“El doctor Valdivieso sostiene que la cultura chilena es una cultura rural, algo que nosotros, señoritos de ciudad, desdeñamos”.

Jorge Edwards

El otro día, después de hacer complicadas acrobacias tecnológicas, pensé en comprar en alguna tienda de trastos usados una máquina de escribir marca Underwood, como la máquina de mi abuelo materno en la que aprendí a escribir y escribí mis primeros cuentos. Recordé entonces cuando, hace ya varias décadas, conocí a Larry McMurtry, que no es muy conocido en Chile pero me parece uno de los escritores norteamericanos más populares de hoy.

Nos conocimos en Buenos Aires, en el Centro Cultural San Martín, donde él había sido invitado a dar una conferencia sobre el cine y la novela. Justamente una novela suya, “La fuerza del cariño”, fue llevada al cine y se transformó en un éxito internacional, ganó varios premios Oscar y tenía como protagonista a Shirley McLaine, de quien sigo enamorado.

En Washington D. C., McMurtry tenía una librería muy singular, repleta de exiquisteces y primeras ediciones, de Walt Whitman y otros autores importantes. Cuando supo que yo también era librero nos entendimos amistosamente. Una vez, Larry me llevó a su escritorio más privado, escondido en un rincón del distrito de Georgetown. El escritorio era lo siguiente: una gran mesa de palo, una máquina de escribir que parecía un casco de acero, un alto de mil páginas de papel en blanco, unos cráneos de vacas que lo miraban a uno desde las estanterías. Las novelas de Larry venían de las historias de cowboys que contaba su viejo abuelo tejano, el último de los vaqueros del oeste que quedaban vivos, y Larry se inspiraba en esas historias para escribir sus relatos de cowboys. Las cabezas de vacas le soplaban sus temas.

Era un tema de cultura rural y se lo doy a nuestro flamante premio de Medicina, el doctor Vicente Valdivieso, porque él sostiene que la cultura chilena es una cultura rural, algo en lo que tiene razón y que nosotros, señoritos de ciudad, desdeñamos.

En su casa familiar del campo de Texas, Larry, autor de best sellers norteamericanos, tenía un escritorio idéntico al que utilizaba en Washington. La misma máquina de escribir marca Hermes y las mismas cabezas de vaca, para que le soplaran su antigua sabiduría vacuna. Ya ven ustedes que la sabiduría de los campos y los peñascales permanece y nos lleva más lejos.

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Jaime Lindh Investigador IdeaPaís

“Hay que valorar la decisión del Presidente (…) es la primera autodenuncia que recibimos por parte de algún ciudadano”. Eso dijo el seremi de Salud de Valparaíso a propósito del paseo sin mascarilla del Presidente por Cachagua. La autoridad llamada a fiscalizar el cumplimiento de las normas sanitarias no solo trata de atenuar una acción evidentemente imprudente. Su declaración refleja también un problema muy propio de nuestro sistema político: la proliferación de los “yes-man” en la burocracia regional.

Si el seremi no fue capaz de formular una crítica nítida a lo obvio —incumplir la instrucción más simple y repetida desde que partió la pandemia, usar mascarilla y respetar el distanciamiento social— es razonable preguntarse en qué medida las autoridades locales cuestionan las acciones u omisiones de las autoridades centrales que no son tan obvias. Por de pronto, la pertinencia de seguir en cuarentena, la reasignación de recursos o la suspensión de programas.

Ahora bien, los “yes-man” no son necesariamente indeseables. De hecho, tienen una ventaja: otorgan al sistema una mayor eficacia. Sin embargo, ¿qué se pierde teniendo autoridades locales movidas primordialmente por la agenda de sus jefes directos? Probablemente, el precio es un sistema menos atento a los problemas de los ciudadanos. Claro, la agenda del gobierno central no tiene porque ser opuesta a las necesidades de las regiones; sin embargo, cada territorio tiene sus urgencias y particularidades. Y, por más que el político local conozca la realidad de su territorio, de poco y nada sirve si no tiene incentivos a usar dicha información. ¿No era lo más razonable una crítica fuerte, pensando que las localidades costeras , en verano, serán una de las más vulnerables a la eventual segunda ola?

Pensando en el calendario constitucional, un desafío es avanzar hacia una estructura que internalice mejor las necesidades locales. Más aún cuando la crisis de octubre muestra que nuestra política adolece de mecanismos de representación. En este camino, tan incierto como complejo, el rol que puede cumplir la estructura subnacional puede ser relevante. Autoridades locales más atentas pueden constituir un mecanismo intermediación poco explorado. Ahora bien, para ello es importante hacerse cargo del reino de los “yes-man”, el cual termina perjudicando a quienes debieran ser los verdaderos jefes: los ciudadanos.

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“No habrá salvajate de sectores o actividades productivas, sino transformaciones para organizar procesos distintos”.

Pablo Badenier M. Exministro de Medio Ambiente

Poco tiempo estuvo en el debate público el cambio que debe implementar Chile para impulsar una reactivación con las caraterísticas de sostenibilidad. La intensidad del debate impidió levantar la mirada y ordenar las prioridades. La reciente Ley de Presupuesto y el acuerdo por la reactivación económica no fueron capaces de mover la aguja para proyectar un país que resguarde su patrimonio natural y ambiental.

En la Ley de Presupuesto no hay ninguna innovación en desarrollo científico, tecnológico ni en medioambiente, y a duras penas se aprobó el presupuesto para las universidades. Por su parte, el acuerdo de reactivación de junio definió un monto de inversión fiscal de 12 mil millones de dólares —en 24 meses— para comenzar un proceso de reactivación con escasas características de sostenibilidad, y pensando en cómo aprobar iniciativas de inversión más rápido, a riesgo de perder calidad en la evaluación ambiental.

Esta reactivación sostenible puede entenderse de diversas maneras: invertir en energías verdes, fortalecer la economía local, apalancar cambios en sectores productivos estratégicos, o moderar los patrones de consumo y producción que presionan la explotación de nuestros recursos naturales. No habrá salvajate de sectores o actividades productivas, sino transformaciones para organizar procesos distintos.

La política fiscal activa ha sido el camino de las grandes potencias. Mientras que la UE implementa su Green Deal, Boris Johnson habla de “Revolución Industrial Verde”, China compromete su carbono neutralidad para 2060 y el nuevo gobierno de EE.UU. prepara sus mejores cuadros para reimpulsar sus compromisos climáticos. Chile se ha caracterizado por la timidez de sus señales fiscales y la incapacidad de invertir en sectores estratégicos con mayor presencia del Estado. Debemos aprender de nuestros errores y potenciar las ventajas de las nuevas fuentes de generación de energía, el impulso de la economía circular y que la carbono neutralidad sea una promesa creíble.

Sin embargo, es auspicioso que se encuentren en trámite legislativo nuevos marcos normativos que puedan generar el punto de inflexión. La ley marco de cambio climático, la creación del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, el diseño del Servicio Nacional Forestal, junto las leyes de eficiencia hídrica y energética, pueden preparar cambios en los sectores productivos con mayores externalidades negativas. Si bien debate legislativo está al debe, es necesario que nuevas políticas públicas iluminen el camino que debemos seguir.

Frente al escenario pos pandemia, es urgente despabilar y tomar nuevas oportunidades para un desarrollo preocupado y ocupado de sus consecuencias. Adaptación y resiliencia serán claves para la nueva etapa que viene. Nunca han estado más alineados que ahora los objetivos del desarrollo sostenible.

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