El Chile de Salvador Allende fue un Chile paradójico y difícil de descifrar desde Washington. Esto porque las representaciones construidas sobre el país se tensionaron en la visión de Chile como un oasis democrático en una región convulsionada. La discusión sobre esta imagen política sigue vigente hasta nuestros días y tiene un poder político decisivo. Es una mirada que recorre imaginarios internacionales, pero también define drásticamente los devenires propios del país. En momentos decisivos de nuestra historia, se nos ha preguntado y nos hemos preguntado qué tipo de democracia tenemos y qué nos define como país, y si bien hay distintas respuestas, siempre la controversia se somete a la percepción de la excepcionalidad democrática chilena. Ese mito ha recorrido nuestra historia y está más presente que nunca.

Esta historia nos puede ayudar a entender los efectos que ha tenido la noción del jaguar latinoamericano o la decepción latina. Si bien no pretendemos estudiar la construcción de la autopercepción de superioridad, proponemos una historia que estudie el impacto que tuvo esa batalla de imágenes políticas en Washington, en el momento que apareció el desafío de la Unidad Popular y tuvieron que comenzar a construir una política exterior. Aferrándose a nociones históricas, preconcepciones ideológicas y anhelos políticos, los estadounidenses comenzaron un proceso de interpretación y proyección, basado en una idea casi narcisista de que estaba en sus manos definir el futuro de Chile.

De esa forma se fue desarrollando un tipo de vértigo institucional en un espíritu de Guerra Fría y de acontecimientos dramáticos. El Chile de Salvador Allende, este pequeño y largo país del sur, tenía el potencial para retar a Estados Unidos y al mundo, y algunos lo leyeron como un duelo a muerte; otros no. Pero ese es el tema con las percepciones: trabajan en la dimensión más íntima, determinando una multiplicidad de lecturas. De todas formas, la pregunta decisiva fue: ¿Era Chile una república bananera o un paraíso democrático?

Lo que propone este libro es valorar históricamente lo que nos entregan los documentos desclasificados estadounidenses, publicados en dos volúmenes, el año 2014 y 2015, por el Departamento de Estado en la serie Foreign Relations of the United States (FRUS). Abarcando desde 1969 hasta 1973, se van a analizar las relaciones entre Chile y Estados Unidos desde la perspectiva de la mirada desclasificada: un análisis de cómo los burócratas y políticos estadounidenses leyeron el Chile de Salvador Allende, rescatando las representaciones e imágenes políticas que definieron las decisiones de política exterior estadounidense.

Los documentos diplomáticos desclasificados por el Departamento de Estado permiten que nos adentremos a ese mundo. Nos abren la puerta a un recorrido por los escritorios donde se narraban experiencias en Chile, las conversaciones de pasillo en Washington, los enfrentamientos y consensos que quedaron plasmados en papeles que, en su mayoría, se han mantenido inexplorados. Esto debido a que historiográficamente solo se consideraron aquellos que contaban una historia de la intervención y dólares.

De esta forma, vamos a entrar a una dimensión a menudo ignorada, pero que nos entrega una oportunidad de análisis invaluable. Detrás de cada debate, decisión y política exterior anunciada, existió un proceso complejo que se nos revela en aquellos párrafos que se desecharon en las primeras lecturas historiográficas. Rescatar esa mirada desclasificada se presenta como una tarea necesaria en el Antonia Fonck Larrain 17 impulso de renovar los estudios históricos desde las preguntas del presente, sobre todo al comprender que las relaciones internacionales son, inevitablemente, un encuentro cultural entre naciones y tienen un efecto profundo en la política interna. El Chile actual, aquella nación que estalló, pide en forma urgente una definición, despejando todas aquellas herencias históricas de excepcionalismo, reactivando el debate sobre los pilares de nuestra sociedad, las fuerzas internas y nuestra posición en el mundo. Una de las formas de animar el debate es proponiendo una historia sobre las imágenes de excepcionalismo y sus impactos.

