Es un apasionado de la Física y de la Ética. Y si bien durante la pandemia Santiago Baraona –ingeniero civil de Industrias, profesor de Matemática y Física, y director del Colegio Tabancura- siguió haciendo clases online a los 3° y 4° medios de ese plantel, extraña la interacción con los alumnos.

“Se echa de menos la conversación con los muchachos mirándose a los ojos, en la sala de clases o en los patios. Hay una comunicación allí que es irremplazable”, dice ad portas del regreso de un grupo acotado de alumnos de 3° y 4° medio que hoy retoman clases presenciales de manera voluntaria.

-Aquí todos los directivos hacemos turnos de patio, de puerta o de comedor, hacemos clases, corregimos pruebas... Tratamos de no vivir en una especie de olimpo, desconectados del resto. ¿La verdad? Desconfío de las directivas de colegios que no se hagan tiempo para seguir en contacto con la sala de clases.

-¿Por qué?

-Porque si no, es pura teoría. Para educar hay que tener pasión, y eso ocurre dentro de la sala. Es una opinión muy personal, pero que ello no ocurra lo encuentro un peligro público porque los directivos no le toman el pulso de las dificultades que se enfrentan en el aula, cuando los chicos están aprendiendo. Hay que entender que uno debe ganarse el respeto académico del alumno. Y eso se logra haciendo clases.

“No conocía el Zoom”

Lleva cuatro años de director del Tabancura (aunque ya antes había ejercido ese cargo). Pero este año, dice, ha sido “muy raro, duro, difícil. La transformación de lo presencial a lo online al principio fue un poco traumática, porque estábamos acostumbrados a hacer de una forma el trabajo y luego nos vimos enfrentados a tener que hacerlo de una manera muy distinta”.

-Yo, por ejemplo, no conocía Zoom. Y, la verdad, no sé cuántos profesores del colegio lo conocían. No creo que muchos. Enfrentarse al mundo online, con interacciones retardadas, sin ver las expresiones de nuestros alumnos, sin mucho feedback, fue un poco desconcertante.

Tres semanas demoraron en poner en marcha un sistema –desde lo administrativo hasta lo informático- para gestionar las clases de manera óptima. “Pero al poco andar, nos dimos cuenta de que con todas las ventajas que nos permitía la tecnología, se estaba perdiendo algo esencial: la interacción. No basta con transmitir contenidos al alumno. La riqueza de una clase presencial es cuando te das cuenta que un alumno está perdido, que otro estudiante quiere hacer una pregunta y no se atreve, que alguien está ausente de la clase aunque esté ahí y es porque le puede estar pasando algo en su casa... ese lenguaje gestual se pierde con la pantalla”, señala desde su oficina del colegio, donde volvió hace dos semanas.

-Muchas familias valoran que ahora pasan más tiempo juntos.

-Si, y eso es bueno, pero tampoco uno puede vivir encerrado en su casa de manera permanente. Es importante para todos el contacto con sus grupos de pertenencia, la interacción, el verse las caras. Hay una carencia que se siente no solo en los alumnos, también en los profesores, porque uno trabaja en equipo y necesita el apoyo de los colegas, la conversación informal. Por eso, en julio decidimos reunirnos con los padres de todos los niveles, por nivel, para ver cómo iban las cosas. Y la pregunta inmediata que nos hicieron fue “¿cuándo volvemos?”. Lo único que pudimos decir fue “cuando sea prudente y oportuno” porque no teníamos respuesta, nadie tenía respuesta en ese minuto.

Encuesta a padres

En paralelo, el sostenedor (SEDUC) que tiene otros cinco planteles –Los Andes, Huelén, Cordillera, Huinganal y Los Alerces- creó un comité de ocho personas que comenzó a estudiar protocolos de regreso mirando la experiencia que ya estaban viviendo algunos países de Europa.

