El primer día de este año Carolyne Vargas (34) se puso a toda prisa sus bototos. Se vistió con su jardinera, chaqueta, casco, guantes y linterna. Al llegar a un “gigantesco” incendio, que consumió cuatro cités de migrantes colombianos y haitianos en Rancagua, usó su equipo de protección con aire comprimido.“Retiramos los escombros, estaba todo en el suelo. Ver cómo la gente lo pierde todo es conmovedor, dan ganas de llorar”, relata.

Constructora civil del AIEP (Andrés Bello) y la primera mujer de Rancagua que obtuvo en 2018 una licencia clase “F”, (que le permite manejar carros bomberiles), pertenece a la Cuarta Compañía, Bomba Fidel Azócar de Rancagua hace 16 años. Este cuartel se ha especializado en todo tipo de rescates (vehiculares, ascensores y casas entre otros) y también en el uso de hachas y escalas de aluminio (miden entre 5 y 7 metros). “Nuestra misión es abrir paso para que vayan ingresando las compañías de bomberos que trabajan con agua. Vamos delante del compañero que va con el pitón o manguera de agua. En esos momentos el fuego se siente abrasador. En un incendio el calor fácilmente supera los 45 grados; sales con la ropa interior mojada”, relata.

Casada con un administrador en producción gastronómica (quien es bombero honorario) y madre de mellizas (doce años), el pasado 20 de diciembre se convirtió en la primera mujer en pertenecer al Directorio General de Cuerpo de Bomberos de Rancagua (CBR) en sus 138 años de historia. Al mismo tiempo fue designada intendenta regional (periodo 2021-2022). “Este cargo voluntario está relacionado con mi profesión de constructora civil. Mi misión como intendenta es preservar el funcionamiento de la infraestructura del Cuerpo de Bomberos. Tiene que ver con la construcción y remodelación de los cuarteles, la techumbre y supervisar la ejecución de las obras”, explica.

-Su nombramiento ha sido histórico en su zona, ¿Qué significó para usted?

-Aunque las mujeres llevan más de 20 años en nuestro Cuerpo de Bomberos este nombramiento es un hito, es ponernos en alto en una institución dominada por hombres históricamente. Es un orgullo y una responsabilidad tremenda que compatibilizaré con mi rol de madre, esposa y con mi trabajo en una inmobiliaria. Pero esta designación no me alejará de mi labor. Primero seré bombera y estaré en todas las emergencias que pueda.

En sus primeros días en su nuevo rol, la intendenta ha recepcionado una decena de obras de las ocho compañías que pertenecen al Cuerpo de Bomberos de Rancagua. Y durante las próximas semanas se reunirá con cada cuartel para ver las postulaciones a los proyectos financiados por el Consejo Regional (CORE) de O'Higgins y la Superintendencia del Cuerpo de Bomberos. “Recibimos muy pocos aportes privados. Pero considero que está bien que nuestra labor sea voluntaria, porque la hacemos con amor y pasión. Cuando sea algo pagado será un trabajo más y el llamado a las emergencias será como un trámite”, opina.

“He estado a punto de perder la vida”

Las dependencias de la Cuarta Compañía ubicadas en la calle Freire (zona sur de Rancagua) fueron levantadas por los mismos bomberos en 1980. En sus paredes cuelgan fotos de antiguos carros que pasaron por la compañía. También hay cascos franceses y su primer estandarte. Decoración que data de su fundación en enero de 1912. Mientras Carolyne recorre sus dependencias mira a lo alto y comenta: “el techo del primer piso tiene diez metros de altura para darle cabida a los carros”.

El cuartel cuenta con tres carros (RX4 de rescate (2000), Q4 porta escala (2020) y M4 escala mecánica (94)). Además de un carro reliquia (Nissan). “Nunca me he tirado por el típico tubo, me caigo mucho, soy muy pastel en eso”, ríe.

La intendenta, quien tiene una hermana melliza, ingresó a la Cuarta Compañía a los 13 años. “A esa edad conocí a mi marido. Él tenía 19 años y nos pusimos a pololear años después”, cuenta.

-¿Por qué quiso ingresar a una institución dominada por hombres?

-Entré chica porque supe que estaban aceptando mujeres. Mis amigos de mi barrio eran brigadieres. Y le dije a mi mamá: “quiero ser bombera”. Ella me respondió: “bueno ya”. Mis padres no le tomaron el peso a mi decisión. Ellos se imaginaron que era como ser scout. A esa edad yo era muy tímida, un pajarito, pero de chica me gustaba ir a mirar los incendios. Me llamaban la atención lo grande que eran. Me quedaba asombrada del gran trabajo que hacían los bomberos. Eran mis héroes.

Vargas perdió la cuenta de la cantidad de incendios en los que ha participado. “En los siniestros forestales he visto como una pequeña llama, con el cambio de la dirección del viento, se transforma en un monstruo. Se vuelve tan gigante que te puede atrapar fácilmente. En los incendios de Pumanque, San Javier y Santa Olga del año 2017, iba en las noches a combatir las emergencias. Recuerdo que una manguera nuestra era como una llave jardín. El fuego arrasó con todo, se llevó miles de hectáreas. Fue muy impactante”, recuerda.