Como en el presente, el proceso burocrático y político de representar, imaginar y discutir es arduo. Desde ese tiempo y espacio, cualquiera pensaría que responder la pregunta del peligro de Chile en un contexto de Guerra Fría y marxismo democrático fue fácil. Pero el camino estuvo lleno de contradicciones, tensiones, decepciones y arrebatos. Analizar este camino de interpretación desde las narrativas de comprensión del otro, no solo nos permite identificar las imágenes políticas en conflicto, sino que también nos permite develar los antagonismos entre burócratas, políticos y agentes, que fueron surgiendo en la trama, en un proceso donde se entretejieron conflictos institucionales, políticos y personales.

El tema de las relaciones entre Chile y Estados Unidos ha sido profusamente estudiado a través de documentos que develan o niegan una intervención, por una gran variedad de autores. Lo novedoso de este trabajo es su apuesta metodológica: develar la dimensión más cotidiana del proceso de política exterior, trascendiendo a la pregunta de la responsabilidad de Estados Unidos en el golpe de Estado de 1973. Conociendo los límites documentales, se asume una contextualización del conflicto de intervención, pero a la vez se propone un desafío: buscar las otras historias que nos puede contar esta documentación y que permiten enriquecer nuestro conocimiento sobre el fenómeno.

Siguiendo estas pistas se invita a la lectura de una historia de actores, representaciones, imágenes políticas y apuros cotidianos, entrelazados en un conflicto internacional en el momento que Chile se embarcó en aquel experimento de marxismo democrático, inspirando admiración y desafiando el mundo como se había conocido. ¿Era posible? Y de ser así, ¿qué significaba para Estados Unidos?

El libro se divide en seis partes: la introducción, cuatro capítulos y la conclusión. En la introducción, vamos a ver la discusión historiográfica, el marco teórico y una breve reseña de los documentos utilizados.

El primer capítulo va a mostrar a los actores y fuerzas que movieron a la política exterior estadounidense de la época, sentando las bases del escenario en el cual se desenvolvió la cultura política que le dio un significado a Chile. Asumiendo el contexto mundial de Guerra Fría y el convulsionado fin de la década de los años 60, se van a introducir en el factor doméstico de la política exterior estadounidense, las demandas de los ciudadanos y los anhelos de los arquitectos de esta política internacional.

Los siguientes capítulos se ordenan según los hitos que se consideraron significativos en el proceso de interpretación y toma de decisiones estadounidenses con respecto al Chile de Salvador Allende. Tal o cual reacción internacional ante los desafíos de la Unidad Popular, tenía un impacto potente y no era una decisión que se pudiera tomar a la ligera. Ante cada desafío se dieron distintos conflictos de representación, donde fueron apareciendo varios personajes, siempre en tensión. De esta forma se fueron delineando dos bandos, ordenados en dos imágenes políticas: Chile como una excepción democrática y Chile como una república bananera.

El Capítulo II trata la elección presidencial de 1970, retratando la forma en la que fue vivida la posibilidad de una presidencia marxista elegida y estableciendo que la preocupación fue aumentando de forma progresiva. No hubo consenso sobre el dramatismo. Incluso, para muchos, todos los candidatos eran perjudiciales y a Estados Unidos arriesgarse a intervenir le costaría un escándalo internacional. El recuerdo de Bahía de Cochinos y Vietnam era una pesadilla para la Casa Blanca. De esta forma, Chile se fue Antonia Fonck Larrain 19 presentando como una paradoja difícil de descifrar. Las ansiedades aumentaron una vez que fue elegido Salvador Allende por el Congreso Nacional, deteniendo las empresas torpes de las agencias de inteligencia estadounidense. El capítulo trata de delinear los principales actores, las ideas fuerza y busca dar luz sobre las representaciones que fueron surgiendo tímidamente desde las distintas esferas.

El tercer capítulo trata los desafíos que se vivieron en la presidencia de Salvador Allende, partiendo con los primeros meses de su administración y culminando con las reuniones del Club de París sobre la renegociación de la deuda externa de Chile. Una vez elegido Salvador Allende, tuvieron que construir una política para Chile llamada cool and correct, y ella refleja los conflictos entre ambas culturas políticas, los cuales fueron complejizando las relaciones. Poco a poco, las imágenes políticas de excepcionalidad democrática versus estereotipo latino fueron determinando decisiones concretas, significando verdaderas batallas en el aparato de política exterior estadounidense.

