“La elaboración del plan de relocalización tomó seis años

y estuvo a cargo de un equipo

de especialistas en gestión de

fauna y flora”. Sebastián Gallardo. Gold Fields.

“¿Tendrán suficiente alimento para subsistir? ¿Podrán encontrar el refugio adecuado? ¿van a poder reorganizarse? Son preguntas de difícil respuesta”. Pablo Valladares.

U. de Tarapacá.

El argumento de esta historia bien puede ser el de una película de Disney. Para que una empresa minera pueda desarrollar un proyecto de extracción de oro, que tendrá una inversión de $US1.000 millones, 2.700 puestos de trabajo en el peak de su construcción y 900 empleos en promedio durante su operación, debe primero velar por el traslado de una colonia de 25 chinchillas y ejecutar para ello un plan que bordea los $US3 millones. Para lograrlo, deben conocer los hábitos de este roedor altiplánico (muy noctámbulo), que a ojo inexperto puede ser confundido con un conejo, y atraerlo por el estómago con semillas, nueces y esencia de vainilla (su debilidad). Estos señuelos, instalados al fondo de unas trampas de 30 cm de alto por 30 de ancho y 80 de profundidad, facilitan una labor casi imposible para el humano.

Una vez capturadas, se llevan a un sitio de 4 por 4 metros ubicado 5 kilómetros más al sur, adaptado y protegido de sus depredadores, para que puedan acostumbrarse. Si lo logran, son liberadas con collares que permiten monitorear su ubicación y suerte durante un año; esto es, entre otras cosas, si están vivas o muertas.

Esta historia es real y está ocurriendo en la Región de Atacama, 180 kilómetros al este de Diego de Almagro y a 4 mil metros de altura. La minera sudafricana Gold Fields, que proyecta una extracción de 3,7 millones de onzas de oro en toda la vida de la mina y que contempla el uso de relaves filtrados para minimizar el uso de agua, trabajó en la elaboración de un plan de relocalización para esta especie desde 2014, debido al impacto que el proyecto tendrá en el hábitat de la chinchilla de cola corta.

Tras la aprobación del proyecto luego del proceso de evaluación ambiental, el plan de relocalización se puso en marcha en agosto pasado y ya lleva cuatro chinchillas capturadas. Y como ocurre muchas veces, la realidad puede superar a la ficción: según fuentes cercanas a la operación, una sufrió una lesión en una de sus extremidades al ser capturada, lo que obligó su traslado en avión hasta Santiago y su posterior tratamiento.

La comunidad científica sigue atenta este tema. Se trata de una especie altamente susceptible a los cambios y en peligro crítico de extinción, según el Reglamento de Clasificación de Especies Silvestres del Ministerio de Medio Ambiente. La institucionalidad internacional también ha alertado sobre su estado: La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza la considera en peligro, mientras que la Sociedad Zoológica de Londres la incluyó en la lista de los 53 vertebrados más amenazados del mundo. Esto, sumado a la poca información científica de la especie y considerando el antecedente de que las relocalizaciones no siempre tienen un final feliz, mantiene en alerta a biólogos y veterinarios.

“Estamos desconcertados con esta medida y sospechamos que existe una alta probabilidad de que no subsistan”, dice el biólogo y doctor en ciencias Pablo Valladares, uno de los científicos que más ha estudiado a esta especie en Chile.

El camino a la extinción

Perseguidas por perros, muertas a balazos y dinamitadas. Este era el trágico final de las chinchillas hasta principios del siglo XX, cazadas hasta la extinción para usar su tupido y fino pelaje gris principalmente en abrigos. Se responsabiliza a la industria peletera por la muerte de más de siete millones de ejemplares, pero las consecuencias de esa barbarie fueron aun peor. “Los métodos de captura eran brutales y muchas veces la piel quedaba en condiciones inservibles. Por lo mismo, se estima que ese número puede superar los 20 millones de chinchillas muertas”, dice Valladares.

