(Los políticos) fueron en auxilio como si se tratara de los Robin Hood modernos, pero con el propio dinero de las personas”.

“No me atrevo a hacer ciencia ficción”, es lo primero que dice Guillermo Arthur, el expresidente de la Asociación de AFP, cuando se le consulta sobre el camino que ha seguido el segundo retiro del 10%, que al momento de esta conversación era discutido en el Senado y que más tarde fue secundado por una iniciativa propia del Ejecutivo.

Dice que prefiere salirse de la contingencia y comentar algunos datos duros del impacto en las futuras pensiones. “Hay un contrasentido enorme en tener por una parte la demanda de incrementar el monto del ahorro y por otro lado sacarlos. La explicación que da el ministro Briones me parece muy pertinente: Cada 10% que se retira equivale a eliminar dos puntos porcentuales del incremento. O sea, ya del 6% de mayor cotización que se busca, mejor hablemos de un 4% y si prospera otro retiro ya estaríamos hablando de apenas 2%”.

Arthur, abogado de la UC, fue presidente del gremio entre 1999 y 2014, y hoy preside la Federación Internacional de AFP (FIAP), tribuna desde la que continúa defendiendo el modelo chileno.

“Creo que aquí hay un populismo desatado. No se ha pensado realmente en cual es el efecto que esto va a tener en el monto de las pensiones”, acusa. “Se le ha hecho un daño enorme al sistema”.

“Hay mucha gente que está sacando dinero no solo por necesidad, sino por miedo a lo que pueda ocurrir”, agrega.

Y apunta a la falta de focalización del retiro. “En mayo de este año el AFC (que administra el seguro de cesantía) había perdido 350 mil afiliados con respecto al promedio de 2019. Esa cifra es muy parecida a los 401 mil que perdieron las AFP, pero fueron más de 10 millones de personas quienes retiraron fondos”.

—¿Cómo se lee eso?

—Simplemente que no retiraron fondos las personas que estaban en una necesidad básica. En el fondo, (los políticos) fueron en auxilio como si se tratara de los Robin Hood modernos, pero con el propio dinero de las personas, que les va a faltar para su pensión en el futuro. El gran problema del desempleo por la pandemia, que lo hubo, afectó más al sector de trabajadores por cuenta propia y al sector informal, no al sector formal.

—De esos 10 millones también hay una parte importante que está disconforme con el sistema...

—Sin duda que puede haber. Los sistemas previsionales no son sistemas para que la gente les tenga mucho cariño. A nadie le gusta ahorrar hoy día para que le entreguen el dinero a los 65 años. Partamos de esa base. Pero hay ciertas cosas que son importantes de entender y que fueron parte de las conclusiones de la Comisión Marcel. La principal fue que ha tenido rentabilidades mejores que prácticamente todos los instrumentos financieros que existen en el mercado. Además, ha permitido colaborar con el desarrollo económico del país: Gracias al sistema previsional tenemos créditos hipotecarios a 30 años plazo, se han construido carreteras, viviendas, etc.

—Pero también hay fallas... pensiones muy bajas, por ejemplo.

—El gran tema es que mantuvimos una tasa de cotización del 10% en circunstancias que las expectativas de vida aumentaron en forma exponencial, y que la tasa de interés bajó del 6% al 1%. Es inexplicable que nos hayamos tardado tanto en subir la tasa de cotización. Cuando empezamos a despertar y vimos que había que hacer un arreglo hicimos toda una ingeniería para darle el gusto a los No+AFP, de hacer un ente distinto para recibir el incremento... así y todo no avanzó.

Reforma previsional

—¿Qué le parecen las fórmulas en torno a la reforma de pensiones?

—Prefiero no meterme en esa contingencia. Salvo decir que nosotros hicimos recién un seminario a propósito de nuestro libro Reversiones. Allí se analizan los sistemas de reparto en el mundo, los endeudamientos que tienen, y ya no son sostenibles. No es un problema de querer o no por razones ideológicas, simplemente no se sostienen por razones demográficas. Cuando entras y empiezas a pagar no sabes si cuando jubiles habrá suficientes entrantes para pagarte la pensión, lo más probable es que no. El libro muestra que los países con reparto están incorporando sistemas de capitalización. (ver recuadro)

—¿Entonces, nada de la cotización adicional debe ir a reparto?

—Encuentro que es una vuelta atrás, a un sistema que está fracasado. Lo que debe pasar es que los países deben mezclar la sostenibilidad. No puede ser un sistema con un único pilar de capitalización individual porque hay personas que no son capaces de financiar su propia pensión. Por eso debe haber un primer pilar no contributivo, financiado por impuestos, focalizado en los sectores más vulnerables, y para eso es fundamental que haya un segundo pilar robusto que le permita al Estado tener las holguras suficientes para financiar el primer pilar. Como ha sido hasta ahora el pilar básico solidario.

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—¿Qué análisis hacen de los sistemas de reparto en su libro?

—En los últimos quince años, de 76 países que tienen sistemas de reparto, unos 60 subieron la tasa de cotización, la edad de jubilación y bajaron los beneficios. No obstante esos cambios, el Estado tuvo que seguir endeudándose. En Grecia, la deuda implícita que hay con los sistemas previsionales, o sea, si traes a valor presente la deuda con sus pensionados actuales y futuros, es nueve veces su PIB. En España es 2,5 veces. Eso no tiene arreglo.

—¿Cómo resolverlo?

—No tienen cómo resolverlo. Argentina es un caso más cercano. Se expropiaron los fondos y ahora hay una nueva ley que señala que las pensiones ya no se van a reajustar por inflación. Es decir, el Estado no es capaz de mantener su poder adquisitivo.

Arthur cree estamos viviendo un espiral de demagogia “muy peligroso” y recuerda a Churchill “Él decía ‘la diferencia entre un político y un estadista es que el político mira la próxima elección, y el estadista mira la próxima generación'”, finaliza.

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