Camila Merino llevaba 9 años en Arauco y llegó a ser vicepresidenta del Negocio Forestal. Otro paso en una carrera ejecutiva siempre en ascenso. Fue a la oficina de su jefe y le dijo: “Me voy, porque quiero ser alcaldesa”. Nadie lo podría creer.

Se lanzó para ser candidata de Evópoli por Vitacura, la más disputada de las candidaturas que tuvo toda la semana pasada en una tensa negociación a Chile Vamos. Felipe Kast, amigo y compañero de gabinete cuando fue Ministra del Trabajo y Previsión Social (2010-2011), en el primer gobierno del Presidente Piñera, golpeó la mesa. “Él no pelea por mí, pelea por la buena política. Nosotros estamos, como Evópoli, para oxigenar la política, para que las decisiones no se tomen entre cuatro paredes. Yo estoy acá para mejorar la política, sé que va a ser difícil, pero son las reglas del juego”.

Ingeniera Civil Industrial de la UC, realizó sus estudios en el Institute de Science Politique, de París, Francia. Estuvo 13 años en Soquimich —en Antofagasta fue directora de la Asociación de Industriales—, y fue vicepresidenta de Recursos Humanos. Entre medio, hizo su MBA en el MIT y, más tarde, en 2007, tomó la gerencia general de Metro.

“No todos pueden renunciar a su pega y dedicarse al servicio público, con la experiencia que yo tengo”, sostiene.

En las primarias, compartirá papeleta con Pablo Zalaquett (UDI) y Maximiliano del Real (RN).

—¿Qué te hizo volver a la arena política?

—Yo he tenido mucha suerte en la vida, la verdad. Soy muy agradecida, porque he tenido una muy buena carrera profesional. Me fue muy bien en el colegio y en la universidad, no he tenido grandes problemas. Tengo una familia maravillosa con cuatro hijos y un marido súper. Con el estallido social, y luego con la pandemia, comencé a pensar de qué manera puedo contribuir al país. Yo no tenía una voz, porque representaba a una empresa y creo que, quienes podemos contribuir, tenemos que hacerlo. En los próximos años, Chile se las juega. Además, tengo 53 años. Después de los 50 uno ve la muerte más cerca; porque a los 40 crees que tu vida es eterna. Ahora yo pienso: ¿cuál va a ser mi último aporte como profesional? Me quedan unos 10 años muy activos, pero son pocos. Toda transformación requiere dedicación.

—¿Por qué Vitacura? ¿Cuál es tu vínculo con la comuna?

—Soy de Concepción y me vine a estudiar a Santiago a los 17 años. En esa época yo vivía en una pensión, pero tenía una tía que vivía en Los Laureles, y era mi segunda casa. Es una comuna que conozco bien, tengo muchos familiares, amigos. Debería ser un ejemplo para el resto de Chile, tener un sello de innovación, de sostenibilidad, donde se hagan las cosas muy bien, que la municipalidad sea muy eficiente, de gestión impecable.

—Al menos por el Índice de calidad de vida urbana (ICVU), están bien posicionados. ¿Qué falta?

—La vara hay que ponerla mucho más alta. Tenemos una ambición grande para Vitacura. Está al debe en temas de seguridad, están peor que Las Condes y que Lo Barnechea. Tenemos que invertir en tecnología, en inteligencia y tener más coordinación entre los vecinos, las policías y los otros municipios. He hablado con muchos vecinos y todos piden seguridad. No pueden más con los portonazos. Necesitamos una gestión moderna y mucho más eficiente. Creo que se gastan recursos en cosas que no son realmente necesarias. Se requiere mucha más transparencia en el uso de los recursos. Hay que favorecer el emprendimiento, hacer cowork, ferias, marketplace, asesorías… El sueño de Vitacura hay que construirlo con los vecinos, con expertos, con datos, con un Mapocho mucho más protagonista, un parque inundable, más ciclovías, pero bien hechas.

—Es una comuna con plata, además, una gracia para cualquier alcalde.

—Pero hay cosas que se pueden hacer sin tanta plata, con innovación y buenas prácticas. Y que pueden servir para que otras comunas las copien, que sean ayuda para el resto de Chile. Ahora los espacios públicos tienen que estar al servicio de las personas y tienen que ser dinámicos. Que en la semana sean calle, pero los fines de semana sean plazas.