El cuarto y último capítulo se centra en la crisis democrática chilena. Para lo mismo, se hizo crucial tratar la forma en la que se interpretaron el sistema partidista chileno, las Fuerzas Armadas y la oposición en Chile. Surgen los primeros diagnósticos y pronósticos de cómo terminaría esta historia. En este capítulo, vemos cómo a medida que aumentaron las tensiones en Chile, aumentaron en Washington, en momentos donde el choque de imágenes políticas determinó la forma en la que se concibió el deterioro del gobierno de la Unidad Popular y las fuerzas que determinarían su final.

Volver a la política estadounidense hace sentido cuando se cambia la pregunta y se define de qué forma van a aportar estos documentos contenidos en FRUS a nuestro conocimiento. Trascendiendo la novela de agentes encubiertos y la búsqueda de culpables, este libro invita a descubrir todo lo que la desclasificación nos puede ofrecer. En los documentos se encuentran voces, representaciones y personajes que pensaron y discutieron con respecto a Chile. Analizando estas imágenes políticas y su rol en las discusiones políticas, Introducción 20 nos podremos acercar a una cultura política estadounidense que abrió su paso en la política chilena, con una intención hegemónica, pero con menor espacio de maniobra del que imaginaban.

Discusión en curso: historiografía de la responsabilidad

La política estadounidense en Chile ha sido ampliamente estudiada, con un especial énfasis en el período de la Unidad Popular y el rol que jugó la potencia en el golpe de Estado de 1973. Los relatos e interpretaciones de estas relaciones han tomado diversas formas, asociadas al contexto social y político desde el cual se han escrito. Principalmente, el debate se ha ordenado en torno al concepto de responsabilidad, que oscila entre el imperialismo y la implosión interna, primando la narrativa condenatoria a las acciones de Estados Unidos. Esto porque el golpe que derrocó a Salvador Allende dejó una huella potente, interpretada desde varios ámbitos como el asesinato de una ilusión, lo que invitaba a buscar un culpable.

En el contexto de la Guerra Fría, los caminos políticos que tomaran los países tenían un significado insigne. El caso de Chile fue especial, en el sentido de que Salvador Allende y Augusto Pinochet encarnaron las imágenes de las opciones políticas en juego. Esperanza inédita y brutalidad trágica. De esta forma, el acontecer político del Chile de los años setenta impactó al mundo, con un Allende y un Pinochet que representaron una utopía y una antiutopía. Sus devenires e imágenes proyectadas se transformaron en un espejo, desde donde los distintos modelos se miraron y midieron. El impacto internacional del bombardeo a La Moneda y la muerte del jefe de Estado, dieron inicio a la búsqueda de los responsables de la muerte de la democracia chilena. Desde la herida o el júbilo, el mundo comenzó a apuntar, y los dos clásicos culpables fueron la irrupción del comunismo o el capitalismo. Ambos elementos comprendidos como extranjeros habían irrumpido en un país con una tradición democrática percibida como intachable, para contaminar y destruir. Esa percepción se entiende desde la mirada de la Guerra Fría, pero también desde la mirada del dolor. Alguien tenía que ser el culpable de esta tragedia y costó pensar en que fueran los mismos chilenos.

En esta búsqueda se generalizó la percepción del “asesinato de Chile”. Pero, ¿quién lo había asesinado? El escritor Gabriel García Márquez escribió que el bombardeo a La Moneda había sido obra de “un grupo de acróbatas aéreos norteamericanos que habría ingresado al país bajo la pantalla de la Operación Unitas”. Para otros había sido el destino inevitable de un proyecto que, dentro de una democracia liberal y las reglas del juego mayoritario, buscó transformar el orden establecido. Otros se dedicaron a dudar de la capacidad política de un presidente elegido con mayoría relativa. Raymond Aron, sin dudar de la legalidad, escribió que inevitablemente, este proyecto colisionaría con una poderosa oposición y eso determinaría el fin.