Sus hijas, a quienes inscribió recién nacidas como bomberas, participan en la brigada juvenil y la acompañan cuando pueden en las emergencias como “observadoras”. “Mucha gente llama a bomberos cuando se está iniciando el incendio o cuando ya se les escapó de las manos y se volvió demasiado grande. Hace un par de años me tocó ir a uno que estaba consumiendo una vivienda. Nos dijeron que había alguien en el interior. Entré con la adrenalina a mil y removí los escombros con cuidado. Levanté el techo y había una abuelita calcinada”, cuenta.

Pero lo que más recuerda “con mucha pena” fue la historia de un niño perdido hace diez años en un rescate camino a Tuniche. “Los papás estaban jugando a la pelota y de repente desapareció su hijito de tres años. Pasaron cinco horas y recién dieron alerta a bomberos. Estuvimos buscándolo de noche y de madrugada. Al día siguiente partimos la búsqueda temprano y a la tarde lo encontramos. El niño se había caído al canal. Estaba tieso, parecía un gatito. Todavía tengo su imagen en mi mente. Su carita me quedó grabada para siempre”, dice emocionada.

-¿Su vida ha corrido peligro como bombera?

-Sí, en el año 2007 hubo un gran incendio en un gimnasio de Rancagua. En la parte de arriba del recinto un compañero estaba levantando latas para ventilar el humo. No se veía nada y se le resbaló su hacha. Cayó desde 20 metros sobre mí. Rozó mi cabeza y se partió la aleta de mi casco. Me podría haber matado. También en otras oportunidades casi se me han caído techos. Pero me veo como bombera hasta que mi cuerpo aguante. He estado a punto de perder la vida, pero no tengo miedo.

-Debe haberle impactado presenciar de niña escenas de emergencia…

-Sí, me acuerdo de que tenía 13 años y fui a mirar un rescate con mi mamá. Una micro había atropellado a un viejito. Fue tremendo, porque la gente le hacía gestos que parara. Lo increíble fue que la micro no se dio cuenta, lo llevó debajo de la rueda y lo arrastró por muchos metros. El caballero quedó deformado. Murió instantáneamente.

-¿Qué le atrae de esas situaciones?

-No es que uno sea pirómana o que me guste ver que muera gente. Pero siempre tengo ganas de ir. Me atrae la adrenalina y la satisfacción de ayudar. También, querer atrapar y detener el fuego. Querer que las personas no sigan sufriendo. Aunque en los rescates vehiculares evito participar. He visto gente fallecida bajo la influencia del alcohol y ha sido fuerte. Me da miedo encontrarme con algo que me paralice todavía más y no poder volver más a ser bombera.

“El año 2000 escuché por primera vez llamarnos “bomberas””

Rancagua cuenta con 96 mujeres en sus ocho compañías. Y cuando Carolyne Vargas anda uniformada en la Cuarta Compañía le exigen resguardar “ciertos protocolos”. “Nos piden que no usemos aros largos escandalosos y poco maquillaje. La institución es semi militar y hay que mantener el orden”, cuenta.

En su compañía hay un recinto de guardia nocturna donde están los dormitorios de los hombres. Y el año pasado se habilitó otro sector para mujeres. “Antes estábamos todos juntos, en piezas distintas, pero jamás vi nada raro. Sé que en Chile ha habido casos terribles de acuso sexual en nuestra institución. Debemos estar alerta para que estas situaciones no se vuelvan a repetir”, enfatiza.

- El año pasado el ministerio de la Mujer y la Equidad de Género y el superintendente del cuerpo de Bomberos (CBS) Marco Antonio Cumsille firmaron un convenio en conjunto para prevenir y sancionar el maltrato, acoso sexual y discriminación contra la mujer en la institución. ¿Se ha sentido discriminada?

-No, en absoluto. El año 2000 escuché por primera vez decirnos “bomberas”. La incorporación de la mujer ha sido demoroso en cargos de importancia, pero yo no he vivido situaciones de machismo ni abuso. Entré chica y mis compañeros me cuidaban como la hermana menor. Cuando empezó todo el tema del feminismo, de la igualdad de género, algunas compañeras exageraron el trato. Que los compañeros no hablaran con garabatos en el cuartel. Pero ellos se han ido moderando, no son tan groseros. Y cuando uno va a una emergencia no te das ni cuenta de quién está al lado. Nos cambiamos de ropa en el carro y no te fijas si te miran o no, vas con la adrenalina tan full.

-Sin embargo, se argumenta históricamente que la fortaleza física es una de las razones de segregación que padecen las mujeres.

-No la he sentido. En bomberos nos enseñaban a transportar y a levantar las escalas. A cómo colocarlas en una estructura y a tener cuidado con los cables. Uno se acostumbra pesan fácil 60 kilos. Físicamente somos más débiles, pero igual de capaces. Podemos tener las mismas misiones físicas. De hecho, hay bomberos que tienen menos fuerza que las mujeres (ríe). No es que yo sea bruta para nada. Soy de las que usa las uñas largas, hartos anillos y pulseras, pero hay hombres que, incluso tienen menos capacidades de fuerza.

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