% más rico. ¿Se logró?

-Ese anhelo sigue totalmente en pie y renovamos los votos. Chile ha avanzado en cosas bien estructurales estos 12 años, pese a que seguimos teniendo un sistema tremendamente inequitativo. El sacar el lucro, el avanzar a una educación pública distinta son logros de los cuales nos sentimos muy orgullosos, sentimos que hemos aportado. Pero hay nuevos desafíos.

-El lema original los superó...

-Lamentablemente, y es terrible, porque cuando uno mira los datos del Simce por grupo socioeconómico en los últimos diez años, se da cuenta que no hemos avanzado. Es más. En Lenguaje, en 8 básico y 2 medio, la brecha se redujo mucho porque los grupos altos se vinieron al suelo, cayeron 25 puntos. Y en el resto, la brecha se ha mantenido. Es que Chile tenía un sistema muy anómalo en su estructura, no había país en el mundo tan poco exigente en la transferencia de recursos públicos, era un sistema que perpetuaba la segregación. Así era muy difícil avanzar.

-Hay quienes dicen que debieran cambiar el “2020” de su nombre...

-2020 más que un número, es un propósito de sentido: queremos una mejor educación para Chile en que podamos impactar en el núcleo pedagógico. Debemos repensar nuestro sistema educativo.

-¿Cuál ha sido el mayor aporte de Educación 2020?

-Haber puesto el tema de la calidad de la educación en la discusión pública. Hoy hay muchas más instituciones empujando ese objetivo. Después de los pingüinos del 2006, hemos instalado la idea que la educación es un derecho, algo que apenas se hablaba hace 12 años. No es poco.

Al doctorado en Australia

Alejandra tiene poco más de 50 años. Creció en dictadura, pero alcanzó a votar para el plebiscito de 1988. Se siente parte de una generación “súper marcada por el imperativo de construir un mejor país”. De hecho, hizo su práctica en un centro de capacitación juvenil del Hogar de Cristo en la población El Castillo, de La Pintana (donde luego se quedó trabajando), donde se vinculó a temas educacionales y pobreza.

Pero ya tenía contacto con el mundo escolar, porque mientras estudiaba Psicología en la U. Católica, trabajó como ayudante corrigiendo pruebas en la Fundación Educacional Arauco en colegios de Cañete y Arauco. Años después, a mediados de los 90 y ya titulada, volvería como psicóloga a esa misma fundación hasta que en el 2000 se hizo cargo del departamento de Educación del Sernac.

De ahí, a la Unidad de Curriculum y Evaluación del Mineduc (donde llegó a ser jefa), pero entre medio se fue a Australia -con su marido y sus cuatro hijos (entonces de 12, 4 y 3 años)- a hacer un doctorado en metacognición docente a la Universidad de Melbourne. “Fue una locura. Tenía 40 años. Es de esas cosas que uno hace sin tener mucha consciencia de cuán difíciles van a ser. Por suerte, porque si la hubiese tenido, creo que no lo habría hecho”, dice.

Estuvo casi cinco años allá, el último de ellos agotador: se quedó sola con los cuatro niños, el doctorado y el trabajo que le pedía hacer el doctorado: “Mi marido tuvo que volver antes por trabajo. Fue maratónico, lo más difícil que me ha tocado”.

Al volver asumió como jefa de la Unidad de Curriculum, hasta que la ministra Adriana Delpiano dejó la cartera. Fue entonces cuando Mario Waissbluth la llamó para encabezar Educación 2020, donde retomó el trabajo directo con las escuelas.

Lleva años en lo educativo y no dejan de sorprenderle los datos del Simce: “¿Puedes creer que un 49% de los niños de 4 básico cree que hay cosas que ellos, de frentón, no pueden aprender? O que en 8 básico uno de cada tres niños cree que la violencia es la forma de resolver las cosas. ¡No puede ser! Son niños con experiencias formativas muy frustrantes”.

En E2020 hoy asesoran a 120 escuelas en 18 proyectos en 10 regiones. “Buscamos identificar elementos estructurales que es importante cambiar para así modificar lo que pasa dentro de las escuelas, porque hoy no se atreven a innovar”.

-¿Frustrante ese trabajo de hormiga?

-Sin duda es un tremendo esfuerzo, pero hay cosas que nutren. Te cuento. Samuel es un chico de 6 básico que participó en una de nuestras tutorías. Y cuando le preguntamos qué había aprendido, nos respondió: «lo que más aprendí fue que en realidad las únicas trabas que tengo para aprender, son las que yo me pongo». Eso llena de sentido lo que hacemos.

El negacionismo

El primer mes de pandemia en la fundación los obligó “a repensar totalmente lo que estábamos haciendo y cómo lo estábamos haciendo”. Lo más complejo, cuenta, fue “conectarnos con la fragilidad, reconocerla y darse permiso para contener todas las emociones que eso genera. No es fácil, porque implica reconocer que debemos salirnos de como siempre habíamos hecho las cosas y aproximarnos a todo mucho más desde lo humano. Es rebalancear dónde ponemos la energía”.

-¿Cómo evalúa el rol del Mineduc en la pandemia?

