“Una vez en III Medio, mi profesora de historia nos hizo una prueba acerca de las relaciones de Chile y Estados Unidos. Mientras respondía, encontré interesante estudiarlo más. Y al final le pregunté si se podía estudiar historia y vivir de ello”.

Antonia Fonck tiene 28 años y ya se graduó de Historia en la UC; terminó su magíster y prepara su doctorado. Ya tiene un libro a su haber: «Miradas desclasificadas. El Chile de Salvador Allende en los documentos estadounidenses», en el cual canalizó su interés por ese período de nuestro pasado. “Había querido estudiar literatura, pero después caí enamorada de las explicaciones históricas”, comenta hoy, al analizar el “arduo y largo” camino que decidió seguir profesionalmente al optar por esta vocación.

-¿Y algún libro de historia que te haya marcado?

-Más que un libro en específico, es la diferencia de los relatos históricos. Viniendo de un colegio conservador, era muy impactante ver cómo había distintos puntos de vista Y eso es algo que vas notando cuando creces un poco más, cuando accedes a otros mundos.

-Tú eres de una generación que vivió su niñez en los gobiernos de Lagos y Bachelet…

-Para nosotros, la democracia era algo dado, obvio. Y cuando uno empieza a estudiar hacia atrás, se da cuenta de que hay una lucha enorme por ella, que costó. Y por eso quise meterme en las patas de los caballos y ver todas las luchas, conflictos y procesos de esa época, que heredamos y vivimos de forma tan viva, porque la historia vive en el presente.

-Tú te has focalizado en Allende. ¿Cómo se veía a Allende en tu entorno familiar?

-Mi familia está atravesada por la historia, en el sentido de las distintas posiciones que existen. Hay un poco de todo y es lo que más me fascinaba desde chica. Esta idea de la polaridad de las visiones, me llamó mucho la atención. Crecí en un entorno de formación conservadora, pero donde aparecían estos tíos, tías o abuelos que me hablaban desde otra zona.

“Atribuirle toda la responsabilidad a EE.UU. implica negar responsabilidad a la política local”

Antonia Fonck aprovechó el trabajo de archivo que desde 1861 desarrolla Estados Unidos al reunir sistematizadamente material de la política exterior, para cumplir con el derecho a saber que exige la sociedad norteamericana. Y sobre Chile, hay más de 3 mil páginas agrupadas en dos volúmenes del período 1969 y 1973.

“Hay telegramas o conversaciones muy densas, difíciles de codificar, de traducir. Es absolutamente un puzzle: uno tiene que ir comprendiendo esos lenguajes, muchos en tono burocrático o político, o con metáforas que apuntan a formas de ver el mundo que están en otro tiempo y espacio del mío. Parte del la experiencia de la historiadora es buscar hablar el mismo lenguaje, lo que no es fácil, porque traducir una cita o un telegrama, una percepción, implica una responsabilidad enorme: en el camino te puedes perder aspectos muy importantes.

-Encontré fantástico el trabajo de recolección de información de motu propio de EE.UU. Nosotros estamos pidiendo las comunicaciones de la embajada de Chile en China, principalmente en los 70, y el ministerio las niega.

-En Chile, la utilización de la documentación histórica para generar política, o la documentación histórica desclasificada, independiente del ministerio que sea, es algo que nos falta. ¿Cuál es el papel que toma la historia, por ejemplo, dentro de la construcción de políticas públicas? Están algunos archivos abiertos y otros no. Y como comentaba Juan Gabriel Valdés en la presentación de mi libro, hubo una purga y se quemaron muchos documentos en el ministerio de Relaciones Exteriores. Entonces, creo que ese valor que se le da a ese documento histórico es una gran diferencia que tenemos con EE.UU.

-Respecto al libro mismo, pone todo un contexto a las acciones y debates internos de Estados Unidos sobre Chile.

-Es fundamental no sólo revisar el documento que señala la cantidad de dólares enviados, sino el contexto de la decisión, cómo se pensaba y hablaba de Chile. Y eso se puede mostrar a través de documentación con las reuniones, conversaciones telefónicas, telegramas. Todo lo relacionado con el choque de las imágenes políticas no lo presento por lo anecdótico, sino que muestra que detrás de una intervención hay muchas dimensiones y todo un proceso. Además, pude demostrar que un intento de intervención no equipara el resultado de intervención: no es tan simple como esta idea de que EE.UU. maneja como títeres a personajes de America Latina, decide los destinos del país y después se va. Atribuirle toda la responsabilidad política a EE.UU. implica negarle la responsabilidad a la política local, y eso lo encuentro grave. Eso tiene mucho que ver con lo que nos pasa hasta el día de hoy: detrás de las protestas está Venezuela; algunos años antes era Cuba, ante las Unión Soviética. Siempre tenemos esta idea del enemigo extranjero asociado a conspiración, idea que es mucho más atractiva, más simple y te quita la responsabilidad de mirarte como ciudadano. Es algo que te hicieron, no algo que hiciste.

-En tu estudio sintetizas en dos estereotipos la mirada desde EE.UU. hacia Chile: éramos un país bananero o una nación excepcional…

-Fue una forma de englobar cómo se había discutido el gobierno de la UP, y la posibilidad de que apareciera ese gobierno (de Allende). Desde el inicio de la documentación te das cuenta cómo un grupo tenía un Chile imaginado asociado a una excepcionalidad democrática, una ciudadanía sofisticada, que no recurriría a la violencia, con militares apolíticos. Y lo vas contrastando con episodios históricos y ves cómo esa noción de excepcionalidad impacta en cómo se desarrolla la política. Hasta el día de hoy: Pensemos en la idea de oasis que señaló Sebastián Piñera días antes del estallido. Y también tenemos políticos de carrera con una visión bastante estereotipada acerca de cómo es América Latina. Hasta hoy equiparan a Centroamérica con América del Sur, y todo lo asocian con la figura del caudillo.

