La aparición de evangélicos en la franja electoral revivió el interés por este mundo al que pertenece uno de cada cinco chilenos, según la encuesta Bicentenario-UC 2019.

Extrapolando eso, significa que de los 14 millones 791 mil electores habilitados para votar en el plebiscito del 25 de octubre, estos cristianos podrían movilizar a casi 3 millones. Cifra mayor a la que Sebastián Piñera logró en la primera vuelta de las presidenciales de 2017.

Pero la heterogeneidad de los herederos de Calvino y Lutero hace imposible considerarlos como una sola voz. De hecho, en el Registro de Iglesias y Organizaciones Religiosas —que maneja el Ministerio de Justicia— a la fecha hay 3.942 entidades evangélicas que cuentan con personalidad jurídica de derecho público.

Esta diversidad la reconoce el Concilio de Iglesias Históricas y Protestantes de Chile que reúne a metodistas, luteranos, bautista y presbiterianos. En un comunicado dado a conocer tras la franja televisiva —donde aparecen evangélicos por el Rechazo y por el Apruebo— aclaran que no existe “la” iglesia evangélica, sino que corresponde a “un conjunto de diversas entidades con formas organizacionales y prácticas diversas, aunque coincidan en algunos elementos doctrinales básicos propios de todas las iglesias cristianas”.

Y enfatizan que, en consecuencia, “ninguna organización o iglesia en particular puede arrogarse la representación de todas las iglesias, o del conjunto de los evangélicos” por lo que llaman a los creyentes “a participar en libertad de conciencia como ciudadanos/as responsables en el próximo proceso plebiscitario”.

Así y todo, sigue siendo un sector muy atractivo en especial cuando se acercan eventos electorales. El mejor ejemplo es Brasil donde gracias al apoyo brindado por los votantes evangélicos conservadores, Jair Bolsonaro llegó a la Primera Magistratura.

Pero no es el único en América Latina. Guatemala tuvo de presidente al protestante Jimmy Morales (2016-2020) y en México Andrés López Obrador aseguró su triunfo al sumar a su alianza electoral al Partido Encuentro Social (conservador y con apoyo evangélico).

En Chile el líder del Partido Republicano, José Antonio Kast, es el que más se acerca al mundo evangélico, pese a ser católico y del movimiento Schoenstatt. Lo mismo ha hecho el histórico dirigente de RN Carlos Larraín (Opus Dei).

Los esquivos intentos por ser fuerza política

La relación de la política con los evangélicos es de larga data en nuestro país. A fines del siglo XIX, en las filas del Partido Radical hubo varios luteranos que llegaron a ser parlamentarios.

Pero en materia presidencial la dinámica es otra: en 1938 el primer precandidato evangélico, el predicador pentecostal Genaro Ríos, no recibió apoyo del sector.

Lo mismo pasó 60 años después cuando el pastor Salvador Pino presentó su candidatura presidencial independiente, pero terminó siendo rechazada porque no logró el mínimo de firmas legales.

En el Congreso siempre ha habido evangélicos —como Bruno Siebert (luterano), Ena von Baer (luterana) e Iván Moreira— pero recién en 2018, tres diputados de RN (Eduardo Durán, Francesca Muñoz y Leonidas Romero) se agruparon en la llamada “bancada evangélica” que a poco andar se quebró.

También han existido intentos de partidos confesionales, como “Unidad Cristiana Nacional” y “Unidos en la Fe”, cuyo proceso de legalización el Servicio Electoral caducó por falta de firmas.

Continúan en carrera el partido Conservador Cristiano, actualmente en formación en las regiones de Ñuble, Bíobío y la Araucanía (presidido por Antaris Varela, exasesora parlamentaria de la diputada Francesca Muñoz), y el Partido Cristiano “Nuevo Tiempo” (legalizado en julio de 2019 en las regiones de Arica y Parinacota; Tarapacá y Antofagasta).

Siempre atractivos

El mundo evangélico sigue siendo atractivo para los gobiernos y los políticos chilenos, principalmente por el trabajo que hacen en poblaciones donde no hay presencia del Estado.

En dictadura, tras su apoyo al gobierno militar lograron la Catedral Evangélica (Jotabeche) y el Tedeum Evangélico (ver entrevista Miguel Ángel Mansilla). Mientras que durante las administraciones de la Concertación lograron avances y privilegios con la Ley de Cultos.