Profesor de la Universidad de Tarapacá, Valladares es uno de los referentes en chinchillas de cola corta. Lleva 20 años estudiándolas y varias de sus investigaciones han sido publicadas, como el estudio genético que hizo en 2004 junto al doctor Angel Spotorno, de la Universidad de Chile, con el cual se pudo determinar que existen dos especies de chinchillas (la cola corta, que vive en las zonas altiplánicas, y la costina o chilena); mientras que en 2012 publicó otro artículo en donde daba cuenta de las nuevas zonas de avistamientos de la especie que se creía extinta en la tercera región, en donde no se había divisado en más de cincuenta años.

“Muchas de esas nuevas especies fueron registradas por las mismas mineras en sus estudios de impacto ambiental. En una publicación de 2015, además de nuevos hallazgos, puntualizamos que así como la peletería había sido la principal amenaza de la especie en el siglo pasado, ahora lo es la actividad minera, ya que destruye su hábitat”, explica Valladares.

Pese a que ha participado de estudios taxonómicos, genéticos, evolutivos y en estimaciones a nivel poblacional, el biólogo reconoce que hay poca información científica publicada, lo que hace aún más difícil tener certezas sobre la especie. Actualmente, el ministerio de Medio Ambiente está desarrollando un plan de conservación con el que se espera tener datos respecto a la densidad de su población, número de colonias y otras variables biológicas que entreguen luces de cómo protegerla.

“No está muy claro cuál es su tasa reproductiva en estado silvestre. Se estima que son tres crías por camada, pero depende en gran medida de la diversidad genética de las especies. Las poblaciones que son muy pequeñas son altamente endogámicas, por lo que hay poca diversidad genética. La consecuencia de esto es una baja tasa de reproducción, que incidiría en su estado de conservación a futuro”, explica Valladares, enfatizando que esta hipótesis no se ha evaluado en Chile aún, por la carencia de investigación.

¿De qué manera entonces se relocaliza una especie si hay poca información científica de ella?

“Eso es lo que discutimos con otros científicos”, responde Valladares. “¿Tendrán suficiente alimento para subsistir? ¿Podrán encontrar el refugio adecuado? ¿van a poder reorganizarse? Son preguntas de difícil respuesta”.

Operación Chinchilla

“La elaboración del plan de relocalización tomó seis años y estuvo a cargo de un equipo de especialistas en gestión de fauna y flora”, explica Sebastián Gallardo, gerente de Salud, Seguridad y Medioambiente de Gold Fields. Cuenta que se hicieron “numerosas y extensas campañas en terreno”, que el estudio se realizó en un radio de 10 kilómetros alrededor del área del proyecto, que la empresa destinó “importantes recursos para el seguimiento satelital de la especie” y que estos resultados aportan información y evidencia concreta de la existencia de “cientos de chinchillas en la zona estudiada, dejando en claro que su presencia no se restringe al área específica del proyecto”.

En esto coincide el biólogo Agustín Iriarte, quien dice que las chinchillas de cola corta “no son una especie en peligro, pero sí vulnerable”. Especialista en ecología de mamíferos y dueño de la consultora Flora y Fauna Chile ltda., se dedica al estudio avanzado de ecología y fauna silvestre, con foco en la conservación de especies. Fue uno de los biólogos contratados por Gold Fields. “Cuando se clasificó la especie el 2012 había muy poca información, no sabíamos que estaba presente en la tercera región. El Estado tiene que revisar la categoría, lo cual se podrá hacer con el plan de conservación”, explica.