Y fue cuando Vitacura pasó a fase 3, cuando pensaron volver a lo presencial. “La segunda quincena de agosto hicimos una encuesta a todos los papás, y entre otras cosas, preguntamos si los alumnos estaban dispuestos a retornar a clases presenciales. La respuesta fue sorprendente. El 85%, en promedio, dijo estar disponible. En algunos niveles llegamos al 90%”.

-Tremenda presión...

-Es muchísimo. Claramente había una comunidad que quería reunirse nuevamente, pero muy consciente de que era un proceso no exento de riesgo sanitario. Ahí empezamos a trabajar muy fuerte en cómo lo haríamos, así que durante tres semanas conversamos con todos los equipos del colegio y con las familias, para ver qué inquietudes tenían y cómo resolverlas. Fue muy desafiante.

“Hay que despantallar”

Ese trabajo, dice, es el que se plasma hoy con los primeros “reingresados”. Según la planificación, esta mañana llegarán los alumnos de 4° medio. “Podemos recibir máximo 72 estudiantes, pensando un aforo de 24 chicos por sala, más el profesor. La matrícula total son 101, así que si llegan más, abriremos otra sala”, dice. Llegado el mediodía, ese grupo de alumnos se va, el colegio se sanitiza y en la tarde ingresa 3° medio.

-¿Tendrán clases normales en términos curriculares?

-No. Lo primero que se hará será una inducción sanitaria. Y luego ver el estado emocional de los chicos. En el caso de 4° medio ya sabemos que hay mucha incertidumbre y algo de angustia por la Prueba de Transición Universitaria. Habrá mucho repaso, resolver dudas, actividades electivas, despejarlos mentalmente de la PTU, bajar la angustia. Y los de 3° medio la idea es recibirlos con actividades deportivas. Queremos sacarles el estrés para afuera, que vengan a tomar aire, que hagan deporte con distanciamiento, nada de jugar fútbol ni rugby, pero sí actividades deportivas seguras. Hay que despantallar a los chicos.

-¿Van a sumar más cursos?

-Vamos paso a paso. No nos apuremos. Lo primero es ver cómo funciona esto. Es voluntario, así que todas las clases serán transmitidas por streaming y en formato híbrido, que permita una interacción con los que están online. De hecho el martes casi no habrá actividades con los alumnos para evaluar el reingreso y retomamos el miércoles.

-¿No tiene temor de que algún chico se contagie? ¿que haya un brote?

-Si me hubiera preguntado en junio si volvíamos, la respuesta rotunda era no. Sin duda que hay un riesgo, pero la vida tiene riesgos. El punto es que es un riesgo razonable y lo hemos conversado mucho con nuestros equipos. Hay muchas estrategias con resultados disímiles, por lo tanto, no hay alguien que tenga la última palabra.

-¿Entonces?

-Aquí compite las ganas de volver versus el contagio, y nuestra balanza se inclinó por las ganas de volver, pero en un contexto bien específico: un grupo muy acotado de alumnos, que son los mayores en edad y que vienen voluntariamente. A eso hay que sumarle todas las medidas con las que minimizamos el riesgo al máximo. Y ahí operan protocolos sanitarios muy estrictos: mascarillas para alumnos y profesores, protector facial, lavado de manos, dispensadores de alcohol gel, toma de temperatura, distanciamiento social, sanitización, trazabilidad, etc. Nos asesoramos con la Clínica de la Universidad de Los Andes y la Mutual de Seguridad, sobre la base de las orientaciones entregadas por el Ministerio de Salud. Y en último término, la autoridad sanitaria y educativa establece ciertos parámetros. Ellos son los responsables de si cumplimos o no con las normas.

-Pero si hay algún contagio, a ojos de la opinión pública los responsables son los directivos del colegio...

-Por eso la voluntariedad de asistencia se torna esencial. Si no confiamos, es imposible tomar decisiones.

-Finalmente ustedes hacen un acto de fe a la autoridad.