-Eso significa que la famosa excepcionalidad chilena –tema de debate entre los académicos en Chile- también engañó en Estados Unidos o somos al menos buenos marketeros.

-En todos los países hay procesos excepcionales. A veces se mide democracia por el tiempo que estuviste sin un dictador, y eso también tiene que ver mucho con la América convulsionada. También desde Europa se miraba a Chile, como lo señala Joaquín Fermandois respecto al tema de la utopía o antiutopía. Aquello que emocionó, conmocionó o aterrorizó al mundo: la llegada de Allende y la irrupción de Pinochet. Hay un tema de cómo se perciben momentos icónicos que tienen que ver con una historia global, pero también un poco descontextualizados, o idealizados. Se idealizó al Chile de la época.

-Y por los resultados no fue una historia tan excepcional: terminó en el golpe, que era la proyección del diagnóstico de los bananeros.

-Absolutamente. Una de las discusiones más importantes de los funcionarios de EE.UU. era cuál sería el desenlace. Para muchos sería excepcional, para un país excepcional: Que se mantuviera la democracia, que Allende terminara su gobierno. Otros no le vieron otra salida que un golpe militar. Si Chile es una excepcionalidad real o no, eso da para otra investigación. Pero esa percepción de excepcionalidad, ese debate y tensión, finalmente da la razón a quienes pensaban que terminaría en un golpe militar, lo que en definitiva es muy triste, trágico.

-Es curioso cómo muchas consideraciones de EE.UU. pasaban por lo comunicacional: El efecto en la opinión pública mundial e interna sobre lo que pudieran hacer.

-Respecto a las imágenes políticas, uno de los aspectos que más me enseñó esta investigación fue lo potente que es la forma en que se observan los distintos países y cómo impacta en el escenario internacional y local la idea del otro. Las relaciones internacionales pasarían a ser algo muy cultural, un choque de culturas.

“Nixon es un impulsivo, bueno para la pataleta”

-¿Con qué imagen te quedas de Nixon y de Kissinger?

-Nixon es un impulsivo, bueno para la pataleta. Por ejemplo, ese documento que se toma cuando gana Allende y él grita que harán chillar a la economía, y afirma que hay US$10 millones para ello… ¡Esos fondos no estaban aprobados! Otra de sus grandes declaraciones fue que no se permitiría a Chile renegociar su deuda externa, pero luego igual se negocia. Es un personaje muy infantil. Esta es una presidencia dual, pues la política exterior fue muy importante para el gobierno de Nixon y tuvo en Kissinger un asesor brillante, un personaje bastante cool y obscuro. Lo que más me llamó la atención de éste fue su constante comparación de los militares chilenos con los de la Alemania Nazi, por lo pasivo que fueron con Hitler, y lo que estaban siendo con Allende.

-¿Muchos de los documentos revisados tenían censura?

-La mayoría, en algún grado.

-¿Y lo que faltará por conocer de esas censuras será muy relevante?

-Los silencios hablan fuerte. Lo que no se puede desclasificar es el nombre de personas que estén vivas, o que afecten procesos actuales de negociación y temas de seguridad nacional. Nos falta saber quienes eran los chilenos solicitando intervenciones en Estados Unidos: Había quienes pedían intervenir para derrocar al gobierno y otros solicitaban que EE.UU. echara un paso atrás para no darle el argumento a Allende de que era atacado por el extranjero. Eso permitirá avanzar en la tarea de la responsabilidad política chilena.

-O sea, podrán aparecer algunos datos extras, pero no procesos nuevos…

-Revisé el día a día de la política, gracias a un excelente de archivo, clasificación y un mecanismo de registro impresionante. Entonces, ese día a día no cambiará por tres documentos. Ahora, yo no cuento la verdad, sino que la historia que encontré. Y si aparece un documento que desdice todo lo que estoy diciendo… es sano cambiar de opinión sobre la base de evidencia.

-¿Sospechas de algunos grupos?

-O sea, creo que el Partido Nacional (PN) tuvo influencia. Pero no sabría qué nombres.

-Porque aparece más apoyo a la DC.

-Sí, pero también el PN tenía todos los vínculos con las empresas transnacionales. Independiente de los nombres que aparezcan, la oposición buscó mucho a EE.UU. El gran financiamiento de EE.UU. a los partidos de oposición. Ahora, en las distintas posiciones hacia Chile, y de los chilenos que pedían un papel a EE.UU., ese país definió la política de cool and correct, es decir, vamos a ser fríos con este país, pero seremos correctos al menos en la vía oficial. Por supuesto, detrás había otros planes, pero más que quedarme en develar esta historia secreta, busco cuáles son los intentos y cómo impactan a la sociedad chilena, y dónde están los políticos chilenos en ese proceso.

-¿Tu conclusión es que EE.UU. no estuvo detrás del golpe del 11 de septiembre como tal?

-Qué complicado... Siempre quisieron que hubiese un golpe de Estado, intentaron hacerlo en 1970. Al menos con el golpe de estado de 1973 hay una relación de influencia, de desestabilización, pero de ahí a decir que enviaron armas o dinero, eso no es verdad. Al menos no está documentado. De hecho, durante la discusión en septiembre se había aprobado el gasto para el año fiscal siguiente. Si hubiese habido un golpe de estado en 1970 se podría hacer dicho que sí, pero si uno revisa la evidencia es poco riguroso decir que detrás de 1973 está EE.UU.

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