—¿Qué te diferencia de Zalaquett, el candidato más fuerte quizás, que ya ha sido alcalde en Santiago y La Florida?

—Yo estoy recién partiendo y la gente me conoce menos. Tengo dos meses y voy a trabajar mucho para convencerlos. Mi plus es mi formación. Tengo experiencia en el mundo público y privado, manejando grandes grupos de personas y grandes presupuestos, tengo una gestión probada de eficiencia. Y hago mucho trabajo en equipo, yo creo que logro motivar a todos hacia un proyecto común, ese es mi sello.

“Yo estoy por el Apruebo”

Con su marido Enrique Elsaca Hirmas, gerente general de Cementos Bío Bío, viven en La Dehesa y tienen cuatro hijos, de 16 a 26 años. “Nos conocimos en la universidad. Y somos muy partners, se entusiasma con mis proyectos”, cuenta sonriente. Juntos se acercaron a Benito Baranda, en 2007, para crear un jardín infantil en Puente Alto.

Después, ella echó a andar el sueño de su Fundación Alma (@almafundacioneducacional), que fomenta la lectura preescolar. “Yo les enseñé a leer a mis cuatro hijos. Con 4 o 5 años. Porque sabía que iba a ser mucho mejor para sus vidas”. Ahora en pandemia, subieron a su web libros para compartir. “Libros muy bien seleccionados, porque un libro malo para un niño es terrible. Estoy convencida de que la lectura es clave para el desarrollo de la vida”.

En El Mercurio, el 29 de septiembre publicaron una carta en apoyo de Camila. Un grupo que incluía a gente como Pauline Kantor, Claudio Seebach; María Gracia Cariola; Catalina Abbott; Francisca Cruzat; Virginia Araya; Raúl Alcaíno, entre otros. “Fue muy bonito. He recibido muchos llamados ofreciéndome ayuda, qué bueno, qué valiente, me dicen. Eso me ayuda a trabajar fuerte”.

—En Arauco tuviste 15 mil personas a cargo, ¿qué presupuesto manejabas?

—Mil millones de dólares al año. Yo estaba a cargo del Negocio Forestal, con presencia en Chile, Brasil, Argentina y Uruguay. Es una locura, pero era mucho trabajo en equipo.

—Tus cercanos dicen que eres muy hábil con los números.

—Siempre fui muy matea. Me gustaba la gente inteligente. Pero con el tiempo, me di cuenta de que las cosas funcionan con inteligencia, pero con una cuota muy importante de perseverancia y trabajo en equipo. Yo siempre reviso los números y mi frase es “no me cuadra” (risas). La gente que trabaja conmigo se ríe y dicen que mi éxtasis es cuando encuentro un error en los números. Siempre me decían: “Te dejamos un error para ver si lo encontrabas”. Me hacían bullying.

—En la minería, en Metro, en Arauco, te moviste siempre en ambientes masculinos. ¿Fue difícil?

—Siempre he estado rodeada de hombres, tratando de poner mujeres en cargos gerenciales. Pero uno se acostumbra. Estudié Industrial eléctrica, y eran puros hombres. Y yo. Estoy muy acostumbrada. Nunca me he sentido discriminada. Cuando uno hace la pega y es responsable, no hay problemas. A lo mejor, alguno te mira un poco en menos, pero cuando tú sabes más de números que ellos, hasta ahí llegan.

—En el Metro trabajaste en la extensión de la línea 1 y 5. Dicen que, en esos dos años, te sirvió mucho tu paso por el MIT, donde aprendiste la importancia de estar en la calle.

—La gente estaba tan feliz, por eso me dio tanta pena cuando quemaron las estaciones. Yo soy mucho de conversar con la gente que hace la pega. Hay que involucrarse, porque el éxito está en los detalles. Solo en terreno ves por qué las cosas no funcionan. ¿Cómo te ayudo para que hagas mejor ltu trabajo? Como jefe uno está al servicio, es importante que los trabajadores se empoderen y propongan soluciones. Esa es la nueva manera de ser líder.

—¿Entendiste, a la distancia, el estallido social que tiene que ver con desigualdades profundas no resueltas históricamente?