-Es fuerte lo que plantea. Estamos convencidos de que es bueno volver, pero de forma acotada. Nuestros protocolos son mucho más exigentes que los que nos pide la autoridad. Por supuesto que hay un acto de confianza, y el problema es que estamos viviendo un Chile en que no confiamos. Y eso, al final termina, imposibilitando que las instituciones funcionen como deben hacerlo. Y lo mismo con las personas. No es necesario que te vigilen para que funciones bien. Además uno confía en lo que es razonable. Si a mi me dicen hoy que está permitido abrir todo el colegio el mismo día, claramente no lo haría. Pero la responsabilidad de abrir (ahora) es nuestra. Y si alguien se enferma, hay protocolos que aplicar, porque ese alumno o profesor puede haberse enfermado en cualquier lado.

-¿Y si eso ocurre?

-Si es necesario suspender las clases presenciales, se suspenderán. Este no es un plan sin punto de retorno, no hay ningún problema en echar pie atrás, y si es necesario lo vamos a hacer, porque no tiene ningún sentido exponer a nadie, además quedan dos meses de clases, entonces ¿para qué?

-Entonces, si quedan solo dos meses de clases, ¿por qué volver?

-Miremos para adelante. Todos dicen que esto va a seguir el próximo año. Quizás no como ahora, pero va a seguir. Y en algún momento hay que empezar a retomar las actividades, con mucha cautela, pero hay que partir. El Consejo de Rectores lo advertía hace unos días, que lo más probable es que la enseñanza universitaria fuera mixta el año próximo. Con mayor razón el sistema escolar. ¿Vamos a esperar marzo para tomar decisiones? No es tan fácil montar todo rápido. Esto nos sirve como experiencia. Insisto. Si hay que volver a todo on line, lo haremos. No significa ningún trauma.

-¿Entonces establecerán sistema mixto para el 2021?

-Seguramente, y no será fácil. Todo esto requiere flexibilidad y, efectivamente, hay que pensar el próximo año en estos términos. Entonces, adelantarse, aunque signifique el doble de trabajo, es necesario. Y cuando uno educa, debe estar dispuesto a sacarse la mugre. ¡Si 6 meses sin clases presenciales es mucho tiempo, aunque sea on line!

-¿Qué pasa con el aprendizaje en estos 6 meses? ¿Hay aprendizaje efectivo?

-Depende de los cursos. Creo que para los más grandes es más fácil. Un alumno autónomo y responsable, debiera aprender razonablemente bien. No va a aprender el 100%, pero va a aprender.

Momentos duros

-Este año ¿ha sido más cansador?

-Operativamente sí. Además, tuvimos dos profesores infectados con covid, pero salieron adelante. Otros docentes perdieron a alguno de sus padres, hemos tenido bastantes casos de abuelos de nuestros alumnos que fallecieron y algún padre internado. Y sí lamentamos la muerte de un capellán que era exalumno y exprofesor que si bien no fue covid, en ese momento era todo covid porque no había diagnóstico claro. Fueron momentos duros.

-Otro tema sensible en la pandemia ha sido el económico. Hubo cuestionamientos a los colegios por cobrar el mismo arancel cuando no estaba prestando el mismo servicio ¿qué opina?

-En abril y mayo hubo mucho debate por eso. Incluso se comparó la labor educativa con la compra de un café, en que una persona decía que había comprado un café en grano y le habían dado un café sucedáneo... es bien ofensivo plantearlo así. Entendemos que hay familias que pasan por problemas económicos, y a ellos se les apoya, pero no se ve mucho a las 140 personas de nuestro colegio que pueden perder su pega si no se pagan las colegiaturas, porque somos un colegio privado que no recibe aporte estatal, por lo tanto no está asegurada la sobrevivencia.

-¿Han tenido cuestionamientos de apoderados por el pago de mensualidad?

-Algunos quizás, pero lo mínimo. Hemos sido muy transparente con qué se ha hecho con los ahorros generados con la no presencialidad.

-Ya viene la renovación de la matrícula y colegiatura para el 2021, aún en situación de pandemia. ¿Van a subir los aranceles?

-La matrícula y la colegiatura no subirán para el 2021. La semana pasada lo informamos a los apoderados.

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