-El gran error del Mineduc es que le cuesta mucho entender que la pandemia nos obliga a pensar distinto cómo hacer las cosas. El foco del ministerio ha estado en «volvamos a lo que teníamos antes lo más rápido posible», cuando nada va a volver a ser como antes. Entiendo que estar en los zapatos del Mineduc es muy complejo, pero ha sido un error poner todo el énfasis a tratar de volver a lo que había antes.

-¿Negacionismo?

-Sí, y es una reacción normal cuando las personas vivimos situaciones difíciles. Pero lo que teníamos tampoco era adecuado, así que aprovechemos esto para repensar el sistema. Al ministerio le ha faltado valentía para atreverse a resetear el sistema educacional y modificar lo que ocurre en el núcleo pedagógico. Así, con esa mirada, no podemos avanzar en asegurar aprendizajes en un contexto probablemente híbrido por un tiempo largo. Oye, todos queremos clases presenciales, pero no podremos hacerlo como antes porque hay pandemia.

“No a cualquier costo”

-El ministro anunció que el año 2021 parte de manera presencial, aunque “resguardando la salud de los alumnos”, el 1 de marzo. ¿Cómo ve eso?

-Este anuncio se enmarca en una situación global de cómo se ha manejado la pandemia, que ha sido poco consistente. Hay alzas de contagios, pero hay permiso de vacaciones... Uno entiende que hay muchas variables en juego, pero confunden. Y el campo educacional no está exento. Han faltado medidas más decididas y claras para apoyar que las escuelas logren ciertos pisos mínimos que de tranquilidad a todos para sostener un sistema híbrido este año. En un contexto como éste, por ejemplo, debiéramos tener subvención garantizada por matrícula y no por asistencia; o se debería proveer un plan de datos gratuito a todos los docentes para que puedan estar conectados con sus estudiantes.

-¿Se puede volver a clases presenciales el 1 de marzo?

-Es importante que las escuelas se preparen para la vuelta a clases, pero eso debe considerar qué vamos a priorizar. De hecho se recomendó partir por los chiquititos de hasta 3 básico, los alumnos de 4 medio y los estudiantes de educación técnico profesional. Todos compartimos que el rol presencial de la escuela es irremplazable, pero no se trata que las escuelas tengan que volver a cualquier costo. Se deben generar acciones de recursos y acompañamiento para que puedan preparar su retorno.

-El mensaje que queda es que “hay que abrir las escuelas”.

-Es mucho más que eso. Hay que repensar completamente el funcionamiento de la escuela. Y eso no se está haciendo. Hoy no están garantizadas las condiciones para que las escuelas puedan volver a clases. Es fundamental un sistema de monitoreo para detectar día a día las dificultades que viven las escuelas y cómo apoyarlas.

A Urgencia en pandemia

En lo personal, también ha debido lidiar con algunas dificultades en la pandemia. Dos de sus hijas –en distintos episodios- han sido operadas de urgencia.

Una “se cayó mal” en julio: se le salió la rótula, se le cortaron ligamentos y se fracturó el fémur de una pierna. “Me tuve que hospitalizar con ella en la peor época. Lo pasó pésimo, tuvo mucho dolor. Y ahora la llevo día a por medio a kinesiología”.

Y a la mayor, 10 días antes de Navidad la debieron operar de un absceso en la garganta. También de Urgencia. Cuatro días hospitalizada.

-El año pasado el ministro Figueroa dijo que los profesores no querían volver a clases. ¿Lo comparte?

-Fue un tremendo error, desacertado, porque uno ve a los profesores más comprometidos que nunca. Ese tipo de declaraciones solo transmite desconfianza.

No es la única crítica que hace a la gestión educativa en pandemia. Advierte que “era fundamental haber convocado al principio de la pandemia, como en Salud, a una mesa covid en Educación lo más amplia posible con todos los actores. Es de tal magnitud el desafío, que se necesitan todas las cabezas unidas. Eso no ha sido posible”.

-Pero Educación 2020 participa de la mesa creada en noviembre.

-Si, y lo valoramos. Pero la demora en generar esos espacios llevó a una ruptura en las relaciones que no permiten que todos empujemos para el mismo lado. La gestión del ministerio en la pandemia ha sido insuficiente. Si se hubiera generado un espacio de diálogo y conversación en abril, estaríamos en otro escenario. Parte de las recomendaciones de la mesa asesora hoy es incorporar de modo permanente a estudiantes, apoderados, docentes, asistentes de la educación y educadoras de párvulos.

-¿Falta voluntad política? ¿Hay temor a ceder protagonismo? ¿Miedo a la crítica? ¿ A no llegar a acuerdo?

-No tengo certeza si es una definición en el ministerio o de más arriba, porque este ministro es muy dialogante a diferencia de algunos de sus antecesores. Es extraño. Lo que se busca es que se escuche a los actores, no para convencer al gobierno, sino para empatizar y entender la mirada de los otros. Pero hay poca empatía política. No se hace la política pública con los actores, sino que se les notifica después.

-Así como vamos, ¿con qué se va a encontrar un apoderado en marzo?

-Hasta ahora, no sabemos. Uno quisiera que las escuelas pudieran tener los apoyos necesarios para que, de aquí a marzo, tengan claro cómo va a funcionar la escuela en este contexto híbrido. Pero no sabemos si se logrará.

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