“Pero en la segunda administración de Michelle Bachelet, los temas valóricos y éticos se tomaron la agenda del gobierno. E hizo que comenzaran a aparecer outsiders del juego político, como Marcela Aranda que recorrió en 2017 las calles con el llamado «Bus de la Libertad», en contra de Ley de Identidad de Género”, plantea Máximo Quitral, politólogo y académico de la UTEM.

Según Quitral, hoy el mundo evangélico se siente más cómodo con la derecha y “la irrupción en la franja electoral no es algo decorativo. El mundo evangélico es un actor y va a imponer sus criterios. Entraron derechamente al escenario político para defender sus principios e ideales”.

Incluso prevé que más allá del plebiscito —considerando que todo apunta a que el Apruebo ganará— “la real politik será en la constituyente. Ahí se va a jugar cuáles ideales, principios estarán representados y vamos a entrar en una disputa importante de visiones de sociedad”.

Pero ese conservadurismo podría cambiar a futuro, porque muchos jóvenes de este credo van a la universidad. Y “un 40% de estudiantes evangélicos son la primera generación de universitarios en sus familias, según el artículo “Evangélicos en chile del 2020: ¿qué significa ser cristiano?”, de Evguenia Fediakova, académica de la USACh.

Según esta investigadora “la universidad constituye para las nuevas generaciones evangélicas una escuela de pluralismo, tolerancia, en definitiva, escuela de la democracia”.

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El pastor Luciano Silva Mora (49) es teólogo, conduce el programa “Un café para Canut” (en Facebook Live) y está por el «Rechazo».

—¿Por qué le temen a una nueva Constitución?

—Porque la ciudadanía demandó en las calles los abusos económicos y la clase política nos enfrascó en un proceso constituyente casi desde hoja en blanco, cediendo a una violencia anarquista que no representa al chileno promedio. Además no existe propuesta mínima de la izquierda-derecha para saber qué cosa desean cambiar. Gracias a muchas conquistas legislativas específicas amparadas por la actual Constitución, la iglesia evangélica llenó el espacio abandonado por el Estado en los sectores populares más pobres, cambiando su realidad socioeconómica. ¿Deberíamos ponerlas en riesgo por una refundación que el pueblo nunca pidió? Creo que el progresismo ha hecho una caricatura del movimiento evangélico leyéndolo muy mal.

—¿Creen que pueden perder algunos beneficios?

—Es posible. Desde el segundo gobierno de Bachelet se intentó cambiar la Ley de Culto. Insistieron por dos años y encontraron la misma respuesta por parte de la mayoría evangélica: “No”. La actual Constitución no es perfecta, pero tiene un fuerte arraigo conservador. Así y todo, hoy se legisla con ideología. Los evangélicos consideramos una intromisión grave proyectos como la autonomía progresiva de los niños, la Educación Sexual Integral (ESI) que en la realidad es “imposición ideológica sobre la sexualidad”. Han tachado de “discurso de odio” todo lo que decimos por convicciones de vida. ¿Qué podrán hacer con una hoja casi en blanco?

—¿Qué relación tienen con la política?

—En tiempos normales el voto evangélico es transversal y más de centroizquierda. Cuando la izquierda se radicaliza, muchos evangélicos van hacia la derecha. Y cuando la derecha se vuelve “progre”, al estilo FA, los evangélicos buscan su propio camino político. Por eso hoy el voto evangélico está muy cargado al Rechazo; es una opción ajena a la lucha socialismo-libre mercado. Estos dos modelos que separan a la izquierda de la derecha tienen en común que buscan el dominio de las estructuras sociales para cambiar la situación del hombre. El evangélico sabe que si no cambia el corazón del hombre, la sociedad no cambia. Por eso se necesita el mayor contexto de libertad religiosa.

—Es probable que se elijan constituyentes. ¿Llevarán candidatos?

—Sabemos que no va a escribir la nueva Constitución la señora Juanita o don Carlitos, los constituyentes serán los que pongan los partidos. Imagino que algunos buscarán cupo en partidos de derecha donde todavía existan algunas coincidencias valóricas. Otros serán de partidos nuevos, como el Conservador Cristiano o Nuevo Tiempo.

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