En el plan de rescate se definió el operativo que, desde agosto, está en marcha. Apenas una chinchilla es capturada, debe llevarse a la nueva locación, 5 kilómetros más al sur. “Esta área fue propuesta luego de un estudio de dos años, cuyos resultados permiten asegurar que ahí se cumplen las condiciones de habitabilidad para la especie”, detalla Gallardo. Una vez allí, explica Iriarte, la chinchilla estará un mes y medio o dos en un perímetro de 4 por 4 metros, protegida de depredadores, con acceso a rocas y tierra para familiarizarse con el entorno. Cuando eso ocurra podrá ser liberada, y un radiocollar VHF la seguirá y entregará información de su ubicación y movilidad. “Si está detenida por más de dos o tres horas, se envía una señal de mortalidad, y ahí hay que ver qué está pasando”, cuenta. La relocalización de toda la colonia puede tomar de dos a tres años, y el monitoreo de cada especie será por uno.

“El plan aborda también el establecimiento de áreas de exclusión para la protección de ejemplares que no requieren ser relocalizados, el establecimiento de un área de conservación del hábitat y la realización de estudios de genética de la especie en un sector aún más amplio, en el marco del programa Recoge del ministerio de Medio Ambiente”, detalla Gallardo, respecto a los compromisos de la empresa que operará por 17 años, y que extraerá dos millones de toneladas de material doré anualmente.

El ente fiscalizador de estos compromisos es la Superintendencia de Medio Ambiente. “Tenemos que tener un monitoreo intensivo de este programa, dado el peligro crítico en que se encuentra la chinchilla”, dice Cristóbal de la Maza, titular del organismo, quien detalla que están trabajando junto con la empresa para que la información que ésta recibe de las especies relocalizadas también sea reportada en línea a la Superintendencia. Cuenta, además, que esta semana veterinarios del organismo y del Servicio Agrícola Ganadero hicieron una fiscalización en terreno para ver cómo se está llevando a cabo la relocalización.

“Dado el nivel de conocimiento científico que existe de la especie, hay una probabilidad de que el programa requiera ser modificado y perfeccionado en el tiempo. La propuesta va en la vía correcta, pero eso no nos asegura el éxito efectivo, por eso estamos poniendo un foco continuo de fiscalización, para anticiparnos a potenciales debilidades, corregirlas a tiempo y no reaccionar a un impacto ambiental. Si detectamos que no está siendo efectivo, vamos a solicitar los cambios que correspondan”, dice De la Maza, recalcando que la entidad “está velando por el éxito efectivo del total de recaptura”.

Los riesgos de la relocalización

La bióloga ambiental Milen Duarte, experta en gestión ambiental y docente de la Universidad de Chile, es categórica: “Todas las medidas de mitigación, rescate y relocalización son poco exitosas con todas las especies en general, porque éstas son sensibles a los traslados y muchas no logran sobrevivir desde la captura. Además, debes saber cuánto resiste un sistema e identificar a las poblaciones locales. Si lograste todo eso, puede ser que los individuos no logren adaptarse a esas condiciones”. El problema radica en la baja inversión estatal para desarrollar esta área y en los métodos practicados, alejados del campo científico. “El Estado ha invertido muy poco en términos de investigación para ver qué métodos son mejores. Hoy sólo tenemos prueba y error”, dice.

La veterinaria Gemma Rojo, docente de la Universidad Bernardo O´Higgins, concuerda. “Las relocalizaciones tienen una serie de problemas intrínsecos a las especies, como su comportamiento, susceptibilidad a enfermedades, métodos de monitoreos, territorialidad, diferencias ambientales entre recursos de origen y destino, entre muchos otros. En especies de baja movilidad con singularidades como endemismo o estado de conservación amenazado, como este caso, los proyectos deberían priorizar otras medidas de mitigación, como la creación de áreas de exclusión, sin intervención”, explica.

Pablo Valladares es más enfático: “En Chile es posible que una empresa desarrolle un proyecto en un área silvestre protegida, o impacte sobre una especie en conservación, y no pasa nada. El sistema jurídico ambiental no exije resultados exitosos en las relocalizaciones. Puedes hacer todo, siempre y cuando propongas medidas de mitigación o compensación. Ese es el problema de fondo. Y en el caso de la relocalización de las chinchillas, para mí, simplemente, no es viable sacarlas”.

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