El rol de la política estadounidense en el Chile de Allende ha sido materia de constante debate, no solo en una escala internacional. Cala en lo más profundo de nuestra sociedad por el hecho de que ha sido una forma de buscar una respuesta al quiebre democrático. Desde el ámbito académico, pero también desde las discusiones privadas, la intervención estadounidense es una discusión controversial, dado que, ante la pregunta de qué papel jugó Estados Unidos en el golpe de Estado, se responde según la interpretación que se tenga de la Unidad Popular. Comprendiendo los matices, se puede decir que desde el ala izquierda se culpabiliza a Estados Unidos, como una interrupción imperial a un proyecto floreciente, y desde la derecha se le exculpa, asumiendo que la vía chilena al socialismo estaba destinada al fracaso. Ambas respuestas refuerzan el argumento de cada bando en el ejercicio de nombrar a un culpable.

Tras el golpe de Estado, se fue creando una imagen política de un imperio infalible que había irrumpido en los asuntos internos de un país lejano, manejando su acontecer político y designándole un final trágico. Los “patrones” no permitieron el cambio. Esta imagen fue alimentada por las víctimas del golpe, pero también por la misma sociedad estadounidense que, indignada, buscó una respuesta. En este proceso de revisión interna, el Comité Church jugó un rol preponderante, y el resultado de esta investigación definió la forma en que, por muchos años, se entendió la política estadounidense en Chile.

La sociedad estadounidense, desde el estallido en las calles en 1968, estaba viviendo un proceso de profundo cuestionamiento. Uno de los focos de atención, en esta ola de dudas, fue la política exterior. La crítica estaba centrada en Vietnam, pero se extrapolaba a todos los aspectos del actuar internacional estadounidense. Una fuerte crítica hacia el “deber ser” estadounidense en el exterior, fundamentó las voces que pedían un retiro de los asuntos del mundo. En ese contexto, y como veremos más adelante, llega Richard Nixon prometiendo distensión y reducción de los compromisos internacionales. Chile desafió el sentido de esta prerrogativa y, a través de escándalos periodísticos y denuncias, potenció la imagen del gigante interventor. Pero más allá del escándalo del sur, y en medio de la crítica al comportamiento exterior, Richard Nixon protagonizó el escándalo del espionaje doméstico de Watergate. Ya no solo se desconfió del comportamiento secreto en el mundo: el enemigo estaba en casa. La relación entre ambos hechos deviene en el impacto que tuvieron en la sociedad civil estadounidense. Los dos fenómenos unidos pasaron a determinar la imagen de la administración de Richard Nixon revestida de percepciones de corrupción, espionaje e intervención.

El pueblo estadounidense, ante este escenario, clamó por la transparencia y el retorno de los fundamentos de la democracia, viviendo un proceso de transformación bajo el alero de la investigación legislativa. De esta forma fue creado el Comité Church, que investigaba lo que tras bambalinas había hecho el Ejecutivo en nombre de la sociedad. Fundamentalmente se encargó de investigar los abusos de poder. Se convocó a una especie de dream team que unió a demócratas y republicanos, en una misión por esclarecer una oscuridad creada por la malicia de Nixon. Pero, como todo comité político y por ende humano, también existía una cuota de interés en sepultar su presidencia. En Chile asociamos este comité a la investigación de la acción encubierta en el país. Pero fue mucho más que eso. El recuerdo de Chile se fusionó con el trauma de Watergate, en un debate que cuestionó los cimientos de la democracia estadounidense.

La creación del Comité Church fue motivada por el clima de impaciencia, la investigación del caso Watergate (que había cuestionado a las agencias de inteligencia bajo el mandato ejecutivo) y por la denuncia del periodista Seymour Hersh en un artículo en el New York Times. Este último había causado conmoción en el debate público al hablar de las actividades ilegales de la CIA. En enero de 1975, el senador demócrata John O. Pastore propuso la creación de un comité que investigara las operaciones federales de inteligencia, para determinar su ética y legalidad. El 25 de ese mismo mes, se creó el comité a cargo del senador demócrata Frank Church.

El crimen del general René Schneider fue una de las acciones que EE.UU. apoyó para evitar que Salvador Allende asumiera el poder, generando una reacción opuesta en el mundo polìtico..

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