—Da pena, es difícil entender lo del Metro, pero es cierto que hay un descontento. Había una fractura más grande de la que pensábamos. Tenemos que reconciliarnos. Después de un proceso largo de reflexión, yo estoy por el Apruebo, porque esto también pasa por una nueva Constitución. Sí es importante como sector estar unidos y no tenerle miedo al diálogo.

—El descontento es por una elite, a la que tú perteneces, que no ha hecho lo suficiente. ¿Se puede cambiar ahora?

—La elite fue cuestionada y eso fue parte de mi proceso de reflexión. Por eso vuelvo al mundo público, porque tenemos que comprometernos y ayudar a que Chile sea mejor, no mirarlo desde afuera.

“Piñera es el jefe más detallista que he tenido”

Fue su marido el que se fue a EE.UU. a estudiar y ella llegó un año después al MIT. Y embarazada de su segundo hijo, que nació allá. Sacó el MBA en un año y medio, en vez de dos, con dos niños. “Me fui con nana”, justifica. “Es que yo trabajaba mucho, entonces estudiar siempre es más fácil. Igual ninguno de mis amigos gringos tenía guagua, nos miraban como locos. La ingeniería te hace ser eficiente también en la casa. Esos años los tengo idealizados, aprendíamos, viajamos a Corea, Japón, conocimos gente que tiene tantas ideas de cómo mejorar el mundo”.

—Estabas en República Dominicana cuando te llamó Piñera. ¿Cómo fue ese paso en el gobierno?

— Con el presidente Piñera nos habíamos conocido unos años antes, cuando él me ofreció una colaboración, pero yo estaba sobrecalificada. “No es nuestro momento”, dijo. Pasaron dos años y me llamó al gobierno. “Ahora es nuestro momento”, me aseguró. Y partí. Fue muy intenso, era un gobierno con una mística muy especial, justo después del terremoto. Trabajamos muy duro. Debuté con el bono marzo, subsidio al empleo, planes de emergencia. Incorporamos a muchas mujeres. Construimos la base de muchas cosas buenas que vinieron después, como Chile Atiende.

—¿Muy difícil trabajar con el Presidente Piñera?

—No, fíjate. De todos los jefes que he tenido, el presidente es el más detallista. Revisa todo, lee hasta los anexos de las presentaciones, muy buen jefe.

—Pero complejo decirle que no.

—Yo le decía cosas y escuchaba. Al presidente le gusta que le hablen en concreto, sin tanto adorno de palabra. Mi experiencia ingenieril facilitaba mi comunicación con él. Y si había un asunto más político, estos son los pro y estos los contra. Argumentos claros.

Saliste en el primer cambio de gabinete, antes del año. Durante tu gestión, la tasa de desocupación cayó a 7,1%, crearon más de 380 mil puestos de trabajo, lo que casi duplicó la meta inicial. ¿Falló tu manejo político?

—Trabajamos mucho con Hacienda, las cosas se nos dieron, el país estaba mucho más unido. Pero el Presidente optó por un manejo más político y entró Evelyn Matthei en mi cargo. Yo la admiro mucho. Ella aportó como representante del gobierno, se posicionó frente a los partidos. Yo tenía menos experiencia, es la verdad. Creo que yo aporté en el ministerio, él tomó lo bueno y construyó sobre eso. Hasta hoy tenemos un chat con los ex ministros de ese período.

—¿Cómo fue para tu familia el fin de ese período?

—Mi marido estaba contento porque me recuperó. Ahí hice un compromiso y me di varios meses sabáticos. Me dediqué full a la familia. Claro que a los 5 meses, mis hijos me dijeron “mamá, ya es hora de que empiece a buscar pega”. ¡Mamá demasiado presente! (carcajadas) Ya era suficiente.

—¿Sientes que le has podido dedicar el tiempo suficiente a tus hijos?

—Siempre he sido contraria a que las mujeres profesionales tengan culpa. Soy anti-culpa. Creo que hace mal. Esa culpa se traspasa a lo hijos. Ellos tienen la mamá que tienen, que trata de hacerlo lo mejor posible; trato de no pelear innecesariamente, de tener buenos diálogos y conversaciones profundas. Dar el ejemplo y oye las mamás se equivocan, siempre les digo. Ellos no tienen por qué cargar con eso.

LEER MÁS